José Smith, el Profeta y Vidente del Señor

Conferencia General Octubre 1979
José Smith, el profeta y vidente del Señor
Por el élder David B. Haight
Del Consejo de los Doce

David B. HaightLas verdades eternas del evangelio han sido aceptadas por un grupo continuamente creciente de creyentes en todo el mundo. Los productivos esfuerzos de nuestros misioneros, unidos a los de nuestros miembros locales, han dado como resultado el rápido crecimiento de esta Iglesia.

Hace tres semanas tuve el privilegio de recibir la asignación de establecer nuevas estacas en Lima, Perú. Nos reunimos en un coliseo con más de 7.200 santos e investigadores y después de esta gran experiencia espiritual, nos esperaban en el estacionamiento tres reporteros de un periódico, quienes nos hicieron las siguientes preguntas:

«¿Qué hacen ustedes en Lima?»
«¿Con cuántos miembros cuenta la Iglesia en Perú?»
«¿Por qué está creciendo la Iglesia tan rápidamente?»
«¿Cuáles son los planes futuros de la Iglesia?»

Luego una joven periodista me pregunto: “¿Cuál es la diferencia entre su Iglesia y las otras iglesias?»

La multitud era enorme a nuestro alrededor y nos empujaba, el tráfico bastante ruidoso y estábamos apurados a causa de nuestro horario No era aquel el lugar adecuado, ni el que yo hubiera escogido para explicar las diferencias entre la verdadera Iglesia del Señor, y las demás; sin embargo, hicimos propicia la oportunidad para explicar muy brevemente sobre la apostasía y la restauración. Les dijimos que existe mucha evidencia e historia de que hubo una apostasía de la doctrina que enseñaron Jesucristo y sus Apóstoles; que la organización de la Iglesia verdadera se corrompió y que las ordenanzas sagradas se habían cambiado para satisfacer a los hombres; que hoy hay gente buena en todo el mundo que se encuentra confundida ante las contenciones entre las religiones, con doctrinas y métodos diferentes de adoración.

Los reporteros nos escuchaban atentamente. Les explicamos que después de un largo periodo de obscuridad, hubo una restauración divina del Evangelio del Salvador; que un joven llamado José Smith fue escogido e instruido para ser el instrumento que llevara a cabo la fundación de una obra maravillosa, la cual Dios ha establecido como su Iglesia en estos últimos días.

Mientras le hablábamos brevemente sobre la restauración y sobre José Smith, su perfil se dibujó en mi imaginación de una forma extraordinaria; ciertamente fue una experiencia poco usual. Mientras permanecía en mi mente la imagen del perfil del Profeta, pensé: «¡Si esos reporteros y el mundo pudieran comprender toda la historia y el significado de la restauración, y las bendiciones eternas que Dios tiene reservadas para todos! ¡Si tan solo pudieran sentir lo que yo siento, si pudieran saber lo que yo sé, si pudieran entender el llamamiento y el papel del Profeta!»

Les di entonces mi testimonio de que José Smith fue comisionado divinamente para restaurar el Evangelio de Jesucristo en su plenitud; que fue y es un Profeta de Dios; que buscó a Dios en oración y Él le contestó personalmente; que hizo la obra de acuerdo con lo que Jesús, el Hijo de Dios, le había mandado; y que esta Iglesia, que el Profeta ayudó a organizar, tiene las llaves divinas, la autoridad del Espíritu Santo, y recibió la responsabilidad de hacer llegar el plan de salvación de Dios a todos Sus hijos terrenales.

En aquel entonces, el hombre se preguntaba como ahora: ‘‘¿Hay un Dios? ¿Puede El hablar con el hombre? ¿Se preocupa por las necesidades individuales del ser humano?»

Aquel jovencito que no estaba acostumbrado a orar, pero que tenía una fe apasionada, propia de su edad, penetro en una arboleda, y mirando a su alrededor para asegurarse de que estaba solo, se arrodilló y elevó a Dios los deseos de su corazón. La arboleda se tornó sumamente luminosa, brillante como nunca lo había estado; ante él se presentaron dos Personajes gloriosos, cuyo aspecto era imposible describir. Y uno de ellos, señalando al otro, le dijo: «¡Este es mi Hijo Amado: Escúchalo!» Y hablándole el Hijo al joven arrodillado le dijo que todas las iglesias estaban en error; que hablan corrompido la doctrina, cambiado sus ordenanzas y perdido la autoridad del sacerdocio; y que él, indocto pero humilde, sería el instrumento por el cual el Todopoderoso restauraría Su obra. (José Smith 9:15-20.)

Las enseñanzas religiosas prevalecientes en el mundo habían convertido a Dios, en la mente de la gente, en un espíritu frágil, que se extendía por todo el universo, y que se encontraba presente en todas partes; teorías y doctrinas inciertas en cuanto a la personalidad de Dios y de la Trinidad habían pervertido la verdad. Cuando el joven Profeta salió de la arboleda, no tenía dudas, conocía la verdad. Él se había allegado al Padre y al Hijo; ellos lo habían visitado e instruido. Estas son las palabras precisas del Profeta:

«Porque había visto una visión; yo lo sabía y comprendía que Dios lo sabía; y no podía negarlo. . .» (José Smith 2:25.)

En esa manera, José adquirió el conocimiento de que Dios tiene la misma forma que el hombre, que tiene voz, que habla, que es bondadoso y contesta las oraciones; que su Hijo es como El, pero que son dos Personas distintas y separadas. José supo que el Hijo es obediente al Padre y es el mediador entre Dios y el hombre.

El Señor necesitaba un hombre de temple, que no temiera ser ridiculizado, que pudiera soportar las presiones sociales y políticas; uno que fuera como Moisés, o aun más grandioso.

En el tiempo debido, el joven Profeta tuvo otras visitas angelicales.

El relato de José sobre la aparición del Libro de Mormón, por las visitaciones de seres celestiales, se halla en armonía con la aparición de Dios mismo al Profeta:

El Libro de Mormón, un registro de los antiguos habitantes del continente americano, fue traducido por el «don y el poder de Dios» para el beneficio de toda la gente; sus palabras son para «convencer al judío y al gentil de que Jesús es el Cristo, el Eterno Dios, que se manifiesta a si mismo a todas las naciones». (Portada del Libro de Mormón.)

El Libro de Mormón es el libro «más correcto sobre la faz de la tierra» y contiene el Evangelio verdadero de Cristo. Es el libro más preciado que el hombre puede tener.

Durante los memorables años que transcurrieron desde la Primera Visión en 1820, hasta la mañana de junio de 1844, cuando los féretros que contenían los cuerpos de José y Hyrum Smith, hacían lentamente la trayectoria de seis horas desde Carthage a Nauvoo, los cielos se abrieron; la base para esta gran obra y reino en esta dispensación había sido colocada. La Iglesia fue organizada precisamente como en la antigüedad. Los apóstoles recibieron las llaves necesarias del sacerdocio. El trabajo de José había concluido. En su mente, no hubo nunca duda de la divinidad de su llamamiento, ni tampoco en la de sus fieles compañeros, ya que el se lo había expresado muy claramente en sus inspiradas manifestaciones.

La organización y el sacerdocio originales de la Iglesia de Jesucristo, han sido restaurados con apóstoles, profetas, evangelistas, setentas, élderes, obispos, presbíteros, maestros y diáconos. Todos estos oficiales son necesarios para que el evangelio sea predicado a toda nación, y para fortalecer a los miembros y unirlos al cuerpo de los santos.

La Iglesia de Cristo se halla restaurada con doctrina, ordenanzas y autoridad, tal como lo había ordenado el Salvador cuando se hallaba en la tierra. Una vez más el hombre es ordenado con el poder y la autoridad para llevar a cabo los pro sitos divinos. La incertidumbre se disipó, la Iglesia y la obra del Salvador fueron restauradas. La doctrina del evangelio restaurado es amplia y completa; nos enseña que «el hombre fue también en el principio con Dios. . .» (D. y C. 93:29), o sea que el hombre vivió antes de venir a la tierra, y es un ser eterno. José Smith aclaró al mundo el verdadero conocimiento del origen del ser humano, el cual viene a la tierra con un propósito divino y eterno.

Las contribuciones inspiradas de José Smith a todos los hijos de Dios sobre el verdadero significado de la vida y el destino del hombre, se expusieron poco a poco, línea por línea, por medio de la ministración de ángeles y otros a quienes el Señor llamo a la obra. El relato completo fue tan glorioso e inesperado, que la mayoría de las personas de aquella época no lo aceptaron.

Las revelaciones a José Smith, expanden el conocimiento del hombre de que Jesucristo fue crucificado para salvar al mundo de, pecado, y que por medio de este acto de redención, todo el género humano puede resucitar de la tumba y tiene la posibilidad de obtener la vida eterna, si es obediente a los principios del evangelio.

Una aseveración de Jesús nos instruye un poco más cuando dice: «En la casa de mi Padre, muchas moradas hay» (Juan 14:1-2). No solamente aprendemos sobre los grados de gloria, y quienes lo pueden alcanzar, sino también que el hombre debe esforzarse por alcanzar la gloria más alta, la cual está a la disposición y al alcance solamente de aquellos que obedezcan los mandamientos de Dios.

El presidente George Albert Smith dijo:
«Una de las cosas más maravillosas para mí en el Evangelio de Jesucristo, es que nos coloca a todos al mismo nivel. No es necesario que un hombre sea presidente de estaca, o miembro del Quórum de los Doce, para poder alcanzar el grado más alto en el Reino Celestial. El miembro más humilde de la Iglesia que guarde los mandamientos de Dios, obtendrá la exaltación en el reino celestial, de la misma manera que cualquier otro hombre digno. La belleza del Evangelio de Jesucristo radica en la igualdad entre los hombres. Si cumplimos con los mandamientos del Señor… tendremos iguales oportunidades para la exaltación.» (Conference Report, oct. de 1933, pág. 25.)

Uno de los principios y expresiones más profundos del amor de Dios por sus hijos fue revelado a José Smith en el Templo de Kirtland, en 1836. En una visión él vio a alguien que no había tenido la oportunidad de aceptar el evangelio durante su vida terrenal. Una voz le declaró que todos los que murieran sin la oportunidad de oír el evangelio y aceptarlo mientras se hallaban en la tierra, tendrían el privilegio en el mundo de los espíritus; y si ellos lo aceptaban, tendrían la oportunidad de heredar el Reino Celestial. El Señor juzgara «a todos los hombres según sus obras, según los deseos de su corazón». (Visión del reino celestial: 9; Liahona, agosto de 1976, pág. 112.)

«José Smith, el Profeta y Vidente del Señor», escribió el presidente John Taylor, «ha hecho más por la salvación del hombre en este mundo, con la sola excepción de Jesús, que cualquier otro que ha vivido en él. En el breve espacio de veinte años ha presentado el Libro de Mormón, que tradujo por el don y el poder de Dios, y ha efectuado su publicación en dos continentes; ha enviado la plenitud del evangelio sempiterno, que el libro contiene, a los cuatro cabos de la tierra; ha recibido y publicado las revelaciones y mandamientos que integran este libro de Doctrinas y Convenios, así como muchos otros sabios documentos e instrucciones para el beneficio de los hijos de los hombres; ha congregado a muchos miles de los Santos de los Últimos Días; ha fundado una gran ciudad y ha dejado un nombre y fama que no pueden fenecer. Vivió grande y murió grande en los ojos de Dios y su pueblo; y como la mayoría de los ungidos del Señor en tiempos antiguos, sello su misión v obra con su propia sangre….» (D. y C. 135:2.)

Mientras los santos se hallaban todavía entristecidos por la gran perdida, William W. Phelps, un leal amigo, expreso sus sentimientos al escribir:

Al gran Profeta
Rindamos honores,
Fue ordenado por Cristo Jesús;
A restaurar
La verdad a los hombres,
Y entregar a los pueblos la luz.
Grande su gloria,
Su nombre eterno,
Siempre jamás
El las llaves tendrá.
Justo y fiel entrará en su reino.
Entre profetas nombrado será. (Himnos de Sión, 190.)

La restauración final se ha cumplido: os testifico a todos vosotros que la restauración de todas las cosas «…de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde el tiempo antiguo» (Hechos 3:21), se ha cumplido.

Los dones del espíritu señalan que el evangelio ha sido restaurado, y que se halla con los santos fieles.

El don del Espíritu Santo, por cuyo poder e influencia pueden aprender los hombres la verdad y obtener el conocimiento del plan de salvación, se halla a disposición de todos.

Han sido construidos los templos «donde Él pueda venir a restaurar otra vez lo que se… perdió… aún la plenitud del sacerdocio» (D. y C. 124:28).

El Señor mismo testificó del profeta José Smith a los Santos, en una revelación dada en Winter Quarters, en enero de 1847:

«…no os maravilléis de estas cosas. . . más la veréis, si sois fieles en guardar todas las palabras que os he dado, desde los días de Adán. . . hasta José Smith, a quien llame por conducto de mis ángeles. . . y por mi propia voz, desde los cielos, para que efectuara mi obra;

Cuyo fundamento él puso; y fue fiel; y lo recibí a mí.» (D. y C. 136:37-38.)

José fue el Profeta de la restauración, y yo os testifico de su divinidad y grandeza, en el nombre de Jesucristo. Amen.

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