Fortalezcamos a los menos activos

Octubre de 1981
Fortalezcamos a los menos activos
Por el élder A. Theodore Tuttle

A. Theodore TuttleLa reactivación es una de las claves principales del éxito en todo lo que se emprende en la Iglesia. Gracias a nuestros estudios sabemos que el porcentaje de poseedores del Sacerdocio de Melquisedec que son activos en un barrio es el mejor índice del éxito que se ha logrado en ese barrio. Puesto que el poder del ejemplo paterno es más grande que cualquier otro factor para influir en los hijos a fin de que alcancen metas espirituales, tenemos que terminar con los ciclos de inactividad entre los poseedores del sacerdocio, mediante la prevención y la activación.

La orientación familiar es el medio por el cual se activa a la gente, y no se inventará ningún programa nuevo ni organización alguna para reemplazarla. En las instrucciones que la Iglesia envía, jamás se ha limitado la orientación familiar a una visita por mes. Tal vez esté bien que visite a los activos el último día del mes; pero únicamente por casualidad se podría activar a alguien en esa forma. Para reactivar necesitamos ampliar la orientación familiar: llegar a la orientación familiar ideal.

Quizás algunos se pregunten por qué debe ser el maestro orientador quien trabaje en el programa de reactivación cuando todos sabemos que entre éstos hay muchos que rio cumplen el programa como deberían. Porque el Señor los ha autorizado (véase D. y C. 20:53-55), y ésa es su responsabilidad. Pero existe una diferencia entre hacer la orientación familiar porque se le ha enviado y simplemente ir y hacer la obra.

El presidente Marión G. Romney dijo:

«Somos responsables individualmente. . . por los mandamientos que quebranten aquellas personas por las cuales tenemos responsabilidad si su conducta se debe a nuestra negligencia en enseñarles.» (Ensign, nov. de 1975, pág. 73; véase también Liahona, feb. de 1976, pág. 59. Cursiva agregada.)

El Salvador enseñó un principio que todavía no ha sido adoptado totalmente:

«¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?» (Lucas 15:4.)

Debemos prestar más atención a los inactivos que a los activos.

Reconocer a los que están listos
Una cosa es calificar de inactivas a las personas, y otra muy distinta es reconocer dentro de ese grupo a aquellas que sean más receptivas, a fin de trabajar primero con ellas, con el propósito de activarlas.

Uno de los personajes del Libro de Mormón nos sirve de ejemplo. En Alma 10:5, Amulek se describe a sí mismo como inactivo: «Nunca he sabido mucho acerca de las sendas del Señor ni de sus misterios o maravilloso poder». A menudo ése es el problema, pues es común que a los inactivos no se les haya enseñado bien el evangelio.

Amulek continúa diciendo: «Fui llamado muchas veces, y no quise oír; de modo que sabía concerniente a estas cosas, sin embargo, no quería reconocerlas…» (Versículo 6; cursiva agregada).

Parece, que, aunque sus padres y otras personas le habían hablado y habían tratado de activarlo, y a pesar de que sabía que tenían razón, endureció su corazón y no quería ceder. El mismo dice que era un hombre de bastante reputación en su comunidad, y que había adquirido riquezas mediante el trabajo duro.

De manera que tenemos a un hombre trabajador, bueno, que realmente no entendía el evangelio, pero que en el transcurso del tiempo había tenido sentimientos que le indicaban que debía activarse. Sin embargo, resistía.

El Señor conocía los sentimientos de Amulek, de manera que envió a Alma a cumplir la tarea de maestro orientador y activarlo. Amulek estaba listo; Alma fue animado a visitarlo… y ya sabéis lo que sucedió después. (Véase Alma 8:14-22; 10:7-9.)

En cada barrio tenemos muchos hombres como Amulek, buenos y honestos. Hombres que saben que deben volver, pero no saben cómo hacerlo; hombres que sufren por estar alejados de la Iglesia, hombres que quieren una vida mejor. Hay entre ellos buenos padres, algunos son líderes cívicos, y la mayoría son Santos de los Últimos Días corrientes, sin mucho conocimiento y sin testimonio. Todos tienen una cosa en común: no son el líder espiritual en su hogar.

Cuando hombres de fe visitan a esos hermanos y entablan amistad con ellos, los aman y les enseñan el evangelio, ellos y sus familias vuelven a la senda.

Prevenir la inactividad
Básicamente hay dos formas de resolver el problema de la inactividad: prevenirla o, una vez que ha ocurrido, reactivar a los inactivos. Ambas maneras se deben usar simultáneamente. Las filas de adultos inactivos continuamente aumentan con los jóvenes inactivos. Nuestro estudio muestra que la inactividad comienza temprano en la vida: los hijos de padres inactivos tienden a llegar a ser inactivos a una edad temprana.

Los padres, activos e inactivos, tienen la responsabilidad de enseñar a sus hijos; pero aunque nadie debe usurpar las prerrogativas paternales, el obispado desempeña el papel institucional de ayudar a evitar la inactividad entre los jóvenes. ¿Qué pueden hacer los líderes?

Nuestros estudios demuestran que ni el número ni el costo de las actividades tienen importancia vital; el factor crítico es el grado de relación que existe entre el joven y sus líderes. Estos deben tratar de acercarse a los jóvenes inactivos, ser sus camaradas, llevarlos consigo cuando la ocasión se presente, y satisfacer sus necesidades especiales, y fortalecer sus actividades con objetivos espirituales y de servicio, a fin de que cada actividad les resulte significativa y valedera.

Una presidencia de estaca en Misuri fue motivada a entrevistar a los jóvenes comprendidos entre las edades de diecinueve y veintiséis años de edad. De los quince que fueron entrevistados, doce se están preparando para cumplir una misión. Posiblemente muchos más responderían en forma similar si se les diera la oportunidad.

Adaptar la enseñanza al individuo
Para encontrar almas y rescatarlas se requiere un mensaje adecuado para cada persona. Consideremos el caso del hermano López. Cuando llegaban los maestros orientadores, a menudo él refutaba con una idea contraria como respuesta a cada idea que ellos exponían. Cuando una nueva pareja de maestros fue a visitar a la familia López, tanto él como su esposa e hijo se mostraron poco entusiasmados. Durante las visitas los maestros caían en la misma conversación: el estado del tiempo. Esto marchó bien porque el hermano López era meteorólogo. Era muy inteligente y tenía una apariencia que intimidaba a los maestros orientadores. Pero ellos lo visitaron regularmente todos los meses, durante un lapso de tiempo.

Entonces, en una entrevista personal con el presidente del quorum de élderes, el maestro orientador recibió la asignación de pedir al hermano López que dejara de fumar. Al oírlo, dijo:

—No puedo decírselo. ¡No estamos listos para tanto!

Pero el presidente del quorum insistió:

—La próxima vez que vengan para una entrevista de evaluación quiero un informe de lo que él les diga cuando lo insten a dejar de fumar.

Debe hacer notar en este punto que la mejor manera de brindar la enseñanza adecuada consiste en un planeamiento entre el presidente del quorum y el maestro orientador acerca de lo que se puede hacer por una familia determinada; ambos deben unir su conocimiento y sentimientos relacionados con la familia y, después de orar para saber lo que el Señor quiere que se haga, el maestro orientador debe ser asignado a hacerlo.

La próxima vez, el maestro fue a casa de los López con más aplomo porque no iba simplemente, sino que habla sido enviado con un propósito especial. Cuando sabemos que somos enviados tenemos más valor para cumplir nuestro cometido.

Ese es uno de los propósitos de la entrevista de evaluación: asignar a los maestros orientadores para que hagan una determinada labor, de manera que sepan que se les ha enviado. Recordemos cuan osadamente enseñó Jacob: «habiendo primeramente obtenido mi mandato del Señor» (Jacob 1:17).

La primera parte de la visita a la familia López se desarrolló como las anteriores, y el maestro se sintió muy nervioso; sabía qué debía hacer, pero no parecía encontrar el ánimo para hacerlo. Cuando ya había transcurrido más de la mitad del tiempo que normalmente dedicaba a la visita, respiró profundamente, oró al Señor pidiendo fuerzas, y comenzó a hablar.

—Hermano López, nuestro mensaje de esta noche es sencillo.

El hermano López lo miró directamente a los ojos, y él continuó:

—Deseamos que usted deje de fumar.

Hubo unos segundos de silencio, y luego siguió diciendo:

—Y la razón por la que queremos que deje de fumar es que lo estimamos mucho.

El tono de sinceridad de su voz, junto con la influencia del Espíritu, hicieron que el hermano López supiera que aquel hombre era sincero y que su afecto era ciertamente la razón por la que le hacía semejante solicitud. Apenas podía hablar cuando dijo:

— ¿Sabe usted cuán difícil es dejar de fumar?

El maestro respondió:

—No lo sé, porque nunca he fumado, aunque me lo imagino; pero sé que usted puede lograrlo. Y tiene que hacerlo. La Iglesia lo necesita, y el primer paso para volver a la actividad es dejar de fumar.

La hermana López agregó rápidamente:

—Querido, tú puedes hacerlo. ¡Sé que puedes!

