Administración de la Iglesia restaurada

8 de enero de 1978. Discurso pronunciado, ante los alumnos de las estacas de la Universidad de Brigham Young.
Administración de la Iglesia restaurada
por el presidente N. Eldon Tanner

N. Eldon TannerMi deseo es poder ayudarles a comprender y a saber que pertenecen a la Iglesia de Jesucristo, la cual fue instituida por revelación y se encuentra actualmente dirigida por un Profeta de Dios guiado por Jesucristo; y hacerles saber la manera en que la misma opera. Ya que éste es un tema muy extenso, será necesario que sea breve.

Me gustaría recordarles que es por medio de la revelación que sabemos que esta tierra fue creada para nosotros. Veamos lo que esto significa: la tierra fue creada para que moráramos aquí y nos preparáramos por medio de la obediencia para regresar a la presencia de nuestro Padre Celestial. En el concilio de los cielos, Jesucristo fue elegido para que fuera el Salvador del mundo. El vino a esta tierra y dio su vida gustosamente por nosotros a fin de que pudiéramos gozar de la vida eterna. La Iglesia, tal como se encuentra establecida en la actualidad, es el resultado de la aparición del Padre y su Hijo Jesucristo a un joven llamado José Smith; y desde ese entonces ha sido guiada por revelación. Tenemos El Libro de Mormón que fue traducido por revelación y cuyo relato ya conocéis.

Pedro, Santiago y Juan restauraron el Sacerdocio Aarónico y el Sacerdocio de Melquisedec. Concerniente al establecimiento de la Iglesia leemos lo siguiente:

“El origen de la Iglesia de Cristo en los últimos días… por la voluntad y los mandamientos de Dios…

los cuales mandamientos fueron dados a José Smith, hijo, quien fue llamado de Dios y ordenado apóstol de Jesucristo, para ser el primer élder de esta iglesia.” (D. y C. 20:1-2.)

Más adelante, leemos:

“He aquí, se llevará entre vosotros una historia; y en ella tú serás llamado vidente, traductor, profeta, apóstol de Jesucristo, élder de la iglesia por la voluntad de Dios el Padre, y la gracia de tu Señor Jesucristo.” (D. y C. 21:1.)

Frecuentemente escuchamos decir que la Iglesia es gobernada por la gente, cuando en realidad la Iglesia es gobernada por Dios por medio de sus representantes los cuales Él ha elegido, tal como lo dice uno de nuestros Artículos de Fe:

“Creemos que el hombre debe ser llamado de Dios, por profecía y la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad para predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas.” (Artículos de Fe 5.)

Esta es la manera en que fue escogido José Smith como presidente de la Iglesia y apartado por aquellos que tenían la autoridad para hacerlo.

Siempre ha sido un testimonio para mí leer la Sección 107 de Doctrinas y Convenios, y ver que nos fueron dados todos los oficios del Sacerdocio y cada una de sus responsabilidades. Me gustaría leer un poco más al respecto;

“Tres Sumos Sacerdotes Administradores, del Sacerdocio de Melquisedec, escogidos por el cuerpo, nombrados a ese oficio y ordenados, y sostenidos por la confianza, fe y oraciones de la Iglesia, forman el Quorum de la Presidencia de la Iglesia.

Además, el deber del Presidente del Sumo Sacerdocio es presidir a toda la iglesia, y ser semejante a Moisés—

…sí, ser un vidente, un revelador, un traductor y un profeta, teniendo todos los dones que Dios confiere sobre la cabeza de la iglesia.” (D. y C. 107:22, 91-92.)

Y de nuevo:

“Los doce consejeros viajantes son llamados para ser los Doce Apóstoles, o testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo—así se distinguen de los otros oficiales de la iglesia en los deberes de su llamamiento—

Y constituyen un quorum con igual autoridad y poder que el de los tres presidentes ya mencionados.” (D. y C. 107:23-24.)

Lo siguiente se encuentra registrado en Enseñanzas del Profeta José Smith:

“En seguida el presidente Smith se puso a explicar el deber de los Doce, así como su autoridad, que sigue a la de la presidencia actual… Los Doce no tienen que responder a nadie sino a la Primera Presidencia, ‘a saber —dijo el Profeta— a mí, a Sidney Rigdon y a Federico G. Williams, que ahora son mis consejeros; y donde yo no estuviere, (quería decir el Presidente de la Iglesia), no habrá Primera Presidencia sobre los Doce’.” (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 122-23.)

