Abril de 1983
Mantengamos un equilibrio en nuestra vida
Por O. Don Ostler
Es maravilloso tener la seguridad de que la meta de nuestro Padre Celestial es guiarnos y enseñarnos, mientras nos vamos moldeando para llegar a ser seres con un equilibrio perfecto como nuestro Salvador.
Afines del mes de abril de 1981 se puso en órbita el primer transbordador espacial, el cual voló alrededor de la tierra durante dos días, transformándose así esto en la primera de una serie de pruebas para determinar la eficacia con que podría funcionar por sí mismo.
Todos esperamos ansiosamente el regreso y aterrizaje del transbordador Columbia en la base aérea Edwards, en California. La precisión del aterrizaje fue fantástica; viajando a 29.000 kilómetros por hora, el transbordador espacial descendió a través, de la atmósfera y redujo la velocidad, para luego hacer un aterrizaje perfecto en una pista de unos pocos de cientos de metros de ancho y algunos kilómetros de largo, apenas un puntito en nuestro planeta.
En cierto sentido, el viaje de nuestra existencia como hijos espirituales de Padres Eternos, a través de las experiencias terrenales, y finalmente, de regreso a las moradas celestiales, es como el del Columbia. En este viaje, necesitamos obtener la clase de experiencia y conocimiento que nos permita regresar a nuestro Padre Celestial, y actuar de manera tal que nos lleve a lograr nuestro potencial eterno. Dónde aterricemos y la manera en que lo hagamos en el más allá depende de todo lo que hagamos aquí en esta tierra.
Lamentablemente, en nuestro regreso a las esferas eternas, no todos podremos alcanzar la meta final, ya que unos sólo llegarán al mundo telestial, otros al terrestre, y algunos aterrizarán en el mundo celestial. Pienso que esta clase de aterrizaje depende grandemente de nuestra habilidad para lograr un inspirado equilibrio en la vida.
El Columbia tuvo éxito porque no sufrió ningún desajuste importante. Guiado por expertos adquirió, satisfactoriamente, el equilibrio justo en velocidad, dirección y tiempo para entrar en el espacio; funcionó perfectamente y regresó sin dificultades. Pero nosotros, como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, tenemos una guía infinitamente más segura, porque ésta proviene de Dios, el Autor de nuestra salvación espiritual. En nuestra jornada mortal, se nos han dado como guía las Escrituras y los profetas. Como portavoz del Señor, el presidente Spencer W. Kimball nos recuerda siempre la manera en que podamos asegurarnos la salvación.
Sin embargo, a pesar de lo claro y directo que es el consejo de un profeta, a veces tenemos la tendencia de no seguirlo. Muchos miembros obedecen su palabra cuando les es conveniente, pero no le prestan atención cuando requiere sacrificio o una dedicación más intensa. Otros, olvidando la simplicidad del evangelio, hacen más hincapié en un aspecto y dejan de lado otro. Hay quienes complican la guía que reciben, empañan la sencillez de la guía divina y pierden su sentido del equilibrio espiritual. Algunos hasta llegan a ser víctimas de rumores y chismes, fanatismo, falsas virtudes, valores que están fuera de lugar, o de una dedicación religiosa totalmente superficial.
Sé por experiencia que muchos seres humanos son vulnerables a las especulaciones, y los Santos de los Últimos Días no somos, en ninguna manera, inmunes a este problema. “¿Te enteraste?” “¿Sabes lo que pasó?” “Si me prometes guardar el secreto, te diré de qué me he enterado.” Es seguro que estas maneras de atraer la atención despertarán nuestro inmediato interés. Usualmente a esto le siguen las conjeturas, que varían desde “quién será el nuevo obispo o presidente de estaca” hasta “en qué momento comenzará el milenio”.
Sin embargo, los profetas nos aconsejan porque se preocupan por nosotros. Están llenos de fe y esperanza, conocen a Dios y nos hacen saber las revelaciones que reciben de Él. Y aún más, en cualquier momento, podemos verificar la fuente de donde proviene esa inspiración, prestando atención al Espíritu. Pero lamentablemente, hemos visto que algunos de nosotros tenemos la tendencia de ser exagerados en muchos aspectos. Por ejemplo, algunos comemos en forma excesiva mientras que otros no se preocupan por nutrirse debidamente; algunas personas duermen demasiado, mientras que otras no descansan lo suficiente; hay quienes no se preocupan por dar a su cuerpo el cuidado debido, mientras que algunos llegan casi al punto de adorarlo. Es indudable que debemos obtener toda la información que podamos acerca de asuntos que se relacionen con la salud y el cuidado de nuestro cuerpo, pero yo creo que el Señor espera que también utilicemos nuestra sabiduría y sentido común. Las palabras claves son equilibrio y moderación, o sea, aplicar cuidadosamente todas las verdades que conocemos, y no dedicarnos solamente a aprender y poner en práctica una de ellas.
El saber mantener este equilibrio es muy importante en nuestras recreaciones o entretenimientos. Es muy cierto que trabajar todo el tiempo sin distracción no es bueno, pero si una persona sólo piensa en divertirse y deja de lado sus responsabilidades con la familia, el trabajo y su desarrollo espiritual, se convierte en libertina. Por descuidar los padres a su familia, o por medio de su mal ejemplo, los hijos pueden llegar a dar demasiada importancia a las distracciones y posesiones materiales y colocarlas por encima del trabajo o el interés por sus semejantes.
El presidente Joseph F. Smith dijo, refiriéndose a la moderación:
“. . . los miembros no deben ser imprudentes, sino entender más bien cuál es la voluntad del Señor y practicar la moderación en todas las cosas. Deben evitar los excesos y cesar de pecar, apartando lejos de ellos ‘las concupiscencias de los hombres’, y en sus diversiones y pasatiempos optar por un curso que tome en cuenta tanto el espíritu como la letra, la intención y no el hecho únicamente, el todo y no una parte. Esto es el significado de moderación. De esta manera su conducta será razonable y decorosa, y ninguna dificultad tendrán en entender la voluntad del Señor.” (Doctrina del evangelio, pág. 233.)
Podemos perder el equilibrio aun en la práctica de la religión, especialmente si concentramos todos nuestros esfuerzos en un aspecto de ésta, mientras que dejamos de lado otras responsabilidades igualmente importantes. Estudiar las Escrituras, ser buenos padres, prestar servicio y atender a los llamamientos en la Iglesia demandan gran parte de nuestro tiempo. El hacer hincapié en un aspecto y dejar de lado otros no es actuar de acuerdo con lo que el Salvador espera de nosotros, puesto que El enseñó que debemos cumplir con lo necesario “sin dejar de nacer aquello” (Mateo 23:23).
A veces, las reuniones de quorum y clases de doctrina del evangelio se convierten en verdaderos debates en lugar de ser el medio para lograr el desarrollo espiritual y poner en práctica el servicio a los demás. Por concentrarnos en este cambio de opiniones, no consideramos la manera de llenar las necesidades de las viudas, los enfermos y afligidos.
El Señor declaró:
“. . . los hombres deben estar anhelosamente empeñados en una causa buena, y hacer muchas cosas de su propia voluntad y efectuar mucha justicia.” (D. y C. 58:27.)
Los que edifiquen el reino de Dios serán aquellos que den libremente su tiempo, talentos y medios. La Iglesia tiene gran necesidad, en todo el mundo, del servicio y las contribuciones en la obra misional, de construir templos y llevar a cabo en ellos la obra por los muertos, de generosas ofrendas de ayuno y un auténtico interés en los pobres, de educación y capacitación para las familias. Algunas de estas necesidades pueden variar en cada una de las estacas, pero no son por ello menos importantes. Constantemente, y en todas partes, hay gran necesidad de un buen programa de orientación familiar y de maestras visitantes, de servicio compasivo, de visitar a los enfermos, de proporcionar un servicio cristiano y de llevar a cabo un liderato eficiente, así como el impartir una buena enseñanza.
Hagámonos las siguientes preguntas: ¿Cómo utilizo mi tiempo, talentos y recursos materiales? ¿Estoy obrando debidamente, o he fracasado en lograr mi meta por haber dedicado demasiado tiempo a asuntos mundanos, consagrando mi talento exclusivamente a una carrera y utilizado mis recursos solamente para mi propia satisfacción? ¿Ponemos en práctica las enseñanzas puras del Salvador?
Las tentaciones se nos presentan a veces en forma atractiva y sutil; preparadas de acuerdo con nuestras debilidades, esas tentaciones aparecen en el preciso momento en que somos más vulnerables a su poder. Valiéndose de este procedimiento, el adversario se propone destruir el equilibrio de nuestra vida, y así apartamos del curso que nos llevaría de regreso a Dios.
Después de resucitar, Cristo apareció a los nefitas y les preguntó:
“. . . ¿Qué clase de hombres habéis de ser?” Y entonces El mismo contestó con las siguientes palabras: “En verdad os digo, aun como yo soy”. (3 Nefi 27:27.)
En la búsqueda por mantener un equilibrio en nuestra vida, todos luchamos con problemas y tentaciones, con la tendencia de irnos hacia extremos y con nuestras deficiencias. Todos necesitamos la fortaleza que proviene del conocimiento de que Jesús es nuestro Salvador literal, cuyo sacrificio expiatorio y gracia salvadora hacen posible que superemos la muerte física y espiritual y perseveremos hasta el fin, para poder regresar a nuestro hogar eterno. Es maravilloso tener la seguridad de que la meta de nuestro Padre Celestial es guiarnos y enseñarnos, mientras nos vamos moldeando para llegar a ser seres con un equilibrio perfecto como nuestro Salvador.

























Es maravilloso saber que nuestro Padre Celestial nos ama tanto yque nos va guiando y enzeñando hasta que nos moldeemos a ser perfectos y llegar a ser seres con un equilibrio perfecto. Gloria a Dios. Gracias por el mensaje me llena de esperanza y de fe. Muchas gracias
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Bendito sea nuestro Padre CELESTIAL y su Hijo Amado JESUCRISTO y Bendito el ESPÍRITU SANTO Gloria a Ellos por todas las eternidades y gracias a ellos por nuestro Profeta.
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