Dios no será burlado

Conferencia General Octubre 1974

Dios no será burlado

Spencer W. Kimball

Por el presidente Spencer W. Kimball
Presidente de la Iglesia


Mis queridos hermanos y amigos, me alegro mucho de ver aquí a los líderes y miembros de la Iglesia. Tenemos la esperanza de que en el transcurso de esta conferencia podáis lograr la inspiración que habéis venido a buscar.

En las conferencias de prensa a las que asistimos se nos pregunta a menudo: «¿En qué estado se encuentra la Iglesia?» a lo cual nosotros contestamos; «La Iglesia está bien, se encuentra creciendo, sana y saludable. Gracias.»

Al comenzar esta conferencia, la Iglesia contaba con 661 estacas. Cuando yo vine a trabajar entre las Autoridades en el año de 1943, teníamos 148 estacas; en aquel entonces no había ninguna fuera de los Estados Unidos y habríamos de esperar muchos años antes de que el evangelio cruzara las grandes aguas y los continentes, para llegar a muchos pueblos. Ahora, desde la organización de la estaca de Auckland, en Nueva Zelandia, por el presidente Romney, en mayo de 1958 contamos con 86 estacas fuera de los Estados Unidos. Tenemos también 112 misiones, además de 661 misiones de estaca, contando también con unos 18,000 misioneros, cuando en 1943 contábamos sólo con un puñado de ellos. Mucho nos satisface este desarrollo, que ha sido y sigue siendo estable.

Y cuando se nos pregunta por qué somos un pueblo tan feliz, nuestra respuesta es: «Porque lo tenemos todo, la vida con todas sus oportunidades, la muerte sin temor, la vida eterna con un desarrollo infinito.»

Muy pronto se cerrará otro año de crecimiento y desarrollo, marcado por 3,300.000 miembros de muchas razas, en numerosas tierras y en los cuatro puntos cardinales del planeta. La gente asiste a sus reuniones y se ocupa de sus asuntos personales; los templos están aumentando en número y el trabajo que en ellos se realiza indica una gran espiritualidad de parte de los miembros.

El programa educacional de la Iglesia es muy bueno, con la universidad y los distintos centros de enseñanza, los institutos de religión y los seminarios, así como las organizaciones eclesiásticas, enseñando todos dentro de su propia esfera. El conocimiento se extiende y los testimonios se profundizan.

El programa de construcción continúa desarrollándose en todas las tierras, y mientras los edificios de muchas otras iglesias son abandonados o convertidos en distintos negocios, nosotros estamos edificando nuevas capillas a diario a través de todo el mundo, capillas que se llenan de fieles y felices miembros.

Aún así no estamos satisfechos ni nos jactamos, sino que siempre tenemos presente las palabras que nos dirigen al Salvador:

«Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos:
Y conoceréis, la verdad y la verdad os hará libres (Juan 8:31-32). Debemos recordar la gran oración del Señor:

«No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.
No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad.» (Juan 17:15-17)

Ahora hermanos, hemos comenzado con una campaña de limpieza, somos un pueblo que desperdicia demasiadas cosas, las pilas de basura crecen mucho más rápido de lo que crece la población. Por eso es que ahora os pedimos que hagáis una limpieza de vuestros hogares, de vuestras granjas; el hombre es el guarda de la tierra y no su dueño.

Los cercos rotos deben arreglarse, pintarse, reemplazarse; y también se debe reparar, pintar o cambiar los cobertizos y corrales. Deben limpiarse los canales de riego; las casas abandonadas deberían ser terminadas o arregladas. Ansiosos esperamos que llegue el día en que en todas nuestras comunidades, tanto urbanas como rurales, se lleve a cabo un movimiento universal continuo para limpiar, reparar y pintar graneros y cobertizos, construir veredas, limpiar canales de riego y hacer de nuestras propiedades algo hermoso para observar.

Hemos hecho un llamado a los líderes de los grupos juveniles, de las organizaciones auxiliares y los quórumes del sacerdocio para que agreguen su poder al concentrado esfuerzo de embellecimiento.

El Señor dijo:

«De Jehová es la tierra y su plenitud …» (Salmos 24:1)

«Y yo Dios, tomé al hombre y le puse en el Jardín de Edén para que lo labrase y guardase» (Moisés 3:15).

Os pedimos por lo tanto, a cada uno de vosotros, que arregléis y mantengáis en el mayor grado posible de belleza, la propiedad que tenéis a vuestro cuidado.

Deseamos haceros una formal advertencia en contra de los llamados cultos de la poligamia, que pueden perderos irremediablemente. Recordad que el Señor dio término a ese programa hace ya muchas décadas, mediante un profeta que proclamó la revelación al mundo. Hay mucha gente que sólo desea engañaros y proporcionaros el pesar y el remordimiento; alejaos de aquellos que desean apartaros del camino justo. Una de las peores cosas que podemos hacer, es ignorar al Señor cuando habla, y El ha hablado firme y terminantemente.

Os urgimos a inculcar a vuestros hijos el concepto del honor, la integridad y la honestidad. ¿Es posible que algunos de nuestros hijos no sepan todavía cuán pecaminoso y perjudicial es robar? Es increíble comprobar hasta dónde ha llegado el vandalismo, el robo y el abuso de la propiedad ajena. Proteged a vuestras familias contra estos males enseñándoles lo correcto.

Hermanos y hermanas, uno de los principios más importantes de la Iglesia es la lealtad. «Creemos en estar sujetos a los reyes, presidentes, gobernantes y magistrados; en obedecer, honrar y sostener la ley» (Decimosegundo Artículo de Fe). Sed leales y verídicos.

Tal vez, una de las principales características que distinguen a la Iglesia, es el hecho de que sus miembros se abstienen de ingerir licores, té, café y tabaco. Hay algunos, claro está, que no tienen la fuerza de voluntad ni la valentía de adherirse a este programa, pero hay asimismo una gran mayoría que lo observa estrictamente.

Una de las muchas revelaciones dadas por Dios a través de un Profeta viviente, la constituye la Sección 89 de Doctrinas y Convenios, en la que se declara lo que nosotros conocemos como la Palabra de Sabiduría. Durante 141 años hemos estado obedeciendo la gran verdad encerrada en esa revelación, por la que nos abstenemos del vino y las bebidas fuertes, por la que sabemos que tanto el té como el café no son buenos para el cuerpo, y que el tabaco no debe ser usado o ingerido de ninguna forma, porque sólo es bueno para el tratamiento de heridas y para el ganado enfermo (D. y C. 89:8).

Hace poco, en una comunidad del estado de Minnesota, se organizó una campaña mediante la cual, utilizando todos los medios disponibles en el lugar, se convenció a gran cantidad de los habitantes a dejar de fumar. En el día establecido como «meta» en el mes de enero, los organizadores de la campaña anunciaron que 271 fumadores habían abandonado el hábito. Queremos felicitar, tanto a los organizadores como a los participantes de este movimiento tan encomiable.

Ahora, después de tantos años de haber sido revelada la ley, la ciencia médica está descubriendo que gran cantidad de enfermedades que padecemos en la actualidad provienen del uso- y el abuso- de estas cosas. Recuerdo que no hace mucho tiempo, visité a un amigo moribundo que estaba en un hospital, enfermo de cáncer. Los médicos dijeron que la enfermedad había sido provocada por el uso del tabaco. También tuve la oportunidad de ayudar a enterrar personas que murieron como consecuencia del demonio del alcohol, y a otros muchos inocentes que murieron porque otros conducían automóviles bajo los efectos intoxicantes de esas bebidas. El alcohol ha sido responsable de muchos sufrimientos, dolores y aun de la muerte de personas que no eran más que espectadores callejeros. La mayoría de los que deben por sociabilidad, insisten en que nunca llegarán a enviciarse, pero ¿cómo están tan seguros?

Quienes no cumplen con la Palabra de Sabiduría, tienen extrañas excusas que justifican el uso de esos aborrecibles elementos. ¿Cómo puede haber personas que ignoren las revelaciones y hagan caso omiso de ellas? El Señor reiteró esta revelación mediante otro profeta y la convirtió en un definitivo mandamiento.

Deploramos profundamente la práctica de muchos negocios y firmas profesionales que sirven licores, como parte del entretenimiento y la atención que dispensan en sus recepciones. Nos preocupa en forma especial el hecho de que durante la temporada de Navidad haya muchos que celebran esta sagrada ocasión del nacimiento de Jesucristo con lo que han llamado «la hora social», lo que en verdad sólo es una afrenta para Aquél en cuyo nombre se efectúa la celebración. ¿No es acaso un triste reflejo el de aquel que tiene que ingerir bebidas estimulantes para divertirse, a fin de lograr las energías necesarias para sentirse seguro de sí mismo?

Tenemos la esperanza de que los miembros de la Iglesia abandonen completamente el uso de todo tipo de drogas. Demasiadas personas dependen de ciertas drogas como tranquilizantes y ayudas artificiales para dormir, drogas que no siempre son necesarias.

Es también indudable y bien conocido el hecho de que gran cantidad de jóvenes han sido dañados y muchos han destruido su vida con la mariguana y otras drogas maléficas. Deploramos profundamente tales cosas.

Además, llamamos la atención sobre el hecho de que hay cantidad de personas que hacen sus compras en el día domingo. Muchos serían los empleados que tendrían la posibilidad de tener el día de descanso para ir a la Iglesia, si no hiciéramos compras en el día de reposo. En este caso también son muchos los pretextos que se presentan para justificar la salida de compras en el día en que deberíamos estar adorando a nuestro Padre Celestial. Os exhortamos hermanos, a guardar el día de reposo y a cesar la innecesaria costumbre de hacer compras el domingo.

Esperamos que los miembros fieles de la Iglesia no hagan uso de los naipes, ya sea que se trate de jugar por dinero o no. Con respecto a las apuestas que se hacen en carreras de caballos o cualquier otro deporte, queremos dejar claramente especificado que no aprobamos tales prácticas.

Nos apena profundamente el que haya tanta gente que vuelque en las instituciones de ayuda la carga de su responsabilidad para con los ancianos de la familia, en lugar de cumplir con sus obligaciones más elementales.

Muchos miembros de la Iglesia descuidan sus obligaciones con respecto a la acumulación de alimentos y artículos de primera necesidad para el fondo de emergencia. Esperamos que haya en la Iglesia suficientes fondos y alimentos para hacernos cargo de todos aquellos que no se hayan provisto con lo necesario para el caso de una emergencia; e instamos a las personas a que hagan algo positivo en reciprocidad por lo que reciben o lleguen a recibir de los fondos de la Iglesia. También urgimos a nuestros obispos a hacer uso de su sabiduría con respecto a la asistencia que dispensen, no siendo mezquinos pero tampoco demasiado generosos, dando demasiado a familias que no necesiten todo lo que reciben; y al pueblo de la Iglesia lo exhortamos a ser honesto en la evaluación de sus necesidades.

Cuando lleguen los tiempos de problemas y necesidades, muchos desearán haber llenado sus envases de frutas y verduras y haber cultivado su huerto, así como haber plantado algunos árboles frutales, todo ello para llenar sus necesidades y espantar el espectro del hambre del seno familiar.

El Señor desea que seamos independientes de toda criatura, pero aún así vemos que en muchos lugares hay granjeros por ejemplo, que compran la leche en los almacenes en lugar de tener la propia, y muchos propietarios con cantidad de terreno cultivable, que en lugar de desarrollar su propia huerta familiar continúan dependiendo completamente de los mercados para su alimentación.

