Conferencia General Octubre 1997
Reciban la verdad
Élder L. Tom Perry
Del Quorum de los Doce Apóstoles
«Adquirir un conocimiento de Él es primordial en nuestro aprendizaje terrenal. También es preciso que sintamos el vivo deseo de familiarizarnos con la doctrina del reino.»
En las Escrituras se hace constar: «Y si en esta vida una persona adquiere más conocimiento e inteligencia que otra, por medio de su diligencia y obediencia, hasta ese grado le llevará la ventaja en el mundo venidero» (D. y C. 130:19).
El adquirir conocimiento es parte fundamental del eterno plan del Señor para Sus hijos. Para asegurarse de que hubiese medios al alcance de los que buscasen este conocimiento, el Señor ha mandado a Sus Profetas a lo largo de las etapas de la historia llevar un registro de Sus tratos con ellos. La primera familia terrenal, o sea, la familia de Adán, siguió las siguientes instrucciones:
«Entonces empezaron estos hombres a invocar el nombre del Señor, y el Señor los bendijo;
«y se llevaba un libro de memorias, en el cual se escribía en el lenguaje de Adán, porque a cuantos invocaban a Dios les era concedido escribir por el espíritu de inspiración; «Y poseyendo un lenguaje puro y sin mezcla, enseñaban a sus hijos a leer y a escribir» (Moisés 6:4-6).
Al estudiar el Antiguo y el Nuevo Testamento, el Libro de Mormón y Doctrina y Convenios, hallamos reiteradas instrucciones de estudiar el Evangelio de nuestro Señor y Salvador. El Señor nos comprende perfectamente. El sabe que para convertirnos de verdad tenemos que comprender la forma en que Él trata con Sus hijos aquí en la tierra. Adquirir un conocimiento de Él es primordial en nuestro aprendizaje terrenal. También es preciso que sintamos el vivo deseo de familiarizarnos con las doctrinas del reino.
El presidente Spencer W. Kimball nos dio algunos preceptos referentes al conocimiento que debemos buscar y a la secuencia con la cual hacerlo. Valiéndose de los ejemplos de Pedro y de Juan, enseñó:
«Pedro y Juan tenían poca instrucción secular; se les calificaba de ignorantes. Pero los dos sabían las cosas importantes de la vida: que Dios vive y que el Señor crucificado y resucitado es el Hijo de Dios. Conocían el camino que conduce a la vida eterna, lo cual aprendieron en unas pocas décadas de su vida terrenal. La rectitud de su vida les abrió las puertas a la divinidad y a la creación de mundos con aumento eterno. Para eso probablemente necesitarían, con el paso del tiempo, adquirir un conocimiento total de las ciencias. Pero mientras que Pedro y Juan tuvieron sólo unas décadas en la tierra para aprender y realizar lo que es espiritual, ya han tenido diecinueve siglos para aprender lo que es secular, o sea, la geología de la tierra, la zoología, la fisiología y la sicología de las criaturas de este mundo. La vida terrenal es la etapa para aprender primero de Dios y el Evangelio, así como para efectuar las ordenanzas. Una vez que hayamos aprendido lo necesario para obtener la vida eterna, podremos adquirir más conocimiento de las cosas seculares (President Kimball Speaks Out, 1981, págs. 90-92).
Basándome en esas explicaciones de un Profeta de Dios, quisiera hablarles a ustedes, la extraordinaria gente joven de la Iglesia, que todavía tienen toda una vida por delante.
La Iglesia ha reconocido desde sus inicios la necesidad de que ustedes tengan la oportunidad de adquirir el conocimiento más básico que les hace falta para obtener la vida eterna.
A principios de la historia de la Iglesia, se establecieron escuelas de enseñanza primaria y secundaria. Se instituyó una universidad cuando la Iglesia se hallaba en Nauvoo. Tres años después de que los santos llegaron a Utah, se abrió la Universidad de Deseret.
Al aumentar el número de jóvenes SUD que llegaban a los planteles de instrucción secundaria, los líderes de la Iglesia vieron la necesidad de proporcionar cursos de estudio de religión para complementar los estudios seculares de ellos. En 1912, la Iglesia comenzó a construir edificios para seminario en terrenos de la Iglesia adyacentes a las escuelas de enseñanza secundaria donde los alumnos pudieran tomar clases diarias de religión.
Aprendemos sobre la dedicación que se brindó a este programa en sus comienzos al leer el diario personal de John M. Whitaker, que fue uno de los primeros instructores del programa de seminario. En abril de 1915, lo contrataron como instructor en el Seminario Granite con un sueldo de US$1.500 al año. Al hacerse cargo de su nuevo puesto, contaba con muy poco material con el cual trabajar. En su diario, escribió:
«Tuve que comenzar sin reseña alguna; había pensado mucho en diversos modos de abordar el problema que tenía por delante. Había enseñado varios años en la Universidad de Deseret, y allí conocía bien el curso. Pero tener que diseñar un nuevo curso de estudio teniendo en cuenta que hasta entonces sólo se había utilizado la Biblia, tener que satisfacer las necesidades de alumnos que ya tenían la edad para la enseñanza secundaria y que estaban acostumbrados a trabajar con estrictos cursos de estudio y estricta supervisión, y que tenían al alcance muchos materiales didácticos, tener que enseñar a alumnos de la escuela secundaria a la que se les requería asistir para tomar una clase de religión a la que podrían asistir si lo deseaban o no, y estudiar religión, una materia que no se aprobaba para estudiar entre semana, sino sólo el domingo, era una empresa demasiado grande para emprenderla solo. Por tanto, hice lo que he hecho siempre al enfrentarme a algo así: me dirigí humildemente a mi Padre Celestial en oración y con sencillez le hablé de la dificultad que tenía y le pedí inspiración, guía, sabiduría y valor para abordarla… La mayor parte del profesorado y de los alumnos de la Escuela Granite no me conocían, por lo que durante el verano pensé muy detenidamente en la mejor forma de comenzar el curso».
Se sintió entusiasmado ante la perspectiva del nuevo año escolar en el que enseñaría en la escuela secundaria Granite y esperó con anhelo que llegara el día de la matrícula, que era el 3 de septiembre de 1915. Acudió una multitud de alumnos, y una entrada que hizo en su diario personal describe el acontecimiento así: «Ha comenzado un período muy importante de mi vida, el cual, no me cabe duda, influirá en el destino de miles de jóvenes de Sión si los planes que han madurado en mi mente florecen y dan fruto» (citado en Lyman Clarence Pederson Jr., «John Mills Whitaker: Diarist, Educator, Churchman», [tesis para la maestría, Universidad de Utah, 1960] pág. 167).
Anotó en su diario personal los sucesos que paso a paso llegaron a tener un éxito enorme en la labor de sacar adelante ese programa a lo largo de los años. Son elocuentes las palabras del fallecido S. Dilworth Young, de los Setenta, que fue uno de los primeros alumnos de seminario del hermano Whitaker: «Si el élder A. Theodore Tuttle hubiese sido clarividente, habría visto en el año 1914 a un chico de catorce años y medio que ingresaba al primer seminario instituido por la Iglesia. Al otro lado de la calle de la escuela secundaria Granite se había construido un edificio —de una sola sala—, se había contratado a un maestro y la escuela abrió sus puertas a los alumnos. Yo era aquel chico. Ayer falleció el tercer maestro de ese seminario especial. Ese maestro era John M. Whitaker.
«Quisiera rendir un breve homenaje al hermano Whitaker. El probablemente nunca supo la profunda influencia que produjo en mí cuando yo era muchacho al estudiar con gran aplicación bajo su magisterio y el de Guy C. Wilson, antes de él, los pormenores de la Biblia, del Libro de Mormón y de Doctrina y Convenios. Al mirar hoy hacia el pasado, comprendo que allí fue donde obtuve mi primer conocimiento minucioso de los libros canónicos. Si tan sólo pudiera yo ejercer la influencia suficiente, haría que todo joven y toda joven de la Iglesia tuviese una experiencia similar bajo la dirección de un hombre de fe» (en «Conference Report», abril de 1960, pág. 80).
El servicio que prestó John M. Whitaker es un ejemplo de los miles de instructores que a través de los años han dedicado su vida a forjar un testimonio en el alma de cientos de miles de jóvenes que han aprovechado la oportunidad de beneficiarse de las clases de seminario.
A fin de facilitar la enseñanza religiosa de los estudiantes que asisten a colegios universitarios y universidades que no son SUD, la Iglesia ha establecido institutos de religión adyacentes a los recintos universitarios, lo cual se inició en 1926. El éxito de los seminarios y de los institutos redundó en que dichos programas se llevaran a muchísimas partes del mundo.
La Iglesia mide periódicamente el progreso de los programas de instituto. Durante el pasado año, un estudio sobre los institutos reveló lo siguiente: de los que se han graduado de instituto, el 96 por ciento ha recibido la investidura del templo; el 98 por ciento de los que recibieron la investidura se casaron en el templo; el 96 por ciento de los hombres graduados de instituto cumplieron una misión.
Se oye el testimonio de alumnos de seminario por todo el mundo. Escuchen lo que dice una página de un diario personal proveniente de Rusia:
«La de hoy ha sido la mañana más feliz de este año, porque ha sido el primer día del seminario matutino.
«El seminario matutino diario se originó así: Recuerdo una lección que enseñaron nuestros maestros del SEI en la que se mencionaba el programa diario de seminario en los Estados Unidos y en Europa, lo cual no pude apartar de mi mente. Sentí el poder del Espíritu Santo que me inculcó la idea de que debíamos tener el seminario aquí. Entonces sentí que el Señor lo concede todo para esta obra: posibilidades, fortaleza y ayuda. Sólo tenemos que tener una buena disposición para aceptar una dádiva como ésa.
«Después de esa reunión sentí una gran inspiración. Algunas madres de familia se atemorizaron un poco ante la idea por motivo de que los hijos tendrían que levantarse muy temprano por la mañana y de por sí el trabajo escolar es muy recargado; y algunos, después de este año escolar, ingresarán a planteles educacionales superiores. Pero los padres de familia que poseen el sacerdocio me dieron su apoyo total al aducir que el estudio diario de las Escrituras es muy necesario para los jóvenes, que les enseñará la disciplina y además les ayudará a obtener el Espíritu Santo, el que durante el día y al recibir las lecciones escolares les ayudará a resistir las tentaciones de Satanás» (comentarios de maestros de seminario matutino de Vyborg, Rusia, otoño de 1996).
Ese testimonio y muchísimos más que hemos recibido de los cuatro cabos de la tierra nos hacen captar el espíritu de esos dos extraordinarios programas. Estos les ofrecen a ustedes, jóvenes, un camino especial que los llevará a la vida eterna, que es el mayor de todos los dones que Dios ha dado a Sus hijos.
El presidente Gordon B. Hinckley ha dicho lo siguiente con respecto a los programas de seminario e instituto:
«No desperdicien ninguna oportunidad de adquirir un entendimiento más profundo del Evangelio. Con este fin, los programas de seminarios e institutos constituyen una fuente invalorable; participen en ellos» (véase «Tres asuntos vitales», Liahona, julio de 1982, pág. 88).
«El programa educativo de la Iglesia sigue adelante. La obra de enseñar a los alumnos en el programa de seminarios e institutos aumenta constantemente… Exhortamos a todos los que puedan a hacer uso del programa. No dudamos en prometerles que su conocimiento del Evangelio aumentará, su fe se fortalecerá y establecerán maravillosas amistades…» (véase «Un milagro hecho posible por la fe», Liahona, julio de 1984, pág. 85).
Quisiera añadir mi testimonio al de nuestro gran Profeta líder. Conozco el poder que proviene de la asociación con los programas de seminario e instituto. Éstos han robustecido mi vida y sé que harán lo mismo para ustedes: les pondrá un escudo de protección a su alrededor para mantenerlos libres de las tentaciones y de las pruebas del mundo. Es una gran bendición tener un conocimiento del Evangelio. Y sé que no hay un lugar mejor en donde los jóvenes de la Iglesia puedan adquirir un conocimiento especial de las cosas sagradas que en los programas de instituto y de seminario de la Iglesia.
Hace muchos años tuve el privilegio de enseñar el seminario matutino. La clase se realizaba desde las 6:30 hasta las 7:30 de la mañana todos los días escolares. Durante dos años, vi a adormilados alumnos llegar a tropezones a la clase desafiando al instructor a despertarlos. Se ofrecía una oración y se daba un pensamiento espiritual, y veía despertar las mentes inteligentes deseosas de aumentar su conocimiento de las Escrituras. La parte más difícil de la clase era terminar la lección a tiempo para que los alumnos acudiesen a sus clases regulares de la escuela secundaria. A medida que avanzaba el año escolar, observaba que cada uno de los alumnos iba adquiriendo más confianza, así como más estrechas amistades y un creciente testimonio del Evangelio.
Hace unos pocos años, me encontraba en un supermercado en una ciudad que se encuentra cerca de aquí cuando oí que alguien me llamaba por mi nombre. Al volverme, me saludaron dos de mis ex alumnos de seminario. Eran marido y mujer, y me presentaron a sus cuatro hermosos hijos. Mientras charlábamos, me asombró enterarme del número de compañeros de seminario con los que todavía mantenían contacto, aun después de todos esos años. Aquello fue una evidencia del vínculo de afecto especial que se había creado en esa clase de seminario matutino. Tras despedirnos, acudió a mi mente un pasaje de las Escrituras: «…os llamaré amigos, porque sois mis amigos, y tendréis una herencia conmigo» (D. y C. 93:45). Adquirimos una fortaleza especial los unos de los otros cuando nos relacionamos especialmente en un medio que tenga que ver con el Evangelio.
Proyecten llevar a cabo los cuatro años completos de seminario. Ustedes saben que el instituto está disponible para todos los que sean estudiantes y para los que no lo sean y que tengan de 18 a 30 años de edad. ¿Se han inscrito? Si no lo han hecho, los invito a aprovechar esta magnífica oportunidad. Y a ustedes, los que están inscritos, les digo: estudien con diligencia para aprender el Evangelio. Les prometo que la base que obtendrán en estos dos excelentes programas será una bendición para ustedes a lo largo de toda su vida. Este es mi testimonio a ustedes en el nombre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Amén.

























