Liahona Agosto 1987
Las enseñanzas de Nefi con respecto a vencer el desaliento
Elizabeth K. Ryser
Elizabeth K. Ryser, trabajadora social y terapeuta matrimonial y familiar, sirve actualmente como misionera regular en la Misión África del Sur—Johannes- burgo.
En el bello pasaje de las Escrituras conocido como el salmo de Nefi (2 Nefi 4:15—35), el profeta nos revela las impresiones de su espléndido corazón. No es difícil comprender la lucha que sostenía Nefi para conservarse santo en un mundo en que se le permite a Satanás gobernar y tentar. El dilema de Nefi es el mismo que todos tenemos que encarar:
“He aquí, mi alma se deleita en las cosas del Señor, y mi corazón medita continuamente las cosas que he visto y oído.
“Sin embargo, a pesar de la gran bondad del Señor en mostrarme sus grandes y maravillosas obras, mi corazón exclama: ¡Oh, miserable hombre que soy! Sí, mi corazón se entristece a causa de mi carne. Mi alma se aflige a causa de mis iniquidades.” (Versículos 16 – 17.)
En lenguaje moderno, podríamos expresar lo mismo de la siguiente manera: “Sé muy bien qué es lo que debo hacer, pero aún así continúo pecando. Dios me ha bendecido tanto, pero todavía no soy completamente feliz”.
Nefi describe su desventura con abundancia de detalles; escribe que su corazón llora, que su alma permanece en el valle del dolor, que su carne se disipa y que se enoja con sus enemigos. (Versículos 26-27.)
¿Cómo es posible que Nefi, que había hablado con ángeles y que había sido testigo de la realidad de la venida de Cristo, pudiera tener tales sentimientos? Quizás fue la profundidad de su testimonio lo que causó que sus propios fracasos fueran tan difíciles de soportar. Sabemos que Lehi, su padre, había muerto hacía poco. Después de una pérdida de esa naturaleza, el abatimiento es muy común.
Nefi comprendía que no es fácil ser santo. Todos debemos tratar de vencer al hombre natural, esforzándonos por llegar a ese punto en el que ya no tengamos más ninguna disposición a obrar mal. A cada paso de nuestra vida, nos toca escoger entre el bien y el mal y, muchas veces, a pesar de nuestros deseos justos, se nos tienta diariamente y caemos en el pecado.
Y para aumentar nuestra carga, con frecuencia también nos afligimos por los demás. Nefi escribe en cuanto a esto: “Continuamente ruego por [mi pueblo] de día, y mis ojos bañan mi almohada de noche a causa de ellos” (2 Nefi 33:3).
Cuando termina de expresar su desesperación, Nefi empieza a buscar otros ángulos desde dónde enfocar su situación, y se hace una serie de preguntas: “Y ¿por qué he de ceder al pecado a causa de mi carne? Sí, ¿Y por qué sucumbiré a las tentaciones, de modo que el maligno tenga lugar en mi corazón para destruir mi paz y contristar mi alma? ¿Por qué me enojo a causa de mi enemigo?” (2 Nefi 4:27).
Cuando nos sentimos desanimados, nosotros también podríamos beneficiarnos al hacernos las mismas preguntas y después contestarlas. Al igual que Nefi, muchas veces tenemos que decidir que no vamos a volcarnos a la tristeza. Podemos decir, como él: “¡Despierta, alma mía! No desfallezcas más en el pecado. ¡Regocíjate, oh corazón mío, y no des más lugar al enemigo de mi alma!” (Versículo 28). Gracias a esto, los pensamientos lastimosos de Nefi se transformaron en pensamientos de gozo.
¿Qué podemos aprender de Nefi que nos sirva de aliciente cuando nos encontremos desanimados o sumidos en la desesperación?
