Una causa noble

Conferencia General 15 Septiembre 1979
Una causa noble
Por la hermana Elaine Cannon
Presidenta de las Mujeres Jóvenes

Elaine A. CannonPuedo percibir el sentimiento de hermandad que llena este Tabernáculo, al dirigirme a vosotras, que amáis al Señor y os habéis reunido para aprender más acerca de Él y su voluntad respecto a nosotras como mujeres. No puedo menos que pensar en las muchas hermanas que no hablan inglés y que han anhelado este momento de poder estar todas reunidas.

Ruego que esta experiencia conmueva vuestro corazón, eleve vuestro espíritu y os de esperanzas; que os ayude a ordenar vuestros pensamientos y os fortaleza para que siempre estéis del lado del Señor, en este mundo que trata de desviar a la mujer.

Últimamente ha habido una gran conmoción causada por un tema relacionado con la mujer, en parte provocado por algunas para su propio beneficio. No creo que ahora las Jovencitas tengan mayor seguridad en la calle, o que cualquier Mujer sea más feliz, o seamos más eficientes en nuestro servicio, ni que lleguemos a tener un mejor aspecto físico debido a todo este furor.

Ya que esta es la era de la mujer, rindo honor a los hombres que nos guían, que nos bendicen, que oran por y con nosotras, y que con gran placer elevarían con más frecuencia su voz para defendernos, si tan solo se lo permitiéramos.

Es emocionante ser una participante activa en todo lo que las Autoridades Generales hacen por nosotras. La mujer mormona no solo está protegida, sino que es privilegiada y tiene una vida llena de promesas maravillosas.

Hermanos, os amamos, y nos maravillamos por todo lo que sois y por todo lo que hacéis. Honramos el Sacerdocio de Dios que poseéis y apreciamos vuestras responsabilidades.

Nosotras deseamos ayudar y no ser un impedimento, y es acerca de nuestra preparación para ayudar que deseo hablar ahora.

Pablo escribió a los Tesalonicenses algo que expresa mis sentimientos por todos en general.

«Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos.

Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos.» (1 Ts. 2:78.)

Entonces, lo que decimos esta noche, lo decimos con ternura pero con firmeza a la vez. Las mujeres de esta Iglesia necesitamos estar preparadas.

Primero, para refrenar la corriente del error que está inundando el mundo, amenazando a la familia y reduciendo el poder individual.

Segundo, a pesar de que tenemos hombres maravillosos que nos guían, necesitamos diferenciar por nosotras mismas lo bueno de lo malo para poder juzgar sabiamente. Mucho depende de esto.

Tercero, necesitamos progresar y desarrollarnos, a fin de estar preparadas para ofrecer nuestra contribución al mundo. Cada una de nosotras tiene una gran responsabilidad que cumplir. Recordad, hermanas, que una mujer no necesita estar en su casa para estar en el hogar, ni tampoco necesita dejarlo para hacer sentir su influencia en los demás. Pero será más eficaz en sus responsabilidades si estudia el evangelio y se eleva a sí misma. Cuanto antes comencemos, más rápido progresaremos.

Una preparación adecuada no se adquiere de un día para el otro. El crecimiento es gradual… paso a paso, y de esta manera nos vamos fortaleciendo. Hoy una niña… mañana una mujer. «El sol sale y se pone», dice una nostálgica canción.

Hace poco estuve con la hermana Kimball en una conferencia de área. Repentinamente, una joven embarazada corrió hacia nosotras y rodeo con sus brazos a la hermana Kimball, llorando. Contuvo su emoción y dijo: «¡Oh, hermana Kimball, usted es maravillosa! Admiro su serenidad y la forma en que apoya a su esposo», y llorando continuo diciendo: «Hermana Kimball, mi esposo me dice que así es como yo debo ser».

La hermana Kimball, quien es todo lo que la joven dijo y aun mucho más, le contesto calmadamente: «No te preocupes, ya lo lograras. Yo tampoco era así a tu edad».

La joven se fue reconfortada. ¡Los comienzos no son como el final! Ella se alejó esperanzada y convencida de que el final puede ser mejor que el comienzo.

No digo que sea fácil, pero el verdadero propósito de esta vida es obtener progreso personal. Debemos planearla de inmediato, decidiendo a quien y a que prestaremos toda nuestra atención, nuestra mayor lealtad y dedicación, y a que líderes hemos de seguir.

Ruego Dará que todas las hermanas de la Iglesia se preparen inteligentemente y por medio de la oración, para actuar de acuerdo con lo que nuestro Padre Celestial desea para nosotros como individuos, y con lo que El necesita que hagamos como mujeres.

Él vive, se preocupa por nosotros, sabe todas las cosas y nos ayudara. Ha establecido su Iglesia y llamado a un Profeta para guiarnos. Hermanas, manteneos cerca del Señor.

En la conferencia de abril el presidente Kimball analizo la gran necesidad de que busquemos el progreso individual, de que nos alejemos del terreno irregular y sigamos adelante.

¿Prestó alguien atención a esto?

¿Estamos progresando individualmente al paso que lo hace la Iglesia en general? ¿O nos habríamos ahogado en los días de Noé o nos habrían encontrado lustrando el becerro de oro con la gente de Aarón?

Nuestra falta de progreso personal puede dificultar la obra del Salvador.

Hermanas, no quiero sonar monótona, pero, ¡pongamos manos a la obra! Al igual que nuestras Autoridades, también nosotras tenemos una gran responsabilidad y es necesario que nos preparemos lo mejor posible, que nos esforcemos constantemente por aprender de las lecciones de la vida, de nuestros líderes y del Señor.

Seamos tiernas y afectuosas con nuestros semejantes al entregarles el Evangelio de Dios, y dedicar nuestra vida a ayudar a aquellos que nos necesiten.

Esta es, después de todo, la única y más grande causa de la preciosa existencia de la Mujer. En el nombre de Jesucristo. Amen.

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