Cuando José Smith murió, los Doce se convirtieron en la autoridad que presidía la Iglesia y teniendo a Brigham Young como Presidente de los Doce dirigieron los asuntos de la misma durante tres años y medio. Luego Brigham Young fue elegido Presidente de la Iglesia, y él escogió, ordenó y apartó a sus consejeros. Pasaron tres años y dos meses desde su muerte, hasta que John Taylor fue apartado como Presidente de la Iglesia. Después de la muerte del presidente Taylor pasó un año y nueve meses antes que Wilford Woodruff fuera escogido, apartado y ordenado Presidente de la Iglesia. Desde ese entonces, solamente ha habido un lapso de días entre la muerte de un presidente y la elección del siguiente.

Me gustaría relataros lo que sucedió después de la muerte inesperada del presidente Harold B. Lee, el 26 de diciembre de 1973. Me encontraba en Phoenix, Arizona, pasando la Navidad con mi hija y su familia, cuando recibí una llamada telefónica del hermano Arthur Haycock, secretario del presidente Lee. Me dijo que el Presidente se encontraba muy enfermo, y creía que era mejor que regresara a casa lo antes posible. Media hora después volvió a llamar y dijo: “El Señor ha hablado, el presidente Lee ha partido”.

El presidente Romney, quien dirigía los asuntos de la Iglesia en mi ausencia, se encontraba en el hospital con el presidente Spencer W. Kimball del Consejo de los Doce. Inmediatamente después de la muerte del presidente Lee, el presidente Romney se volvió al presidente Kimball y le dijo: “Ahora usted es el encargado”. No había pasado ni un minuto de la muerte del presidente Lee, y ya los Doce presidían en la Iglesia.

Después del funeral del presidente Lee, el presidente Kimball tuvo una reunión con los apóstoles, el domingo 30 de diciembre a las 3:00 en el cuarto de consejo del Templo de Lago Salado. El presidente Romney y yo tomamos nuestros respectivos lugares de prioridad, de manera que éramos catorce los allí presentes. Después de un himno y la oración ofrecida por el presidente Romney, el presidente Kimball, con gran humildad, nos expresó sus sentimientos. Dijo que había pasado el día viernes en el templo, hablando con el Señor y había derramado muchas lágrimas al pedirle al Señor que lo ayudara en sus nuevas responsabilidades y a escoger a sus consejeros.

Vestidos con nuestra ropa del templo, hicimos un círculo de oración. El presidente Kimball me pidió que procediera y que el élder Thomas S. Monson ofreciera la oración. Después de esto, el presidente Kimball explicó el propósito de la reunión y pidió a cada miembro del Quorum, de acuerdo con su antigüedad como apóstoles, que expresáramos nuestros sentimientos en cuanto a la manera en que la Primera Presidencia debería organizarse ese día o si deberíamos ejercer como Consejo de los Doce. Cada uno dijo: “Debemos organizarnos ahora”. Y hablaron elogiosamente acerca del presidente Kimball y de su obra con los Doce.

Entonces el élder Ezra Taft Benson propuso que el hermano Spencer W. Kimball fuera el siguiente presidente de la Iglesia. Esto fue respaldado por el élder Mark E. Petersen y aprobado unánimemente. El presidente Kimball entonces, escogió a sus consejeros: N. Eldon Tanner como Primer Consejero y Marión G. Romney como Segundo, quienes expresamos la disposición que teníamos de aceptar la posición y dedicar todo nuestro tiempo y energías para servir en esa capacidad. Ambos nombramientos fueron aprobados unánimemente. Seguidamente el élder Mark E. Petersen, segundo en prioridad dentro del Quorum, nombró al hermano Ezra Taft Benson como presidente del Consejo de los Doce, lo que también fue aprobado por unanimidad.

En este momento, todos los miembros presentes pusimos nuestras manos sobre la cabeza del hermano Spencer W. Kimball, y el presidente Ezra Taft Benson ofreció la bendición, la ordenación y lo apartó como el decimosegundo Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Luego el presidente Kimball me apartó como su Primer Consejero y a Marión G. Romney como Segundo Consejero en la Presidencia de la Iglesia. En la misma forma el presidente Kimball pronunció la bendición y apartó a Ezra Taft Benson como presidente del Consejo de los Doce.

Había entonces once miembros de los Doce y era necesario llamar a un nuevo miembro para que llenara la vacante en el Consejo. Creo que os interesará saber cómo se eligen las Autoridades Generales. El Presidente elige por inspiración y revelación de entre los nombres de aquellos que han sido, a su pedido, recomendados por miembros de los Doce, juntamente con los de aquellos a quienes él mismo podría haber considerado. Debido a que Dios llama al hombre por medio de la inspiración y la revelación, una Autoridad General es divinamente nombrada y aprobada por el Consejo de los Doce antes de ser llamada y apartada.

Os daré un ejemplo de la manera en que se hace. Permitidme compartir con vosotros una experiencia del presidente Heber J. Grant. Cuando él era miembro del Consejo de los Doce, y el Presidente de la Iglesia le pedía algunos nombres, él siempre presentaba el nombre de un amigo suyo para que fuera considerado para llenar alguna vacante entre los Doce. Su amigo nunca fue escogido, y se tiene conocimiento de que él dijo una vez que si llegaba a ser Presidente de la Iglesia y llegaba a haber una vacante, él llamaría a ese hombre, porque lo consideraba muy capacitado.

Después que fue llamado Presidente y hubo necesidad de llenar una vacante, le dijo al Señor en oración que sabía a quién deseaba llamar, pero que deseaba seleccionar al hombre que El deseara tener. El nombre de Melvin J. Ballard, a quien el presidente Grant conocía muy poco, le vino a la mente y allí continuó hasta que comprendió que aquél era el hombre que debía ser llamado: y fue nombrado por el presidente Grant y aprobado por los Doce.

Permitidme contaros mi propia experiencia. Mientras me encontraba sirviendo en la Estaca de Calgary en Alberta, Canadá, asistí a la conferencia general en Salt Lake City en octubre de 1960. El viernes por la tarde recibí un llamado avisándome que el presidente McKay deseaba verme a la mañana siguiente que era sábado. Debido a la incertidumbre de dicha entrevista dormí muy poco esa noche. Le encontré en su oficina a la hora estipulada y me senté frente a él. Me miró directamente a los ojos, colocó su mano sobre mi rodilla y me dijo: “Presidente Tanner, el Señor desea que usted acepte un llamamiento como Autoridad General, como Ayudante de los Doce”. Luego me preguntó cuáles eran mis sentimientos. No sé exactamente lo que dije. Traté de asegurarle que me encontraba altamente honrado y no muy apto, pero que estaba listo y dispuesto a aceptar el llamamiento y a dar todo mi tiempo y esfuerzo en el servicio del Señor.

Esa mañana se presentó mi nombre y el de los élderes Franklin D. Richards y Theodore M. Burton, para ser sostenidos como Ayudantes de los Doce junto a los otros oficiales de la Iglesia. En la misma forma, y dentro de su propio nivel, se seleccionaron otros oficiales de la Iglesia.

Ahora debo explicaros el procedimiento a seguir cuando una persona vota “no”. Pasamos por una experiencia de esta clase en la conferencia de octubre de 1977. Algunos de vosotros recordaréis los procedimientos del disidente que deseaba que su voto fuese registrado. En casos así, actuamos de la siguiente manera: En esa ocasión todas las personas votaron en favor de los que fueron presentados, excepto ésta, así que le pedí que fuera a ver al hermano Hinckley. El propósito por el cual lo hice, fue para que esta persona pudiera explicar el motivo por el cual no apoyaba a los oficiales presentados, para hacérselo saber a la Primera Presidencia.

Quisiera también hablaros acerca de una experiencia que tuve cuando fui llamado a ir a Nueva Zelanda para reorganizar una estaca. No conocía a nadie allí con excepción del presidente de la estaca. Pedí que se me proporcionara una lista de los obispos y miembros del Sumo Consejo de la misma, y mientras leía la lista, me pareció ver un nombre que se destacaba entre los demás. El nombre era Campbell, y cada vez que leía la lista me parecía más notorio. Se encontraba conmigo el obispo Vandenberg y después de haber orado y pedido al Señor por su guía, entrevistamos a todas estas personas.

Después de todas las entrevistas, le dije al hermano Vandenberg: “Roguemos al Señor por su guía”. Así lo hicimos, y cuando nos pusimos de pie le pregunté: “Si fuera suya la responsabilidad, ¿a quién escogería como presidente de esta estaca?”

Él dijo: “Bill Campbell”. Yo no había mencionado ese nombre al obispo Vandenberg. Esta fue otra evidencia de que el Señor dirige estos nombramientos.

Ahora permitidme hacer una breve descripción de algunas de las actividades de los Doce. El Consejo de los Doce es responsable por todos los asuntos eclesiásticos de la Iglesia bajo la dirección de la Primera Presidencia. Tiene la responsabilidad de vigilar la administración de los asuntos eclesiásticos de la Iglesia que ejercen los miembros del Primer Quorum de los Setenta. Tiene la responsabilidad de programar las conferencias de estaca en toda la Iglesia y asignar a las Autoridades Generales que asistirán a las distintas conferencias, las cuales se llevan a cabo semanalmente durante todo el año, excepto en julio.

Todas las Autoridades Generales se esfuerzan diligentemente por aprovechar los programas de las reuniones de los sábados por la noche y las sesiones generales del domingo, para poder motivar a los miembros de toda la Iglesia a tener un modo de vida mejor. Se reúnen con los presidentes y oficiales de las estacas y discuten con ellos sobre el progreso que deben alcanzar y maneras y medios de poder lograrlo. A las Autoridades se les pide que dejen sus hogares por dos y algunas veces tres o cuatro días y aun hasta dos semanas, para que puedan cumplir con sus asignaciones para conferencias, giras misionales, etc.

El Consejo de los Doce también tiene la responsabilidad de planear una vez al año seminarios para nuevos presidentes de misión y seminarios para representantes regionales. Ellos son responsables de vigilar el programa eclesiástico de la obra a través de toda la Iglesia. (Más adelante describo el trabajo que realiza la Primera Presidencia conjuntamente con los Doce, en sus reuniones de los jueves y otros días.) Los Doce también se reúnen con regularidad para oír los informes de las otras Autoridades Generales que han asistido a conferencias de estaca y discuten las maneras de mejorar la administración.

Me gustaría explicaros que debido al crecimiento de la Iglesia se necesitó más ayuda, por lo que fue necesario llamar a algunos hermanos como Ayudantes de los Doce. Más tarde se llamó a representantes regionales de los Doce para trabajar con los oficiales de las estacas y ayudarlos directamente.

Es interesante notar que después del año 1970 el crecimiento de la Iglesia había llegado a un grado tal que la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce decidieron organizar el Primer Quorum de los Setenta. En esa época, aquellos que habían estado trabajando como Ayudantes de los Doce fueron ordenados como Setentas y pasaron a ser los miembros del Primer Quórum de los Setenta.

Se llamaron más representantes regionales para que ayudaran a las misiones y estacas de distintos países y tuvieron un contacto más cercano con aquellos que habían sido escogidos para ayudar en la administración de los asuntos de la Iglesia. Estos Representantes Regionales fueron hombres que tenían mucha experiencia en la administración de asuntos de estacas, barrios y misiones.

Leemos ahora lo siguiente respecto a los Setenta: “Los Setenta obrarán en el nombre del Señor bajo la dirección de los Doce,…edificando la iglesia y regulando todos los asuntos en todas las naciones…” (D. y C. 107:34). Permitidme leeros esto otra vez: “…edificando la iglesia y regulando todos los asuntos en todas las naciones”. Deseo hablaros de esto más adelante.

El Patriarca de la Iglesia da bendiciones a los miembros de la Iglesia que la solicitan. Cuando recibe la asignación, viaja para dar bendiciones a miembros en misiones y áreas donde no hay un patriarca local.

Los miembros del Obispado Presidente de la Iglesia son llamados, ordenados y apartados como cualquier otra Autoridad General, excepto el Presidente de la Iglesia. Cada miembro del Obispado Presidente puede ser llamado de cualquier estaca o misión de la Iglesia. El deber del Obispado Presidente es presidir sobre los asuntos temporales de la Iglesia bajo la dirección de la Primera Presidencia.

Me gustaría explicaros cómo se administra la Iglesia desde las oficinas centrales. Todos los asuntos pertenecientes a su administración están bajo la dirección de la Primera Presidencia, éstos se dividen en tres categorías. La primera, son aquellos que administra la Primera Presidencia; la segunda: son los asuntos eclesiásticos administrados por los Doce bajo la dirección de la Primera Presidencia; y la tercera, los asuntos temporales administrados por el Obispado Presidente bajo la dirección de la Primera Presidencia.

Algunos de los asuntos administrados directamente por la Primera Presidencia son: conferencias de área, asambleas solemnes; departamentos de Presupuesto, Educativo, Histórico y de Personal; templos; auditoría; Consejo de Coordinación; y los Servicios de Bienestar.

Bajo la dirección de los Doce se encuentran actualmente cinco departamentos. Cada uno de ellos es administrado por dos o tres Setentas bajo la dirección de los Doce, con su personal correspondiente. Ellos son a saber: los departamentos del Sacerdocio, Misional, Genealogía, Capacitación para líderes y Correlación. Trataré brevemente sobre dos o tres de estos departamentos. El del Sacerdocio provee los materiales para capacitación, manuales y guías de instrucciones para el Sacerdocio de Melquisedec, el Sacerdocio Aarónico y organizaciones auxiliares, y determina la manera de utilizarlos, supervisa los programas de actividad y es responsable de las revistas de la Iglesia.

El Departamento de Correlación, revisa todos los materiales de cursos de estudio y revistas de doctrina, compilación etc., e informa al Comité de Correlación integrado por los directores ejecutivos de cada uno de estos cuatro departamentos, más el director ejecutivo de Correlación, junto con el Obispo Presidente y el Comisionado de Educación. Aquí es donde se correlaciona todo el material de capacitación y enseñanza con el propósito de preparar a los miembros para la obra en el templo, la obra misional, las responsabilidades dentro de las diferentes organizaciones de la Iglesia y para su vida futura. Este es todo el propósito de la Iglesia, preparar al individuo para la vida eterna.

El Departamento Misional provee los materiales que se utilizarán en el campo misional y para preparar a los futuros misioneros; hace las asignaciones misionales y vigila el funcionamiento de los centros de visitantes y otros asuntos pertenecientes al programa misional.

Pienso que puede interesaros saber cómo reciben los misioneros su llamamiento. El obispo entrevista al futuro misionero antes de hablar con los padres del mismo, para determinar su actitud y dignidad antes de que nadie se entere si se le puede tomar en cuenta, o no. Si el obispo considera que es digno y que tiene deseos de hacer una misión, entonces lo discute con los padres del futuro misionero y luego, si todo se encuentra en orden, el obispo lo recomienda al presidente de estaca, quien a su vez también lo’ entrevistará para comprobar su dignidad y actitud. Si es hallado digno y con disposición, entonces es recomendado a la Primera Presidencia.

Para determinar el lugar al cual se le llamará a cumplir su misión, existen varios factores que deben tomarse en consideración, tales como: las aptitudes de la persona, de acuerdo con lo que figura en el formulario de recomendación, y la misión que esté necesitando misioneros en ese momento. Luego, por inspiración, la persona es llamada a la misión en la cual pueda servir mejor al Señor. Esta recibe entonces un llamamiento escrito de la Primera Presidencia y se espera que todo misionero conteste a éste, enviando una carta de respuesta al Presidente.

Recuerdo una historia acerca de un misionero, la cual muestra la forma en que el Señor dirige su obra por medio de la inspiración. Como éste podría mencionaros una docena de casos. En una ocasión, después que se habían enviado las cartas de llamamiento a un grupo de misioneros, el secretario ejecutivo del Departamento Misional recibió una llamada telefónica de la madre de un muchacho que había recibido su asignación para ir al este de los Estados Unidos. La madre dijo que ella y el padre del muchacho se encontraban excesivamente desilusionados porque el padre y el abuelo del muchacho habían servido misiones en Alemania, y deseaban que el muchacho fuera también llamado a una misión en Alemania.

El secretario le preguntó a la madre cómo se sentía el muchacho con respecto al llamamiento, y ella dijo que él estaba en la escuela y que en su ausencia había abierto la carta, pero que él todavía no sabía adonde había sido llamado.

El secretario manifestó su sorpresa ante el hecho de que la madre hubiera abierto la única carta que el muchacho había de recibir del Presidente de la Iglesia y sugirió que volviera a llamarlo después que el joven hubiera leído la carta.

Al día siguiente la madre volvió a llamar para disculparse y dijo que la reacción del hijo había sido de mucha satisfacción por el llamamiento. Él había estado orando en secreto porque no deseaba ir a una misión extranjera.

Ahora, me referiré a lo que llamamos descentralización: debido al gran crecimiento y expansión de la Iglesia en todo el mundo, ha sido necesario que ésta sea administrada en más de un lugar aparte de los Estados Unidos. Esto es especialmente para la organización y capacitación de los miembros en lugares donde la Iglesia está progresando. Hay nuevos distritos, barrios y estacas donde la mayoría de los miembros tienen muy poca experiencia en cuanto a los asuntos administrativos de la Iglesia. Por ejemplo, en Caracas, Venezuela, donde estuve hace unos dos años, un presidente de misión tuvo una reunión con los miembros. Asistieron entre trescientos miembros, de los cuales ninguno de ellos había estado dentro de la Iglesia por más de cinco años. El año pasado organizamos una estaca en Caracas, donde la persona con más tiempo en la Iglesia había sido miembro únicamente por siete años. Es evidente que se necesita más instrucción, capacitación y asistencia en estos lugares de mayor progreso.

Para daros una idea del crecimiento que ha tenido la Iglesia desde 1960 a 1976, esto es durante el período de tiempo en que he sido una Autoridad General, os diré que en estos años la Iglesia ha doblado su número. Fuera, de los Estados Unidos y Canadá el número de miembros ha aumentado en un 397 por ciento. En los últimos años se han organizado barrios fuera de los Estados Unidos y Canadá con un aumento de un 278 a un 892%, y estacas de un 48 a un 143%. Las estadísticas hasta septiembre de 1977 muestran los siguientes totales: que tenemos 862 estacas; 5.658 barrios; 1.495 ramas independientes en estacas; 158 misiones; y más de 24.000 misioneros.

Para poder competir con nuestras responsabilidades, el mundo se ha dividido en zonas y áreas, presididas por Asesores de Zona y Supervisores de Área respectivamente. Hay cinco zonas y doce áreas fuera de los Estados Unidos. Todos los Asesores de Zona y Supervisores de Área, tanto dentro como fuera de los Estados Unidos, son miembros del Quorum de los Setenta. Los Asesores de Zona de todas las zonas a través del mundo se encuentran en la cabecera de la Iglesia. Cada Supervisor de Área fuera de los Estados Unidos y Canadá vive dentro de su propia área.

Los Supervisores de Área tienen bajo su supervisión a los supervisores regionales quienes forman un grupo de hombres con experiencia, calificados, y que viven, siempre que sea posible, cerca de la región que está bajo su jurisdicción. Cada Representante Regional trabaja con varias estacas y misiones y esto hace que los líderes en las estacas y misiones estén en constante contacto con los supervisores de área a través de los Representantes Regionales, evitándose así el tener que enviar todos los asuntos a la cabecera de la Iglesia en Salt Lake City. Por otra parte, los Supervisores de Área tienen la oportunidad de ayudar a solucionar los problemas que se presenten, dándoles inmediata atención. De esta manera los líderes reciben mucha asistencia y capacitación a nivel local. Los supervisores de área informan de sus actividades a los asesores de zona, quienes a su vez informan al Consejo de los Doce.

Ahora hablaré acerca del Obispado Presidente. Tal como lo he mencionado, los miembros del Obispado Presidente tienen la responsabilidad de administrar todos los asuntos temporales que les asigna la Primera Presidencia. Esto incluye propiedades, adquisición de tierras, construcción de edificios y el mantenimiento de los mismos, según lo requiera la División Eclesiástica. Ellos también supervisan los asuntos pertenecientes a finanzas, registros de miembros, ofrendas de ayuno, diezmos, compras centrales, traducción y distribución. Tienen también la gran responsabilidad de dirigir el Departamento de los Servicios de Bienestar, cuyo programa vital y reglamentos son determinados por el Comité de los Servicios de Bienestar que está compuesto por la Primera Presidencia, el Quorum de los Doce, el Obispado Presidente y la presidencia de la Sociedad de Socorro. Dentro del Programa de los Servicios de Bienestar se encuentran las Industrias Deseret que operan en todo el mundo, los programas de bienestar en las estacas, barrios y misiones; almacenes del obispo, etc.

Para que la administración de estos programas sea adecuada fuera de los Estados Unidos y Canadá, existen los representantes del Obispado Presidente, quienes supervisan estos asuntos en las áreas que se les ha asignado y en las cuales viven. También son responsables de la administración de los asuntos temporales. Esto hace posible que las personas en esa área reciban inmediata atención a sus problemas y la debida instrucción en todos los campos de la administración. Las Autoridades Generales supervisores de área y los representantes del Obispado Presidente cooperan de lleno en todos estos asuntos.

Os hablaré ahora acerca de la Primera Presidencia. Se reúnen todos los martes, miércoles, jueves, y viernes a las ocho de la mañana con un secretario, quien lleva un registro completo de todos los asuntos. Además tratan acerca de la correspondencia que reciben la cual contiene todo tipo de preguntas, desde si es correcto hacerse agujeros en las orejas hasta apelaciones de decisiones de excomuniones efectuadas por presidencias de estaca y sumos consejos, acerca del modo de vestir y peinarse, hipnotismo, la obediencia de guardar el día domingo, interpretación de Escrituras, sellamientos, quejas contra los oficiales locales, reencarnación, donación de partes del cuerpo a la ciencia o a otros, incineración, trasplantes, asuntos legales, etc.

Además de éstos, existen otros asuntos que necesitan atención, tales como la elección de presidencias para un nuevo templo, decisiones con respecto a cuándo y dónde se deben construir nuevos templos, y otros asuntos que deben discutir cuando se reúnen con el Consejo de los Doce o el Obispado Presidente. También se reúnen para planear las conferencias de área que deberán llevarse a cabo en todo el mundo y también las asambleas solemnes.

Los martes por la mañana a las 10:00, los hermanos se reúnen con el Comité de Egresos, el cual se compone de la Primera Presidencia, cuatro miembros de los Doce, y el Obispado Presidente. Esta es la ocasión donde los directores de diferentes departamentos presentan sus estipulaciones de gastos para que sean considerados, y se hace la distribución correspondiente. Algunas de éstas son las peticiones hechas por el Departamento de Bienes Muebles e Inmuebles para la adquisición de tierras y de edificios para centros de estaca o barrio, casas de misión, centros de visitantes, etc. y discusiones de gastos de mantenimiento. También el Obispado Presidente presenta peticiones de gastos para cubrir proyectos de bienestar.

Las reuniones que la Primera Presidencia efectúa los miércoles, son para oír los informes de los directores de departamentos que se encuentran bajo la supervisión de la Primera Presidencia, tales como los departamentos. Histórico, de Personal, de Comunicaciones Públicas. Siempre que sea posible, las entrevistas para visitantes importantes se programan para los miércoles por la mañana. Siempre me ha impresionado la influencia que el Presidente de la Iglesia tiene sobre estos visitantes.

Un miércoles al mes la Primera Presidencia se reúne con la Directiva de Educación y el Consejo Directivo de la Iglesia, para tratar asuntos que afectan a las universidades y colegios, seminarios e institutos, y otras escuelas de la Iglesia. También un miércoles del mes se reúnen con el Consejo de Correlación, el cual está compuesto por la Primera Presidencia, el Consejo de los Doce y el Obispado Presidente. En esta reunión discuten y deciden asuntos de administración para ver que todas las divisiones de responsabilidad estén debidamente aclaradas y coordinadas. Después de esto, se reúnen con el Comité de los Servicios de Bienestar.

Los jueves por la mañana a las 10:00 se reúnen con el Consejo de los Doce en el cuarto superior del Templo, en donde han estado reunidos los Doce desde las 8:00. Este es el cuarto en donde los líderes de la Iglesia han sido guiados por el Señor desde que se terminó el templo. Allí uno experimenta un sentimiento espiritual muy especial y algunas veces percibe la presencia de algunos de estos grandes líderes que nos han antecedido. En las paredes hay fotografías de los doce presidentes de la Iglesia, lo mismo que la de Hyrum el Patriarca. Se encuentran también pinturas del Salvador en el Mar de Galilea, donde El llamó a algunos de sus apóstoles; otros cuadros representando la crucifixión y ascensión. Estando en ese cuarto, podemos fácilmente imaginar a aquellos grandes líderes sentados en concilio y tomando grandes decisiones bajo la dirección del Señor.

Cuando los miembros de la Primera Presidencia nos reunimos los jueves a las diez de la mañana, entramos en ese cuarto, saludamos con un apretón de manos a los miembros de los Doce, y pasamos a ponernos nuestra ropa del templo. Cantamos, nos arrodillamos y oramos, reuniéndonos luego ante el altar en un círculo de oración. Después de orar nos volvemos a cambiar.

Después de discutir las actas de las reuniones anteriores, consideramos asuntos como los siguientes: aprobación de cambios en los obispados de acuerdo con las recomendaciones de los presidentes de estaca —lo que ya se ha discutido anteriormente en la reunión de los Doce— (durante el año 1977 se aprobó un promedio de veinticinco a treinta nuevos obispos cada semana); cambios en las organizaciones de los barrios, estacas, misiones y templos de toda la Iglesia, incluyendo los límites y oficiales de los mismos; administración y organizaciones auxiliares; asuntos presentados por los directores de diferentes departamentos y nuestros informes de conferencias de estaca y otras actividades llevadas a cabo durante la semana, tales como funerales, discursos dados, etc. Allí se considera y se aprueba cualquier cambio de administración o norma, lo cual se convierte en una norma de la Iglesia. Permitidme que os relate una experiencia en cuanto a estas discusiones.

Recuerdo que en una ocasión se estaba discutiendo un asunto, y los diferentes miembros de los Doce diferían en puntos de vista. Cuando el presidente McKay dio su opinión y dijo: “Me parece que debemos hacer esto”, volví la cabeza hacia el hermano que estaba a mi lado y le dije: “¿No es maravilloso ver cómo él siempre tiene la respuesta correcta y todos sentimos que es la correcta?”

Mi colega se volvió hacia mí y me dijo: “Usted está escuchando a un Profeta de Dios”. Así es como sabemos que cualquier decisión que se toma se convierte en una decisión unánime del grupo, a pesar del sentimiento que haya podido existir antes.

El primer jueves del mes, la Primera Presidencia se reúne con todas las Autoridades Generales: los miembros de los Doce, el Patriarca de la Iglesia, los Setenta, y el Obispado Presidente. En esta reunión se les pone al tanto de los cambios que ha habido en programas y procedimientos, y se les instruye en cuanto a sus deberes y responsabilidades. El Presidente les pide a algunos miembros que compartan sus testimonios, después de lo cual todos nos vestimos con nuestra ropa del templo, participamos de la Santa Cena y tenemos un círculo de oración. Una vez terminada la oración, todos se retiran con excepción de la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce, quienes se visten nuevamente con su ropa de calle y proceden con los asuntos regulares de las reuniones de los jueves. Un secretario toma nota y completa un informe de todo lo que se dice y se hace.

Después de las reuniones de cada jueves, la Primera Presidencia, juntamente con el Consejo de los Doce, almuerzan en un cuarto asignado para tal propósito. En este cuarto hay un cuadro de la última cena del Señor. Este es un período de descanso, y mientras conversamos intercambiamos experiencias y discutimos asuntos de interés común. Los viernes a las nueve de la mañana, el Obispado Presidente se reúne con la Primera Presidencia para informar y discutir asuntos concernientes a la administración.

Como vosotros posiblemente sabéis, la Iglesia tiene algunas corporaciones para interés de la Iglesia, que ofrecen servicio al público. Algunos tienen el concepto erróneo de que la Iglesia no paga impuestos. Me gustaría corregir esa idea y decir que la Iglesia posee corporaciones y que paga impuestos con una tasa igual a cualquier otra corporación.

Esperamos y oramos siempre, cada día, que la Iglesia sea administrada como el Señor lo haría, por aquellos que han sido llamados a posiciones de responsabilidad» como la Primera Presidencia, el Consejo de los Doce, el Patriarca de la Iglesia, el Primer Quorum de los Setenta y el Obispado Presidente, y que también los oficiales locales puedan ser bendecidos y guiados. Doy mi testimonio que la Iglesia es dirigida por el Señor mismo por medio de su Profeta y oro humildemente que podamos apreciar eso, apreciar el ser miembros de la Iglesia y esforzarnos diligentemente por prepararnos para la vida eterna. En el nombre de Jesucristo. Amén

Discurso pronunciado el 8 de enero de 1978, ante los alumnos de las estacas de la Universidad de Brigham Young.

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