Recibí… Instrucción en toda la ciencia de mi padre

Septiembre de 1982
“Recibí… Instrucción en toda la ciencia de mi padre»
Por el presidente Spencer W. Kimball

Spencer W. KimballEl Señor nos ha inspirado para que hagamos gran hincapié en la unidad familiar y en la fe en Dios. En una época en la que se ha invadido la santidad del hogar y el cuidado de los hijos se considera con ligereza, continuamos insistiendo en que es urgente que las parejas, los padres y los hijos, y los adultos solteros que viven solos estudien y vivan los principios de verdad, poniendo especial cuidado en alimentar el amor y la armonía dentro del círculo familiar. Sólo tal amor podrá soportar los ataques de Satanás en éstos, los últimos días.

Para poder aprender el principio correcto de la paternidad, no necesitamos leer más que el primer versículo del Libro de Mormón, el libro que el profeta José Smith dijo que es la clave de nuestra religión: “Yo, Nefi, nací de buenos padres y recibí, por tanto, alguna instrucción. . .” (1 Nefi 1:1.)

Es responsabilidad divina de los padres enseñar las verdades del evangelio a sus hijos. Por lo tanto, recientemente pedimos que se leyera la siguiente comunicación en las reuniones sacramentales de todos los barrios y ramas:

“La Primera Presidencia frecuentemente hace hincapié en la importancia de llevar a cabo la noche de hogar todas las semanas, considerando que brinda una oportunidad especial para que los padres instruyan y fortalezcan a su familia. Además del estudio del evangelio los domingos con la familia, se ha reservado la noche de los lunes para llevar a cabo la noche de hogar, la cual incluye la enseñanza de los principios del evangelio, del amor y la armonía, y también actividades familiares.”

Un verdadero hogar de Santos de los Últimos Días es un refugio contra las tormentas y problemas de la vida.

Pedimos a los padres y a los líderes que den a este tema la importancia que merece, ya que nuestras mayores necesidades como individuos y como grupo son las de estar cerca de nuestro Padre Celestial y tener una espiritualidad constante en nuestra vida. La espiritualidad nace y se alimenta por medio de la oración y el estudio diario de las Escrituras, los análisis en familia de los principios del evangelio y actividades relacionadas con estos principios, noches de hogar, consejos de familia, el trabajo y la recreación, el servicio, y el compartir el evangelio con aquellos que nos rodean. También alimentamos la espiritualidad cuando actuamos con paciencia, bondad, e indulgencia hacia nuestro prójimo y cuando aplicamos los principios del evangelio en el círculo familiar. En el hogar es donde llegamos a ser expertos en lo relacionado con el evangelio y su justicia, aprendiendo y viviendo sus principios.

Durante mi juventud y después, viviendo con mi esposa y nuestros hijos, nuestro hogar era un pedacito de cielo en donde se llevaban a cabo actividades familiares que todavía recuerdo con ternura. Cada vez que uno de nosotros hacía algo, ya fuera cantar una canción, dirigir un juego, recitar un artículo de fe, contar una historia, demostrar un talento, o llevar a cabo una asignación, siempre se observaba progreso y existía un sentimiento de alegría y paz en el hogar.

Animamos a todos los miembros a que repasen con un espíritu de oración las sugerencias que las Autoridades Generales han aprobado como actividades para el día domingo, para las noches de hogar y para otras actividades que se realizan en nuestro hogar:

“Al planear nuestras actividades dominicales, podemos designar algunas horas del día para pasarlas con nuestra familia, para estudiar y meditar y para servir a los demás. Si gustan pueden: leer las Escrituras, los informes de conferencias generales y otras publicaciones de la Iglesia; estudiar la vida y enseñanzas de los profetas; preparar lecciones de la Iglesia y otras asignaciones; escribir la historia de la familia o llevar un diario personal; orar y meditar; escribir o visitar a parientes o amigos; escribir a misioneros; escuchar buena música; participar con la familia en conversaciones o lecciones del evangelio; llevar a cabo reuniones de consejo familiar; fortalecer las buenas relaciones entre esposos; leer con los hijos; trabajar en genealogía (llenando el cuadro genealógico u otros formularios, indagando sobre datos familiares, etc.); cantar himnos de la Iglesia; leer buena literatura; desarrollar el aprecio por el arte; planear la noche de hogar y actividades familiares; hacer amistad con los que no son miembros y con los vecinos; visitar a los enfermos, a los ancianos y a los que se sienten solos; tener entrevistas con los miembros de la familia.

“Las actividades del día lunes podrían incluir cualquiera de las que se sugieren para el día domingo; lecciones del manual para la noche de hogar; juegos en los que toda la familia pueda participar; asistir a eventos culturales; hacer algo bueno por alguien en particular; hacer una demostración de sus habilidades a los demás; trabajar juntos para embellecer el hogar; jardinería y horticultura; inventario de lo que se tiene almacenado; proyectar lo que se va a almacenar; preservar alimentos: (envasar, secar, congelar, etc.); fabricar ropa, utensilios domésticos, muebles, etc.; hacer planes y participar en un programa de ejercicios físicos; actividades recreativas.” (“Nuestra familia: Guía práctica para lograr que la vida familiar se centre en el evangelio” —folleto—, págs. 2 y 3.)

Si los líderes de la familia consideran estas sugerencias y oran con respecto a ellas, tendrán la sabiduría necesaria para tomar decisiones correctas e inspiradas. Esperamos que las parejas, los padres, los niños y los adultos solteros estén utilizando el tiempo libre que deja el programa dominical integrado para llevar a cabo estos propósitos. Debemos recordar que es de vital importancia enseñar a los niños y enseñarnos unos a otros las verdades del evangelio y la manera en que las podemos aplicar a nuestra vida. Cuán poderosa es la influencia que podemos recibir cada semana: adorando, aprendiendo, conversando y efectuando actividades correctas en el día del Señor, y permaneciendo unidos los lunes por la noche para actividades familiares, o lo que sea necesario para el bienestar y la unidad familiar.

Os instamos a que busquéis la influencia del Espíritu para que sepáis utilizar bien todas las horas y estos días preciosos de vuestra vida.

Podemos ver que no todas las actividades tienen la misma importancia, aunque todas pueden ser parte de un programa de desarrollo de la unidad familiar para mantener el equilibrio espiritual. A veces debemos darles prioridad a algunas en particular. Recordemos las palabras de Nefi cuando aconsejó:

“Y hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo. . . para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir. . . (2 Nefi 25:26.)

¡Qué fortaleza interior tendrían las personas si supieran que el Maestro y sus enseñanzas son su fuente de guía, de ejemplo y de ayuda! Esa es nuestra meta principal dentro de la enseñanza en el hogar.

Nuestro Padre Celestial nos ha dado la bendición de poder orar para ayudarnos a tener éxito en todas nuestras actividades en el hogar y en las ocupaciones de nuestro diario vivir. Yo sé que si oramos ferviente y rectamente, ya sea en forma individual o como familia, cuando nos levantamos en la mañana y cuando nos acostamos por la noche, y cuando nos sentamos a la mesa cada vez que comemos, no sólo estaremos más unidos, sino que progresaremos espiritualmente. Necesitamos la ayuda de nuestro Padre Celestial a medida que buscamos aprender las verdades del evangelio y vivir sus principios, y cuando pedimos Su ayuda al tener que tomar las decisiones importantes de nuestra vida. Es en el círculo familiar, al escuchar a sus padres orar, donde nuestros hijos pueden aprender la manera correcta de conversar con nuestro Padre Celestial. Si reciben esta clase de experiencias, pueden aprender a orar con todo su corazón.

