28 de marzo de 1981
Somos hijas de Dios
Por la hermana Camilla E. Kimball
Considero un privilegio poder ofrecer mi testimonio a un grupo tan selecto de mujeres y jovencitas. Con el paso de los años, mi testimonio se fortalece, y cada día que pasa me siento más agradecida al Señor.
En un viaje que hicimos recientemente mi esposo y yo, tuvimos una experiencia muy particular, la cual llenó mi corazón de gratitud por lo que el evangelio está haciendo en favor de esas personas tan especiales. Habíamos estado con muchos miembros de la Iglesia en el Pacífico Sur y en el Caribe, donde tenemos una gran cantidad de nuevos conversos. En una ocasión asistimos a una reunión de los niños en la escuela de la Iglesia en la isla de Samoa. Ese día se habían reunido en el gimnasio de la escuela 1.700 niños pequeños, apretados unos contra otros, lodos sentados en el piso del gimnasio.
Fue maravilloso contemplar sus rostros tan hermosos, con aquellos ojos oscuros y brillantes, y oírlos cantar el himno, «Soy un hijo de Dios». Me emocioné mucho al darme cuenta de que, desde la clase jardinera hasta el último año de secundaria, estos alumnos aprenden a cantar ese himno, que para mí es uno de los clásicos de la Iglesia.
Soy un hijo de Dios,
por El enviado aquí;
me ha dado un hogar
y padres caros para mí.
Guiadme,
Enseñadme
por Sus vías a marchar,
para que algún día yo
con El pueda morar.
(Canta conmigo. B-76.)
Si logramos tener estas palabras siempre presentes, comprenderemos lo maravillosa que es la oportunidad que tenemos: Saber de dónde hemos venido y cuál es el propósito de nuestra vida aquí: o sea, progresar, evolucionar, ser útiles y avanzar en conocimiento y en el desarrollo de nuestros talentos: saber también que muchas tendremos el privilegio de ser madres en Israel y de enseñar a los pequeños a amar a nuestro Padre Celestial, y a infundirles el conocimiento de que somos sus hijos y que Él está interesado en el bienestar de cada uno de nosotros.
Que Él os bendiga para que podáis caminar con seguridad hacia la vida eterna, que es lo que todos deseamos lograr. En el nombre de Jesucristo. Amén.
























