C. G. Octubre 1976
Nada he perdido
por el élder S. Dilworth Young
del Primer Quórum de los Setenta
Desde el viernes pasado aumentó considerablemente el número de personas que se detienen al verme y me ofrecen su ayuda para caminar o subir escaleras. Os aseguro que no me he acogido a la jubilación; solamente he sido recauchutado, renovado. En varias oportunidades en que han mencionado mi nombre en tono afectuoso, he mirado alrededor preguntándome quién habría muerto.
Un amigo me dijo el viernes pasado: «¿Cómo puedes soportar lo que has perdido?» Yo le contesté: «No he perdido nada; he ganado.»
He ganado un nuevo grupo de amigos y compañeros, en un quórum que espero tenga tal unidad de propósito, que llegue a ser un estandarte de justicia ante el mundo.
He ganado siete líderes que me preceden en habilidad, fortaleza y sabiduría.
He ganado la oportunidad de servir, en lugar de dirigir. En el cumplimiento de ese servicio, mis brazos se extenderán a lo ancho del mundo, tan lejos como pueda encontrar la fortaleza para extenderlos, y tan alto como pueda llegar con la mirada.
Lo único que limita ahora mi servicio personal, y que depende de mí, es mi fortaleza física, mi habilidad mental y mi sentimiento compasivo.
He ganado un conocimiento personal y una comprensión del significado de las palabras pronunciadas en cierta oportunidad por el presidente J. Reuben Clark: «El hecho no es dónde, sino cómo habré de servir».
He ganado la oportunidad de hacer una breve pausa y medir lo que he aprendido en mi relación de muchos años con el Primer Consejo, al ver a sus miembros llevar a cabo su labor. Hay muchos hombres selectos y amigos íntimos del Consejo, con quienes he tenido el privilegio de estar asociado en la obra desde el año 1945. Todos estos hombres vivieron esperanzados, trabajaron y oraron a los efectos de que el Primer Quórum fuera organizado.
Nada he perdido.
Ahora espero ansioso, que llegue el momento de mi próxima aventura en las que volveré a beneficiarme espiritualmente.
Antes de finalizar, quisiera decir que estos cambios no se han hecho a escondidas; son justos e inspirados y éste era el preciso momento en que debían hacerse. Durante algún tiempo, pensé que vería este gran acontecimiento desde el mundo espiritual; ahora me siento agradecido por haber podido verlo encontrándome aún en la mortalidad.
Creo firmemente que cada uno de los miembros del Primer Quórum posee un talento especial para determinada obra dentro del quórum. Si puedo poner en ejercicio ese talento y cumplir bien con mi obra, estaré satisfecho.
Sé que lo que ha hecho el Profeta del Señor, es bueno y verdadero. Tengo la esperanza de continuar sirviendo como el presidente Kimball desea que lo haga. Grande será el gozo que tendré al ver a la Iglesia acelerar su obra misional, al comenzar este quórum su labor bajo la dirección del Primer Consejo.
Esta es la Iglesia de Jesucristo y con esto quiero decir que a El pertenece; El fue quien la restauró personalmente llamando al profeta José Smith para llevar a cabo la obra. Apoyo al presidente Kimball y sus consejeros, y más aún, los amo más de lo que pueden expresar las palabras. Ruego que puedan sentirse satisfechos con nuestro esfuerzo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
























