Aarón

Diciembre de 1981
Aarón
Por Víctor Ludlow
Profesor Adjunto de Escritura Antigua de la Universidad Brigham Young

La mayoría de los poseedores del Sacerdocio Aarónico no saben qué hace mucho tiempo Aarón y su hermano Moisés establecieron uno de los más grandes modelos de liderazgo en el sacerdocio. Es cierto que la mayoría de las veces las funciones sacerdotales de Aarón fueron eclipsadas por las experiencias proféticas de su hermano más joven. Moisés sacó a Israel de la servidumbre y estableció la dispensación mosaica; sin embargo, Aarón rindió un servicio tan hermoso a Dios que una parte del Sacerdocio del Señor lleva su nombre,

Hace un cuarto de siglo que yo recibí el Sacerdocio Aarónico. Desde entonces, he intentado aprender y aplicar los mismos principios de liderazgo del sacerdocio que Aarón practicó en forma tan perfecta. En mi memoria hay grabados diez principios en particular:

1. Aceptar a Dios.
Cuando niño, Aarón vio cómo su hermano menor, Moisés, era milagrosamente salvado de la muerte y luego elevado a una posición de realeza y lujo antes de escapar de Egipto. Aarón permaneció en la esclavitud, lo cual habría sido fácil motivo para volverse en contra de Dios y la religión hebrea; pero, por el contrario, él se acercó más al Señor. No existe un registro que diga cómo obtuvo su testimonio; sin embargo, cuando tenía ochenta años, “Jehová dijo a Aarón: Vé a recibir a Moisés al desierto. Y él fue” (Exodo 4:27). La fe que tenía en Dios le fortaleció para sobrellevar las grandes dificultades que él y Moisés tuvieron que enfrentar.

Irónicamente, los primeros problemas fueron causados por su propio pueblo. El Señor dio poder a Moisés para realizar milagros que ayudaran a convencer al pueblo de que él era su libertador (véase Éxodo 4:1-9); estas señales, junto con el testimonio de Aarón, convencieron a los israelitas de que debían permitir que ambos hermanos les representaran ante Faraón (véase Éxodo 4:29-31). Pero cuando Faraón se enojó y aumentó la carga de trabajo al pueblo, los israelitas se volvieron contra ellos. Moisés expresó su pena y sus dudas al Señor (véase Éxodo 5:20-23), pero no hay evidencias de que su fe ni la de Aarón se hayan debilitado.

Recuerdo algunos momentos en que mi propia fe fue puesta a prueba. Asistí a una escuela secundaria en el estado de Indiana, y los estudiantes que no eran miembros de la Iglesia constantemente ponían a prueba mis creencias. La situación llegó hasta el punto en que mi única defensa fue hacer lo que Moisés y Aarón hicieron, es decir, acercarme más al Señor. Me hice el razonamiento de que, ya que no se puede -probar lo contrario, es evidente que Dios existe. Di también por sentado que Él puede comunicarse conmigo y que lo haría. Con estas ideas, y con la fe de que el testimonio de mis padres tenía que fundamentarse en algo verdadero, oré fervientemente. Como consecuencia de toda esa intensa lucha, recibí mi propio testimonio de la existencia de Dios.

2. La formación del carácter.
Un aspecto impresionante de la vida de Aarón fue la manera en que aceptó sin reservas a su hermano menor como profeta. Moisés nunca había sido un esclavo hebreo; además, ha¬bía vivido cuarenta años fuera de Egipto. Por motivo de su edad y experiencia, Aarón pudo haberse considerado muy superior para sacar a los hebreos de la cautividad; sin embargo, aceptó a su hermano desde el principio como Profeta del Señor. Cualquier hombre habría dejado que la amargura y los celos le pusieran en contra del profeta, pero esto no sucedió con Aarón.

El enfrentó un sinnúmero de tentaciones al respecto. Quizás conociera las profecías de José, el hijo de Jacob, quien había profetizado que habría un vidente llamado Moisés que sería criado por la hija del rey. No se conoce ninguna promesa profética ni bendición patriarcal especial de Aarón que haya quedado registrada; hubiera sido fácil dejarse consumir por la indiferencia y los celos; sin embargo, continuamente estuvo mejorando su vida y su carácter, hasta que él mismo representó al Señor como un gran siervo suyo.

Recuerdo haber tenido esa misma mezcla de sentimientos, en escala mucho menor, siendo maestro en un barrio de Provo. Cuando se relevó de su cargo al presidente del quorum de élderes, pensé que yo sería la persona adecuada para ocupar tal posición. Sin embargo, se llamó a otro joven para el puesto. No puse en tela de juicio su capacidad ni su dignidad, sino que medité en cuanto a mí mismo, analizando mi dignidad y preparación, ¿era yo la persona que debía ser? Resolví mantener mi vida siempre en orden y mejorar, a fin de estar listo para cualquier llamamiento eclesiástico que me pudieran ofrecer.

Como Santos de los Últimos Días, deberíamos ser lo suficientemente sensibles para reconocer nuestras debilidades, y para poder superarlas antes de que ellas sean más fuer¬tes que nosotros. Aarón nos dio el ejemplo.

3. Ejercicio correcto de la autoridad.
Los poseedores del sacerdocio tenemos un doble desafío al tener que establecer armonía entre el orgullo y la humildad que sentimos como tales. Como individuos debemos mantener un equilibrio entre el orgullo que debemos sentir por ser hijos de Dios y la humildad que debemos tener como seres mortales llenos de debilidades. De la misma manera, como poseedores del sacerdocio, debemos ser capaces de ejercer esta autoridad sin dejar que nos domine la tentación de aspirar a oficios más altos.

En esto Aarón nos da también un ejemplo. No existe ninguna evidencia de que él haya aspirado a tener el oficio profético que su hermano tenía; por otra parte, tampoco fue débil ni pasivo al recibir esa autoridad. Cuando se le mandó hablar al Faraón en nombre de Moisés, él asumió su responsabilidad y actuó dentro de su llamamiento (véanse Éxodo 4:30; 5:1-4; 6:13; 7:1-2, 6-10, 19-20; 8:5-6, 16-17; 10:3; 11:10).

Aarón no cumplió con su liderazgo cuando se le dejó a cargo de los israelitas en el Monte de Sinaí. Mientras su hermano estaba en la cumbre del monte, él perdió el con¬trol sobre el pueblo, que insistió en que debía hacerle un becerro de oro (véanse Éxodo 24:14; 32:19-24). Sin embargo, luego que Moisés los reprendió, Aarón y los levitas mata¬ron a todos aquellos que rehusaron seguir al Señor (véase Éxodo 32:26- 29). Después de eso, a menudo tuvo que soportar las murmuraciones de los israelitas, pero nunca más les permitió sublevarse.

Las experiencias que él tuvo en el Monte de Sinaí me recuerdan de experiencias similares que tuve como líder de grupo en un pelotón de soldados del ejército en California.

Nuestro pelotón se estaba preparando para tener una inspección especial, y luego de asear los cuarteles, los hombres salieron para limpiar su equipo. El sargento nos llamó a los cuatro líderes de grupo y nos condujo al cuartel para mostrarnos algunas tareas que aún quedaban por hacer; luego me pidió que llamara a algunos de mis hombres para completar el trabajo, así que abrí una de las ventanas y llame a tres de ellos:

— ¡El sargento Carrington desea que vengan a terminar un trabajo! — les dije.
Cuando me volví, él me preguntó:

— ¿Qué les dijo a sus hombres?
— Les dije que usted quería que vinieran a terminar un trabajo.

El entonces me dijo:

— ¡No!, le dije que usted les diera órdenes a sus hombres de terminar ese trabajo. Así que ya sabe lo que tiene que hacer.

En el lenguaje militar del sargento, la expresión “ya sabe lo que tiene que hacer” significaba hacer cien veces un ejercicio físico determinado, que era muy cansador.
Me sentí frustrado y avergonzado; pero luego de algunas horas, comencé a apreciar lo que me había enseñado. Yo era el líder del grupo y tenía la autoridad para mandarlos al cuartel a hacer sus tareas; en cambio, había puesto por delante el nombre del sargento como símbolo de autoridad y para impresionar a los hombres a fin de que hicieran su trabajo.
En Doctrina y Convenios, sección 58, versículos 26 al 28, aprendemos que no debemos ser mandados en todas las cosas sino que debemos “hacer muchas cosas de. . . propia voluntad”. Debemos honrar nuestros llamamientos haciendo uso de nuestro propio libre albedrío y nuestro propio valor, en vez de escudarnos en la autoridad de otras personas para que nos den su apoyo o nos ayuden a resolver nuestros problemas.

4. El desarrollo de talentos.
Al honrar Aarón el llamamiento que había recibido para hablar al pueblo de Israel y a Faraón, desarrolló los talentos y los dones espirituales que necesitaba para cumplir con su mayordomía. Por ejemplo, aprendió cómo recibir revelaciones (véanse Éxodo 12:1; Levítico 10:8; 11:1; 13:1; Números 18:1), y finalmente vio a Dios en el Monte de Sinaí (véanse Éxodo 19:24; 24:9-10). El desarrolló tan bien sus talentos que se dio su nombre a un importante don espiri¬tual, el “don de Aarón”. En esta dispensación se le prometió a Oliverio Cowdery que recibiría este don (véase D. y C. 8:6-11).

Aarón fue el portavoz de Moisés, tal como éste fue el Profeta o portavoz del Señor. Como portavoz de Moisés y del Señor, Aarón era el responsable de comunicar los mensajes del Señor y de enseñar a los israelitas (véanse Levítico 10:11; Deuteronomio 33:10). Muchos profetas, incluyendo a Moisés y Enoc, tuvieron temor de sus llamamientos y les preocupaba su posible falta de habilidad para transmitir el mensaje en forma adecuada. Un profeta no sólo tiene que entender la palabra de Dios, sino que tiene que saber comunicarla a los demás. El talento para expresarse que tenía Aarón le permitió cumplir con esta tremenda responsabilidad.

5. La fortaleza para soportar contrariedades.
Aarón experimentó muchos contratiempos durante su ministerio. Fue testigo de la iniquidad de los israelitas cuando adoraron el becerro de oro, y más tarde vio morir a miles de ellos por motivo de plagas y castigos divinos (véanse Números 11, 14, 16); y sufrió tragedias y contratiempos personales. A dos de sus cuatro hijos los mató un fuego enviado por el Señor (véase Levítico 10:1-2), y su hermana fue atacada por la lepra (véase Números 12:10). Al pasar por todas estas pruebas, él “calló” (véase Levítico 10:3) y pidió perdón por sus propias debilidades (véase Números 12:11). En una oportunidad, los israelitas le acusaron de que se estaba tomando demasiada autoridad (véase Números 16:3); en otra, tanto él como Moisés fueron castigados por no haber dado ante el pueblo de Israel el debido crédito al Señor cuando El hizo salir agua de la roca; se les dijo que el castigo sería que no entrarían en la Tierra Prometida con los israelitas (véase Números 20:12-20). Su vida estuvo llena de frustraciones y de recompensas tardías. Pero en vez de debilitarse, enojarse y volverse en contra del Señor, Aarón se convirtió en un líder más fuerte y finalmente cumplió con su mayordomía.

Tal como él, muchos de nosotros debemos aprender a mantener la fe en la justicia de Dios y vivir en forma digna, a fin de ser merecedores de bendiciones de las cuales ni siquiera sospechamos. Recuerdo a un buen muchacho de Alemania, a quien yo y mi compañero enseñamos diligentemente, ayunando y orando por él. Desde el comienzo sus padres le negaron el permiso para ser bautizado, y más tarde perdió interés en la Iglesia; sin embargo, quince años después, luego del rompimiento de su matrimonio, entró nuevamente en contacto con la Iglesia; y cuando por motivo de negocios tuvo que viajar a Chicago, dedicó tiempo para ir a Salt Lake City, donde tuve el inmenso placer de bautizarlo.

6. El cumplimiento de la mayordomía.
El llamamiento de Aarón requería que cumpliera asignaciones meticulosamente detalladas, especialmente en lo que tenía que ver con el tabernáculo (véanse Éxodo 28, 39) y el llevar a cabo los variados sacrificios (véase Levítico 5-7).

El capítulo diez de Levítico registra un episodio en el cual dos de los hijos de Aarón hicieron algo indebido, ofreciendo “fuego extraño” en el altar del tabernáculo y fueron muertos por el Señor. Aparentemente habían estado bebiendo más de la cuenta, ya que más tarde el Señor les mandó a Aarón, sus hijos, y las generaciones de sacerdotes levitas que les seguirían a abstenerse de bebidas alcohólicas mientras oficiaran en el tabernáculo o enseñaran (véanse los versículos 8-11). A la muerte de sus dos hijos, se les mandó a Aarón y a sus dos hijos restantes que no mostraran compunción y que no participaran de los servicios fúnebres (véanse los versículos 6, 7). También se les mandó que comieran el resto de los sacrificios de carne que quedaron sobre el altar (véanse los versículos 12-15). Aarón y sus hijos cumplieron al pie de la letra estos estrictos mandamientos.

Actualmente, aquellos que sirven en el Sacerdocio Aarónico aprenden procedimientos precisos para bendecir y repartir la Santa Cena, llevar a cabo el bautismo y otras ordenanzas. Como poseedor del Sacerdocio Aarónico y más tarde como líder en sus programas, llegué a apreciar la necesidad de hacer todas estas sagradas ordenanzas en forma correcta y precisa, tal como nuestros líderes lo han estipulado, aun cuando no comprendamos el porqué de ciertos procedimientos.

7. El servicio que se brinda.
Aarón dedicó cuarenta años de su vida, talentos y energías al servicio del sacerdocio. Las principales responsabilidades que él dirigía eran las siguientes:
a. Adoración en el tabernáculo (véanse Levítico 24:5-9; Éxodo 30:7-8, 30).
b. Juzgar ciertos casos (Levítico 13, 14).
c. Cuidar de los artefactos y utensilios del tabernáculo, especialmente del arca del convenio (Números 4:5-20).
d. Lavamientos o bautismos (Éxodo 40:12).
e. Sacrificios y ofrendas (Levítico 6:12; 15-22; Éxodo 29:38-44).
f. Enseñanza de la ley y los convenios (Levítico 10:9-11).
g. Cuidar del tabernáculo, incluyendo su transportación (Números 3:5-10, 23-27).
h. Tocar las trompetas de plata en señal de guerra o celebraciones religiosas (Números 10:1-8).

Al leer las Escrituras podemos darnos una idea del tiempo y el esfuerzo que debe de haber puesto Aarón, a través de los años, para cumplir con estas responsabilidades. En ninguna parte aparece registrado que él se haya quejado del trabajo excesivo, de tener demasiados llamamientos, o de que necesitara más tiempo para disfrutar de otras cosas. Trabajó cada minuto de su vida para el reino de Dios hasta el día de su muerte.

Me avergüenzo de pensar en las veces que vacilé en pasar algo de tiempo extra y esforzarme un poco más con los diecisiete maestros de mi barrio en Provo, durante la época en que fui el asesor del quorum. Es cierto, tenía una familia que estaba aumentando, un nuevo trabajo y otras responsabilidades, pero necesitaba que alguien me recordara la obligación que tenía para con aquellos jóvenes. A medida que los fui conociendo y estimando, sus problemas y contratiempos llegaron a ser como míos. Gradualmente me encontré sirviendo, no por obligación, sino por un verdadero espíritu de amor y preocupación.

Aarón supervisó un complejo sistema de ofrendas y sacrificios y actualmente también nosotros tenemos muchas oportunidades de sacrificamos dando de nosotros mismos. Otras responsabilidades, la edad avanzada o nuestras ocupaciones diarias no deberían ser excusas para no servir al Señor y ayudarle a edificar el reino de Dios. Por más que sirvamos, nunca estaremos dando más de lo que nuestro Padre Celestial o el Salvador nos dan.

8. La ayuda a los líderes.
A Moisés y Aarón se les nombra tantas veces juntos en las Escrituras que parece que eran inseparables. Recordemos que los primeros libros del Antiguo Testamento fueron escritos por Moisés; esto nos da una idea del tipo de apoyo fiel que Aarón representaba para su hermano. Moisés, líder de su dispensación y Profeta del Señor, debe de haberse sentido verdaderamente apoyado, no sólo por la presencia infalible de Aarón, sino también por su concienzudo servicio. Gracias a su diligente trabajo se completó un plan religioso para dirigir la vida de los israelitas. Esto no sólo les proveyó del debido ambiente religioso, sino que también alivió considerablemente a Moisés de otras preocupaciones de modo que pudiera concentrarse en aquellas responsabilidades que no podía delegar.

Los presbíteros en el Sacerdocio Aarónico pasan por dificultades similares a medida que se esfuerzan por apoyar al presidente de su quorum, que es el obispo; cuando ellos cumplen con su deber, éste dispone del tiempo para concentrar sus esfuerzos en otros problemas que necesitan su atención. También los consejeros y otros oficiales pueden aliviar al obispo de muchas preocupaciones y permitirle servir mejor como “juez en Israel” y consejero espiritual del barrio.

9. El deber de instruir.
Una responsabilidad importante que se le asignó al Sacerdocio Aarónico ha sido la de enseñar, exponer, exhortar, “e invitar a todos a venir a Cristo” (véanse Levítico 10:11; Deuteronomio 33:10; D. y C. 20:46-59). Aarón enseñó sus deberes a los sacerdotes y a los levitas y preparó a su hijo Eleazar para ser sumo sacerdote. A la muerte de Aarón, la transición se hizo sin ningún incidente, lo que demostró cuan bien preparados estaban estos hombres para continuar las funciones sacerdotales.

En el barrio donde soy obispo debemos capacitar a la mayoría de los miembros del barrio en sus llamamientos y responsabilidades, ya que es un barrio al cual asisten solamente estudiantes. Por lo general, son estudiantes de primer año en la universidad y están ansiosos de servir; pero a menudo les falta conocimiento y experiencia para cumplir con algunos de los llamamientos del barrio. Mis consejeros son líderes hábiles; ellos administran en forma eficaz los programas del barrio y capacitan a los miembros para que haya armonía entre ellos, mientras yo me concentro en dirigirlos espiritualmente en su relación con el Señor. De esta manera trabajamos en equipo para enseñar a los miembros del barrio nuestras responsabilidades terrenales.

Como miembros de la Iglesia del Señor todos tenemos la importante responsabilidad de enseñar a otros por palabra y por precepto la doctrina del evangelio y los valores básicos del cristianismo. En una época de tendencias mundanas y de desintegración familiar, debemos permanecer fieles a nuestros valores, de manera que podamos enseñar a otros a vivir como hijos de Dios.

10. Evaluación del progreso.
El Señor reconoció el devoto servicio que rindió Aarón, no sólo durante la vida de éste, sino después también. Dios confirmó la autoridad del Sacerdocio de Aarón haciendo que su vara floreciera milagrosamente (véase 9:22-24). Le dio el sacerdocio a través de Moisés (Levítico 8:4-13), luego le prometió que su justa posteridad tendría el derecho para poseerlo para siempre. (Éxodo 29:9; Números 18:1; Crónicas 23:13; D. y C. 68:16-21; D. y C. 84:26-27). Más tarde el Señor dio el nombre de Aarón a una división u orden de su sacerdocio (D. y C. 107:1-20), como indicación de que estaba complacido con el servicio dedicado de Aarón.

Yo encuentro difícil evaluar mi propio servicio al Señor; para hacerlo, busco las maneras sutiles en las que el Espíritu me inspira, me dirige y guía; examino mis bendiciones; trato de evaluar el servicio que rindo a otros; sin embargo, la mejor medida del servicio sacerdotal que brindo se refleja verdaderamente en mi familia. Si amo y honro el sacerdocio, mi familia estará más inclinada a hacer lo mismo. El ejemplo de Aarón nos muestra la forma excelente en que puede honrarse el sacerdocio, y él es un modelo para las futuras generaciones de poseedores del sacerdocio y sus familias. Si cumplimos con nuestro servicio de la manera eficaz y sincera con que lo hizo Aarón, tendremos la satisfacción de saber que estamos cumpliendo con nuestro deber.

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