Creemos en el trabajo. Recordamos claramente que el cuarto de los diez mandamientos dice: «Seis días trabajarás y harás toda tu obra» (Exodo 20:9), y no estamos muy seguros de que la cada vez mas decreciente semana de trabajo sea de algún beneficio para la humanidad. Creemos que el Señor sabía lo que estaba diciendo. Parecería que nuestra tendencia se inclina hacia el entretenimiento, los viajes y demás cosas pasajeras, empujando nuestra economía hacia los aspectos improductivos de las industrias basadas en los viajes, el juego y las bebidas.

También estamos profundamente preocupados por el gran desperdicio que tiene lugar en nuestros hogares, almacenes, restaurantes y en otros lugares similares. Después de un banquete por ejemplo, se puede sacar de las latas de la basura suficientes sobras como para alimentar numerosas bocas que han estado y están desesperadas por tener algo de comer. Mientras en muchas partes hay gente que se muere de hambre, nosotros tiramos a la basura lo que podría salvarlos de tan triste fin.

Siempre hemos alentado a los miembros de la Iglesia a que sean propietarios de la casa en que viven. Parecería que ahora hubiera un tipo diferente de estabilidad económica entre los propietarios de casas. Los economistas predicen el regreso de los tiempos difíciles y nos preguntamos qué va a hacer la gente que ha estado gastando más de lo prudente. Si llegara el momento en que faltara el trabajo, ¿qué pasaría? ¿Vivís por encima de vuestras posibilidades? ¿Debéis acaso lo que no podríais pagar en caso de llegar tiempos difíciles?

Sabemos que los precios están «por las nubes», pero aun así, eso es mejor que si os faltara el trabajo o si vuestras entradas se vieran substancialmente reducidas.

Cuando nos encontramos entre la «gente del mundo» comprobamos profundamente consternados con cuanta naturalidad usan las blasfemias más vulgares como lenguaje cotidiano. El mandamiento dice: «No tomarás el nombre de Jehová tu Dios, en vano.» (Exodo 20:7) Excepto en las oraciones y los discursos adecuados, no debemos usar el nombre de Dios en ninguna circunstancia. En otros tiempos la blasfemia solía ser una infracción severamente penada. La blasfemia constituye el esfuerzo de la mente débil e inferior para expresarse imperativamente. Esperamos que ni nuestros líderes ni los padres de la Iglesia toleren la pornografía. Es basura para el espíritu, aun así, en la actualidad se trafica con ella como un alimento normal y satisfactorio para la mente; muchos son los escritores que en la actualidad se deleitan en contaminar la atmósfera social con literatura pornográfica. Aparentemente, este problema no puede ser detenido por las vías legislativas y legales.

Existe una evidente relación entre la pornografía y las perversiones y tendencias sexuales más bajas. Vivimos en una cultura social que venera el placer sexual, la desnudez, el intercambio de esposas entre los amigos y demás demencias similares. ¡A qué bajezas puede llegar el ser humano! Le rogamos al Señor que nos ayude a mantenernos alejados de las vilezas del mundo. Es triste que la gente decente sea arrastrada en el barro y la inmundicia de la contaminación mental y espiritual. Hacemos un llamado a toda nuestra gente para que haga todo lo que se encuentre a su alcance a fin de desbaratar esta espantosa y maligna revolución.

Es hasta ridículo querer insinuar o decir que la pornografía no tiene efectos nocivos. Está directamente relacionada con el crimen, el robo, la violación sexual, la prostitución y el vicio comercializado; todos estos males se alimentan con la inmoralidad de la pornografía. Las estadísticas relacionadas con el sexo reflejan claramente la relación existente entre la pornografía y el crimen en todas sus formas; además no contiene ningún valor social, por lo cual urgimos a las familias de la Iglesia a proteger a sus hijos de esta nefasta influencia. Vivimos en un mundo extremadamente liberal y tenemos que asegurarnos que no pasaremos a formar parte del libertinaje que lo aqueja, que no perteneceremos a este degenerado medio. Nos horroriza ver lo bajo que llega la gente del mundo en su afán de asegurarse la libertad. Mucho tememos que las tendencias libertinas que conducen hacia la inmoralidad estén dañando irremediablemente la envergadura moral de nuestra generación.

El gobernador del estado de California declaró recientemente: «En esta sociedad humanitaria hemos salvaguardado a toda costa los derechos del acusado. Nada hay que nos horrorice más que el condenar a un inocente. Pero con nuestra preocupación al respecto, hemos llevado al colmo nuestro cuidado del culpable. Ya no nos referimos a él como un criminal, ahora es un paciente; es un enfermo y la culpa es de la sociedad; y desde el momento que la sociedad no puede ser llevada a juicio por los crímenes del culpable, ¿por qué hemos de culparle a él?»

Parecería que con el paso del tiempo tratamos de evitar cada vez más el castigo de los criminales y hasta la disciplina de los niños. Un tercio de los niños nacidos en los Estados Unidos solamente, fueron concebidos fuera de los lazos matrimoniales. En un año hubo en este país, 400.000 nacimientos ilegales, y muchos otros siguen el mismo patrón; cerca de la mitad de las jovencitas que abandonaron los estudios universitarios lo hicieron embarazadas. Las terribles estadísticas continúan: Por año, más de un millón de mujeres norteamericanas recurren a los abortos ilegales. Este es uno de los pecados más aborrecibles, el de destruir la vida del niño por nacer para salvar a la madre de la vergüenza y la ignominia. Unas 8.000 mujeres mueren anualmente como consecuencia de esos abortos. El suicidio es en la actualidad la causa principal de muerte entre los estudiantes.

Un popular escritor dijo una vez: «Jesucristo no tiene atractivo universal en la actualidad, como consecuencia de su austeridad moral. En todas las formas de conducta, Cristo ofende por su austeridad moral».

El censura nuestro amor por las comodidades, así como nuestra filosofía del «menor esfuerzo»; El censura nuestro relajamiento moral, así como nuestra confianza en la fuerza y nuestro rechazo del amor; censura nuestro «real» modo de vida, con exceso de lujos y desperdicios injustificados. Vivimos en una sociedad amante de las comodidades y el lujo; confundimos lujo con civilización. Gracias les damos al Padre Celestial y a su Hijo, por la austeridad de su programa.

Pablo los identificó en esta forma: Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidos. Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra.

El hogar es el lugar de enseñanza por excelencia. Todo padre debe hablar y enseñarle a su hijo, toda madre debe hacerlo con la hija. Así ellos no tendrán pretextos si llegan a ignorar el consejo recibido. Nos quedamos asombrados al ver el número de padres de la Iglesia que se pierden; el número de divorcios y de hogares divididos, que son en su gran parte consecuencia de la infidelidad, y que nos lleva de nuevo a nuestro tema básico, tal como aparece en Doctrinas y Convenios:

«No hurtarás, ni cometerás adulterio, ni matarás, ni harás ninguna cosa semejante.» (D. y C. 59:61.

A esto agregamos nosotros: Permaneced limpios tanto mental como físicamente, y que nada os guíe hacia los caminos que os pueden producir la ruina moral y la suprema desgracia. Como lo dijo el Señor:

«Oísteis que fue dicho; No cometerás adulterio.
Pero mas yo os digo, que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.» (Mateo 5:27-28).

La lujuria del corazón, la lujuria de los ojos y la lujuria del cuerpo, nos hacen caer en el más grande de los pecados. Que cada hombre permanezca en su hogar, apegado a sus afectos; que cada mujer apoye a su esposo y mantenga su corazón donde corresponde, en el hogar y con su familia. Que cada joven se guarde de las tentaciones que le llevarán a comprometer su virtud, y que mediante el ejercicio y el esfuerzo del autocontrol se guarde de las experiencias degradantes y dañinas de la impureza sexual. El arrepentimiento es un continuo proceso que debe manifestarse con prontitud y en forma total y absoluta.

Todo tipo de homosexualidad es pecado. La pornografía es uno de los medios por los que se llega a esa transgresión. No hay términos medios.

Alguna gente es ignorante o viciosa y aparentemente trata de destruir los conceptos de masculinidad y femineidad. Cada vez hay más mujeres que se arreglan, se visten y actúan como hombres; a su vez, también se encuentran más hombres que se arreglan, se visten y actúan como mujeres. Los supremos propósitos de la vida son dañados y destruidos por la creciente aceptación del «unisexo» (sexo único).

Dios hizo el hombre a su propia imagen, varón y hembra los hizo. Descontando los pocos accidentes naturales, nacemos, ya sea hombre o mujer. El Señor sabía lo que hacía. Sin duda alguna que tanto los hombres como las mujeres que cambien su sexo o su condición sexual, tendrán que dar cuentas  de ello al Señor a su debido tiempo. Esperamos que ésta sea otra trompeta de alerta. El presidente J. Reuben Clark, Jr., dijo: «Toda nuestra civilización está basada en la castidad, la santidad del matrimonio y del hogar. Destruyamos esta cualidad y el hombre cristiano se convertirá en una bestia» (Conference Report, oct. de 1938, pág. 137).

Queridos hermanos, os estáis enfrentando a una grave prueba de vuestra fe. ¿Estáis dispuestos a escuchar a vuestros líderes?

No todos los pecados de este libertino mundo están monopolizados por la juventud. Hace poco tuve la oportunidad de leer una revista dedicada al cine, y puedo asegurar que me quedé pasmado. Un hombre hablaba del matrimonio como de un molesto contrato legal, y dijo: «Debería abolirse. Si no fuera por las presiones sociales que tenemos que soportar en este estado, el matrimonio no sería más que una utopía.» Una mujer dijo a su vez.: «El matrimonio debería eliminarse. Yo conozco parejas que están viviendo juntas sin estar casadas, y sin embargo no he visto ningún efecto nocivo en los hijos al crecer en ese tipo de sociedad.» Estos no son los únicos que abogan por vivir juntos sin estar unidos por los vínculos del matrimonio. Le llamamos la atención a nuestro pueblo de la Iglesia con respecto a esto, con todas las fuerzas y energías que poseemos.

Nuevamente decimos: nosotros los miembros de la Iglesia, nos casamos. Toda persona normal debe casarse. (Puede haber, por supuesto, algunas excepciones.) Todas las parejas casadas y normales deben ser padres. Recordamos que la escritura dice: «Quien prohibiere el matrimonio, no es ordenado de Dios; porque el matrimonio es instituido de Dios para el hombre. Por lo tanto sea lícito que tenga una esposa, y los dos serán una carne, y todo esto para que la tierra cumpla el objeto de su creación (D. y C. 49:15-16).

La existencia de la tierra no podría justificarse ni podría continuar sin el matrimonio y la familia. Tener relaciones sexuales fuera de los lazos del matrimonio, tanto entre los jóvenes como entre los adultos, es una abominación a la vista del Señor y es una desgracia que haya tanta gente que se ha cegado con respecto a estas grandes verdades.

Muchas veces hemos hablado de estas perniciosas cosas mundanas. Quisiera mencionar brevemente ahora, pero con firmeza, algunas otras que debemos evitar si queremos recibir las bendiciones del Señor.

Los cónyuges deben amarse y respetarse. No deben destrozar el hogar mediante el divorcio, menos aún como consecuencia de la infidelidad y la inmoralidad.

