El verdadero gozo de la Navidad

Devocional de Navidad de 2013
El verdadero gozo de la Navidad
Por el presidente Thomas S. Monson

Mis queridos hermanos y hermanas, es una alegría para mí estar con ustedes esta noche al celebrar a través de las palabras y las canciones, el nacimiento de nuestro Salvador y Redentor, a saber Jesucristo, el Señor.

La Navidad es una época gloriosa del año. También es un tiempo muy ocupado para la mayoría de nosotros. Es mi esperanza y oración que no lleguemos a abrumarnos con las presiones de la temporada, que pongamos nuestro énfasis en las cosas equivocadas y que nos perdamos de las alegrías simples de conmemorar el nacimiento del Santo de Belén.

No llegamos a encontrar el verdadero gozo de la Navidad al apresurarnos y correr de aquí para allá para hacer más cosas. Hallamos el verdadero gozo de la Navidad, cuando hacemos del Salvador el punto central de la temporada.

Él que nació en un establo, fue acunado en un pesebre, descendió de los cielos para vivir en la tierra como hombre mortal y para establecer el reino de Dios. Su glorioso Evangelio moldeó las ideas del mundo. Vivió para nosotros, y murió por nosotros. ¿Qué podemos darle a cambio?

Me encantan las palabras que escribió la poeta inglesa Christina Rossetti:

¿Qué puedo darle,
siendo yo tan pobre?
Si fuera un pastor
le daría un cordero.
Si fuera un Rey Mago
le daría otro don,
mas yo, ¿qué he de darle?
Le daré el corazón(1).

Nuestra celebración de la Navidad debe ser un reflejo del amor y la abnegación que enseñó el Salvador. El dar, no el recibir, hace florecer plenamente el espíritu de la Navidad. Nos sentimos más amables el uno con el otro. Tendemos la mano con amor para ayudar a los menos afortunados. Nuestro corazón se ablanda. Se perdona a los enemigos, se recuerda a los amigos y se obedece a Dios. El espíritu de la Navidad ilumina la ventana panorámica del alma por el que contemplamos la vida agitada del mundo y nos hace interesarnos más por las personas que los objetos. Para comprender el verdadero significado del espíritu de la Navidad, sólo debemos recordar a quién celebramos, entonces se convierte en el Espíritu de Cristo.

El presidente David O. McKay dijo: “La verdadera felicidad se obtiene solamente al hacer felices a otras personas, o sea, en la aplicación práctica de la doctrina del Salvador de perder la vida para hallarla. En resumen, el espíritu de la Navidad es el espíritu de Cristo que ilumina nuestro corazón con amor fraternal y amistad, y que nos inspira a rendir actos bondadosos de servicio.

“Es el espíritu del evangelio de Jesucristo, por cuya obediencia se obtendrá ‘paz en la tierra’, porque significa buena voluntad hacia todos los hombres” (2).

Que podamos dar como el Salvador dio. Dar de uno mismo es un don sagrado. Damos como un recordatorio de todo lo que el Salvador ha dado. Además podemos dar regalos que tengan un valor eterno, junto con nuestros regalos que con el tiempo se rompen o se olvidan. ¡Cuánto mejor sería el mundo si todos diéramos regalos de entendimiento y de compasión, de servicio y de amistad, de bondad y de dulzura.

A medida que la temporada de Navidad nos rodea con toda su gloria, que podamos, al igual que los Reyes Magos, buscar una estrella brillante y especial para que nos guíe en nuestra celebración del nacimiento del Salvador. Que todos podamos hacer el viaje a Belén, en espíritu, llevando con nosotros un corazón tierno y atento como nuestro regalo al Salvador.

Mis hermanos y hermanas, que todos tengamos una Navidad llena de gozo. Ésa es mi esperanza y mi oración. En el sagrado nombre de nuestro Salvador, Jesucristo. Amén.

Notas

  1. En Jack M. Lyon and others, eds., Best-Loved Poems of the LDS People, 1996, págs. 166–67.
  2. La mejor de las Navidades, Liahona, diciembre de 2008, pág. 3.
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