Octubre de 1985
Éstos son vuestros Días
Por el élder Neal A. Maxwell
Del Quórum de los Doce
El desear haber vivido en otra época, aunque es a veces comprensible, por lo general no es algo muy útil. Un personaje de la época del Libro de Mormón escribió: “Sí, si hubiesen sido aquellos días los míos, entonces mi alma se habría regocijado en la rectitud de mis hermanos” (Helamán 7:8). Sin embargo, ese líder llegó a saber cómo el llamamiento de Dios para servir en un período de tiempo en particular es tanto una parte de Su llamado como lo es llevar a cabo ciertos deberes en nuestros días.
Por lo tanto, juventud de la Iglesia, por llamamiento divino, ¡éstos son vuestros días! Viviréis en una época en que se están cumpliendo profecías, donde se está haciendo historia, de promesas especiales, de marcados contrastes, y de afirmaciones benditas.
En calidad de generación naciente, podréis, en mi opinión, evitar el error de algunos jóvenes de la antigüedad: “Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel” (Jueces 2:10).
Y de la misma manera, evitaréis el triste resultado que experimentó otra generación, acerca de la cual leemos: “Porque he aquí, tenían muchos hijos que crecieron y aumentaron en años hasta actuar por sí mismos, y unos. . . los indujeron… a unirse a esos ladrones de Gandiantón” (3 Nefi 1:29).
En igual forma veréis a algunos de vuestros amigos en la Iglesia, quienes han recibido la misma instrucción que vosotros, perderse, volverse disidentes, “olvidándose enteramente del Señor su Dios” (véase Alma 47:36).
Cuando tenía 18 años, fui, casi directamente de la graduación de la escuela secundaria, a la Segunda Guerra Mundial, y llevé conmigo una copia de carbón de mi bendición patriarcal, la cual se puso muy borrosa. La leía para recibir consolación y seguridad constantes cuando era un joven y temeroso soldado de infantería durante el combate de la Isla de Okinawa, en el Pacífico. Poco antes de esa experiencia, había sufrido una crisis en la escuela secundaria en lo relacionado con mi amor propio. El haber criado cerdos como parte de un proyecto de un club agropecuario no me ayudó mucho en mi vida social; tampoco lo hizo el hecho de tener severos problemas de acné; y como si eso fuera poco, por motivo de mi corta estatura, tampoco pude llegar a formar parte del equipo de baloncesto. Todas estas cosas se habían combinado para producir una intensa decepción personal, justo antes de partir hacia la guerra.
Pero a medida que me alejaba del hogar de mis padres, amorosos y buenos, sabía quién era y podía darme una idea de lo que el futuro me deparaba. Sabía, también, que el Señor me amaba, aunque en otros aspectos me encontraba inseguro y preocupado.
Algunos de vosotros, jóvenes que formáis parte de la creciente generación de los Santos de los Últimos Días, me dais la impresión de estar espiritualmente más adelantados, y de tener algunas de las cualidades de tres jóvenes llamados Sadrac, Mesac y Abednego. Estos jóvenes discípulos se negaron a postrarse y a adorar el ídolo de oro del rey Nabucodonosor. Cuando se encontraron ante la posibilidad de perder la vida en el incinerador, dieron una de las respuestas clásicas de toda la historia humana. Su fe incondicional y su confianza estaban completamente en el Señor. . . quien podría o no salvarlos, pero no importaba.
“He aquí nuestro Dios a quien servimos puede libramos del homo de fuego ardiendo; y de tu mano, o rey, nos librará.
“Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Daniel 3:17-18, cursiva agregada).
El Señor estará con vosotros a medida que hagáis frente a vuestros hornos de fuego. Y podéis estar seguros de que tales experiencias se presentarán, tal como lo dijo Pedro:
“Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese” (1 Pedro 4:12).
Entre las sugerencias que quiero haceros en éstos, vuestros días, están las siguientes:
- Aprended a desarrollar reflejos correctos, los cuales os ayudarán al enfrentar cada nueva tentación. Aquellos que tienen que decidir cada vez que se enfrentan a las tentaciones no solamente pierden tiempo, sino que hasta pueden perder sus almas.
- Aprended a distinguir entre el gozo y el placer. Por ejemplo, no dejéis que la risa del mundo os engañe; se trata solamente de un grupo solitario que trata de reconfortarse.
- Guardad la fe, y la fe os guardará.
- Divertíos sanamente, pero aprended la sobriedad del gozo.
- Sed diferentes del mundo para poder hacer la diferencia en él.
- Aprended a ver las drogas, el alcohol, la pornografía y la inmoralidad como lo que en realidad son: ataques directos y audaces en contra de vuestra libertad personal y de vuestras probabilidades de ser felices. Estas cosas destruyen el cuerpo y la mente; reducen a cenizas el discernimiento del alma. El celebrar malamente vuestra capacidad de sentir destruirá tal capacidad.
- No permitáis que vuestros estados de ánimo ataquen vuestras creencias. Lo que está escrito en el Libro de Mormón es cierto, sin importar lo que tengáis en vuestro calendario social.
- El tiempo sigue su marcha en vuestra vida, aunque seáis jóvenes. A medida que maduráis, las semanas se vuelven días, los meses semanas, y los años meses. Tarde o temprano diréis con Jacob, “nuestras vidas también han pasado como si fuera un sueño” (Jacob 7:26). Más aún, el tiempo pasa más rápidamente cuando nos encontramos felices y ansiosamente dedicados a algo: “Así sirvió Jacob por Raquel ‘ siete años; y le parecieron como pocos días, porque la amaba” (Génesis 29:20).
- Podéis saber por vosotros mismos que Jesús vive, que ésta es su Iglesia y que Su evangelio es verdadero. Pero hay sólo una forma, y no hay atajos ni caminos más fáciles: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta” (Juan 7:17).
- No siempre podréis explicar lo que os está pasando personalmente o lo que está pasando a vuestro alrededor. De allí la necesidad de una fe y una confianza profundas en nuestro Padre Celestial. Podéis aprender a decir con Nefi: “Sé que ama a sus hijos; sin embargo, no sé el significado de todas las cosas” (1 Nefi 11:17). Esto es todo lo que a veces podemos saber, ¡y sin embargo es suficiente!
Dios os ha llamado y puesto en la tierra en esta época y en estas circunstancias, y os conoce mejor que vosotros mismos y sabe lo que sois capaces de hacer. Sin embargo, Dios no se contentará con que permanezcáis como sois ahora, aunque seáis muy buenos, ¡porque Él sabe lo que podéis llegar a ser!
Tendréis suficientes desafíos y vuestros días serán como los días de Noé (véase Mateo 24:37^12). Pero ésta también será una época en que la Iglesia progresará y sus miembros estarán diseminados por toda la faz de la tierra (véase 1 Nefi: 4:14).
Se establecerán más y más estacas de la Iglesia, así como también más templos.
Sí, viviréis en una época en que la paz habrá sido quitada de la tierra (D. y C. 1:35). Pero podéis tener la paz de Dios en vuestros corazones y hogares —la cual sobrepasa todo entendimiento (véase Juan 14:27; Filipenses 4:7).
Sí, viviréis en una época en la cual, por motivo de la iniquidad, el amor de muchos se enfriará (véase Mateo 24:12). Pero aún podréis tener amor en vuestros corazones y en vuestros hogares.
Sí, viviréis en una época en la cual muchos, por causa de la iniquidad, se desesperarán por las circunstancias de la humanidad (véase Moroni 10:22). Pero podéis contaros entre el pueblo de Dios, que tendrá “por armas la justicia y el poder de Dios en gran gloria” (1 Nefi 14:14). El Señor estará en medio de todo su pueblo; lo guiará y a vosotros también.
“Y no podéis llevar ahora todas las cosas; no obstante, tened buen ánimo, porque yo os guiaré. De vosotros son el reino y sus bendiciones, y las riquezas de la eternidad son vuestras” (D. y c. 78:18).
“Y habrá grandes tribulaciones entre los hijos de los hombres, mas preservaré a mí pueblo” (Moisés 7:61).
Sí, viviréis en una época en la cual a muchos no les importarán las sagradas Escrituras (véase Moisés 1:41); pero veréis cómo las Escrituras —tanto antiguas como modernas— crecerán juntamente (véase 2 Nefi 3:12), especialmente a medida que aprendáis a usarlas.
Sí, también viviréis en una época en la cual más y más gente considerará a Jesús como “cosa de ningún valor” (1 Nefi 19:9); algunos lo considerarán como un simple hombre (véase Mosíah 3:9); pero vosotros podéis considerarlo como vuestro Pastor y Modelo. Por otra parte, Su mandamiento para vosotros es que lleguéis a ser “aun como yo soy” (3 Nefi 27:27).
