- Nefi escribía sobre sus pensamientos, sus impresiones y sus deseos. Nefi era muy diligente en llevar un diario. Llevaba dos registros, aunque no comprendía totalmente el propósito del segundo. Escribió, a pesar de que no era “poderoso para escribir” (2 Nefi 33:1). Pero para él era suficiente saber que era un mandamiento del Señor, que por algún sabio propósito le requeriría llevarlo. Al terminar su registro, Nefi escribió: “Yo, Nefi, he escrito lo que he escrito; y lo estimo de gran valor, especialmente para mi pueblo” (2 Nefi 33:3).
El escribir puede constituir un proceso de recuperación. En mi profesión como trabajadora social, con frecuencia les pido a mis pacientes que se sienten deprimidos, aprensivos o inquietos que viertan sus sentimientos en un diario. Los que lo hacen me informan que les resulta sumamente beneficioso.
- Nefi meditaba. (Véase 2 Nefi 4:16.) Meditar significa algo más que simplemente pensar; es el proceso de estudiar las cosas en nuestra mente, de analizarlas. El meditar las cosas del Señor, tal y como lo hizo Nefi, abre nuestra mente al Espíritu.
- Nefi estudiaba las escrituras. Él se deleitaba en ellas y testificaba de su veracidad. (Véase el versículo 15). Se deleitaba especialmente en los escritos de Isaías y los incluyó en su registro “para que aquellos de mi pueblo que vean estas palabras eleven sus corazones y se regocijen por todos los hombres” (2 Nefi 11:8). La comprensión que Nefi tenía de las Escrituras le ayudó a conservar su fe. Las Escrituras le ayudaron a saber en quién había puesto su confianza, aun cuando su corazón gemía a causa de sus pecados. (Véase 2 Nefi 4:19.)
- Nefi reconocía la bondad, el apoyo, el amor y la protección del Señor. (Véase versículos 20-25.) Recordaba las ocasiones en que Dios le había preservado la vida, lo había llenado con su amor, había confundido a sus enemigos, le había contestado sus oraciones, y le había dado conocimiento. Nefi contaba sus bendiciones y se sentía agradecido. El recordar nuestras bendiciones y vivencias espirituales puede constituir un poderoso antídoto para el desaliento.
- Nefi se infundía ánimo a sí mismo. Rechazaba los malos pensamientos y los reemplazaba con buenos, como lo confirman sus palabras: “¡Despierta, alma mía! No desfallezcas más en el pecado. ¡Regocíjate, oh corazón mío!” (Versículo 28).
- Nefi oraba. Oraba con toda su fuerza, con franqueza y sinceridad. Sus oraciones no eran de tipo general, sino pedía específicamente los dones que necesitaba. Pedía que su alma fuera redimida, que se le librara de las manos de sus enemigos, que temblara al aparecer el pecado, que se cerraran las puertas del infierno delante de él y que se abrieran las de la justicia, que el Señor lo envolviera con el manto de su justicia, que pudiera escapar de sus enemigos, que se enderezara su sendero y que éste no fuera obstruido por sus enemigos. (Véanse versículos 31-33.) Todas éstas son súplicas sobre las que podríamos meditar y luego presentárselas al Señor.
- Nefi alababa al Señor y se regocijaba en El. “¡Oh Señor, te alabaré para siempre! Sí, mi alma se regocijará en ti, mi Dios, y la roca de mi salvación” (versículo 30.) Nefi rebosaba de gratitud y fe, como lo manifiestan sus palabras: “En ti confiaré para siempre” (vers. 34).
- Nefi imploraba la ayuda del Señor. Él sabía que lo único que podría redimirlo sería la sangre expiatoria del Salvador. Este es el paso más importante que uno puede tomar. Nosotros también necesitamos implorar la misericordia del Señor para obtener la remisión de nuestros pecados. El verdadero arrepentimiento puede llenarnos de gozo y tranquilidad de conciencia.
El desaliento de Nefi se tornó en gran regocijo, lo cual muestra que los deseos de su corazón se centraban en Cristo. Al acercarse al final de sus días, escribió: “Debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna” (2 Nefi 31:20). Al centrar nuestros corazones en Cristo, nosotros también encontraremos la clave para vencer el desaliento. □
























