Establecer, la causa de Sion

Febrero 1987
«Establecer, la causa de Sion»
Por el élder Vaughn J. Featherstone
Del Primer Quorum de los Setenta
y Presidente General de los Hombres Jóvenes

Vaughn J. FeatherstoneA todos los varones jóvenes de la Iglesia quisiera expresarles un «llamado a la batalla».
Se os ha levantado un estandarte; el sonido de la trompeta es claro y terrible; os llamamos a vosotros, jóvenes, para que os unáis a las filas. Nuestra guerra es por las almas de los hijos de los hombres.

Moroni, el comandante de los, ejércitos nefitas (véase Alma 46:11), «rasgó su túnica; y tomó una de las tiras y escribió en ella: En memoria de nues­tro Dios, nuestra religión, y libertad, y nuestra paz, nuestras esposas y nuestros hijos; y la colocó en el extremo de un asta.

«Y se ajustó su casco y su peto y sus escudos, y se ciñó los lomos con su armadura; y lomó el asta, en cuyo extremo se hallaba su túnica rasgada (y la llamó el estandarte de libertad), y se inclinó hasta el suelo y oró fervorosamente a su Dios, que las bendiciones de libertad descansaran sobre sus hermanos mientras permaneciese un grupo de cristianos para poseer la tierra. . .

«Y. . . Moroni . . . fue entre el pueblo, ondean­do en el aire la tira rasgada de su ropa, para que todos pudieran ver la inscripción que había escrito sobre la parte rasgada, y clamando en alta voz, diciendo:

«He aquí, todos aquellos que quieran preservar este título sobre la tierra, vengan en la fuerza del Señor y hagan convenio de que mantendrán sus derechos y su religión, para que el Señor Dios los bendiga.» (Alma 46:12- 13, 19-20.)

En este día volvemos a extender el llamamiento, esta vez a vosotros, nuestros queridos jóvenes del Sacerdocio Aarónico. Vosotros sois ese grupo de cristianos, y éste es un llamado para animaros. Venid; la batalla es inminente y nunca ha sido tan importante que os alistéis en la causa del Señor.

Pelead contra los poderes del mal

Se os ha levantado un estandarte; el sonido de la trompeta es claro y terrible; se han trazado ya las líneas de batalla. El ejército de Lucifer se ha formado en filas de fuerzas malignas y satánicas, y su grito de guerra es aterrador; su causa es la des­trucción, el pecado, la muerte y el infierno; es úni­ca, y todos los poderes del mal en la tierra se han combinado en contra del grupo de cristianos.

Pero el Señor ha mandado a los líderes más grandes y valientes de todas las épocas, y nos aconseja:

«Hágase mi ejército muy numeroso, y santifíquese delante de mí, para que llegue a ser fulguroso como el sol, esclarecido como, la luna y sus pabe­llones sean imponentes a los ojos de todas las na­ciones. » (D. y C. 105:31.)

Cristo es nuestro Líder

Esta es una época de tomar decisiones: «Esco­geos hoy a quién queráis servir» (Alma 30:8). Cris­to está a la cabeza y nuestro comandante en jefe es el Presidente de la Iglesia. El Señor ha elegido a sus generales y capitanes entre los buenos hom­bres del reino, hombres de sólida comprensión, de veracidad y cordura, de integridad y lealtad, hom­bres que han de luchar por la causa del Maestro. Son personas llenas de justicia y misericordia, llenas de luz, que confían en el Señor su Dios y saben que Él nos liberará.

Os llamamos a vosotros, jóvenes, para que os unáis a las filas.  ¿Cómo David joven desafió, » no Está allí una causa?” (1 Sam. 17:29.) Ah, mi juventud querida, hay una causa, y es glorioso indescriptible. Hacemos la guerra para las almas de los niños de hombres. Nuestro mensaje es la paz, la caridad, la pureza, y la obediencia. Esperan que nuestra generación vaya en adelante como los niños de luz en la mansedumbre y la humildad con el poder de Dios. En la dirección de nuestros líderes, debemos penetrar cada nación, visitar cada clima, y el sonido en cada oído, recordando que ninguna mano impía puede detener el progreso de la obra del Señor.

Es tiempo de que Sión se engalane con su her­moso ropaje en contraste con el ejército del mal, que está vestido con atavío oscuro, maligno y re­pugnante. Nosotros seremos fulgurantes como el sol y claros como la luna. Limpiad y purificad vuestra vida; obedeced todos los mandamientos; ser la causa de Sión». (D. y C. 6:6.) ¿Y no es ésta una causa justa? Sí que lo es, mis queridos jóve­nes, y es también indescriptiblemente gloriosa. Nuestra guerra es por las almas de los hijos de los hombres. Nuestro mensaje es de paz, caridad, pu­reza y obediencia. Se espera que los de nuestra generación avancen, como portadores de luz, con mansedumbre y humildad y con el poder de Dios. Bajo la dirección de nuestros líderes debemos dejad de ser ociosos y aprended a trabajar; cum­plid la Palabra de Sabiduría; no os dejéis atrapar por las concupiscencias de la carne. Disciplinaos. No transijáis en la música, los bailes ni la vesti­menta. Procurad ser puros de corazón y obedien­tes en todo. Eliminad de vuestra alma hasta la más mínima partícula de rebelión (que procede de Sa­tanás). Honrad a vuestros padres.

Estudiad las Escrituras diariamente para apren­der del Señor y de la estrategia que Él tiene para su ejército. Leed el Libro de Mormón con una ora­ción en el corazón. Orad en privado y con vuestra familia, y aprended a tener absoluta y plena con­fianza en el Señor.

Aumentad las filas de Dios

Sí lo hacemos, Satanás no prevalecerá. Aumen­temos las filas del Señor; busquemos a los que to­davía no se han alistado, a los que pueden ser engañados, los que están en un desierto espiritual: a aquellos cuyo espíritu pueda estar herido y a quienes el adversario trata de atraer. Tomemos la resolución de dedicar hasta la más mínima partí­cula de energía e inventar todo método posible a fin de llenar nuestras filas con multitud de solda­dos que no estén actualmente luchando con noso­tros y a quienes les haga falta una causa qué de­fender.

Salgamos en su busca. Comencemos por la Pri­maria, exhortando a cada una de sus presidentas a activar niños este año. Exhortemos a los quórumes de diáconos, maestros y presbíteros a que ac­tiven por lo menos a uno de sus miembros en el transcurso del año. Ordenemos más presbíteros al oficio de élder; y, de igual manera, que las herma­nas ejerzan su influencia en las filas de las Mujeres jóvenes.

Hermanos, esta estrategia incrementará las filas del Sacerdocio Aarónico con más de un cuarto de millón de modernos soldados de Dios, y dentro de los próximos tres años tendremos cincuenta mil mi­sioneros. ¿No es ésta una causa justa?

Necesitamos jóvenes que puedan aguantar el calor del fuego purificador. Para ello se requiere autodominio, disciplina y control de los apetitos; se requiere sacrificio. Cuando un atleta se apresta para una competencia, promete obedecer ciertas reglas y someterse a determinada disciplina. Cuando os unís al ejército del Señor, también en él encontraréis disciplina y sacrificios; pero recordad siempre que sólo los que toman parte recibirán las recompensas y bendiciones.

Venid, queridos hermanos y hermanas, levanté­monos y brillemos, resplandecientes como el sol y claros como la luna. Hagamos que el ejército del Señor sea grandioso, y luego, avancemos con una fuerza nunca vista en la historia del mundo. Lleva­remos, con honor el estandarte de la libertad y el evangelio de Jesucristo. El grupo de cristianos cre­cerá y se convertirá en la poderosa hueste de Dios, y ese día el Señor entregará el enemigo en nues­tras manos. Saldremos triunfantes, y la victoria se­rá dulce. Nos aferraremos a la barra de hierro y comeremos del fruto del árbol de la vida.

Escuchad. ¿Podéis oírlo en la distancia? La trom­peta resuena. ¿Oís el llamado del clarín y el paso marcial de las huestes de Dios? Ya se acercan. Levantaos, dejad oír el grito de batalla y unios a sus filas.

Declaramos con José Smith:

«El estandarte de la verdad se ha levantado. Ninguna mano impía puede detener el progreso de la obra. Podrá rugir la persecución, combinar­se la chusma, reunirse los ejércitos y difamar la calumnia, pero la verdad de Dios continuará su avance valiente, noble e independiente hasta ha­ber penetrado todo continente, ido a toda región, cubierto toda nación y resonado en todo oído; has­ta que se hayan logrado los propósitos de Dios y el gran Jehová declare que la obra se ha llevado a cabo.» (Hisfory of the Church, 4:540.) □

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario