Los jóvenes de hoy

Conferencia General Abril 1971

Los jóvenes de hoy

harold b. lee

Por el presidente Harold B. Lee
Primer Consejero en la Primera Presidencia


Gracias, presidente Tanner.  Quisiera recordaros que esta mañana el hermano Marvin J. Ashton, en su muy excelente discurso, dijo que ningún hogar es un fracaso hasta que se da por perdido un hijo, una hija, un marido o una esposa.  No debemos darnos por vencidos, no importa cuán difícil sea la tarea de salvar a uno de los nuestros.

Horacio Mann, ese gran educador contemporáneo de Abraham Lincoln, relató que cuando fue el orador en la inauguración de una gran escuela para niños, en su discurso dijo: «Esta escuela ha costado cientos de miles de dólares, pero si ésta es capaz de salvar a un niño, valió la pena todo lo que costó».  Uno de sus amigos se acercó a él al terminarse la reunión y le dijo: «Se dejó llevar por su entusiasmo, ¿no es así?  Usted no puede pensar que si esta escuela salva a un solo niño, valdrá todo lo que ha costado.  Seguramente usted no quiso decir eso.»

Horacio Mann lo miró y dijo: «Sí mi amigo, valdría lo que costó si ese único niño fuera mi hijo; claro que lo valdría».

Yo quiero hacerles saber que valdría todo eso si el niño fuera mi nietecito, o alguno de los míos.  Y lo valdría, igualmente, si fuera uno de los suyos.

Conforme escuchaba esas palabras este día, me di cuenta que hubo un cúmulo de ‘preocupaciones acerca de las terribles situaciones a las que se enfrenta la juventud actual, y una súplica para los dirigentes adultos de enseñar a los dirigentes jóvenes, a los cuales se les pidió que no traten de hacerlo todo, sino que deleguen responsabilidades a otros jóvenes; y a los dirigentes adultos que no traten de imponer a los jóvenes responsabilidades sin asegurarse antes, de haberles enseñado principios correctos.

Encontré una declaración del finado presidente Dwight D. Eisenhower, en un ejemplar del Reader’s Digest de hace algunos años. El dijo: «Desgraciadamente, mucha gente en estos días ha llegado a confundirse tanto por los excesos de una pequeña minoría de jóvenes en los Estados Unidos, que no notan la decencia y la inteligencia de la inmensa mayoría. Esta es una gran injusticia para vosotros, jóvenes amigos y un perjuicio para los Estados Unidos».

El juez Lester H. Loble de Montana, quien ha hecho tanto por reprimir la delincuencia juvenil en su estado, ha dicho que el 97 por ciento de nuestros jovencitos de hoy, son tan buenos como los de cualquier generación anterior, pero el tres por ciento son unos pillos o algo peor.

Podría dar un paso más allá y decir que en muchas cosas, los jóvenes de ahora superan a los de mi propia generación. Ciertamente vosotros estáis mejor educados, mejor informados acerca del mundo, tenéis un concepto más amplio de la vida, de lo que teníamos nosotros a su edad.  Además, muchos de vosotros con los que he hablado —y yo hablo con cientos de jóvenes cada año, en reuniones estudiantiles y políticas por todas partes— tienen grandes ideales y una actitud moral y sana» (Thoughts for Young Americans.  Reader’s Digest.  Abril 1966 págs. 88-92).

Al leer esto, recordé una declaración hecha por el doctor Pisher, ex director educativo de los Boy Scouts de América cuando aquí, en el salón de asambleas, hizo una interesante observación.  El dijo: «Si la juventud actual no fuera mejor que la de hace dos generaciones, no serían ni la mitad de buenos de lo que son».  Si analizáis esto, creo que podréis comprender el por qué de esta observación.

Quiero concluir ahora, leyéndoos algo que significa ir más allá de lo que podemos para obtener un mejor desarrollo del maestro, capacitación de directivos o para proveer materiales de biblioteca, y esto fue dicho por el Señor en una gran revelación:

«Porque, he aquí, no conviene que yo mande en todas las cosas; porque aquel que es compelido en todo, es un siervo flojo y no sabio; por lo tanto, no recibe ningún galardón.

«De cierto os digo, los hombres deberían estar anhelosamente consagrados a una causa justa, haciendo muchas cosas de su propia voluntad, y efectuando mucha justicia;

«Porque el poder está en ellos, por lo que vienen a ser sus propios agentes.  Y si los hombres hacen lo bueno, de ninguna manera perderán su recompensa.

«Mas el que no hace nada hasta que se le manda, y recibe un mandamiento con corazón dudoso, y lo cumple desidiosamente, ya es condenado.

«Mando, y los hombres no obedecen; revoco, y no reciben la bendición.

«Entonces dicen en sus corazones: Esta no es la obra del Señor, porque sus promesas no se cumplen.  Pero ¡Ay de tales! porque su recompensa viene de abajo y no de arriba» (D. y C. 58:26-29, 32-33).

Hermanos del sacerdocio: en vuestro propio círculo, en vuestro propio hogar, en vuestras propias vidas, debéis hacer todo lo que esté a vuestro alcance por lograr transmitir vuestra rectitud.  Nuestro trabajo es buscar no al hombre que vemos actualmente sino al hombre que puede ser.  Esto es un poco difícil de comprender para algunas personas; pero cuando encontréis a ese hombre y lo incorporéis a vosotros, entonces estaréis preparados para salir a buscar a los demás.  Ruego que el Señor pueda ayudaros a encontrar a ese hombre y llevarlo al grupo, entonces estaréis preparados para encontrar otros a vuestro alrededor, y entonces, estaremos en camino hacia un glorioso futuro.

Que el Señor pueda ayudarnos a hacerlo así, lo ruego humildemente en el nombre del Señor Jesucristo.  Amén.

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