Canarios con alas grises

Conferencia General Abril 1973

Canarios con alas grises

Thomas S. Monsonpor el élder Thomas S. Monson
Del Consejo de los Doce
Liahona Noviembre 1973


Hace unos veintitrés años, siendo yo joven, fui llamado a servir como obispo de un barrio grande de la ciudad de Lago Salado. La magnitud del llamamiento era abrumadora. Mi insuficiencia me humillaba; pero mi Padre Celestial no me permitió vagar en la obscuridad y en el silencio sin guía ni inspiración, y reveló por sus propios conductos las lecciones que quería que aprendiese.

En cierta ocasión, a medianoche, recibí una llamada telefónica; alguien me llamaba para decirme:

«Obispo Monson, lo llamamos del hospital. La señora Karthleen Mckee, miembro de su congregación, acaba de fallecer. Nuestros registros revelan que ella no tenía ningún pariente cercano, y su nombre aparece como el de la persona a la cual notificar en caso de muerte. ¿Podría usted venir inmediatamente al hospital?»

AL llegar allí, se me entregó un sobre sellado que contenía la llave del modesto departamento en que había, vivido Kathleen Mckee, viuda, sin hijos, de setenta y tres años de edad, había disfrutado de pocas de las comodidades de la vida y poseído apenas lo suficiente para sus necesidades, en el ocaso de su vida había llegado a ser miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. Habiendo sido una persona callada y sumamente reservada, se sabía poco de su vida.

Aquella misma noche fui hasta su limpio departamento ubicado en un sótano; al entrar y encender la luz descubrí al momento la hoja de papel escrita por la propia y siempre tan meticulosa mano de Kathleen Mckee, que se hallaba a la vista sobre una pequeña mesa y decía:

«Obispo Monson:

Creo que no regresaré del hospital. En el cajón del tocador hay una pequeña póliza de seguro que cubrirá los gastos del funeral. Los muebles pueden repartirse entre mis vecinos.

En la cocina están mis tres preciosos canarios. Dos de ellos son hermosos, de color amarillo oro y de distinguidas formas; en sus respectivas jaulas anoté los nombres de los amigos a quienes deseo se den. En la tercera jaula esta «Billie», es mi preferido. Billie tiene una apariencia un tanto desaliñada y el matiz amarillo de su plumaje está manchado con salpicaduras grises. ¿Lo aceptaría usted y su familia en su hogar? No es el más hermoso, pero su canto es el mejor.»

En los días que siguieron aprendí mucho más en cuanto a Kathleen Mckee, ella había protegido a muchos vecinos que se hallaban necesitados, había animado y consolado casi diariamente a un inválido que vivía en su misma calle. La verdad, había alegrado todas las vidas que había tocado. Kathleen Mckee, tenía mucho de «Billie», su querido canario de plumaje manchado, no fue bendecida con la belleza dotada de una graciosa figura y sin embargo, su canto ayudó a otros a sobrellevar más fácilmente sus cargas así como realizar con mayor gusto y habilidad sus tareas. Vivió el mensaje que comunica la siguiente estrofa de una canción;

«Ve y alegra al que la tristeza y la melancolía embarga;
ve y consuela al que desalentado lágrimas vierte.
Ve por tu sendero buenas obras dispersando,
y haz de esta tierra un mundo de alegría.
—Deseret Sunday school Softgs, 1907. No. 197 (Traducción libre)

El mundo está lleno de canarios amarillos con las alas manchadas, lo triste es que muy pocos han aprendido a cantar. Quizás las claras notas del debido ejemplo no han resonado en sus oídos ni encontrado albergue en sus corazones.

Algunos son personas jóvenes que no saben quiénes son, ni lo que pueden ser, ni siquiera lo que quieren ser. Tienen miedo, pero no saben de qué; están enojados, pero no saben con quién. Son rechazados, y no saben por qué. Todo lo que desean es ser alguien.

Otros se sienten abatidos por la edad, abrumados por las preocupaciones, o llenos de dudas, llevando una vida que se clasifica muy por debajo del nivel de sus capacidades.

Todos nosotros tenemos la tendencia a hallar excusas ante nuestras realizaciones mediocres, culpamos a nuestros infortunios, nuestras desfiguraciones o nuestras así llamadas incapacidades físicas. Víctimas de nuestra propia justificación nos decimos silenciosamente: «Simplemente soy demasiado débil», o «no estoy hecho para cosas mejores.» Otros se remontan más allá de nuestras escasas realizaciones y entonces la envidia y el desaliento cobran su peaje.

¿Es que no podemos apreciar que nuestra verdadera tarea en la vida no es ganar la delantera a los demás, sino a nosotros mismos? Romper nuestros propios récords, aventajar nuestro ayer con nuestro hoy, soportando las pruebas de una manera mejor, más hermosa que lo que jamás soñamos que podría ser, dar como nunca hemos dado, realizar nuestro trabajo con mayor vigor que nunca. . .esta es la verdadera idea: aventajarnos a nosotros mismos.

A fin de vivir más plenamente debemos desarrollar la capacidad de enfrentar los problemas con valor, la desilusión con jovialidad, y el triunfo con humildad. Preguntaréis «¿Cómo podemos alcanzar estas metas?» y os respondo: «¡Obteniendo una perspectiva real de lo que verdaderamente somos!» Somos hijos, e hijas de un Dios viviente a cuya imagen hemos sido creados. Pensad en esa verdad «Creados a la imagen de Dios.» No podemos sostener sinceramente esta convicción sin experimentar una profunda y renovada sensación de fortaleza y poder de vivir los mandamientos de Dios, el poder de resistir las tentaciones de Satanás

Cierto, vivimos en un mundo donde el carácter moral queda muchas veces relegado a una posición secundaria a la belleza del rostro o el encanto personal. Leemos y escuchamos de concursos de belleza locales, nacionales e internacionales. Multitudes rinden honores a la «‘Miss Estados Unidos», a la «Miss Universo». Las proezas atléticas también tienen su séquito. Los juegos Olímpicos mundiales, los torneos de alcance internacional, traen consigo el ruidoso aplauso de entusiastas multitudes. ¡Tales son las vías de los hombres!

¿Pero cuáles son las palabras inspiradas de Dios? Desde tiempos remotos hace eco en nuestros oídos el consejo de Samuel el profeta:

“… Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón (1 Samuel 16:7).

La farsa y la hipocresía no encuentran lugar con el Rey de reyes y Señor de señores. El denunció a los escribas y los fariseos por sus vidas superficiales y vanidosas, su rectitud simulada y fingida; Los llamó «sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos» (Mateo 23:27).

Ellos como los hermosos canarios amarillos eran exteriormente hermosos, mas el canto de los corazones no era sincero.

A los profetas de este continente, un Profeta de Dios declaró:

«Porque he aquí, amáis el dinero, vuestros bienes, vuestros costosos vestidos y el adorno de vuestras iglesias, más de lo que amáis a los pobres, a los necesitados, a los enfermos y a los afligidos. . .

«¿Por qué os avergonzáis de tomar sobre vosotros el nombre de Cristo?. . . «¿Por qué os adornáis con lo que no tiene vida, y sin embargo; permitís que el hambriento, el necesitado, el desnudo, el enfermo y el afligido pasen a vuestro lado sin hacerles caso?» (Mormón 8:37-39)

El Maestro se juntó con el pobre, el esclavizado el oprimido y el afligido; llevó esperanza al desesperado, fortaleza al débil y libertad al cautivo. Enseñó de la vida lo mejor que ha de venir, aun la vida eterna. Este conocimiento siempre guía a aquellos que dan cabida al divino mandato:

«Sígueme» Este guió a Pedro, motivó a Pablo, y puede determinar nuestro destino personal. ¿Podemos tomar la determinación de seguir en rectitud y verdad al Redentor del mundo? Con su ayuda el joven rebelde puede llegar a ser un hombre obediente, una joven descarriada puede desechar su antiguo yo y comenzar de nuevo. En verdad el evangelio de Jesucristo puede cambiar la vida de los hombres.

En su epístola a los corintios, el apóstol Pablo enseño: ‘ . . . lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte» (1 Corintios 1:27).

Cuando el Salvador buscó un hombre de fe, no lo seleccionó de entre la muchedumbre de individuos pagados de su propia rectitud que se encontraban regularmente en la sinagoga, sino que lo llamó de entre los pescadores de Capernaum.

Mientras enseñaba junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago. Entrando en una de ellas pidió al dueño que la apartasen un poco de tierra y enseñaba desde la barca a fin de no ser apretujado por la multitud. Cuando terminó de hablar, dijo Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.» Simón respondió: «Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces… Viendo esto, Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor porque soy hombre pecador» (Lucas 5:4-6,8).

Pero Jesús dijo a Simón: «No temas: desde ahora serás pescador de hombres» (Lucas 4:10). Simón el pescador había recibido su llamamiento. El dudoso, incrédulo, indocto, inexperto e impetuoso Simón no encontró en la vía del Señor un camino fácil ni un sendero libre de dolor; había de escuchar la represión: «¡Quítate de delante de mí, Satanás; me eres tropiezo . . .!” (Mateo 16:23). Sin embargo, cuando el Maestro le preguntó: «…¿quién decís que soy yo?» Pedro respondió: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (Mateo 16:15,16).

Simón, el hombre dudoso había llegado a ser Pedro, apóstol de fe; un canario de plumaje manchado se hizo digno de la plena confianza y el amor permanente del Maestro.

Cuando el Salvador iba a escoger un misionero lleno de fervor y de poder, no lo encontró entre sus partidarios sino en medio de sus adversarios.

Saulo de Tarso perseguía a la iglesia y estaba lleno de amenazas de muerte contra los discípulos del Señor. Pero esto era antes de la experiencia que vivió en el caminó a Damasco. De Saulo, el Señor declaró: ‘ . . .instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes y de los hijos de Israel;…le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre» (Hechos 9:15-16).

Saulo el perseguidor se convirtió en Pablo el proselitista. Como el canario manchado, también Pablo tuvo sus defectos. El mismo dijo: «Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, . . .respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad»… (Corintios 12:7-9).

Tanto Pablo como Pedro dedicaron su vigor y perdieron la vida en la causa de la verdad. El Redentor escogió hombres imperfectos para enseñar el camino a la perfección. Así lo hizo en aquel entonces y así, lo hace ahora; aún escoge canarios amarillos cuyo plumaje está salpicado de manchas grises.

El os llama a vosotros y a mí a servirle aquí y nos establece las tareas que desea realicemos. El cometido es absoluto y no existe conflicto de conciencia. Y si en nuestra lucha llegásemos a tropezar, entonces imploremos: «Guíanos, oh, guíanos, gran Moldeador de hombres, sácanos de la obscuridad para comenzar nuevamente la lucha» (De la «Fight Song», Canción (de la Lucha, del «Yonkers High School).

Si la tarea que nos ha sido asignada nos parece insignificante, innecesaria, inadvertida, podríamos llegar a preguntarnos:

Padre, ¿Dónde mi obra hoy realizaré?
¿Y en qué lugar mi amor derramaré?
Entonces, un lugar pequeño El me indicó,
y me dijo: «Allá, ve a servir allá.»

Mas con prisa respondí: «¡Oh, no, allá no!
pues nadie me verá allá, mis esfuerzos no se verán;
no, lugar tan pequeño no puedo aceptar.»
Y sin reproche ni severidad, me respondió

¡Oh, pequeño!, a tu corazón pregunta,
si es tu obra para mí o para los demás;
No olvides cuán pequeñas aldeas fueron
Nazaret y Galilea
—Meade MacGuirre (Traducción libre)

Mi oración hoy es que en verdad sigamos a ese Hombre de Galilea, que  alabemos su nombre, que ordenemos nuestra vida de tal manera que reflejemos nuestro amor; que recordemos que Dios nuestro Padre, nos dio su Hijo y que Jesucristo dio su vida por nosotros. Doy testimonio de que El vive y ruego que podamos ser dignos de tan divino don, en el nombre de Jesucristo el Señor. Amén.

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1 Response to Canarios con alas grises

  1. Avatar de magdalena190592 magdalena190592 dice:

    gracias , hoy atraves de este discurso dios me contesta,
    el amor del padre es grande

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