Trabajemos en la obra del Señor

29 de Octubre de 1978. Conferencia de Área en Buenos Aires, Argentina
Trabajemos en la obra del Señor
por el élder Juan A. Walker
Representante Regional del Consejo de los Doce

En Doctrinas y Convenios, sección 50, versículo 5, podemos leer:

“Pero benditos son aquellos que son fieles y perseveran, sea en vida o muerte, porque heredarán la vida eterna.”

Hay una estrecha relación entre nuestra fidelidad al Señor y nuestra perseverancia en servirle. Tal vez muchos piensen que son fieles si guardan los mandamientos o si asisten a las reuniones más o menos regularmente, y no creen en la necesidad de dedicarse con determinación a cumplir con las obligaciones que han contraído con nuestro Padre Celestial, al aceptar sobre sí el nombre de su Hijo Jesucristo.

Somos muy privilegiados por haber podido conocer el Evangelio durante nuestra vida terrenal, y no hay duda de que en la preexistencia hemos convenido con nuestro Padre en responder al llamado, y hacer todo esfuerzo y sacrificio para magnificar debidamente este llamamiento y perseverar hasta el fin.

Podemos recordar al apóstol Pablo, quien fue elegido por el Señor para cumplir una tremenda obra misional entre los gentiles. Sin embargo, ¿no había sido Pablo un perseguidor de los cristianos?, ¿no fue testigo y consintió en que apedrearan a Esteban? ¿Por qué, pues, recibió tal privilegio?

Queridos hermanos, es evidente que Pablo estaba preparado para aceptar y cumplir con ese llamamiento. En su equivocada convicción, dedicaba su tiempo y sus dones, era persistente en perseguir lo que creía un atentado a su fe y su corazón era fiel a’ su causa.

Por supuesto, Dios lo conocía tal como era, y por eso le llamó para que sirviera en la causa de la verdad. Recordad con cuánto celo cumplió su misión entre los hombres, cómo soportó todo sinsabor, sufrimientos físicos, enfermedades y cárcel, utilizando siempre cada experiencia para predicar el Evangelio, a fin de que otros pudieran continuar su obra en la tierra y edificar la Iglesia en el mundo.

Podemos leer su palabra en 2 Timoteo 4:6-8:

“Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano.

He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.

Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”

Es un ejemplo de que la constancia en nuestros hechos, con seguridad nos permitirá gozar de la tranquilidad espiritual que mostró Pablo al final de su vida.

Jesucristo, quien debe ser una guía constante para nosotros, dijo en una oportunidad orando al Padre Celestial:

“Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese.

Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.” (Juan 17:4-5.)

“He acabado la obra que me diste que hiciese”; notad la sencillez de Sus palabras y la tranquilidad que dejan traslucir. Él había perseverado en el cumplimiento de la obra, tal como lo había prometido aún antes de haber nacido, cuando junto al Padre se planeaba nuestro período probatorio aquí en la tierra. Con seguridad, hermanos, cada uno de nosotros ha aceptado una parte en la continuación de esa obra, y se espera que podamos decir al final: “he acabado la obra que me diste que hiciese”.

En una oportunidad Brigham Young dijo: “Se espera que todo hombre y mujer ayude en la obra del Señor con toda la habilidad que Dios le ha dado”. Esta obra aún no ha acabado; por el contrario, está en pleno crecimiento. Hay muchos cargos y llamamientos para los cuales nos necesitan y el Señor es quien nos llama y nos pregunta: “¿a quién enviaré?”, esperando que nosotros respondamos, “envíame a mí.”

Muchas veces las oportunidades más importantes que se ofrecen a los miembros de la Iglesia son desechadas y menospreciadas por ellos. ¿Cuántas de las personas que han aceptado un cargo no sienten ningún entusiasmo hacia lo que están haciendo?; ¿cuántos lo abandonan sin concluir o esperan el relevo como una liberación?

Tenemos que sentir un deseo más intenso, mayor entusiasmo por servir a Dios, y especialmente un sentimiento que sea permanente y firme. La persistencia es tan necesaria como la iniciativa; ningún descubrimiento, ninguna labor de trascendencia se pueden llevar a cabo, sin esta cualidad importante que lleva al triunfo al ser humano en todo lo que se propone.

Los que han efectuado grandes obras siempre han pasado por momentos críticos, persecuciones, desalientos y frustraciones; pero la constancia y el valor han vencido y llevado al hombre a la meta final.

La inteligencia es importante; pero la perseverancia y la diligencia son aún de mayor importancia en todo lo que emprendamos en nuestra vida. Hay ocasiones en que las circunstancias son tan adversas, la tarea tan dura, las desilusiones tan dolorosas, que pensamos que no podremos hacer frente a lo que nos espera si continuamos. Sin embargo, sabemos que si persistimos en la lucha, el Señor no nos dejará luchar solos. Él nos dará Su fuerza y Su inspiración, y nos sostendrá hasta que se desvanezcan las sombras y logremos sobreponemos a la derrota.

En Doctrinas y Convenios 121:34 leemos:

“He aquí, muchos son los llamados, pero pocos los escogidos. . .”

Tenemos el privilegio de elegir; pero, por supuesto, el Señor también elige. Si preferimos rehuir servir a Él y a nuestro prójimo, no seremos escogidos; mas si aceptamos los desafíos que se nos presentan como miembros de la Iglesia de Jesucristo, si somos fieles toda nuestra vida, entonces recibiremos las bendiciones que nos han sido prometidas.

Para terminar quiero leeros un pasaje del libro El milagro del perdón, escrito por el presidente Spencer W. Kimball:

“Habiendo recibido las ordenanzas salvadoras necesarias, a saber, el bautismo, el don del Espíritu Santo, las ordenanzas y sellamientos del templo, uno debe vivir de acuerdo con los convenios que ha concertado. Debe perseverar en la fe. No importa cuán espléndido haya sido el servicio que ha prestado el obispo, el presidente de estaca o alguna otra persona, si posteriormente titubea en la vida y deja de vivir rectamente ‘hasta el fin’, todas las buenas obras que hizo se hallan en peligro. De hecho, uno que presta servicio y entonces se aparta, puede hallarse en la categoría a que se refirió el apóstol Pedro, de que ‘el perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno’ (véase 2 Pedro 2:22).” (Pág. 119.)

Quiero daros mi testimonio de que sé que estas cosas son verdaderas, y que aunque nos sacrifiquemos trabajando en la obra del Señor, siempre nos sentiremos bendecidos, y podremos gozar de paz espiritual y felicidad verdadera junto a nuestras familias.

Que el Señor os bendiga a todos vosotros, mis queridos hermanos, que bendiga a vuestra patria y a sus gobernantes; lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario