Conferencia General Octubre 1974
Conozcamos a Dios

por el élder Howard W. Hunter
Del Consejo de los Doce
Esta es la temporada del año cuando nos reunimos para la conferencia general de la Iglesia en este gran e histórico Tabernáculo, construido por los primeros pioneros y colonizadores en lo que era entonces un valle desierto de las inexploradas montañas del oeste. A esta conferencia ha venido gente de todo el mundo; de muchas muchas naciones. Es glorioso ver esta gran asamblea. Algunos están usando audífonos, escuchándolo todo en su propio idioma, pues aunque nosotros estamos hablando en inglés, está siendo traducido instantáneamente para ellos, dándonos un entendimiento común a todos.
Hace pocos años no hubiera sido posible tener esta comunicación simultánea para los múltiples idiomas de esta asamblea, ni tampoco habría sido posible viajar de las distintas partes del mundo en las pocas horas que hemos necesitado para venir aquí. Nos maravillamos de las conveniencias modernas y de los avances de la ciencia en nuestros días. El hombre en su búsqueda del progreso ha alcanzado lo que era desconocido en años anteriores y ha llegado a ser el amo de los elementos de la tierra y de las fuerzas de la naturaleza.
El avance acelerado de la ciencia, trayendo al uso diario los progresos de nuestro mundo moderno, está haciendo tambalear a la mente humana, aunque nosotros sepamos que es el resultado de la aplicación de leyes naturales o sea la ley de Dios. Muchos desarrollos científicos modernos aparecen sorprendentes y hasta milagrosos, aun sobrepasando muchos de los milagros que aparecen en la Biblia en el Antiguo y Nuevo Testamentos. Pero, tan maravilloso como aparecen algunos de estos descubrimientos, rápidamente caen al uso diario y son aceptados como cosas comunes. El conocimiento del hombre ha crecido rápidamente y la investigación científica se ha acelerado en proporciones nunca antes conocidas en la historia del mundo. Esto ha venido por medio del esfuerzo concentrado del comercio, la industria, el gobierno y las instituciones educativas. Una gran parte de la riqueza del mundo y de sus ingresos están dedicados a este propósito y cientos de miles de hombres y mujeres alrededor del mundo están dedicando tiempo y esfuerzo a la extensión del conocimiento humano, así como su comprensión de la ciencia por medio de la investigación. El empeño por conocer las leyes del universo, las cuales sabemos han existido siempre, han alcanzado nuevas alturas y la investigación continúa aumentando en esta búsqueda de la verdad.
La ciencia está proveyendo cosas maravillosas para dar facilidad y comodidad al hombre en este mundo moderno y está creando el más alto estándar de vida jamás conocido antes. Porque estamos provistos de todo lo necesario y de los lujos de la vida, ¿nos alejaremos de Dios y las enseñanzas de nuestra religión y el evangelio de Jesucristo? Con el avance de conocimientos ha nacido una confianza sobre los principios científicos de prueba y, como consecuencia, hay algunos que no creen en Dios porque su existencia no puede ser substanciada por tal prueba. En realidad, la inversión científica es un esfuerzo para certificar la verdad, y el mismo principio que se aplica a este propósito se usa en la búsqueda para establecer la verdad de la religión también.
Cuando Jesús habló a la multitud reunida en el Monte, les dijo:
«Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá;
«Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá» (Mateo 7:7-8).
Esta parece ser una amonestación para investigar con determinación y buscar empeñosamente la verdad. Esto es tan aplicable a la religión, como lo es a la ciencia, el proceso es el mismo en cualquier caso. La búsqueda puede requerir toda una vida para examinar el material necesario, descartar todo lo que pruebe ser falso v aislar la verdad cuando se encuentre.
Tan importante como las investigaciones científicas pueden ser, la más grande investigación es una búsqueda de Dios para determinar su realidad, sus atributos personales, y asegurarse un conocimiento del evangelio de su Hijo Jesucristo. No es fácil encontrar un entendimiento perfecto de Dios. La búsqueda requiere un esfuerzo persistente y hay algunos que nunca se mueven en busca de ese conocimiento. En lugar de hacer el esfuerzo por entender, ellos siguen el curso opuesto, el cual no requiere esfuerzo, y negando así la existencia de Dios. Un escritor lo ha establecido de esta manera:
«Hay músicos, pero la mayoría dé nosotros no somos músicos, a algunos les falta talento musical, pero a la inmensa mayoría le falta inclinación. Pero de aquellos que son musicalmente talentosos, ninguno ha llegado a ser un gran músico sin años de persistente y continua práctica. Los grandes ejecutantes continúan con largas horas de práctica, aun cuando ya su reputación sea internacional . . .Ningún atleta llega a ser notable, ningún orador llega a ser grande, ningún abogado llega a ser renombrado, excepto por la práctica persistente y muchas, pero muchas horas de trabajo duro. . .Qué tontería sería para mí cerrar mis ojos y mis oídos, y decir, que los músicos no existen solo porque yo no tengo talento suficiente para ser músico; que no existen los Edison porque yo no puedo ser un inventor; que no existen los artistas por que yo no tengo talento y la inclinación para llegar a serlo; «No nos dice la razón que es igualmente tonto para un hombre declarar que no existe Dios simplemente porque él no lo ha descubierto.»
«El que no hace esfuerzo alguno por aprender de la existencia de la Deidad, no aprenderá en esta vida que hay una Deidad. Pero su ignorancia no lo garantiza para declarar que no existe Dios» (Joseph F. Merrill, The truth-Seeker and Mormonism. Deseret Book Co. págs. 76-77).
Tanto para buscar conocimiento de las verdades científicas, como para tratar de descubrir a Dios, uno debe tener fe. Este debe ser el punto de partida. La fe ha sido definida en muchas maneras, pero su definición más clásica fue dada por el autor de la epístola a los Hebreos en estas significativas palabras:
«Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve’ (Hebreos 11 :1 ). En otras palabras, la fe nos hace confiar en lo que esperamos y convencernos de lo que no vemos. El científico no ve las moléculas, los átomos ni los electrones, pero él sabe que realmente existen. El no ve la electricidad, la radiación o el magnetismo, pero él sabe que esas son realidades invisibles. De la misma manera, aquellos que empeñosamente buscan a Dios, no lo ven, pero saben de su existencia por la fe. Esto es más que una esperanza. Esto hace de ello una convicción, una evidencia de las cosas que no se ven.
El autor de la epístola a los Hebreos continúa diciendo: «Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía» (Hebreos 11:3). La fe se describe aquí como creer o tener la convicción de que el mundo fue creado por la palabra de Dios. No pueden producirse testigos para probar este hecho, pero la fe nos da el conocimiento de que lo que vemos en las maravillas de la tierra y en toda la naturaleza, fue creado por Dios. Es tan razonable creer en un Dios invisible, en una resurrección literal o en los milagros de las cosas que pertenecen a lo espiritual, como creer en algunos de los descubrimientos en el campo de las ciencias físicas. La fe es el instrumento principal en el dominio de la religión y es también el instrumento de los científicos.
Cristo, durante su ministerio, explicó la manera en la cual podemos conocer la verdad acerca de Dios, al declarar: «El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta» (Juan 7:17), El Maestro también explicó la voluntad del Padre y su gran mandamiento de esta manera: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente» (Mateo 22:37). Aquellos que se empeñan en hacer la voluntad de Dios y guardan sus mandamientos recibirán revelación personal de la divinidad de la obra del Señor para dar testimonio del Padre.
Para todos los que desean tener conocimiento, las palabras de Santiago explican cómo puede obtenerse: «Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada» (Santiago 1:5). No parece que Santiago se estuviera refiriendo al conocimiento de los hechos en el sentido de ciencia, sino más bien a la revelación que viene de lo alto lo que responde a la pregunta del hombre, como resultado de seguir la admonición de orar.
Escuchen cuidadosamente estas palabras del Señor:
«Yo el Señor, soy misericordioso y benigno para con los que me temen, y me deleito en honrar a los que me sirven en justicia y en verdad, hasta el fin.
«Grande será su galardón, y eterna será su gloria.
«Y a éstos revelaré todos los misterios; así, todos los misterios escondidos de mi reino desde los días antiguos, y por siglos futuros les haré saber la buena disposición de mi voluntad concerniente a todas las cosas de mi reino.
«Sí, sabrán aun las maravillas de la eternidad, y las cosas venideras les enseñaré, aun las cosas de muchas generaciones.
«Y su prudencia será grande, y su conocimiento llegará hasta el cielo; y ante ellos perecerá la inteligencia de los sabios y el entendimiento del prudente se disipará.
«Porque por mi Espíritu los iluminaré, y por mi poder les revelaré los secretos de mi voluntad; sí, aun aquellas cosas que ni el ojo ha visto, ni la oreja oído, ni han entrado aun en el corazón del hombre» (D. y C. 76:5-10).
Así que, nosotros tenemos la fórmula para la investigación de Dios y los instrumentos para emprender la búsqueda que son: la fe, el amor y la oración. La ciencia ha hecho cosas maravillosas para el hombre, pero no puede lograr las cosas que el hombre debe hacer por sí mismo, siendo la más grande de todas: encontrar existencia de Dios. La tarea no es fácil, la labor no es ligera, pero como lo estableció el Maestro: «Grande será su galardón y eterna será su gloria» (D. y C. 76:6).
Yo tengo una convicción positiva de que Dios es una realidad, que El vive. El es nuestro Padre Celestial y nosotros somos sus hijos espirituales. El creó el cielo y la tierra y todas las cosas que en ella hay y es el Autor de las leyes eternas por las cuales se gobierna el universo.
Estas leyes son descubiertas poquito a poco mientras el hombre continúa su búsqueda, pero ellas han existido siempre y permanecerán inalterables.
Yo doy testimonio de que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, nuestro Salvador y Redentor a causa de su sacrificio expiatorio para dar vida sempiterna a todos los hombres. Que pueda el Señor bendecirnos para alcanzar la exaltación espiritual, el conocimiento de Dios, para encontrarlo y tener la determinación de servirle y cumplir con sus mandamientos. Esta es mi humilde oración en el nombre de Jesucristo. Amén.
























