Conferencia General Abril 1970
El día en que vivimos

por el élder Harold B. Lee
Primer Consejero en la Primera Presidencia
y Presidente del Consejo de los Doce
Hago eco a los sentimientos de mi amado colega, el hermano Kimball, al dar la bienvenida a nuestro círculo de Autoridades Generales a nuestros queridos asociados: el hermano Boyd K. Packer, Joseph Anderson, David B. Haight y William H. Bennett. A medida que lleguéis a conocerlos como nosotros los conocemos, sentiréis una gran fortaleza bajo su dirección.
No podemos dejar pasar este momento sin recordar a nuestro amado presidente McKay, así como a usted, hermana McKay, si nos está escuchando; y a la familia extraordinaria que ambos tienen extendemos nuestro amor y bendiciones, ahora que pasamos a otra era en la historia de la Iglesia.
Hoy día, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días principia un nuevo capítulo en sus 140 años de historia desde su organización en ésta, la dispensación del cumplimiento de los tiempos, a la cual se hace referencia en las Escrituras.
Otro Profeta, nuestro noble presidente David O. McKay, ha sido llamado para dar un informe sobre su función como cabeza terrenal de la Iglesia. Después del fallecimiento de su profeta-líder, siempre han ocurrido grandes acontecimientos, tanto en la Iglesia como en el mundo; me he preguntado si será porque el informe del profeta a nuestro Creador ha tenido gran significado en los asuntos de los hombres aquí en la tierra.
La transición, al hacer el cambio de administración de la Iglesia, se efectúa mediante un procedimiento único y un plan ordenado que evita, como dijo el élder Kimball, la posibilidad de utilizar proyectos políticos o métodos revolucionarios que podrían causar mucha confusión y frustración en la obra del Señor.
El presidente David O. McKay y todos los que le precedieron como presidentes de la Iglesia, nos han legado ricos tesoros de sabiduría y conocimiento. Con el fallecimiento de cada uno de ellos, el corazón de un pueblo agradecido ha sido, en un sentido figurado, arrebatado con el que se iba. Los registros de su vida y obras, sus palabras y sus ministerios son afortunadamente libros de lecciones, documentados en la historia escrita de la Iglesia y en las memorias de aquellos que los han seguido, Dios bendiga ese legado para los fieles de todas partes. Después de todo, sus registros más ilustres quedarán escritos en el corazón de aquellos a quienes diligentemente trataron de servir.
Quizás a muchos miembros de la Iglesia y otras personas que estén escuchando estos servicios, les servirá de instrucción e inspiración que diga algo concerniente a la reorganización de la Iglesia después del fallecimiento del Presidente.
Para aquellos que hacen la pregunta: «¿Cómo se escoge o se elige al Presidente de la Iglesia?», la respuesta correcta y sencilla deberá ser la mención del quinto Artículo de Fe: «Creemos que un hombre debe ser llamado por Dios, por profecía y por la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad para predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas.» El comienzo del llamado de aquel que será el Presidente de la Iglesia, realmente principia cuando es llamado, ordenado y apartado como miembro del Quórum de los Doce Apóstoles. Dicho llamamiento mediante la profecía, o en otras palabras, por la inspiración del Señor sobre aquel que posee las llaves de la Presidencia, y la subsiguiente ordenación por la imposición de manos por esa misma autoridad, coloca a cada apóstol en un quórum de doce hombres que poseen el apostolado.
Cada uno de los apóstoles ordenado de esta manera, bajo las manos del Presidente de la Iglesia que posee las llaves del reino de Dios en unión con todos los otros apóstoles ordenados, le han dado la autoridad del sacerdocio necesaria para ocupar cualquier puesto en la Iglesia, aun el cargo en la Presidencia si fuese llamado por la autoridad presidente y sostenido por un voto de una asamblea constituyente formada por los miembros.
El profeta José Smith declaró que «donde no haya presidente, no habrá Primera Presidencia». Inmediatamente después del fallecimiento de un Presidente, el cuerpo que le sigue en rango, el Quórum de los Doce Apóstoles, llega a ser la autoridad presidente, convirtiéndose automáticamente el Presidente del mismo en el Presidente de la Iglesia en funciones hasta que oficialmente se ordene y se sostenga a éste en su oficio.
A principio de esta dispensación, a causa de ciertas condiciones, el Consejo de los Doce continuó presidiendo aproximadamente tres años antes de que se efectuara la reorganización. A medida que las condiciones en la Iglesia se fueron estabilizando, la reorganización se efectuó rápidamente después del fallecimiento del Presidente.
Todos los miembros de la Primera Presidencia y los Doce son sostenidos regularmente como «profetas, videntes y reveladores», como lo habéis hecho hoy día; lo cual significa que cualquiera de los apóstoles escogidos y ordenados, podría presidir en la Iglesia si fuera escogido por el cuerpo (lo cual, interpretado, significa el Quórum de los Doce íntegro), nombrado a ese oficio y ordenado y sostenido por la confianza, fe y oraciones de la Iglesia, citando de una revelación sobre este tema, con una condición, la de que fuera el miembro mayor o presidente de ese cuerpo (véase Doctrinas y Convenios 107:22).
Ocasionalmente se nos pregunta si alguna otra persona además de miembro mayor de los Doce podría ser Presidente. Reflexionando un poco sobre este asunto, sugeriría que otra persona además del miembro podría ser Presidente de la Iglesia únicamente si el Señor le revelara a este Presidente de los Doce que alguien, aparte de él, podría ser seleccionado.
El Señor le reveló al primer Profeta de esta dispensación el plan ordenado de la dirección de la Iglesia mediante una organización predeterminada del reino terrenal de Dios. Señaló estas guías específicas, a las cuales podríamos referirnos:
«Tres Sumos Sacerdotes, Administradores del Sacerdocio de Melquisedec, escogidos por el cuerpo, nombrados a este oficio y ordenados, y sostenidos por la confianza, fe y oraciones de la Iglesia, forman el Quórum de la Presidencia de la Iglesia.
«Los Doce Consejeros Viajantes son llamados para ser los Doce Apóstoles, o testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo—así se distinguen de los otros oficiales de la Iglesia en los deberes de su llamamiento.
«Y constituyen un quórum con igual autoridad y poder que el de los tres presidentes ya mencionados»(D. y C. 107:22-24).
Con referencia a este tema el cuarto Presidente de la Iglesia, Wilford Woodruff, hizo varias observaciones en una carta dirigida al presidente Heber J. Grant, en aquel entonces miembro de los Doce, con fecha del 28 de marzo de 1888; cito de dicha carta:
«. . . Cuando el Presidente de la Iglesia muere, ¿quién es entonces la Autoridad Presidente de la Iglesia? Es el Quórum de los Doce Apóstoles (ordenado y organizado mediante las revelaciones de Dios y nadie más). Entonces mientras estos Doce Apóstoles presiden la Iglesia, ¿quién es el Presidente de la misma? Es el Presidente de los Doce Apóstoles, que es virtualmente Presidente de la Iglesia, tanto mientras preside a los Doce hombres como cuando se organiza la Presidencia de la Iglesia, presidiendo sobre dos hombres.» Y este principio ha sido llevado a cabo por 140 años, desde la organización de la Iglesia. Entonces el presidente Woodruff continuó:
«En lo que a mí respecta, requeriría … una revelación del mismo Dios que ha organizado y guiado la Iglesia por inspiración en el cauce en que ha viajado durante 57 años, antes de que yo pudiera lanzar mi voto o influencia para alejarme de los senderos que siguieron los apóstoles desde la organización de la Iglesia, y seguidos por los apóstoles, mediante la inspiración del Dios Todopoderoso durante los últimos 57 años, como se encuentra registrado en la historia de la Iglesia.»
Este llamado de Joseph Fielding Smith para ser Presidente’ de la Iglesia encierra un significado especial: en una revelación dada al profeta José Smith, con referencia a Hyrum Smith, abuelo de Joseph Fielding Smith el Señor dijo:
«Además, de cierto os digo . . . mi siervo Hyrum … ocupe el oficio de Sacerdocio y Patriarca que por bendición y derecho le señaló su padre: «Para que desde ahora en adelante tenga las llaves de las bendiciones patriarcales sobre las cabezas de todo mi pueblo;
«Para que a quien él bendijera sea bendito, y a quien maldijera sea maldito; para que lo que ligare en la tierra sea ligado en los cielos, y lo que soltare en la tierra quede suelto en los cielos» (D. y C. 124:91-93).
Pero además de este oficio, se le otorgó otra investidura, la cual nunca ha sido dada a ningún otro patriarca de la Iglesia que le ha sucedido en este llamamiento adicional:
«Y desde ahora en adelante, lo nombro profeta, vidente y revelador para mi iglesia, junto con mi siervo José;
«A fin de que obre en concierto con mi siervo José y reciba consejo de él. Este le mostrará las llaves mediante las cuales puede pedir y recibir, y ser coronado con la misma bendición, gloria, honra, sacerdocio y dones del sacerdocio que en un tiempo se confirieron sobre aquel que fue mi siervo Oliverio Cowdery;
«Para que mi siervo Hyrum testifique de las cosas que le mostraré, a fin de que se guarde su nombre en honorable memoria, de generación en generación para siempre jamás» (D. y C. 124:94-96).
Su hijo Joseph F. Smith actuó como sexto Presidente de la Iglesia desde 1901 hasta 1918. Durante su niñez, el presidente Joseph F. Smith fue testigo de las penosas escenas de Missouri e Illinois. Después de que su padre, Hyrum, fue asesinado por un Populacho en Carthage, junto con su tío, José Smith el Profeta, el joven Joseph F., a pesar de que sólo contaba con nueve años de edad, condujo una yunta de bueyes a través de las praderas desde el río Missouri, arribando al Valle de Lago Salado en 1838. En 1852 falleció su madre, y dos años después, el joven salió a una misión a las Islas Hawaianas cuando tenía quince años de edad.
Esta es la fibra del linaje de Hyrum Smith, del cual desciende nuestro presidente, Joseph Fielding Smith. Confío en que los cielos se regocijen hoy día; y no tenga duda de que durante el ministerio de este buen hijo y nieto, aquellos que se hayan ido antes tendrán el privilegio de acercarse a su descendiente, a quien el Señor ha honrado con esta tremenda responsabilidad, no obstante su edad avanzada. No me sorprendería en absoluto si ellos se encuentran con nosotros en estos momentos.
He dicho a los miembros de la posteridad de Hyrum Smith, después que he mencionado la profecía a la cual he hecho referencia, que depende de ellos luchar con toda su alma para ser fieles a la sangre real de profetas de esta dispensación, que fluye por sus venas.
Los acontecimientos actuales me han traído algunas de las reflexiones más sensatas de toda mi vida. Durante las últimas diez semanas que han pasado desde la tremenda experiencia espiritual, en compañía de trece de mis hermanos poseedores del santo apostolado y en una habitación del Templo, donde los miembros de la nueva Presidencia de la Iglesia fueron escogidos y ordenados, he vivido mi vida entera en retrospección, y hasta cierto grado, los días futuros a la expectativa.
Durante estas semanas, he reconocido mis limitaciones y he comprendido más que nunca mi entera dependencia del Dios Todopoderoso, nuestro Padre Celestial, para recibir fortaleza más allá de mi fortaleza natural, sabiduría más allá de la sabiduría del hombre y percepción espiritual en los problemas que ahora podrían ser mis responsabilidades. Únicamente con la ayuda de Dios puedo empezar a desempeñar el puesto para el cual he sido escogido por el Presidente de la Iglesia y el Quórum de los Doce, y ahora sostenido por el vasto cuerpo del sacerdocio de la Iglesia así como por los miembros de la misma en este Tabernáculo, y por las muchas fieles personas que no se encuentran entre nosotros pero que han participado en los actos de esta asamblea solemne.
Me pongo casi a temblar el sentir mi propia imperfección cuando recuerdo a los grandes líderes de esta dispensación que nos han precedido en puestos de dirección. A medida que he pensado en esto, mediante largas horas de meditación y oración, siento la realidad del hecho de que uno, como yo, no ocupa el puesto de los que se han ido antes; aquellos que somos llamados a ocupar esta posiciones, simplemente llenamos las vacantes creadas con el correr del tiempo. Aquellos que han partido primero todavía mantienen sus lugares en los mundos eternos y en el corazón de los miles de personas a quienes han salvado.
Más que nunca, entiendo lo que el antiguo profeta sintió cuando su padre le dio la tarea, que parecía insuperable, de obtener las planchas de bronce que contenían las Escrituras de los profetas del Antiguo Testamento, como ahora las conocemos:
Nefi escribió acerca de dicha experiencia: » … yo, Nefi, me introduje en la ciudad y me dirigí a la casa de Labán.
E iba guiado por el Espíritu, sin saber anticipadamente lo que tendría que hacer» (1 Nefi 4:5-6).
Yo también siento eso ahora, muy profundamente. En muchas ocasiones debo ir, como lo hizo Nefi de antaño: siendo «guiado por el Espíritu, sin saber anticipadamente lo que tendría que hacer».
Con toda mi alma os dedico, fieles santos, toda mi fortaleza de cuerpo, mente y espíritu, dándome cabal cuenta, como lo enseñó el fiel rey Benjamín, de que a pesar que pasé mis días a vuestro servicio, no «deseo yo jactarme, pues sólo he estado en el servicio de Dios» (Mosíah 2:16).
Ruego fervientemente que yo también pueda aprender que cuando estoy a vuestro servicio, mis fieles hermanos, santos del Altísimo, sólo «estoy en el servicio de vuestro Dios», y mi Dios.
Os testifico, como lo ha hecho el Espíritu que ahora le testifica a mi alma, que se han encomendado a ésta, la verdadera Iglesia de Jesucristo en estos últimos días, las verdaderas doctrinas de la salvación mediante las cuales la humanidad puede ser redimida, a través de la expiación de nuestro Señor y Maestro, el Salvador del mundo. El Señor Jesucristo vive y preside desde su sagrada morada, éste, su reino de Dios en la tierra, mediante aquel que ha sido sostenido hoy día como vuestro Presidente, Profeta, Vidente y Revelador.
























