Mayo de 1979
La importancia del Sacerdocio
por el presidente N. Eldon Tanner
de la Primera Presidencia
Es un gran privilegio el poder tener el Sacerdocio de Dios. Sabemos que somos Sus hijos espirituales, por lo que deberíamos damos cuenta de que nuestro potencial sería ilimitado si tan sólo magnificáramos el oficio del Sacerdocio que poseemos.
Poco antes de ser ordenado diácono, por primera vez me di cuenta de la importancia que tiene el Sacerdocio. El obispo del barrio era mi padre y fue él quien me habló del Sacerdocio; éstas fueron algunas de sus palabras: “Hijo mío, espero que seas la clase de hombre” —me hacía el honor de llamarme hombre aunque sólo tenía doce años “la clase de hombre que al Señor le agrada que posea el Sacerdocio”. Me dijo lo que el Señor espera de un joven poseedor del Sacerdocio: que obedezca estrictamente la Palabra de Sabiduría y que se mantenga siempre moralmente limpio en todos los aspectos de su vida. “No debes ser parte del mundo”, me dijo. “Debes honrar ese Sacerdocio, magnificar tu llamamiento y ser siempre un ejemplo de buena conducta; no debes tener miedo de defender tus ideas; hazlo dondequiera que estés, y verás que aquellos que te critican, ridiculizan y no te apoyan frente a otros, en realidad te respetarán y tendrán gran confianza en ti, si haces lo que el Señor desea que hagas.”
Cuando el presidente David O. McKay estaba incapacitado me dijo varias veces:
“Cada vez que visite a algún grupo de miembros recuérdeles, que siempre deben tener presente quienes son, y actuar de acuerdo a ello. Dígales que tienen una responsabilidad individual al respecto”.
Esa responsabilidad individual es la capacidad de mantenerse firme donde sea que se esté y dar a conocer al mundo que tenemos un testimonio del Evangelio, y estamos determinados a cumplir con él dondequiera que nos encontremos; sea que se haya salido en una cita con un joven del sexo opuesto, sea con los compañeros de estudio, o pescando con amigos, o en cualquier otra actividad, haced saber a esas personas quienes sois y actuad en la forma debida. Nunca lamentaréis haberlo hecho.
Me gustaría deciros ahora cuán importante es el Sacerdocio. Por ejemplo, el Señor lo consideró suficientemente importante como para restaurarlo otra vez en la tierra, y hacer que la Iglesia fuera nuevamente establecida. Lo consideró importante como para enviar a Juan el Bautista a fin de que restaurara el Sacerdocio Aarónico —Juan el Bautista fue enviado a visitar a José Smith y Oliverio Cowdery, diciéndoles que actuaba bajo la dirección de Pedro, Santiago y Juan: En esa ocasión también les dijo:
“Sobre vosotros, mis consiervos, en el nombre del Mesías confiero el Sacerdocio de Aarón, el cual tiene las llaves de la ministración de ángeles, y del Evangelio de arrepentimiento, y del bautismo por inmersión para la remisión de pecados; y este Sacerdocio nunca más será quitado de la tierra, hasta que los hijos de Leví de nuevo ofrezcan al Señor un sacrificio en justicia.” (D. y C. 13.) Como veis, es sumamente importante. El Sacerdocio de Aarón tiene las llaves de la ministración de ángeles, y del evangelio de arrepentimiento, y del bautismo por inmersión para la remisión de pecados. Es maravilloso pensar que un joven pueda hacer estas cosas, que como miembro del Sacerdocio Aarónico pueda llevar a cabo estas ordenanzas.
Tiempo después, Pedro, Santiago y Juan confirieron a aquellos dos jóvenes el Sacerdocio de Melquisedec. Así vemos cuán importante es el Sacerdocio para nuestro Padre Celestial.
