La plenitud del evangelio en el Libro de Mormón

Siendo que el Libro de Mormón contiene la plenitud del evangelio,

¿Por qué no hace nin­guna mención de Templos o de la obra vicaria?

Monte S. Nyman, Profesor de Escrituras Anti­guas de la Universidad Brigham Young, Provo, Utah.
Liahona Octubre 1984

Para poder responder a esta pregunta, primeramente debemos comprender lo que significa la frase “la plenitud del evangelio’’.

En Doctrina y Convenios encontramos el registro de tres ocasiones en que el Señor declaró que en el Libro de Mormón estaba contenida la plenitud del evangelio (véase D. y C. 20:9; 27:5; 42:12). El ángel Moroni también declaró a José Smith que el Libro de Mormón contenía la plenitud del evangelio:

“Dijo que se hallaba depositado un li­bro, escrito sobre planchas de oro, el cual daba una relación de los antiguos habitantes de este continente, así como del origen de su procedencia. También declaró que en él se encerraba la pleni­tud del evangelio eterno cual el Salvador lo había comunicado a los antiguos habitantes” (José Smith-Historia 1:34; cursiva agregada).

Durante algunos años les he pedido a muchos de mis alumnos postgraduados que definan la palabra “evangelio”. La respuesta que normal­mente recibo es la de “buenas nuevas”. Esta respuesta proviene del significado que atribuían a esta palabra los anti­guos griegos, y aunque es correcta, mi experiencia me ha demostrado que mu­chos miembros de la Iglesia en realidad nunca han meditado a fondo el signifi­cado de las “buenas nuevas’’: ¿Cuáles son las buenas nuevas que presenta el evangelio? Las Escrituras restauradas proveen una respuesta lógica y estimu­lante a esta pregunta. Doctrina y Conve­nios nos proporciona tres definiciones del evangelio.

  1. Doctrina y Convenios 33:11-12:

“Sí, arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros para la remisión de sus pe­cados; sí, bautizaos en el agua, y enton­ces vendrá el bautismo de fuego y del Espíritu Santo.

“He aquí, de cierto, de cierto os digo, éste es mi evangelio; y recordad que deberán tener fe en mí, o de ninguna manera podrán salvarse” (cursiva agre­gada).

  1. Doctrina y Convenios 39:5-6:

“De cierto, de cierto te digo, que el que recibe mi evangelio, me recibe a mí; y quien no recibe mi evangelio, tampoco me recibe a mí.

“Y éste es mi evangelio: Arrepenti­miento y bautismo en el agua, tras lo cual viene el bautismo de fuego y del Espíritu Santo, sí, el Consolador, el cual manifiesta todas las cosas y enseña las cosas apacibles del reino” (cursiva agregada).

  1. Doctrina y Convenios 76:40-43:

“Y éste es el evangelio, las buenas nuevas, que la voz de los cielos nos tes­tificó:

“Que vino al mundo, sí, Jesús, para ser crucificado por el mundo y llevar los pecados del mundo, y para santificarlo y limpiarlo de toda Injusticia;

“para que por él pudiesen ser salvos todos aquellos a quienes el Padre había puesto en su poder y hecho por él;

“y él glorifica al Padre y salva todas las obras de sus manos, menos a esos hijos de perdición que niegan al Hijo después que el Padre lo ha revelado” (cursiva agregada).

El Libro de Mormón registra, en las enseñanzas del Salvador, una definición aún más detallada, pero que va de acuerdo con las tres que encontramos en Doctrina y Convenios:

“He aquí, os he dado mi evangelio, y éste es el evangelio que os he dado: que vine al mundo a cumplir la voluntad de mi Padre, porque mi Padre me envió.

“Y mi Padre me envió para que fuese levantado sobre la cruz; y que después de ser levantado sobre la cruz, pudiese atraer a mí mismo a todos los hombres, para que así como he sido levantado por los hombres, así también los hom­bres sean levantados por el Padre, para comparecer ante mí, para ser juzgados por sus obras, ya fueren buenas o malas;

“y por esta razón he sido levantado; por consiguiente, de acuerdo con el po­der del Padre, atraeré a mí mismo a to­dos los hombres, para que sean juzga­dos según sus obras.

“Y sucederá que cualquiera que se arrepienta y se bautice en mi nombre, será lleno; y si perseverar hasta el fin, he aquí, yo le tendré por inocente ante mi Padre el día en que me presente para juzgar al mundo.

“Y aquel que no persevera hasta el fin, éste es el que también es cortado y echado en el fuego, de donde nunca más puede volver, por motivo de la justi­cia del Padre.

“Y ésta es la palabra que él ha dado a los hijos de los hombres; y por esta ra­zón él cumple las palabras que ha dado; y no miente, sino que cumple todas sus palabras.

“Y nada Impuro puede entrar en su reino; por tanto, nada entra en su re­poso, sino aquellos que han lavado sus vestidos en mi sangre, mediante su fe, el arrepentimiento de todos sus pecados y su fidelidad hasta el fin.

“Y éste es el mandamiento: Arrepentíos, todos vosotros, extremos de la tierra, y venid a mí y sed bautizados en mi nombre, para que seáis santificados por la recepción del Espíritu Santo, a fin de que en el postrer día podáis presentaros ante mí sin mancha.

“En verdad, en verdad os digo que éste es mi evangelio: y vosotros sabéis las cosas que debéis hacer en mi Igle­sia; pues las obras que me habéis visto hacer, ésas también las haréis; porque aquello que me habéis visto hacer, eso haréis vosotros” (3 Nefi 27:13-21; cur­siva agregada).

En resumen, las buenas nuevas del evangelio son el plan de salvación o los principios y ordenanzas mediante los cuales podemos regresar a la presencia de nuestro Padre Celestial.

Cabe aclarar también, antes de con­testar la pregunta original con respecto a los templos, que de acuerdo con las Escrituras, el evangelio define el plan por el cual los hombres pueden regresar al reino celestial. No especifica la manera en que los hombres pueden recibir la exaltación dentro del reino celestial, ya que para esto son necesarias las ordenanzas y bendiciones del templo (véase D. y C. 131:1-4).

Aunque el Libro de Mormón no pro­porciona detalles ni enseñanzas con respecto a las ordenanzas que se reali­zaban en los templos, sí verifica que los hubo entre los nefitas. Sí habla de la aparición de escritos milagrosos en el muro del templo, los cuales fueron escritos por el dedo de Dios (véase Alma 10:2). Este Incidente se relató en el con­texto de la genealogía de un hombre, y no da ninguna explicación del templo en sí.

Del Libro de Mormón podemos obte­ner algunas indicaciones respecto a las funciones que tenían los templos entre los nefitas. Parece ser que construían templos en el momento y lugar que pen­saran conveniente de acuerdo con las necesidades de la población. Después de la división entre los nefitas y los lama­nitas, Nefi escribió que su pueblo edificó un templo “según el modelo del templo de Salomón” (2 Nefi 5:16). Jacob recibió el mandamiento de amonestar a su pue­blo en contra del orgullo y la inmoralidad dentro del templo (Jacob 1:17; 2:2, 11). El rey Benjamín pidió que su pueblo se congregara en el templo para recibir instrucciones (Mosíah 1:18; 2:1; 5-7), y el rey Llmhi pidió que su pueblo se reu­niera allí para recibir Instrucciones acerca de Ammón y sus hermanos que habían bajado de la tierra de Zarahemla (Mosíah 7:17). Posiblemente fue éste el mismo templo mencionado en varias ocasiones en el registro de su padre, el rey Noé, y es muy posible que haya sido construido por el padre de Noé, el rey Zenif, ya que aparentemente estaba edificado cuando Noé llegó a ser rey (véase Mosíah 11:10, 12; 19:5). Cuando el pueblo nefita se mudó a las tierras del norte, allí también edificaron templos (Helamán 3:9, 14). Después de la des­trucción de los inicuos al tiempo de la crucifixión de Cristo, el pueblo se ha­llaba congregado alrededor del templo en la tierra de Abundancia cuando se les apareció el Salvador (3 Nefi 11:1). El Libro de Mormón también contiene el re­gistro de la construcción de templos en­tre los lamanitas (Alma 26:29). Toda esta evidencia confirma las enseñanzas del, profeta José Smith:

“¿Qué objeto podrá tener el recogi­miento de los judíos o el pueblo de Dios, en cualquier época del mundo? . . .

“El objeto principal fué edificar una casa al Señor, en la cual podría revelar a su pueblo las ordenanzas de su casa y las glorias de su reino, y enseñar a la gente el camino de la salvación; porque hay ciertas ordenanzas y principios que, para poder enseñarse y practicarse, de­ben efectuarse en un lugar o casa edifi­cada para tal propósito” (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 375-376). Aun cuando el Libro de Mormón no con­tiene ninguna referencia a las ordenan­zas específicas que se efectúan en el templo, sí contiene las mismas enseñan­zas que la Biblia con respecto a las bases para la obra vicaria. El profeta Malaquías predijo la venida de Elías antes del día de Jehová, grande y terrible, cuya venida volvería o ataría a los hijos a sus padres y a los padres a sus hijos. Este poder sellador, conocido también como el sacerdocio patriarcal, fue res­taurado el 3 de abril de 1836 al profeta José Smith en el templo de Kirtland (véase D. y C. 110:13-16). Cuando el Salvador ministró entre los nefitas des­pués de su resurrección, les dijo que el Padre le había dado el mandamiento de impartirles las enseñanzas de Malaquías, las cuales se encuentran registra­das ahora en 3 Nefi, capítulos 24-25. El capítulo 25 contiene la profecía de Ellas. El Señor estableció el fundamento básico para la obra vicaria en el Libro de Mormón y dejó para Doctrina y Conve­nios las enseñanzas específicas acerca de la exaltación dentro del reino celes­tial.

Hubo otra ordenanza relacionada con los templos que también se dejó para ser aclarada mayormente en Doctrina y Convenios. Esta es la ceremonia del ma­trimonio por tiempo y toda la eternidad. Aunque el Libro de Mormón no enseña esta Importante doctrina, sí Infiere que tales matrimonios fueron realizados.

“Y se casaban y se daban en matri­monio, y fueron bendecidos de acuerdo con la multitud de las promesas que el Señor les había hecho” (4 Nefi 11).

Aunque ésta es solamente una de­ducción, existen entre los lamanitas ciertas tradiciones que indican que es­tas ordenanzas sí fueron realizadas. El hermano Golden R. Buchanan, quien durante varios años actuó como presi­dente de la Misión India del Suroeste [de Norteamérica], declaró:

“El principio del matrimonio eterno no es nuevo para muchas de las tribus. La hermosa ceremonia de casamiento de la tribu Hopl, con la novia vestida en un hermoso vestido blanco tejido por las manos de su novio, es un rito sagrado, y su tradición dice que perdura por todas las eternidades. Esta ceremonia no in­dica que el matrimonio es ‘hasta que la muerte os separe’ ” (“Indlan Traditlons”, Improvement Era, abril de 1955, pág. 286).

Así pues, existió entre los nefitas el conocimiento y la práctica del matrimo­nio eterno, y los lamanitas llevaron a cabo esta práctica aún después de ha­ber caído en la apostasía. De nuevo Mormón, bajo la Inspiración del Señor, decidió dejar esta enseñanza para que fuera revelada en los últimos días.

En resumen, la razón por la cual el Libro de Mormón no revela más detalles acerca de los templos y otras ordenanzas relacionadas con la exaltación la ex­plica probablemente la naturaleza misma de la revelación. Se puede consi­derar que las Escrituras son “revelaciones abiertas”, o revelaciones que están a la disposición de todo aquél que tenga Interés en leerlas. Lo del tem­plo, por otra parte, puede considerarse como “revelación cerrada”, o revelación reservada solamente para aquellos que se prepararán para conocer y compren­der este tipo de revelación sagrada. Tal como lo dijera el profeta José Smith, desde la fundación del mundo se ha re­servado esto para que fuera revelado al pueblo del Señor (véase Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 376, y D. y C. 124:36-41). Ahora ha llegado a noso­tros la oportunidad de recibir esas orde­nanzas como parte del evangelio, y to­dos debemos aprovechar esta oportunidad. ■

La misión de Elías el Profeta

“Muchos de los antepasados de ustedes murieron sin haber tenido nunca la oportunidad de aceptar el Evangelio ni de recibir las bendiciones y las promesas que ustedes han recibido. El Señor es justo y es amoroso, y, por consiguiente, Él ha preparado tanto para ustedes como para mí la manera de que se cumpla el deseo de nuestro corazón de brindar a nuestros antepasados todas las bendiciones que Él nos ha brindado a nosotros.

Bendiciones para las personas fallecidas

“Muchos de los antepasados ya fallecidos de ustedes habrán recibido un testimonio de que el mensaje de los misioneros es verdadero. Cuando ustedes recibieron ese testimonio, pudieron pedirles a los misioneros el bautismo; pero los que están en el mundo de los espíritus no pueden hacerlo. Las ordenanzas que ustedes tanto apreciaron sólo se brindan en este mundo. Alguien en este mundo tiene que ir a un santo templo y aceptar los convenios por la persona que está en el mundo de los espíritus. Ésa es la razón por la que tenemos la obligación de buscar el nombre de nuestros antepasados y asegurarnos de brindarles lo que ellos no pueden recibir allá sin nuestra ayuda…

“Recuerden que los nombres que serán tan difíciles de buscar son de personas reales, a las que ustedes deben su existencia en este mundo y con las cuales volverán a encontrarse en el mundo de los espíritus. Cuando ustedes fueron bautizados, sus antepasados los contemplaron desde allá con esperanza. Quizás, al cabo de siglos, se regocijaron al ver a uno de sus descendientes hacer el convenio de buscarlos y de brindarles la libertad. Cuando se reúnan con ellos, verán en sus ojos ya sea gratitud o una terrible desilusión. El corazón de ellos está ligado a ustedes y su esperanza está en las manos de ustedes. Ustedes tendrán más que su fortaleza natural si deciden seguir trabajando para buscarlos”.

Henry B. Eyring, “Teniendo entrelazados sus corazones”,

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