— ¡Realmente me gustaría dejar este vicio!

Hablaron un rato más y luego el maestro orientador le dijo:

—Queremos que usted comience a venir a la Iglesia.

El hermano López protestó:

—No puedo, no estoy acostumbrado a la actividad en la Iglesia.

Y la rápida respuesta fue:

—Usted es activo. Yo lo he visto recorrer esta manzana con su pequeño hijo de la mano enfrascado en conversaciones que, evidentemente, son interesantes para ambos. Esa es la forma más elevada de actividad en la Iglesia: enseñar a los hijos.

En un tono que no era rebelde, el hermano López aclaró con sencillez:

—Es que no me llevo bien con la religión organizada.

Y el maestro le dijo:

—Bueno, pero podría efectuar la noche de hogar con su familia; para eso no se necesita mucha organización, y podrían ofrecer oraciones familiares y usar el manual de la noche de hogar.

Después, los maestros orientadores y la familia oraron, y aquéllos se fueron. Más adelante el hermano López le dijo un día a la hija de su maestro orientador

—Tu padre es uno de los mejores hombres que he conocido.

Aquel hombre, antes inactivo, hoy día sirve en un obispado; pero hubo que adecuar la enseñanza a sus necesidades, y él la recibió del Señor a través del maestro orientador.

Hemos aprendido que es prudente ir en parejas. Ocasionalmente puede resultar necesario hablar con el hombre a solas. La presión del tiempo y las circunstancias pueden hacer que sea oportuno tener una conversación en privado; y algunos consejos no deben darse en presencia de la esposa e hijos del hermano.

Las personas inactivas son tan distintas entre sí como lo son los pacientes de un médico. A algunos se les toma la temperatura y se les recomienda una aspirina; otros sufren de enfermedades malignas, y necesitan un tratamiento intensivo.

Encarar la situación directamente en algunos casos
Los misioneros usan un método directo; si no fuera así, mucha gente no respondería al mensaje de arrepentimiento. Muchos miembros inactivos tienen necesidades de ese mismo método. Probablemente el diez por ciento de los hombres que son inactivos responderían a un llamado al arrepentimiento ahora mismo, y se harían merecedores de ejercer el Sacerdocio de Melquisedec. Debemos tratar de atraerlos y estimularlos a que lo hagan.

En una estaca se decidió tomar esta actitud directa. Los maestros orientadores visitaron a catorce familias e hicieron esta pregunta directa al padre:

— ¿Le gustaría llegar a ser élder?

Los catorce padres respondieron que sí. Los maestros entonces les dijeron:

—Bien; tendremos mucho gusto en ayudarlo.

La Estaca de Salt Lake —Millcreek tenía 500 futuros élderes. Uno de los integrantes de las Autoridades Generales dijo a los líderes:

— Pueden activar el diez por ciento simplemente mediante una invitación.

Hasta ese entonces habían ordenado solamente a catorce élderes durante todo el año. En el transcurso de dos meses y medio prepararon a cuarenta y siete hombres para ser ordenados en la siguiente conferencia de la estaca. La última información que tenemos es que todos ellos continuaron siendo muy activos en la Iglesia. ¿Cómo se explica este éxito? Los miembros de la estaca consideraron el desafío que se les había dado, y los mismos miembros inactivos quisieron mejorar.

Estas experiencias se repiten en la mayoría de las estacas. Encarar el asunto directamente puede acarrear el éxito.

Establecer una relación personal (método indirecto)
Para establecer una relación personal, estableced primero la comunicación. Para llegar a formar una amistad uno tiene que pisar el mismo terreno sobre el que está la familia inactiva. Sería apropiado y conveniente que en las primeras visitas se «rompiera el hielo» buscando temas que sean de interés para las personas a quienes se desea activar (estudios, trabajo, pasatiempos, lugar de origen, deportes, jardinería, horticultura, arte, diversiones, etc.).

Entre una y otra visita de orientación familiar, haced algunas ocasionales y breves, a las que podéis ir sin vuestro compañero. Hablad con el jefe de la familia acerca del jardín, dándole algunas ideas para librarlo de las hierbas malas, o para abonar la tierra. Si tiene terreno como para tener un huerto, visitadlo cuando esté trabajando en él; ayudadlo. Llevadles un pan recién horneado, algunas frutas u hortalizas, o lo que resulte apropiado. Haced cualquier esfuerzo para conquistar gradualmente el afecto del jefe de la familia. Enviad tarjetas de cumpleaños a los niños. En ocasión de que alguno de los miembros de la familia logre algo especial, escribidle palabras de encomio o llamadle por teléfono para felicitarlo. Podéis estar bien seguros de que si conquistáis el amor y admiración de los hijos conquistaréis al padre también.

Mediante atención individual y visitas frecuentes se pueden ir estableciendo gradualmente amistades duraderas. Invitad a la familia a cenar, o a ir al parque, o a una competencia deportiva. Al ser asignados a familias inactivas, tendréis que disponer del tiempo para ocuparos de ellas y ser sus amigos. Esta es la forma de establecer una relación personal.

Si se trata de una pareja joven, conseguid una hermana de edad madura que los visite y ayude con ideas acerca de la cocina, de costura y administración, si es que lo necesitan. Pedid a vuestra esposa que se ofrezca para acompañar a la joven en sus compras, a vuestros hijos mayores que cuiden de los niños pequeños de las parejas jóvenes mientras la madre está ocupada comprando las provisiones. Invitad a las madres jóvenes a dejar a sus hijos en vuestra casa cuando tengan necesidad de salir.

Si al hombre le gustan los deportes, invitadlo a participar en alguno junto con los demás hermanos del quorum; quizás pudierais llevarlo con sus hijos en una pesquería. Invitadlo a asistir a las reuniones sociales del quorum junto con su esposa. En esa forma llegaréis a conocerlos mejor, y él sentirá que estáis interesados en él y su familia y que os preocupáis sinceramente. Entonces, cuando llegue el momento preciso y por el cual habréis orado, en una plática de alma a alma, podéis hablar de todo lo concerniente a Dios. En esa clase de atmósfera podréis decir: «Hermano López, quiero ayudarlo para que usted llegue a ser el líder espiritual en su casa». Entonces resultará fácil sugerirle que debe comenzar a tener oraciones familiares, a realizar las noches de hogar, a estudiar el evangelio, a leer relatos de las Escrituras a sus hijos, a vivir la Palabra de Sabiduría, etc.

Usar todas las organizaciones de la Iglesia
Hasta aquí hemos hablado solamente en cuanto a la obra que los maestros orientadores pueden hacer con los inactivos; pero la organización del barrio puede ser de gran ayuda para ellos. Mediante el consejo de correlación se puede enfocar el poder de conversión y activación de todo el barrio en familias especiales. Hay que dar participación a los miembros del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares; hay que usar todas las organizaciones como personal de enrolamiento y seleccionar mensualmente a una familia determinada para activarla. Las maestras de la Primaria y de la Escuela Dominical deben correlacionar sus esfuerzos. Elegid a los hijos de miembros inactivos, visitad a los padres e invitad a los niños a concurrir a estas organizaciones. Los niños de la Primaria deben trabajar con los de su propia edad; los poseedores del Sacerdocio Aarónico deben hermanar a los miembros inactivos de su quorum. Las jovencitas (Abejitas, Damitas y Laureles) deben hermanar a otras jóvenes como ellas.

Las hermanas de Ja Sociedad de Socorro deben invitar y ayudar a la madre y a las señoritas de la familia para que concurran a sus clases y reuniones sociales. Los hermanos del sacerdocio deben visitar y ayudar al padre a dar comienzo a su actividad (en la forma ya mencionada). Los maestros orientadores deben continuar efectuando su tarea.

En la reunión del comité ejecutivo del sacerdocio se deben preparar planes definidos a fin de que todo el esfuerzo pueda coordinarse y enfocarse adecuadamente. Esta forma de encarar el problema tiene la ventaja de lograr la participación tanto de jóvenes como adultos en una expresión de amor y servicio genuinos.

Todos trabajarán juntos, maestros y familias haciendo en unión esta obra callada pero eficaz a fin de que toda la familia sea activada junta.

Esto se puede llevar a cabo en forma sincera y silenciosa… no al estilo de una campaña publicitaria, sino más bien en un progreso gradual, mediante la expresión de verdadero servicio cristiano de parte de todos los participantes.

Efectuar seminarios del evangelio
Hay dos aspectos básicos que casi todo miembro inactivo necesita: conocimiento y testimonio. Los seminarios sobre el evangelio, sea cual sea el título que se les haya dado, se deben realizar para enseñar los principios del evangelio.

Estos hermanos tienen que aprender: (1) las ordenanzas de salvación que provee el evangelio; (2) los pasos a dar para poseer dignamente el sacerdocio; (3) los pasos del arrepentimiento y cómo obtener una recomendación para ir al templo; y (4) el gozo que traen la actividad y el servicio.

Los seminarios generalmente tienen mucho más éxito si se realizan en una casa particular, con la participación de unas cinco parejas. Ocasionalmente puede resultar apropiado realizarlos en los edificios de la Iglesia. Su objeto es satisfacer las necesidades de los hermanos inactivos. El presidente de una estaca de Richfield escribe:

«Comenzamos a tener seminarios en el verano de 1977, y desde entonces hemos realizado cinco. Los resultados son éstos: fueron llamadas 274 parejas para hermanar. Enrolados en ellos tuvimos a 353 futuros élderes y sus respectivas esposas; ya han ido al templo 70 parejas. 147 futuros élderes completaron los seminarios y ahora son activos; muchos de ellos están ocupando puestos de liderazgo.»

Orar siempre
La oración es esencial a fin de activar a nuestros hermanos.

«Mediante la oración se obran más milagros de los que el mundo imagina» (Alfred Tennyson, The Idytfs ofthe King, versos 415-16).

Orad por vosotros mismos, para que podáis ayudarlos y porque necesitáis más fe y valor. Y orar por ellos.

Recordad que el ángel dijo que había visitado a Alma a causa de las oraciones de la gente y de las de su padre (véase Mosíah 27:14).

Un barrio de Misuri nos ha escrito:

«El obispado y la presidencia del quorum de élderes ayunaron y oraron para saber cuáles eran los hombres a quienes debían activar e invitar a una reunión que tendría lugar el domingo siguiente. Esa semana cada uno de ellos invitó a un hermano inactivo. Cuatro de los seis hermanos invitados concurrieron a una reunión especial, durante la cual el obispo preguntó si alguien quería hacer comentarios. Uno de esos hermanos dijo que el domingo anterior (al mismo tiempo que el obispado y la presidencia del quorum oraban) había sentido un gran deseo de enderezar su vida y decidió empezar a ir a la Iglesia; otro hermano dijo que ese mismo domingo él también había sentido un deseo similar de enderezar su vida, y después de no asistir a la Iglesia por espacio de cuarenta años, se comprometió a ir; un tercer hermano habló con el obispo después de la reunión y le prometió reintegrarse a la actividad.

En aquella estaca se seleccionaron treinta familias inactivas, obteniendo dieciséis resultados positivos e inmediatos.

Dar asignaciones
Todos queremos ser alguien y hacer algo útil; nos interesa tener la aprobación de los demás de nuestro grupo social. Como todos nosotros, estos hermanos necesitan un llamamiento para servir en la Iglesia. Supongamos que por razones reales o imaginarias uno ha sido ignorado, olvidado o herido; supongamos que se nos ha relevado de nuestras asignaciones, y absolutamente ninguno de los líderes se ha puesto en contacto con nosotros hablándonos de la posibilidad de servir nuevamente en otro cargo; supongamos que nos «abandonan» durante seis o doce meses, o quizás algunos años. ¿Sería saludable nuestra actitud hacia la Iglesia en ese caso? ¿No estaríamos de mal humor o nos mostraríamos sarcásticos, luego inclinados a criticar y finalmente amargados e inactivos? Generalmente, los miembros inactivos han estado olvidados durante largos períodos de tiempo.

Cuando estas personas comienzan a mostrar interés y a progresar, debería llamárseles a puestos de servicio acordes con su capacidad y talentos. Indudablemente, podrían ser llamados como compañeros de orientación familiar de aquellos que los han hermanado; y luego para otros cargos.

Las personas inactivas tienen necesidad de sentirse queridas y saber que son útiles para los demás; y quieren hacer algo que valga la pena. Dadles la oportunidad.

Mantener un esfuerzo constante y unido
Todos compartimos la responsabilidad de llevar nuevamente a la actividad, en una forma amorosa y sincera, a nuestros amigos y familiares inactivos, teniendo presente el motivo verdadero: ayudar a estas personas a acercarse al Señor, a compartir la amistad con los demás, y a gozar de la plenitud de las bendiciones del Señor, bendiciones que están al alcance de todos en esta vida y para siempre. Si seguimos este curso con diligencia, tendremos éxito.

Debemos ser unidos en nuestra obra de activación. Este esfuerzo afecta el éxito de todos los demás asuntos en esta Iglesia. Debemos seguir ese curso sin fallar en nada.

En este aspecto de la obra algunos de nosotros hemos estado inactivos. Que el nuestro sea el primer fruto del arrepentimiento.

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1 Response to Fortalezcamos a los menos activos

  1. Avatar de Centurión Sergio Samuel Centurión Sergio Samuel dice:

    Muy bueno el discurso.
    Con ejemplos prácticos, concretos y reales que son de gran vigencia y ayuda, aunque haya sido dado hace tanto tiempo.
    Muchas gracias

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