Conferencia General Octubre 2000
«Venid y ved»
Élder Alexander B. Morrison
Miembro emérito de los Setenta
«Vengan añorando conocerle a él, y les prometo que lo encontrarán y lo verán en Su verdadero personaje como el Salvador resucitado y redentor del mundo».
En los comienzos del ministerio de Jesús, dos discípulos acudieron a él y le preguntaron: «Maestro, ¿dónde moras?». La respuesta breve y profunda de Jesús, «Venid y ved», es la base de mis breves y humildes comentarios hoy (véase Juan 1:38:39).
«Venid y ved»; vengan añorando conocerle a él, y les prometo que lo encontrarán y lo verán en su verdadero personaje como el Salvador resucitado y redentor del mundo. «Venid y ved», y lo reconocerán como el Cristo del sepulcro vacío, el conquistador del Calvario que quebrantó los lazos de la muerte y se levantó triunfante de la tumba para dar la inmortalidad a todos y la vida eterna a los fieles. Él es el «cordero sin mancha y sin contaminación» preordenado para su papel mesiánico «desde antes de la fundación del mundo» (1 Pedro 1:19:20). Él fue «herido. . . por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. . . y por su llaga fuimos nosotros curados» (Isaías 53:5).
«Venid y ved», y, al venir, dejen sus cargas a los pies de él. Abandonen todos sus pecados para verle y conocerle (véase Alma 22:18). «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados», dijo él, «y yo os haré descansar.
«Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí. . . y hallaréis descanso para vuestras almas» (Mateo 11:28:29). Vengan a él, y él borrará sus pecados y curará su alma aunque esté enferma de pecado. Él reemplazará el odio con el amor y el egoísmo con el servicio. Fortalecerá sus hombros para que soporten mejor las cargas y les dará nuevo valor y esperanza para el camino por recorrer.
«Venid y ved», y, al hacerlo, sus ojos serán abiertos y realmente verán, quizás por vez primera, quiénes son ustedes y quién es él. Llegarán a verse a sí mismos como hijos de Dios, hijos de padres divinos, con capacidad infinita para crecer espiritualmente y llegar a ser más semejantes a él. Llegarán a comprender que Dios «de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra» (Hechos 17:26), y verán a todos los hombres en todas partes como hermanos y a todas las mujeres como hermanas, con todas las responsabilidades filiales que ello implica. Verán que «a nadie de los que a él vienen desecha, sean negros o blancos, esclavos o libres, varones o mujeres y todos son iguales ante Dios» (2 Nefi 26:33).
«Venid y ved», y, al hacerlo, encontrarán Su Iglesia, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Es una Iglesia dirigida en la tierra por profetas, videntes y reveladores vivientes, pero a la cabeza no hay un hombre mortal, sino Jesús, el Señor Dios Omnipotente. Al «venir y ved», encontrarán a un pueblo feliz, un pueblo optimista y alegre que, si bien se esfuerza por vencer las faltas y flaquezas comunes de los hombres, lucha por ser mejor, por hacer el bien a todos los hombres, por edificar la ciudad de Dios, en donde todos puedan morar juntos en rectitud. Al «venir y ved», encontrarán a un pueblo que tiene un interés profundo y sincero por los pobres y los necesitados, un pueblo que extiende la mano para ayudar a la viuda y al huérfano, a los enfermos y necesitados, a los pobres y oprimidos. «Venid y ved» los frutos del vivir el Evangelio. Pruébenlos ustedes mismos y verán que son dulces y deliciosos. Cuando comprendan que «cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, sólo estáis al servicio de vuestro Dios» (Mosíah 2:17), se esforzarán por entregarse a una vida al servicio del Maestro.
Termino donde comencé: La declaración de Jesús, «Venid y ved», extiende tanto una invitación como una promesa a las personas de todo el mundo. Vengamos a él; veámosle como Rey de reyes y Señor de señores; reconozcamos en él al gran Mesías que vendrá de nuevo con salvación en sus alas para liberar a Su pueblo. Él les abrigará en el manto de Su amor redentor y la vida de ustedes cambiará para siempre.
De eso testifico, siendo uno de Sus siervos, en el nombre de Jesucristo. Amén.

