Para aprender los principios del evangelio, es fundamental el estudio individual y familiar de las Escrituras. El leerlas nos provee de armas potentes para luchar contra la ignorancia y las tentaciones de Satanás; además, esta práctica nos traerá gran felicidad y ayudaremos a los miembros de nuestra familia a amar al Señor y a estar agradecidos por su bondad.

En cuanto al gobierno de nuestra familia, se nos ha enseñado correctamente que el consejo de familia es el concilio básico de la Iglesia. Bajo la dirección del padre o de la madre, que también deben ponerse de acuerdo, los consejos de familia pueden efectuarse para analizar los problemas familiares, planear los gastos de la casa, hacer otros planes y ayudarse y fortalecerse mutuamente. Las Autoridades Generales han dicho que “para tener éxito en estos cometidos es indispensable que haya un ambiente en el que todos estén prestos a escuchar, a comunicarse honestamente y a respetar la opinión y los sentimientos de los demás”.

Os recordamos otra vez que debemos escribir una historia personal y también llevar un libro diario en el cual podemos relatar nuestras experiencias sagradas, por ejemplo: oportunidades en que el Señor ha contestado a nuestras oraciones, en que nos ha dado su inspiración para tomar decisiones, unciones que hemos recibido, y todas aquellas situaciones y acontecimientos especiales de nuestra vida. Muchas de estas experiencias pueden utilizarse como base para relatar historias que aumenten la fe de los miembros de la familia, durante conversaciones y análisis de los principios del evangelio. Estas historias inspiradoras, sacadas de nuestra propia experiencia y de la de nuestros antepasados, son un medio eficaz para enseñar conceptos importantes a nuestra familia. Os prometo que si escribís en vuestro diario, éste será sin ninguna duda una fuente de inspiración para vosotros, para vuestro cónyuge, vuestros hijos, vuestros nietos y para las generaciones venideras.

Instamos a los padres a que incluyan en sus reuniones y en los consejos de familia las importantes actividades relacionadas con la obra misional, la obra genealógica, y el programa de bienestar. Deben enseñar a sus hijos varones a prepararse para cumplir con una misión, y después, si la salud y otras condiciones lo permiten, la pareja misma puede esperar el día en que pueda ir a la misión. El Señor nos ha repetido muchas veces el valor que tiene esta obra:

“Y ahora, he aquí, te digo que la cosa que será de máximo valor para ti será declarar el arrepentimiento a este pueblo, a fin de que puedas traer almas a mí. . .” (D. y C. 15:6.)

Debemos continuar orando en nuestro hogar por la oportunidad de compartir el evangelio con aquellos que nos rodean, y orar también para que el Señor abra el camino para que el evangelio avance con mayor poder y fortaleza, a fin de que pueda llegar a más tierras y tocar el corazón de muchos que están listos para recibirlo.

Los profetas anteriores nos han prometido, y hoy día nosotros también prometemos que si seguimos el programa que la Iglesia ha delineado para nuestros hogares, vendrán grandes bendiciones para todos aquellos que con un espíritu de oración y humildad ponen en práctica estos principios en su vida familiar. Recordamos las sabias palabras del profeta Moisés, las cuales habrían guiado al pueblo de Israel a un fin muy distinto al que lo llevaron sus acciones de rebeldía:

“Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón;

“y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.” (Deuteronomio 6:6-7.)

Pero muchas veces escuchamos excusas como éstas: “El tiempo no me alcanza”, “tenemos otras cosas que hacer los lunes por la noche”, “estamos demasiado viejos para gozar de las lecciones”, “nuestros niños son demasiado pequeños para comprender”, “nuestros hijos tienen que hacer sus tareas escolares”, “no logramos reunir a todos nuestros hijos al mismo tiempo”, “no nos gusta restringir nuestras actividades de esa forma”, “vivo sola y no lo necesito”, “hay programas especiales de televisión el lunes por la noche”, y muchas otras.

¿Por qué contendemos con el Todopoderoso si somos tan débiles y Él es tan fuerte, Él es Omnisciente y nosotros apenas podemos ver lo que está al frente de nosotros? Recordemos el pasaje de Escritura que dice:

“Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria.

“Ellos flaquean y caen, mas nosotros nos levantamos, y estamos en pie.” (Salmo 20:7-8.)

Dios es nuestro Padre, y nosotros somos sus hijos, por lo que nos ha dado instrucciones para que sigamos el camino que nos trazó. La cura para los problemas de nuestra familia y de toda la generación de este tiempo se encuentra en las actividades justas que enaltezcan la vida familiar, en la enseñanza inspirada de las verdades del evangelio en el hogar, en la guía sabia de los padres, y en que el padre presida el hogar, con su esposa como consejera.

Pero cuando se nos presenten problemas especiales solamente podremos fallar si nos damos por vencidos. Que nuestro amor por cada uno de los miembros de la familia sea incondicional y recordemos lo que el apóstol Pablo dijo a los padres:

“Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten.” (Colosenses 3:21.)

El Señor reveló al profeta José Smith la clave sobre la manera en que los padres, líderes, y maestros pueden influir en aquellos a quienes dirigen: “Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener en virtud del sacerdocio, sino por la persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero;

por bondad y por conocimiento puro, lo cual ennoblecerá grandemente el alma sin hipocresía y sin malicia.” (D. y C. 121:41-42.)

En nuestro círculo familiar es donde debemos aprender y aplicar estas verdades. Sobre esto el presidente Joseph F. Smith dijo:

“Padres, si queréis que vuestros hijos sean instruidos en los principios del evangelio, si queréis que amen la verdad y la entiendan, si deseáis que os obedezcan y se unan a vosotros, ¡amadlos!; mostradles que los amáis con toda palabra o acto relacionado con ellos. Por vuestro propio bien, por el amor que debe existir entre vosotros y vuestros hijos, pese a lo rebelde que sea o se porte éste o aquél, cuando les haléis, no lo hagáis con ira; no lo hagáis ásperamente con un espíritu condenador. Habladles con bondad; sometedlos y llorad con ellos si es necesario. . . Suavizad sus corazones; procurad que se enternezcan hacia vosotros. No empleéis el látigo ni la violencia; tratadlos con la razón, con la persuasión y con amor no fingido. Si no podéis conquistar a vuestros hijos e hijas por estos medios… no habrá manera en el mundo con que podáis conquistarlos.” (Doctrina del evangelio, capítulo 16, pág. 310.)

Nuestro Señor y Salvador nos ha enseñado el camino:

“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.” (Juan 13:34.)

Con tal espíritu de caridad como guía, las bendiciones descritas por Pedro serán derramadas sobre los padres:

“Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados.” (1 Pedro 14:8.)

Nuestros hijos, sabiendo cuánto les amamos, recibirán inspiración para pasar por alto los errores que cometemos como padres, y sabrán por experiencia propia que nuestra fidelidad hacia ellos “es más fuerte que los lazos de la muerte” (D. y C. 121:44).

En los hogares en donde las personas son “benignas unas con otras, misericordiosas, perdonándose unas a otras…” (véase Efesios 4:32), en donde se llevan a cabo las noches de hogar, consejos de familia, análisis de las Escrituras, en donde se ora, se trabaja y se juega con amor, en donde se hacen esfuerzos por compartir el evangelio con otras personas y se trata de cumplir con todos los propósitos del Señor, en esos hogares habrá una espiritualidad y unidad poderosas que darán a todos los miembros de la familia una fortaleza que perdurará toda su vida.

Rogamos encarecidamente a todas las familias y a todas las personas en la Iglesia que evalúen a menudo el progreso que están haciendo al tratar de vivir estas verdades. Si aplican estos principios, éstos serán su escudo y protección contra los males de nuestro tiempo y nos traerán a todos gran gozo hoy y para siempre.

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