Conferencia General Octubre 1979
Conservemos la espiritualidad
Por el presidente Marion G. Romney
De la Primera Presidencia
Mis queridos hermanos, pido que el Espíritu del Señor este conmigo mientras os dirijo mi mensaje. Para mi discurso he escogido el tema: «Conservemos la espiritualidad». Este tema vino a mi mente mientras pensaba en la amonestación de Jacob, hermano de Nefi:
«Tened presente que ser de ánimo carnal es muerte, y ser de ánimo espiritual es vida eterna.» (2 Nefi 9:39.)
El presidente McKay definió la espiritualidad como «la seguridad de haber triunfado uno sobre sí mismo, y la comunión con lo infinito». «La espiritualidad», dijo el, «nos impulsa a vencer las dificultades y a adquirir cada vez más fortaleza. Una de las experiencias más sublimes de la vida es sentir uno que sus facultades se desarrollan y que la verdad ensancha el alma.» (Stepping stones to an abundant life, SLC, Deseret Book Co., 1971. pág. 99.)
Por medio del profeta José Smith, el Señor reveló la verdad de que:
«Todo espíritu es materia, pero es más refinado o puro, v solo los ojos más puros lo pueden percibir.» (D. y C. 131:7.)
Abraham dijo:
«El Señor me había mostrado a mí, las inteligencias que fueron organizadas antes que el mundo fuese; …y Dios vio estas almas, y eran buenas… pues estaba entre aquellos que eran espíritus.» (Abraham 3:22-23.)
Estos espíritus eran progenie de Dios, quien, de acuerdo con lo que dice Juan, también es un espíritu. En uno de los escritos de Juan leemos:
«Dios es espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.» (Juan 4:24.)
Aunque el espíritu de Dios está revestido con «un cuerpo de carne y huesos, tangible como el del hombre» (D. y C. 130:22); su cuerpo no es ni temporal ni carnal, porque Él dice: «Para mi todas las cosas son espirituales» (D. y C. 29:34).
«…yo he creado por la palabra de mi poder, la cual es el poder de mi Espíritu.
. . .si, todas las cosas, tanto espirituales como temporales.
Primero espiritualmente, en seguida temporalmente, que viene siendo lo primero de mi obra; y además, primero temporalmente, en seguida espiritualmente, que viene siendo lo postrero de mi obra.
…para mi todas las cosas son espirituales; y en ningún tiempo os he dado una ley que fuese temporal…» (D. y C. 29:30-32, 34.)
Ser espiritual es estar en armonía con Dios. El hombre mismo es espiritual por naturaleza. Su espíritu es hijo de Dios. Los espíritus de los habitantes de los mundos «son engendrados hijos e hijas para Dios» (D. y C. 76:24). Además:
«El Espíritu de Dios da luz a cada ser que viene al mundo; y el Espíritu ilumina a todo hombre por el mundo, si escucha la voz del Espíritu.
«Y todo aquel que escucha la voz del Espíritu, viene a Dios, aun el Padre.» (D. y C. 84:46-47.)
«Todos los espíritus de los hombres fueron inocentes en el principio; y habiendo Dios redimido al hombre de la caída, el hombre vino a quedar de nuevo en su estado de infancia, inocente delante de Dios.
«Y aquel inicuo viene y les quita la luz y la verdad.» (D. y C. 93:38-39)
Está perdida de espiritualidad comenzó con los hijos de Adán y E va cuando ellos rehusaron obedecer las enseñanzas de sus padres.
Recordareis que un ángel le enseño el evangelio a Adán (véase Moisés 5:6-8), tras lo cual «lo arrebato el Espíritu del Señor» y fue bautizado, y recibió el Espíritu Santo. «Y así nació del Espíritu.» (Moisés 5:10; 6:64-65.)
«Y Adán y Eva bendijeron en el nombre de Dios, e hicieron saber todas las cosas a sus hijos e hijas.
Y Satanás vino entre ellos», sus hijos, «diciendo: Yo también soy un hijo de Dios; y les mando y dijo: No lo creáis, es decir, las enseñanzas de sus padres, «y no lo creyeron, y amaron a Satanás más que a Dios. Y desde ese tiempo los hombres empezaron a ser carnales, sensuales y diabólicos.» (Moisés 5:12-13.)
La espiritualidad viene por la fe, el arrepentimiento, el bautismo y la recepción del Espíritu Santo. Una persona que tiene la influencia del Espíritu Santo está en armonía con Dios; por lo tanto, tal persona es espiritual. La espiritualidad se conserva por vivir de tal manera que se pueda mantener viva esta influencia del Espíritu Santo.
Una manera segura en que nosotros podemos lograrlo, es conocer cuáles son nuestros deberes y cumplirlos; entre estos se incluyen la obediencia al primer y gran mandamiento, y al segundo que es semejante al primero: «Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y con toda tu mente…amaras a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22:37, 39)
También incluye la obediencia a los Diez Mandamientos, al Sermón del Monte, la práctica de los Artículos de Fe y la oración.
En cuanto a la importancia de la oración para conservar la espiritualidad, es interesante notar que cuando Adán y Eva fueron expulsados del Jardín de Edén, el primer mandamiento que, según las Escrituras, ellos recibieron del Señor fue «que adorasen al Señor su Dios (Moisés 5:5).
El próximo ser celestial que hablo con Adán fue aquel ángel que le dijo que el sacrificio que él estaba ofreciendo era «a semejanza del sacrificio del Unigénito del Padre…
«Por consiguiente» añadió «harás cuanto hicieres en el nombre del Hijo; y te arrepentirás e invocaras a Dios en el nombre del Hijo para siempre jamás.» (Moisés 5:7-8.)
Desde entonces hasta ahora no se ha repetido ningún mandamiento divino más frecuentemente que el de la oración en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Una de las lecciones más impresionantes acerca de la importancia de la oración, la recibió el hermano de Jared cuando «el Señor. . . hablo con él desde una nube».
«Y por el espacio de tres horas hablo el Señor con el hermano de Jared, y lo reprendió porque no se había acordado de invocar el nombre del Señor.
Y el hermano de Jared se arrepintió del mal que había cometido, e invoco el nombre del Señor a favor de sus hermanos que estaban con él. Y el Señor le contestó: Os perdonare vuestros pecados a ti y a tus hermanos; pero no habéis de pecar más, porque debéis recordar que mi Espíritu no siempre contenderá con el hombre. . .» (Eter 2:14-15.)
No fue mucho después que el hermano de Jared oro al Señor con tal fe, que el Señor Jesucristo, que entonces era un espíritu preterrenal, apareció ante él y le dijo:
«He aquí, soy Jesucristo. . .
Este cuerpo que ves ahora, es el cuerpo de mi espíritu. . . y así como me aparezco a ti en el espíritu, apareceré a mi pueblo en la carne.» (Eter 3:14, 16.)
Otra evidencia conveniente del poder que tiene la oración para ayudar a una persona a conservar la espiritualidad, es la declaración hecha por Enós, hijo de Jacob, el cual escribió:
«Y os diré de la lucha que tuve ante Dios, antes de recibir la remisión de mis pecados.
He aquí, salí al bosque a cazar; y las palabras que frecuentemente había oído de mi padre sobre la vida eterna y el gozo de los santos penetraron mi corazón profundamente.
Y mi alma tuvo hambre; y me arrodille ante mi Hacedor, a quien clamé con ferviente oración y suplica por mi propia alma; y clame a El todo el día; si, y cuando anocheció, aun elevaba mi voz hasta que llego a los cielos.
Y vino una voz a mí, que dijo: Enós, tus pecados te son perdonados, y serás bendecidos.
Y yo, Enós, sabía que Dios no podía mentir; por tanto, mis culpas fueron borradas.
Y dije; Señor, ¿cómo se hizo esto?
Y me respondió: Por tu fe en Cristo, a quien nunca jamás has oído ni visto. Y pasaran muchos años antes que Él se manifieste en la carne; por tanto, ve, tu fe te ha salvado.
Y sucedió que cuando hube oído estas palabras, empecé a anhelar la prosperidad de mis hermanos los nefitas; por tanto implore con toda mi alma a Dios por ellos.
Y mientras me hallaba así luchando en el espíritu, he aquí que la voz del Señor de nuevo llegó a mi alma, diciendo: Visitare a tus hermanos según su diligencia en guardar mis mandamientos. » (Enós 2-10.)
Otra poderosa ayuda para conservar la espiritualidad es el estudio de las Escrituras. Alma da testimonio de esto en su relación de la milagrosa obra misional de los hijos de Mosíah.
«Se habían fortalecido en el conocimiento de la verdad, porque eran hombres de sana inteligencia, y habían escudriñado diligentemente las Escrituras para poder conocer la palabra de Dios.
No solo eso; habían orado y ayunado mucho; por tanto, tenían el espíritu de profecía y e l de revelación, y cuando enseñaban, lo hacían con poder y autoridad de Dios.» (Alma 17:2-3.)
La oración y el estudio de las Escrituras son dos ayudas para obtener, así como para conservar la espiritualidad.
«Ora siempre» dijo el Señor al profeta José «para que salgas vencedor; si, para que venzas a Satanás, y para que te escapes de las manos de los siervos de Satanás, quienes apoyan su obra.»(D. y C. 10:5.)
Concerniente a las Escrituras Juan nos declara que Jesús dijo:
«Escudriñad las Escrituras; porque os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.» (Juan 5:39.)
El propósito de la Santa Cena es el de promover la conservación de la espiritualidad. Las dos oraciones reveladas para pronunciarse sobre el pan y el agua contienen la frase «para que» (aquellos que participan del sacramento) «siempre tengan su Espíritu consigo» (D. y C. 20:77, 79).
En una revelación dada por medio de José Smith el 7 de agosto de 1831, y que está contenida en la sección 59 de Doctrinas y Convenios, el Señor reveló una lista de instrucciones esenciales que guiaran a los santos que recientemente habían llegado al Distrito de Jackson, Misuri, para que pudieran conservar su espiritualidad. Estas instrucciones en parte dicen:
«He aquí, dice el Señor, benditos son aquellos que han subido a esta tierra con un deseo sincero de glorificarme. . .
Porque los que vivan, heredaran la tierra; y los que mueran, descansaran de todos sus trabajos, X sus obras los seguirán; y recibirán una corona en las mansiones de mi Padre que yo he preparado para ellos.
Si, benditos son aquellos cuyos pies descansan sobre la tierra de Sión, que han obedecido mi evangelio; porque recibirán como recompensa las cosas buenas de la tierra, la cual producirá en su fuerza.
Y también serán coronados con bendiciones de arriba, si, y con mandamientos no pocos, y con revelaciones en su debido tiempo aquellos que son fieles y diligentes delante de mí.
Por tanto, les doy un mandamiento que dice así: Amaras al Señor tú Dios de todo tu corazón, alma, mente y fuerza; y en el nombre de Jesucristo lo servirás.
Amaras a tu prójimo como a ti mismo. No hurtaras, ni cometerás adulterio, ni mataras, ni harás ninguna cosa semejante.
Darás las gracias al Señor tu Dios en todas las cosas.
Ofrecerás un sacrificio al Señor tu Dios en justicia, aun el de un corazón quebrantado y un espíritu contrito.
Y para que te conserves más limpio de las manchas del mundo, iras a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo;
Porque en verdad, este es un día que se te ha señalado para descansar de todas tus obras v rendir tus devociones al Altísimo.
Sin embargo, tus votos se rendirán en justicia todos los días y a todo tiempo;
Pero recuerda que en este, el día del Señor, ofrecerás tus ofrendas y tus sacramentos al Altísimo, confesando tus pecados a tus hermanos, y ante el Señor.
Y en este día no harás ninguna otra cosa, sino preparar tus alimentos con sencillez de corazón, a fin de que tus ayunos sean perfectos, o, en otras palabras, que tu gozo sea cabal.
He aquí, esto es ayunar y orar, o en otras palabras, regocijar y orar.
Y si hacéis estas cosas con acción de gracias, con corazones y semblantes alegres, no con mucha risa, porque esto es pecado, sino con corazones felices y semblantes alegres,
De cierto os digo, que si hacéis esto, la abundancia de la tierra será vuestra, las bestias del campo y las aves del aire, y lo que trepa a los árboles y anda sobre la tierra;
Si, y la hierba, y las cosas buenas que produce la tierra, ya sea para alimento o vestidura, o casas, o alfolíes, o huertos, o jardines, o viñas;
Si, todas las cosas que de la tierra salen, en su sazón, para el beneficio y el uso del hombre son hechas tanto para agradar la vista como para alegrar el corazón;
Si, para ser alimento, y vestidura, para gustar y para oler, para vigorizar el cuerpo y animar el espíritu.
Complace a Dios el haber dado todas las cosas al hombre; porque para este fin fueron creadas, para usarse con juicio, mas no en exceso, ni por extorsión.
Y en nada ofende el hombre a Dios, o contra ninguno está encendido su enojo, sino aquellos que no confiesan su mano en todas las cosas, y no obedecen sus mandamientos.
He aquí, esto va de acuerdo con la ley y los profetas; por lo tanto. . .
Aprended, más bien, que el que hiciere obras justas recibirá su galardón, aun la paz en este mundo y la vida eterna en el mundo venidero.
Yo, el Señor, lo he hablado, y el Espíritu da testimonio. Amen. (D. y C. 59:1-24.)
Todo el que siga este modelo obtendrá espiritualidad, porque el Señor mismo ha dicho:
«Acontecerá que toda alma que desechare sus pecados y viniere a mí, e invocare mi nombre, obedeciere mi voz y guardare mis mandamientos, verá mi faz, y sabrá que yo soy;
Y que soy la luz verdadera que ilumina a cada ser que viene al mundo;
Y que estoy en el Padre y el Padre en mí, y el Padre y yo somos uno.» (D. y C. 93:1-3.)
Este es el modelo, mis queridos hermanos y hermanas, para procurar la espiritualidad. Espero que tengamos éxito para lograrlo y complacer al Señor, y acercarnos a Él, oro humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén.
























