Una visión de la eternidad
Por Don Lind
Febrero de 1984
El hermano Lind es astronauta en la Administración Nacional de Aeronáutica y Espacio (NASA), y realizará su primer viaje al espacio en el mes de septiembre de 1984
El Coto del Tabernáculo Mormón frecuentemente recibe la invitación de cantar en ocasiones especiales en distintas partes de los Estados Unidos, incluyendo en la toma de posesión del mando de un nuevo presidente. Invariablemente, el patrocinador del programa solicita que el coro cante el “Himno de Batalla de la República”.
Este grandioso himno fue compuesto por Julia Ward Howe, en la época de la Guerra Civil de los Estados Unidos, entre los Estados del Norte y los del Sur, durante los años 1861 a 1865. Ella había visitado un campamento de los soldados del Norte, hombres comunes que estaban atrapados en una causa que escapaba a su comprensión, una causa que estaba por encima de motivos casi imperfectos y de ambiciones mundanas. Por un momento pudo percibir la gloria que podría surgir de la angustia y la aflicción de esa terrible guerra, y escribió: “Mis ojos ya perciben la gran gloria del Señor. . . Avanza su verdad”.
Esta percepción de gloria inspiró a la gente y le dio la valentía extra que necesitaba para lograr sus metas.
Todos necesitamos valor para alcanzar nuestras metas; todos necesitamos percibir “la gran gloria del Señor”, tener una visión de la eternidad.
Los pioneros Santos de los Últimos Días deben de haber percibido esa eternidad. Pensemos por un momento lo que en realidad significó ser pionero; pensemos en cómo deben de haberse sentido los Santos en Nauvoo al contemplar, a través del congelado río, sus acogedoras casas, después de haber sido desposeídos de ellas. Pensemos lo que debe de haber sido para una de mis tías abuelas que a los cinco años de edad caminó desde Wlnter Quarters, Nebraska, hasta el Valle del Gran Lago Salado, en Utah. Imaginemos lo que sería caminar detrás de las carretas o al frente de los carros de mano, por los polvorientos senderos. Imaginemos lo que significaría andar por el desierto durante seis meses; a las madres que dieron a luz a sus hijos en las llanuras, y su terrible angustia cuando tenían que sepultar sus tiernos cuerpecitos en una tumba de poca profundidad, y cubrirla de rocas y alejarse con una oración en el corazón rogando que los lobos no los destrozaran.
¿Qué pudo haber motivado a esas personas a continuar bajo semejantes circunstancias? Nadie los obligaba a hacerlo; podrían haber regresado. Hubo muchos que hicieron las paces con las chusmas que perseguían a los santos, y no emigraron al Oeste. ¿Qué fue lo que motivó a los santos fieles a hacer lo que hicieron? Creo que la razón es que sus ojos habían percibido la gloria del reino de Dios. Cuando Brigham Young lo vio, el Valle del Lago Salado no estaba cubierto por las casas, Iglesias y templos que él sabía que algún día habría allí. Pero él tuvo una visión de la gloria y nunca dudó al respecto. Tampoco estuvo solo, porque, a su manera, todos habían visto la gloria del reino, y fue precisamente esa visión lo que los llevó a través de los llanos. Tuvieron que haber visto la gloria; ésta fue su visión y testimonio.
Otro ejemplo que significa mucho para mí es el de mi tatarabuela. Ella se crió en una región muy linda de Inglaterra, un lugar de verdes y onduladas colinas. Sus padres no eran ricos, pero disfrutaban de un bienestar económico considerable para la época; aun así, dejaron todo eso para atravesar el Océano Atlántico, no en un avión de propulsión a chorro ni en un transatlántico moderno, sino que, con un grupo de santos, pudieron alquilar una embarcación en Liverpool, Inglaterra. Lo único que había disponible era un barco que habría de ser abandonado, pero convencieron a los dueños de que se los alquilara para un último viaje a través del Atlántico. Los dueños del barco pensaron; “Bueno, puede ser que llegue». Consiguieron a un capitán y una tripulación que estaba dispuesta a navegar en la vieja y agujereada embarcación.
Cuando habían estado en alta mar por una semana, se desató una terrible tormenta. Como el capitán no quería que el grupo de asustados pasajeros Interfiriera con su tripulación durante la tormenta, simplemente cerró la escotilla para asegurarse de que aquéllos permanecieran en la bodega, bajo la cubierta. De esta manera, no había forma de escapar.
Abajo, en la oscuridad, las cuerdas que ataban los pesados baúles con las posesiones de los santos se rompieron, y los baúles empezaron a deslizarse de un lado al otro de la cabina, de modo que los pasajeros tenían miedo de bajar de las literas y lastimarse las piernas en la oscuridad. Habían llevado a bordo los utensilios de cocina, y todos los platos, fuentes, ollas, etc., rodaban por el suelo, haciendo un estruendo casi tan fuerte como el griterío de los niños que, aterrados en medio de aquella negrura, lloraron toda la noche.
Cuando cesó la tormenta y los santos pudieron subir a cubierta, lo primero que hicieron fue efectuar un servicio religioso para dar gracias al Señor por haberles salvado la vida. Esto impresionó tanto al viejo capitán del barco,’ que, después que los oyó cantar himnos y ofrecer oraciones, les dijo: “Ustedes deben de adorar a un Dios que de veras los quiere, porque a estas alturas era como para que todos estuvieran en el fondo del mar. Durante toda la noche entró agua en el barco y los marineros, se pasaron, con ésta hasta la rodilla, sacándola para salvarse la vida, mientras el barco andaba a la deriva en plena tormenta.”
Todos sabían de antemano que correrían ese riesgo. ¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué hace la gente cosas como ésa? Creo que ellos percibían la gloria del reino de Dios, y que hay mucha gente que hace cosas heroicas porque, quizás por un momento, ha percibido la importancia de un ideal.
Dedicamos la mayor parte de nuestra vida a hacer tareas comunes, cosas de todos los días: estudiar, Ir de la casa al trabajo y viceversa, limpiar la casa, lavar ropa y todas esas cosas’ que parecen tan monótonas, aburridas y sin atractivo de ninguna clase. Pero de vez en cuando algunos captan la visión de lo que realmente están haciendo, y es eso lo que los hace alcanzar alturas absolutamente sobrehumanas. Estos son los que reflexionan con gran admiración acerca de la historia, y éstos son los que han hecho posible que nosotros disfrutemos de las bendiciones del evangelio bajo circunstancias tan favorables. Deberíamos estarles eternamente agradecidos por ello.
Espero que todos podamos decir que, de alguna manera, hemos visto la gloria. Hay muchas clases diferentes de gloria que podemos ver, pero todas son un reflejo de la de nuestro Padre Celestial.
A veces vemos la gloria a través de los logros de los hijos de Dios. Cualquier cosa buena que sea concebida y lograda por la mente y la mano del hombre es un testimonio de la mente y la mano de nuestro Creador. En mi trabajo en la NASA (Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio) he visto esta clase de gloria en muchas oportunidades.
Por supuesto que es una buena costumbre mantener los logros del hombre en perspectiva. Sólo tenemos que mirar al cielo nocturno para ver hasta qué grado la obra de nuestro Padre supera a la nuestra. De hecho, con frecuencia he visto esa gloria a través de las bellezas del mundo que nuestro Padre Celestial creó para nosotros.
Las reuniones de capacitación y los experimentos con los contratistas de la NASA me requieren hacer muchos viajes. Para ello, la NASA me ha proveído de un avión a chorro T-38, el cual piloteo como parte de mi entrenamiento como astronauta. Muy a menudo voy al trabajo en avión a una velocidad un poquito menor que la del sonido, y a una altura de 14.000 metros, a donde no llegan los aviones de las aerolíneas comerciales. Tampoco hay montañas que esquivar y, mientras vuelo, me gusta leer Doctrina y Convenios. A veces el cielo está despejado, y entonces la vista es fantástica.
En una oportunidad, pude abarcar una sexta parte de los Estados Unidos con una mirada, y puedo asegurar que es una manera impresionante de ver un país. Desde esa altura no se ve la basura esparcida por las calles; no se oyen las discusiones familiares; y no se está al tanto de los divorcios, la discriminación y la pobreza que nos rodean, sino que es una escena hermosa y maravillosa. Se ve el mundo tal como el Señor lo creó.
Una noche estaba volando sobre la costa oriental de los Estados Unidos a 14.000 metros de altura. Había habido una tormenta grande que había purificado completamente el aire. Toda la costa parecía un gran manto de terciopelo negro sobre el cual alguien hubiera dejado caer puñados de diamantes.
Pero tal vez aún más emocionante que las maravillas de la naturaleza sea la gloria que vemos en la vida de los hijos de nuestro Padre Celestial. Fue en la asamblea solemne en la que el presidente Harold B. Lee fue sostenido como el nuevo Presidente de la Iglesia donde tuve una manifestación espiritual de que ese hombre era un Profeta de Dios, como lo fueron Abraham, Isaías, Pedro, etc. Esas pequeñas revelaciones pueden ayudarnos a trabajar arduamente en el programa de orientación familiar, así como en otras responsabilidades que tampoco se destacan mucho dentro de la Iglesia.
Solía Ir a las reuniones de NASA, en Blnghamton, Nueva York, donde construyen naves para vuelos simulados.
Allí visitaba un pueblo pequeño y abandonado llamado Harmony, en Pensllvanla. Por allí cerca se encuentra el Río Susquehanna, donde hay secciones en que no se ve ni una sola casa, ni vías ferroviarias ni postes telefónicos. No hay nada que lo haga parecer diferente de lo que era cuando José Smith y Oliverio Cowdery estuvieron allí. Uno puede caminar a la orilla del río y decir: “Me pregunto en qué lugar Juan el Bautista les enseñó a bautizarse el uno al otro; en cuál de estas pequeñas colinas o arboledas aparecieron Pedro, Santiago y Juan para ordenarlos al Sacerdocio de Melquisedec”. Allí, uno puede sentir un poquito del espíritu de esos maravillosos acontecimientos.
También he visitado el valle de Adán-ondl-Ahman, al oeste de Misurí, en donde tuve la misma sensación de esa gloria. Las profecías nos dicen que, algún día, allí se llevará a cabo una reunión muy especial, en la cual Adán, que presidirá dicha reunión, pedirá informes de todas las dispensaciones. Entonces aparecerá el Salvador, y Adán le entregará el’ reino para el Milenio. Esa será una reunión muy privada, y es probable que sólo unos cuantos poseedores del sacerdocio se enteren de ella, pero allí uno puede sentir la importancia de ese lugar.
No todas las personas pueden percibir la gloria de Dios. Por ejemplo, hacia fines del siglo pasado un señor llamado Wrlght, líder religioso en la comunidad de Elkhart, estado de Indiana, recibió la visita de un profesor llamado Kelly, maestro de la localidad que estaba tratando de recabar fondos para investigaciones técnicas y quería que Wright le ayudara. En su entrevista le dijo que si la gente concentraba sus esfuerzos por superarse desde el punto de vista industrial y técnico, podría lograr adelantos increíbles para elevar su nivel de vida, y señaló algunos de ellos: Dijo que el hombre podría alargar la duración de su vida, construir casas con comodidades extraordinarias, y que hasta era posible que algún día pudiese llegar a volar como los pájaros. A todo esto, Wrlght le contestó:
“Lo que usted está diciendo es profano. Yo no voy a ayudarlo. Váyase a su casa y ore pidiendo perdón. El pensar que un hombre pueda volar como un pájaro es desafiar la voluntad de Dios.”
Wright tenía dos hijos, Wilbur y Orville, que tuvieron su propia visión de la eternidad y construyeron el primer aeroplano que voló, piloteado por ellos mismos, en el año 1903.
A veces las personas no ven la gloria y otras veces la ven falsificada; desperdician toda su vida buscando El Dorado y la fuente de la eterna juventud; persiguen una Imagen y buscan una Imitación en lugar de algo de valor real.
Esperemos que podamos ver la verdadera gloria y captemos el verdadero espíritu. Es posible que esta generación, que espero sea también la mía, viva para ver la segunda venida del Salvador. Tal vez pasemos por pruebas y adversidades que hagan parecer que el cruzar las llanuras o el hacer un viaje a través del Océano Atlántico en un barco agujereado fuera una empresa fácil. Para poder mantenernos firmes en tales tiempos, necesitamos tener una visión de la gloria de Dios. SI así lo hacemos, si podemos contemplar la gloría del evangelio, de la Segunda Venida, del reino milenario, del reino celestial, esto podrá darnos la entereza y la fuerza que necesitaremos para atravesar nuestros desiertos y soportar el polvo del camino en la cara. Es posible que tengamos que enterrar a nuestros hijos en la llanura o enfrentar cualquier otra tribulación que la vida nos depare; tendremos adversidades como toda generación ha tenido, y puede ser que tengamos más. Pero tendremos que percibir la gloria de Dios a fin de que nos dé la fortaleza que necesitaremos para enfrentar esas dificultades.
























