La oración: eficaz medio misional accesible a todos

Mayo de 1978
La oración: eficaz medio misional accesible a todos
por el élder Dean L. Larsen
del Primer Consejo de los Setenta

Dean L. LarsenLas puertas están cerradas; las fronteras bloqueadas. A pesar de que miles de nuestros dedicados misioneros, trabajan arduamente en los países libres para salvar almas, hay muchas naciones (más de la mitad de la población mundial), donde aún no se oye el mensaje de la Iglesia restaurada.

Aun así, se nos ha dado el mandamiento de que prediquemos el evangelio a “…toda nación…” Más, ¿cómo podemos hacerlo? Como nuestro Profeta, Spencer W. Kimball, nos ha advertido, el encontrar un medio para destrabar los cerrojos de esas puertas, requerirá de todos los líderes y miembros de la Iglesia mucha diplomacia y oración.

“Yo pienso, mis hermanos, que cuando hayamos agotado todos los medios a nuestro alcance, el Señor nos proveerá la forma para allanar todo obstáculo. Esta es mi fe,” (Ensign, oct. de 1974, pág. 7.)

La Iglesia no está tratando de derribar esos obstáculos a fuerza de martillo. En cambio, los representantes del Señor se mueven lenta y cautelosamente, con el propósito de convencer a los prudentes dirigentes de estas naciones de que la Iglesia será un verdadero beneficio para sus habitantes; que el Evangelio de Jesucristo no insta al rechazo de las reglas establecidas, sino que predica un espíritu de cooperación; que la cultura local no será socavada por la obra misional, sino que será fortalecida, fortaleciendo a su vez el hogar y la familia.

¿Puede la mayoría de nosotros ayudar, a pesar de no estar directamente envueltos en esta dedicada obra? ¡Claro que sí!

El presidente Kimball nos mostró el camino con una “campaña de oración”, pidiendo a todos los miembros que se unieran a ella, “en una continua y seria petición al Señor para que ablande el corazón de reyes y dirigentes, con el propósito de que permitan la entrada de los misioneros a sus naciones, para predicar el evangelio de acuerdo con todas las normas establecidas” (Ensign, oct. de 1975, pág. 70).

¿Puede la oración cambiar los sentimientos de los líderes de las naciones? ¡Claro que sí! Nosotros no podemos menospreciar el poder que emana cuando todos, en oraciones familiares, individuales y en congregaciones, unimos nuestra fe rogando al Señor para que El establezca la rectitud en esta tierra, a fin de favorecer sus justos propósitos, De hecho, el Libro de Mormón contiene elocuente testimonio del poder que posee la oración para abrir puertas que antes se encontraban herméticamente cerradas.

Desde el instante de la primera división entre los hijos de Lehi, los nefitas justos trabajaron arduamente para convertir a sus rebeldes hermanos lamanitas, y así lo registra el profeta Jacob:

“Y aconteció que se idearon muchos medios para reformar a los lamanitas y restaurarlos al conocimiento de la verdad; mas-todo fue en vano…” (Jacob 7:24.)

Y Enós añadió:

“Y testifico que el pueblo de Nefi procuró diligentemente restablecer a los lamanitas en la verdadera fe en

Dios. Pero nuestros esfuerzos fueron en vano…” (Enós 20.)

Una extensa historia de tales experiencias, sin mencionar muchas y sangrientas batallas entre ambos grupos, hizo que los nefitas tomaran con escepticismo la tarea de predicar a los lamanitas y cuando los hijos de Mosíah comenzaron los preparativos para una misión, “…nuestros hermanos… se burlaron de nosotros” (Alma 26:23).

Pero Ammón y sus hermanos no basaron su fe en experiencias pasadas; su fe tenía profundas raíces en el evangelio de Jesucristo. Ellos sabían que su trabajo no sería fácil, por lo tanto se prepararon cuidadosamente; y habiendo “orado y ayunado mucho” (Alma 17:3), iniciaron su obra con una fe profunda sabiendo que vencerían. Puede que hayan dicho como el presidente Kimball: “¡Esta es mi fe!”

Muchos años más tarde, Moroni, recapacitando sobre el gran éxito de aquellos misioneros, demostró en forma precisa la causa de su éxito:

“…Fue la fe de Ammón y sus hermanos lo que efectuó tan grande milagro entre los lamanitas.” (Eter 12:15.)

Mormón hizo casi la misma observación acerca de la obra misional de Nefi y Lehi, los hijos de Helamán, quienes siguieron a los hijos de Mosíah en el mismo camino misional, teniendo gran éxito y convirtiendo casi virtualmente a toda la nación lamanita. (Ver Helamán 5:50-52.) Mormón dijo:

“He aquí, la fe de Nefi y de Lehi fue lo que produjo el cambio en los lamanitas…” (Eter 12:14.)

Parecería ser entonces, que el Señor utiliza la fe de sus hijos justos, como un vehículo con el cual Él logra la mayor parte de su santo propósito.

Este principio no se puede reducir a una simple ecuación; sin embargo, es muy interesante observar cómo el Señor responde a la fe de sus hijos dándoles poderes milagrosos mientras ellos ejercitan su fe en justicia.

Nuevamente encontramos un buen ejemplo en el Libro de Mormón, donde el profeta Enós se dirigió al Señor, preocupado ante todo por su bienestar espiritual. Como respuesta a su ruego, Enós recibió una manifestación del Señor que le aseguraba que sus pecados le eran perdonados. Luego que hubo oído estas palabras, renovó sus ruegos teniendo una fe inmutable en el Señor, rogando esta vez por aquellos que más necesitaban sus bendiciones, “mis hermanos, los lamanitas”. Y el Señor le respondió:

“Por tu fe, te concederé conforme a tus deseos.

Y dijome el Señor: Tus padres me pidieron también lo mismo, y les será concedido según su fe; porque su fe fue semejante a la tuya. ’’ (Enós 11, 12 y 18. Cursiva agregada.)

En el libro Doctrinas y Convenios, encontramos una consecuencia de la revelación de Enós. Luego de haberse perdido las primeras 116 páginas del Libro de Mormón, a José Smith le fueron quitadas las planchas de oro por un tiempo; y cuando le fueron devueltas, el Señor le dijo:

“Y, he aquí, todo el resto de esta obra contiene todas las partes de mi evangelio que mis santos profetas, sí, y también mis discípulos, pidieron en sus oraciones que vinieran a este pueblo.

Y les dije a ellos que les sería concedido según su fe en sus oraciones;

Sí, y ésta fue su fe —que mi evangelio, el cual les di para predicar en su día, llegara a sus hermanos los lamanitas, y también a todos los que hubieren llegado a ser lamanitas por causa de sus decisiones.

Ahora, esto no esto —su fe en sus oraciones consistía en que este evangelio se manifestara a otras naciones, si acaso llegaran a poseer esta tierra;

Y así dejaron sobre esta tierra una bendición en sus oraciones, para que quien sobre esta tierra creyere en este evangelio tuviese la vida eterna.” (D. y C. 10:46-50. Cursiva agregada.)

Enós y otros grandes profetas del Libro de Mormón fueron quienes “abrieron las puertas”. Su fe hizo que las puertas de las bendiciones se abrieran no solamente para sus hermanos, sino para todos aquellos que más tarde heredarían la tierra de promisión.

¿No hay acaso una gran lección que podemos aprender en esta breve reflexión histórica de las Escrituras? ¿No tenemos nosotros hoy acaso, las mismas oportunidades que tuvieron Enós, los hijos de Mosíah y los hijos de Helamán? ¿No pueden acaso nuestras oraciones de fe abrir estas puertas a las que se refiere el presidente Kimball?

Hay muchas y distintas formas en las cuales un Santo de los Últimos Días puede ayudar a intensificar el esfuerzo misional. Pero hay solamente una en la cual todos podemos tomar parte al mismo tiempo: todos podemos ofrecer nuestra sincera oración al Señor, pidiendo que las puertas no continúen cerradas. Nuestros ruegos pueden beneficiar a millones de los hijos de nuestro Padre Celestial que en este momento se encuentran asilados del mensaje del evangelio.

Cuando podamos ver más allá de nosotros mismos con igual intensidad de deseo y preocupación que tuvo Enós, y ofrezcamos nuestras oraciones de fe para el beneficio de nuestros hermanos que en estos momentos viven en naciones donde no se permite la predicación del evangelio, quizás entonces las puertas serán abiertas, aun en forma milagrosa si fuere necesario.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada , , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario