Febrero de 1980
La fe, un conocimiento superior
por el élder G. Homer Durham
del Primer Quorum de los Setenta
El 2 de enero de 1891, un emigrante noruego de 19 años se sentó en su casa de Logan, territorio de Utah, y escribió lo siguiente:
Me he dado cuenta de que soy tan débil como los demás mortales, tal vez más que la mayoría; y comprendo que sólo es feliz el que tiene un corazón puro, la conciencia tranquila, ama a Dios y obedece Sus mandamientos. También pienso que la felicidad en la vejez consiste en mirar hacia atrás y no hallar pecados graves, pero sí en haber tenido el valor de satisfacer los deseos más nobles del alma humana. Y como sé que mi vida no ha sido hasta ahora como me hubiera gustado que fuese, me dijo estas normas de conducta basándome en las cuales trataré de conducirme, y deseo que el Señor Todopoderoso me ayude en esta empresa.
A continuación escribió diecisiete resoluciones. Casi ocho meses más tarde, el martes 25 de agosto de 1891, pasó en limpio estas normas de conducta en un diario personal; en ese diario seguiría registrando sus años de lucha como estudiante extranjero del territorio de Utah en la Universidad de Harvard, Cambridge, Massachusetts. Su registro comienza con las diecisiete resoluciones siguientes, que habrían de guiar su vida.
Resuelvo:
Primero: Que la religión, la ciencia de las ciencias, será la primera preocupación de mi vida.
Segundo: Que diariamente oraré a Dios.
Tercero: Que todos los días meditaré acerca de Dios y sus atributos, y trataré de ser como El.
Cuarto: Que aceptaré y recibiré luz, sabiduría y conocimiento, no importa dónde o cuándo se me ofrezca.
Quinto: Que nunca me avergonzaré de confesar mi religión, creencias y principios, una vez que me convenza de su veracidad.
Sexto: Que no perderé el tiempo, sino que trataré de usarlo con sabiduría.
Séptimo: Que seré moderado en el comer y en el beber.
Octavo: Que nunca haré nada que no haría si ésta fuera la última hora de mi vida.
Noveno: Que leeré a diario la palabra de Dios para poder conocer su voluntad y ser confortado, fortalecido y animado.
Décimo: Que cuando hable no diré nada más que la pura y simple verdad.
Undécimo: Que siempre haré lo que creo que es mi deber y lo que sea para beneficio de mis semejantes.
Duodécimo: Que viviré plenamente mientras esté en este mundo, para no ser un muerto viviente.
Decimotercero: Que nunca trataré de imponer mi opinión a otras personas con mis palabras ni hechos, sino que simplemente diré lo que pienso.
Decimocuarto: Que procuraré superar el hábito del mal genio, el hablar a gritos, los gestos impacientes, o cualquier cosa que pueda ofender a mis semejantes y herirme a mí mismo.
Decimoquinto: Que nunca olvidaré el deber que tengo para con mi madre, pues ella me ha dado la vida y le debo lo que soy y lo que seré más adelante. Ella ha pasado gran parte de su vida beneficiándome y le debo respeto, honor y todo el afecto que me sea posible dar. Que siempre recordaré mi responsabilidad de cuidar a mi hermano menor, y la que tengo para con mis amigos y familiares.
Decimosexto: Que completaré todos los trabajos que empiece; que consideraré cuidadosamente el propósito y los resultados de cualquier tarea antes de empezar a hacerla.
Decimoséptimo: Que siempre recordaré que los hombres y mujeres a quienes encuentro en mi camino son en realidad mis hermanos, y que primero sacaré la viga de mi ojo antes de tratar de sacar la paja del ojo de mi hermano.
¡Estaría muy bien si todos los jóvenes de la actualidad evaluaran su vida de esta misma forma!
El joven que escribió estas resoluciones era en ese momento un estudiante en el Colegio Brigham Young, en Logan; acababa de empezar el año 1891, y tres meses antes el presidente Wilford Woodruff había publicado por revelación, lo que llamamos el “Manifiesto”. Nuevas oportunidades esperaban a los Santos de los Últimos Días, que hasta entonces habían sido echados, perseguidos e incomprendidos.
Aquel joven se llamaba John Andreas Widtsoe, y vivía con su madre viuda y su hermano menor en una casa humilde; habían llegado de Noruega en 1884. El 27 de junio de 1894 en Cambridge, Massachusetts, el presidente Charles W. Eliot, de la Universidad de Harvard, confirió al joven inmigrante el título de Bachiller en Ciencias, con mención especial; éste había completado en tres años los cuatro años de estudios, pasando por muchas dificultades. Su madre, que era viuda, y su hermano menor, le habían enviado pequeñas sumas de dinero de sus escasos sueldos, y el resto de su educación había sido financiado gracias a grandes sacrificios que él había hecho y a préstamos recibidos de sus amigos en Logan.
Después de estudiar en Harvard volvió a su casa en Logan, para trabajar como químico en un departamento experimental de agricultura. El primero de junio de 1898, se casó con una hermosa muchacha, llamada Leah Dunford, que era la hija mayor de Susa Young Gates. La joven pareja fue a Alemania, donde él recibió su doctorado en bioquímica en la Universidad de Gottingen; luego cursó estudios de posgraduado en el Zurich Polytechnium de Suiza y también en la Universidad de Londres, Inglaterra.
Mientras se encontraba en Europa, recibió un telegrama de la mesa directiva del Colegio Brigham Young ofreciéndole la presidencia de dicha institución; pero al día siguiente recibió un telegrama del presidente Joseph F. Smith, de la Primera Presidencia de la Iglesia, aconsejándole que no aceptara el ofrecimiento, sino que volviera a lo que ahora es la Universidad del Estado de Utah. Allí, el hermano Widtsoe condujo investigaciones de agronomía, estableció métodos de plantaciones que no necesitaban ser irrigadas, y también formas de irrigación que se podían aplicar a las tierras áridas del resto del mundo.
Él llegó a ser el precursor de los métodos científicos de riego y de las cosechas en tierras áridas. Sus libros y artículos fueron publicados en francés, italiano y árabe, y muy usados en las regiones áridas del mundo, como también en los Estados Unidos y Canadá. También fue llamado por el Ministerio del Interior de los Estados .Unidos para que hiciera una revisión de las leyes que regulan el mejoramiento de las tierras de cultivo. Entre los años 1907 y 1916, fue Presidente de la Universidad del Estado de Utah, en Logan, y luego de la Universidad de Utah, ubicada en Salt Lake City, entre los años 1916 y 1921. En marzo de 1921 fue llamado por el presidente Heber J. Grant, para ser Apóstol, y continuó sirviendo en esa posición el resto de su larga y provechosa vida. En su funeral, que se llevó a cabo en el Tabernáculo de Salt Lake City en 1952, se leyó un telegrama del Primer Ministro de Canadá que fue enviado en reconocimiento por el gran servicio que este hermano había prestado a su país.
La vida de John A. Widtsoe puede servir de ejemplo a todos los jóvenes de la Iglesia y del mundo actual, especialmente a los que están por embarcarse en una carrera universitaria, se emplean por primera vez o empiezan su vida matrimonial.
Recordad sus palabras:
“Comprendo que sólo es feliz el que tiene un corazón puro, la conciencia tranquila, ama a Dios y obedece Sus mandamientos… Me fijo estas normas de conducta basándome en las cuales trataré de conducirme.”
Os aseguro que estaría muy bien si todos los jóvenes escribieran las normas de conducta por las cuales desearan conducir su vida. El élder Widtsoe aconsejaba continuamente a los jóvenes a hacer promesas y cumplirlas.
Su empeño en la búsqueda de la verdad y del conocimiento, fue un punto sobresaliente en la historia de los jóvenes mormones. El hermano Widtsoe, además de haber sido presidente de dos universidades del Estado de Utah, fue por muchos años miembro del comité ejecutivo de la Universidad de Brigham Young y uno de sus mejores colaboradores; también ocupó dos veces el cargo de encargado de educación de la Iglesia. Tan fundamental, y aún más que su dedicación a la investigación y a aumentar sus campos de conocimiento, fue su dedicación al Autor de la Verdad, nuestro Padre Celestial, y su fe en El; no sólo reconocía que la fe en el Señor Jesucristo es el primer principio del evangelio, sino que también se refería a la fe como a un conocimiento superior.
¿Podremos en el presente vencer las dificultades? ¿Puede alguien que no tenga dinero, familia o influencia llegar a elevarse en el mundo actual? ¿Podemos conciliar la fe con el conocimiento?
¡Por supuesto que podemos! ¿Cómo?
Aplicando los mismos principios que el élder Widtsoe estableció a una edad temprana, como guía para su vida. Recomiendo a todos los jóvenes de hoy que sigan su ejemplo.
En su libro En busca de la verdad, el élder Widtsoe nos ofrece una fórmula a seguir; a él le dio resultado y puede dar resultado a cualquiera. Esta fórmula es: “Trabaja, trabaja, trabaja. Estudia, estudia, estudia. Ora, ora, ora”.

























Buenos días disculpen busco una cita del elder wistsoe donde habla de que es una paradoja que el hombre
consagre muchos días y
Amuchos
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