También leemos en Doctrinas y Convenios lo que conocemos como los convenios del Sacerdocio. Quisiera que estudiarais cuidadosamente estas palabras. “Porque los que son fieles hasta obtener estos dos sacerdocios de los que he hablado, y magnifican sus llamamientos son santificados por el Espíritu para la renovación de sus cuerpos.” (D. y C. 84:33. Cursiva agregada.)
¡Qué magnífica promesa! Todo lo que tenéis que hacer es ser fieles y magnificar vuestros llamamientos, como el Señor desea que lo hagáis.
El presidente Kimball es un gran ejemplo de la renovación de un cuerpo por medio de la obediencia a los convenios. No sé cuántas personas sabrán cómo era su condición física cuando los médicos descubrieron que tenía cáncer a la garganta, y tuvieron que extraerle varias cuerdas vocales, por lo que le fue imposible hablar por un tiempo. Cuando yo era presidente de estaca en Canadá, recuerdo que asistí a una Conferencia General en la que conocí al presidente Kimball. En esa ocasión me dijo apenas en un susurro: “Hola, no puedo hablarle”. En realidad no podía hablar en modo alguno, y era imposible oír lo poco que decía; no se sabía si podría recuperar la voz. Pero recibió una bendición del Sacerdocio y pudo volver a hablar. Poco después, hace apenas unos años, los médicos descubrieron que tenía lo que suponían era un resurgimiento del cáncer, y querían operarlo. Pero él pidió a miembros del Sacerdocio que oraran por él, que lo bendijeran y ungieran. Quiero recalcar el hecho de que llamo al Sacerdocio. No porque fuéramos los presidentes Lee y Tanner, sino por el Sacerdocio que poseíamos. Le dimos una bendición y no necesitó que lo operaran.
Luego, tuvo un problema al corazón; creo que al presidente Kimball no le molestará que cuente algunos detalles. Estaba tan mal que pensó que debía hacer algo. Su médico, el Dr. Russell Nelson, un conocido cardiólogo de Utah, le dijo que si se operaba, las posibilidades que tenía de sobrevivir eran de un cincuenta por ciento; pero que si no se operaba, no esperara vivir muchos meses. Con la operación, había más esperanza y hablamos del asunto en la oficina del presidente Lee, y por fin el presidente Kimball dijo: “Creo que tendría que operarme”. Le dije que estaba seguro de que había tomado la decisión correcta.
Él nos pidió al presidente Lee y a mí que lo bendijéramos, y así lo hicimos. El Dr. Nelson comentó lo siguiente: “Es una gran responsabilidad, la mayor que he tenido en mi vida, el tener que operar al presidente del Consejo de los Doce, a un Apóstol de Dios. El presidente Kimball necesita someterse a una intervención quirúrgica muy complicada”. Hasta ese momento era la única persona de esa edad que se había sometido a ese tipo de operación cardíaca. El médico nos dijo: “Me gustaría recibir una bendición de manos del Sacerdocio a fin de tener la guía y dirección necesarias, para que me ayuden a hacer lo necesario para salvarle la vida”.
Hermanos, ¿significa algo el Sacerdocio para vosotros? No significará nada, a menos que seáis dignos de poseerlo. Ya se trate de un jovencito de doce años o de un anciano de setenta, estéis donde estéis, vivid dignamente, honrad ese Sacerdocio, agradeced al Señor por poseerlo. Orad todos los días, por la mañana y por la noche, teniendo la determinación de hacer lo que el Señor quiera que hagáis. Os puedo asegurar que si lo hacéis seréis más felices, tendréis más éxito, seréis amados y respetados, y el Señor estará complacido con vosotros.
Ruego humildemente que podamos hacer aquellas cosas que nos traigan felicidad y éxito, y que nos preparen para volver a la presencia de Dios.

























Hermanos estoy muy FELIZ, siento Gozo en mi alma y sobre todo muy agradecido a Nuestro Padre Celestial por tan gran Honor ,juro cumplirlo y defenderlo con mi vida.
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