Un número cada vez mayor de niños crece con sólo uno de los padres. Esto no es por cierto la vía del Señor. El espera que en cada hogar haya tanto un padre como una madre para criar a los hijos. No hay ninguna duda de que a cualquiera que prive a sus hijos, sea del padre o de la madre, le llegará el día en que tenga que contestar algunas preguntas muy serias. El usó el término «padres» en plural, y dijo que si los hijos no Un hombre hablaba del matrimonio se enseñan adecuadamente, «…el pecado recaerá sobre las cabezas de los padres» (D. y C. 68:25).

Esta escritura hace algo difícil la justificación de los hogares destruidos.  Gran cantidad de los divorcios son consecuencia directa del egoísmo.  El día del juicio se aproxima y los padres que abandonan a su familia comprenderán que los pretextos y justificativos, por muy correctos que traten de hacerlos aparecer, nunca serán suficientemente buenos para satisfacer al Gran Juez.

Quisiéramos repetir: las perversiones sexuales de los hombres y las mujeres nunca llegarán a henchir la tierra, y constituyen un pecado que no tiene justificación.  Dios no lo tolerará.

Con respecto a los abortos, deploramos profundamente el hecho de que haya millones de niños que todavía no han nacido, y que este año van a perder la vida en este país.  No hay absolutamente ninguna duda con respecto al hecho de que tanto las mujeres que recurren a ese abominable pecado —originado en otro pecado similar— así como los que les ayudan a cometerlo, tendrán su justa retribución.

Nosotros nos casamos por la eternidad y tomamos este asunto muy seriamente.  Nos convertimos así en padres y traemos al mundo niños que queremos tener en nuestro hogar, cuidándolos y criándolos en rectitud y justicia.

Nos oponemos resueltamente a que los jóvenes se sometan a operaciones quirúrgicas para limitar sus familias, y nos horrorizamos ante las estadísticas que muestran la gran cantidad de padres que alientan y apoyan la «vasectomía» (esterilización del hombre).  Recordad que se próxima la venida del Señor, y que entonces nos veremos enfrentados a algunas preguntas que serán difíciles de contestarle al divino Juez, quien no se contentará con explicaciones y justificativos tontos. Podemos estar seguros de que su juicio será absolutamente justo.

¿Por qué tomamos nuestro destino en nuestras propias manos? Desde la construcción de la primera cabaña de troncos o de adobe, el hogar y la familia han sido el centro de la verdadera civilización. Cualquier tergiversación del programa divino tendrá horrorosas consecuencias. Las familias siempre trabajaron juntas, se divirtieron juntas y juntas adoraron a Dios.

¿Es posible que muchos de nosotros al igual que un corcho arrastrado a la deriva por la corriente, hayamos sido barridos del camino que nos guiaba a nuestro divino destino por falsos conceptos, vías peligrosas y diabólicas doctrinas? ¿Quién nos instiga a hacerlo? ¿Hemos aceptado acaso «el camino fácil» dejándonos arrastrar desde la senda «recta y estrecha», para encaminarnos por la vía fácil y cómoda del ancho sendero que lleva a la perdición? Hermanos, deberíamos aplicar mejor el conocimiento que tenemos. ¿Estáis dispuestos a seguir el consejo de vuestros líderes, tanto locales como generales? ¿O elegiréis vuestros propios caminos, aun cuando esos caminos os guíen indefectiblemente hacia oscuros desiertos?

Que el Señor os bendiga, nuestro amado pueblo de la Iglesia. Escuchad las palabras de los cielos. Dios es justo y verídico; El sabe lo que hace. Todos aquellos que no guarden sus mandamientos, sufrirán las consecuencias sumidos en el dolor y el remordimiento. Dios no será burlado. Es verdad que el hombre tiene el libre albedrío, pero recordad que DIOS NO SERÁ BURLADO (véase D. y C. 63:58).

Nuestro consejo a la Iglesia es entonces, que viva en estricta armonía con las leyes de nuestro Padre Celestial, y lo dejo en el nombre de Jesucristo. Amén.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario