Sigamos aprendiendo

26 de septiembre de 1981
Sigamos aprendiendo
Por la hermana Shirley M. Thomas
Segunda Consejera en la Presidencia General de la Sociedad de Socorro

Shirley M. ThomasEsteban comenzó su primer año de la escuela secundaria en septiembre. No era tan alto como los otros muchachos, y cuando su madre tuvo que acortarle los pantalones nuevos, le pidió que le dejara un dobladillo ancho “porque”, le dijo, “voy a crecer mucho este año”.

Tal vez nosotras no estemos tan preocupadas por crecer físicamente, pero, mirando hacia el futuro, ¿habremos decidido progresar intelectual y espiritualmente?

Un antiguo líder de la Iglesia dijo:

“En este mundo de cambios, donde se requiere que progresemos, nuestra inteligencia debe ir en constante aumento… No hay un lugar para que un hijo de Dios se detenga en su progreso. . .” (Orson Hyde, en Journal of Discourses, 7:151).

Considerando, entonces, esta necesidad, agradecemos a nuestro amoroso Padre por habernos dado el programa de la Sociedad de Socorro que nos brinda la oportunidad de continuar aprendiendo.

Nuestros cursos de estudio benefician a toda mujer Santo de los Últimos Días. El primer domingo de cada mes tenemos la lección de Vida Espiritual. Luego, el segundo, la de Educación para la Madre. Tal vez parezca raro que casi una cuarta parte del tiempo que tenemos para enseñar se dedique a este tema para la madre, cuando no todas las mujeres de la Sociedad de Socorro tienen hijos.

Las mujeres de la Iglesia conocemos muy bien las palabras patriarca y orden patriarcal, y las relacionamos con asuntos eternos y con la función del sacerdocio en nuestro hogar y en la Iglesia. La madre es la asociada del patriarca en el hogar. La labor de la madre también es una obra eterna, fundamental; tiene que ver con dar vida y estrechar vínculos de amor, y es una obra que, en gran parte, todas debemos aprender.

Unas estudiantes universitarias aprendieron esto cuando, siendo miembros de la Sociedad de Socorro, visitaban semanalmente a algunas hermanas en un hogar de ancianos. Durante las primeras semanas encontraron a muchas de estas hermanas en un estado de resignación, casi un letargo. La mayoría de ellas se habían dado por vencidas y sólo esperaban el fin de su vida. Sin embargo, las jóvenes continuaron visitándolas; algunas presentaban breves programas musicales, otras las ayudaban a leer o a escribir cartas. Paulatinamente, las ancianas comenzaron a esperar con entusiasmo esas visitas semanales, que les transmitían un poco de la energía de estas jóvenes para el resto de la semana. Las jóvenes hermanas aprovecharon cada indicio de interés de parte de las ancianas; cuando supieron que muchas de ellas habían hecho acolchados, consiguieron los materiales necesarios para que hicieran otros. Las ancianas trabajaron con entusiasmo y apenas terminaron uno estuvieron listas para comenzar otro. Algunas decidieron hacer otros trabajos que las estudiantes les llevaban. La buena acción de las jóvenes se convirtió así en una experiencia de actividad y vitalidad. Las estudiantes les llevaron nueva vida y cariño a las ancianas hermanas y fueron como “madres” para ellas.

Las lecciones de Educación para la Madre no tienen que ver tan sólo con el proceso físico de traer un hijo al mundo, sino con la clase de enseñanza que puede ayudar a cada hijo de Dios a vivir en la luz. Al concentrarnos en los principios del evangelio y adaptar las lecciones a las necesidades actuales de las hermanas, éstas pueden ser no sólo adecuadas, sino también de beneficio para todas las que son miembros de la Sociedad de Socorro.

Se nos dice en Moisés 4:26 que Adán llamó a su esposa “Eva” porque era la madre de todos los vivientes. A pesar de que todas somos hijas de Eva, nuestras ocupaciones varían. Pienso en una hermana que tiene un puesto de mucha responsabilidad en la Sociedad de Socorro. A pesar de ser soltera y no tener hijos, hace una obra muy importante dentro de su profesión. Ella llega a la mente así como al corazón de los jóvenes; utiliza todos sus excelentes talentos y la preparación que posee, y llena de amor y luz la vida de los demás. Creo que el Señor acepta su labor tanto como la de una de mis vecinas, que es madre de ocho hijos. Los deberes maternales varían y pueden existir muchos otros, pero todas podemos aprender a utilizar los principios que se relacionan con la maternidad.

La joven madre que debe atender constantemente a las necesidades de sus hijos pequeños, y ser a la vez el ejemplo por el cual ellos puedan modelar adecuadamente sus vidas, tiene una responsabilidad que resulta enorme aun para la persona más competente. Es ella quien debe aprender y practicar la paciencia, enseñar y persuadir con amor, corregir pero no obligar; en fin, debe desarrollar todo atributo maternal.

Todas debemos encontrar maneras de aprender y retener estas cualidades, porque aunque nuestras asignaciones actuales varíen, siempre seremos madres.

Todas las lecciones de Relaciones Sociales, de Refinamiento Cultural, y las relacionadas con el servicio que se dan cuando el mes tiene cinco domingos, contienen principios del evangelio que están correlacionados con los deberes del sacerdocio, y que nos ayudan en nuestros esfuerzos diarios por seguir la vía que ha marcado el Salvador. Estas lecciones nos han ayudado a refinar nuestra percepción de las artes y de las personas, fortaleciendo así nuestro aprecio por esta Iglesia mundial.

El apoyo es igualmente eficaz en nuestras relaciones cuando tenemos que supervisar. Por ejemplo, una reunión mensual de las maestras con la Consejera de Educación puede ayudarles a aquéllas a aprender algo de cada experiencia que tengan en la enseñanza. Este intercambio personal será de mayor servicio si la Consejera de Educación hace comentarios positivos y específicos con respecto a las lecciones.

Una maestra a menudo sabe qué parte de la lección no marchó bien, y aunque ella pueda decidir discutirlo, probablemente no desee que se le recuerde. Por otra parte, tal vez no se dé cuenta de los puntos buenos y positivos de su presentación y se sentirá agradecida de que se los hagan notar. Sin embargo, si simplemente se le adula, diciéndole que ha dado una hermosa y maravillosa lección, tal vez nunca sepa cuál fue la causa del éxito y cómo fortalecer los aspectos favorables. Pero la Consejera de Educación puede ayudarla si aprende a elogiar elementos específicos, tales como un comienzo interesante, o una manera cuidadosa de utilizar los comentarios de las participantes.

Finalmente, las oportunidades continuas de la Sociedad de Socorro serán eficaces en la vida de las hermanas siempre que el aprendizaje y la enseñanza se realicen por conducto del Espíritu.

Permitidme contaros de una hermana que me ayudó a apreciar este tipo de enseñanza. Era una mujer mayor, de los muchos inmigrantes que sólo habían podido llegar hasta Nueva York en su viaje hacia Sión. No había tenido grandes oportunidades de estudiar y estaba experimentando una dificultad en ajustarse a las nuevas costumbres. Éramos las dos únicas de nuestro departamento que esa noche estábamos en la reunión de liderazgo de estaca.

La hermana miembro de la mesa directiva nos había pedido que cada una describiera la manera en que preparaba su lección. Yo había estudiado para ejercer como maestra y podía describir un buen número de detalles con respecto a la planificación de lecciones y sus objetivos. Pero aquella buena hermana, pausadamente, en un idioma recién aprendido, habló de cómo estudiaba el material y después se arrodillaba y le preguntaba al Señor en qué parte de la lección debía hacer hincapié. Luego agregó: “Él siempre me dirige”.

Al oírla hablar y sentir la dulzura de su espíritu, tuve la seguridad de que el Señor así lo hacía, puesto que ella me enseñó a su vez lo que yo debía oír. Aunque han pasado muchos años desde aquella noche en Manhattan, nunca la he olvidado ni olvidé su mensaje.

A medida que continuamos aprendiendo, con el Espíritu del Señor como guía, nos preparamos para su venida. Él ha declarado que cuando venga otra vez no habrá necesidad de que nadie le diga a su vecino que Él es el Cristo, ya que todos lo sabrán.

Que aumentemos en conocimiento e inteligencia y que nos preparemos para ese glorioso acontecimiento, es mi oración en el nombre de Jesucristo. Amén.

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