Liahona Diciembre 1987
Un vidente escogido
José Smith fue testigo ocular del Cristo resucitado y por medio de él Dios comunicó Su palabra al mundo.
Por el élder Neal A. Maxwell
Del Quórum de los Doce Apóstoles
No importa cuándo hablemos de José Smith, es importante que recordemos lo que él dijo de sí mismo: “Yo nunca os he declarado que soy perfecto; pero no hay errores en las revelaciones que [os] he enseñado” (Enseñanzas del profeta José Smith, pág. 457).
José Smith era ya un buen hombre, pero fue llamado por un Señor perfecto, ¡Jesús de Nazaret! La primera exhortación la recibió de Dios el Padre: “Este es mi Hijo Amado. ¡Escúchalo!” (José Smith—Historia 17). Y desde ese momento en adelante siempre escuchó atentamente a Jesucristo.
De José Smith, que no era erudito ni estaba capacitado en teología, hemos recibido más páginas impresas de escritura que de cualquier otro ser mortal, incluidas las páginas combinadas que tenemos de Moisés, Pablo, Lucas y Mormón. Según parece, en la primavera de 1829 el Profeta traducía entre siete y diez páginas impresas por día.
Revelaciones extraordinarias
Pero no sólo la cantidad de esas revelaciones es impresionante, sino también su extraordinaria calidad. Por medio de él se recibieron doctrinas esenciales que habían desaparecido de la faz de la tierra, haciendo que la gente tropezara “muchísimo”; esas “partes. . . sencillas y preciosas” se habían reservado o quitado, y por ese motivo no aparecen en la Biblia. (Véase 1 Nefi 13:34.)
A continuación doy algunos ejemplos de las grandes verdades que Dios restauró por medio del profeta José Smith:
En 1833 se le dijo que no sólo Jesús estaba con el Padre desde antes de venir a la tierra, sino que “también el hombre fue en el principio con Dios. La inteligencia, o la luz de verdad, no fue creada ni hecha, ni tampoco lo puede ser” (D. y C. 93:29). Esta revelación da al hombre una idea más correcta de su propia naturaleza eterna.
También por medio del Profeta se recibió la revelación de que cada uno de nosotros es responsable ante Dios de sus propios pecados, y no de los de Adán:
“Y el Señor le contestó [a Adán]: He aquí, te he perdonado tu transgresión en el Jardín de Edén.
“De allí que se extendió entre el pueblo el dicho: Que el Hijo de Dios ha expiado el pecado original, por lo que los pecados de los padres no pueden recaer sobre la cabeza de los niños, porque éstos son limpios desde la fundación del mundo.” (Moisés 6:53-54; véase también D. y C. 93:38 y el Artículo de Fe 2.)
El propósito de la vida mortal
Por medio del Profeta podemos saber el lugar que tiene el ser humano en este vasto universo:
“Y he creado incontables mundos, y también los he creado para mi propio fin; y por medio del Hijo, que es mi Unigénito, los he creado.
“Porque, he aquí, ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre.” (Moisés 1:33, 39.)
Mientras que todavía muchas personas se preguntan en la actualidad si la vida en la tierra tendrá algún propósito, el Señor reveló el propósito de la vida mortal por medio del profeta José Smith: “Y con esto los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare” (Abraham 3:25).
Las verdades de la Restauración dan respuestas confirmantes a las preguntas más básicas que .se hace el ser humano: ¿Es realmente imposible explicar el origen de nuestro universo? ¿Tiene propósito e importancia la existencia humana? ¿Por qué hay tanta injusticia y tanto sufrimiento en el mundo?
Y fue por medio del profeta José Smith que recibimos esas respuestas: No tenemos por qué desesperarnos; estamos rodeados de propósitos divinos.
Recibimos éstas y otras revelaciones mediante este profeta inspirado, que nos proveyó los elementos esenciales del evangelio.
Probar, reprobar y progresar
José Smith fue también testigo ocular del Cristo resucitado. Sin embargo, como les sucede a todos los que son en verdad discípulos, él también pasó por un proceso de probación, reprobación y progresión mientras servía siendo el profeta por el cual Dios comunicó Su palabra a esta generación (véase D. y C. 5:10).
Uno de sus períodos de prueba fue desde el 1 de diciembre de 1838 hasta la primera semana de abril de 1839, meses en los que estuvo prisionero en las cárceles de Richmond y Liberty. Él élder B. H. Roberts [miembro del Primer Quórum de los Setenta, escritor e historiador] dijo que la cárcel era como “un templo dentro de una prisión”, pues ese período de ocio forzado quizás fuera el único en la vida extremadamente ocupada del Profeta en que él tuviera tiempo de sobra para la meditación. Y fue precisamente en la cárcel de Liberty donde recibió las secciones 121 y 122 de Doctrina y Convenios, que están entre las revelaciones más inspiradas que haya recibido un profeta en todas las dispensaciones.
“Como José en Egipto”
En una de sus últimas cartas desde la cárcel de Liberty, José Smith escribió: “Me siento como José en Egipto” (The Personal Writings of Joseph Smith, comp. por Dean Jessee, Salt Lake City: Deseret Book Co., 1984, pág. 409). Este sentimiento del Profeta refleja un versículo muy importante de 2 Nefi. En el tercer capítulo se encuentran las palabras pronunciadas por el José de la antigüedad, diciendo del vidente de los últimos días: “Y será semejante a mí” (2 Ne. 3:15).
El Profeta es ese “vidente escogido” al que se refería José. (Véase 2 Nefi 3:6-11.) En una bendición que recibió en diciembre de 1834, gran parte de ésta se dedicaba a hablarle de la relación especial que había entre él y el José de antaño. La semejanza entre ambos es extraordinaria.
Primero, los dos tuvieron comienzos humildes; siendo muy jóvenes todavía, los dos tuvieron visiones que les acarrearon el odio de otras personas; y ambos fueron generosos con aquellos que los habían traicionado. Además, los dos profetizaron el futuro de su nación (véanse Génesis 41:29-31; D. y C. 87); y los dos se vieron arrancados del seno de su familia.
Lo que quizás sea más importante aún, ambos enfrentaron la adversidad y los problemas con valor y fe muy grandes. Las condiciones en la cárcel de Liberty eran muy malas; a menudo, la escasa comida que recibían el Profeta y los hermanos que estaban con él eran restos de la mesa del carcelero que les llevaban en un canasto sucio dentro del cual dormían gallinas por la noche; el invierno era helado, y la oscuridad constante en la que se encontraban les molestaba los ojos. Sin embargo, José Smith escribió que, a pesar de que por el momento los perseguidores parecían triunfar, “Sión vivirá, aun cuando parezca muerta” (Writings, pág. 382).
Las bendiciones del sacerdocio eran verdaderas
En 1834 su padre le dio una bendición del sacerdocio en la cual se le prometió: “Te gustará hacer la obra que el Señor tu Dios te mande”. Durante todo el tiempo que duró la persecución, siempre en aumento, y aun cuando fue encarcelado y finalmente asesinado, el Profeta jamás perdió su deseo y satisfacción de hacer la obra del Señor.
José Smith recibió otra promesa: Aquellos que trataran de destruir la obra del vidente de los últimos días “serán confundidos” (2 Nefi 3:14). También se le prometió: “El testimonio de traidores nunca volverá a tu pueblo en contra de ti” (D. y C. 122:3). Ambas promesas se han cumplido y siguen cumpliéndose.
Es importante para el Señor que seamos siempre fieles a sus siervos. Es prudente que sigamos el ejemplo de Lorenzo Snow y no el de Thomas B. Marsh, quien se tomó la libertad de preocuparse tanto por las imperfecciones que observaba en el Profeta que terminó apartándose de la Iglesia por un tiempo. Lorenzo Snow también dijo que había notado algunas imperfecciones en José Smith; pero para el presidente Snow era maravilloso ver cómo podía el Señor servirse del Profeta a pesar de sus imperfecciones. Esto lo hizo comprender que el Señor tal vez pudiera servirse de él también.
Uno de los grandes mensajes que recibimos del hecho de que El utilizara a José Smith en los últimos días como un “vidente escogido” es que, evidentemente, hay esperanza para nosotros. En la misma forma, con todas nuestras debilidades el Señor puede hacernos un llamamiento y, aun así, magnificamos para que cumplamos Sus propósitos.
El 4 de abril de 1839, en el preciso momento en que el sol se ponía, el profeta José Smith escribió a Emma, su esposa, su última carta desde la cárcel de Liberty. Al mirar a través de la ventana con rejas de aquella solitaria celda, sintió “emociones que sólo Dios conoce” (Writings, pág. 425).
Con esas palabras expresó su visión de un ocaso terrenal. Pero ¡qué visión de la eternidad tuvo y nos comunicó a nosotros! ¡Rindamos honores al gran Profeta que estuvo en comunión con Cristo Jesús! Que podamos no sólo defender la fe que él enseñó, sino también disfrutar de las bendiciones que este vidente escogido puso a nuestro alcance. □

























