Dios el eterno Padre
por élder Milton R. Hunter
Discurso dado en una conferencia general de la Iglesia, 1 octubre de 1948.
Como el hombre es, Dios una vez fué; como Dios es, el hombre puede llegar a ser. — Lorenzo Snow.
Mis queridos hermanos y hermanas, es una verdadera inspiración para mí ver las caras de tanta gente que está reunida en esta congregación. Pido humildemente que el Espíritu de Dios me atienda en las pocas advertencias que haga en esta ocasión. Es mi deseo esta mañana, con la ayuda del Señor, decir algunas palabras que reforzarán al discurso tan hermoso dado ahora por el presidente Jorge F. Richards.
Es mi deseo sincero dar mi testimonio y decir algunas palabras pertenecientes al concepto de los Santos de los Últimos Días acerca de Dios el Eterno Padre, a quien nosotros como miembros de la Iglesia verdadera de Jesucristo devotamente, humildemente y piadosamente adoramos.
Un poco antes de su muerte, el Profeta José Smith declaró que:
Es el primer principio del evangelio saber con seguridad el carácter de Dios (Teachings of the Prophet Joseph Smith, p. 345).
Leemos en el evangelio de San Juan (y una declaración similar está registrada en la revelación moderna) que:
Esta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y a Jesucristo, al cual has enviado (Juan 17:3; véase D. y C. 132:24).
De estas declaraciones hechas por hombres santos mediante revelación divina, encontramos que el concepto de Dios que un pueblo tiene es muy importante en ayudar a determinar el tipo de vida que ellos viven. La historia afirma que cuando cualquier grupo de gente ha tenido como su credo el concepto que Dios fué un Dios de amor, caridad y bondad; en otras palabras, cuando hayan aceptado a Dios como un Ser divino poseyendo todas las características de bondad en una porción infinita, aquel pueblo ha tratado de emular en sus vidas ese tipo de Deidad. Por otro lado, cuando un grupo de gente ha creído que el Eterno Padre fué un Dios de capricho, un Dios que es injusto y propenso al uso del favoritismo, encontramos que aquel pueblo ha acudido a formas y maneras muy bajas de adoración, tal como el sacrificio humano. En verdad su actitud moral estuvo en el mismo plano que su concepto de Dios.
Al ocupar esta posición esta mañana, comprendo que será absolutamente imposible para mí de explicar con gran exactitud el concepto de los Santos de los Últimos Días acerca de la personalidad de Dios el Eterno Padre, porque él es un ser infinito con características y atributos infinitos, mientras yo soy simplemente un hombre finito. Es imposible para lo finito comprender lo infinito; y aún quisiera decir algunas palabras, como ya he indicado, para reforzar a lo que el Presidente Jorge F. Richards tan expertamente ha explicado acerca de Elohím —el Eterno Padre.
Nosotros creemos que Dios es un ser personal. Por decir personal, queremos dar a entender que él es un hombre —un hombre exaltado. Hace aproximadamente cien años, muy pronto después de que Lorenzo Snow llegó a ser miembro de la Iglesia verdadera de Jesucristo, él formuló un dístico extraordinario el cual, desde aquel entonces, ha llegado a ser famoso. Él dijo: “Como el hombre es, Dios una vez fué; como Dios es, el hombre puede llegar a ser” (Lorenzo Snow, The Millenial Star 54:404). Vez tras vez durante el período de la restauración del evangelio de Jesucristo al Profeta José Smith, varias evidencias le fueron dadas que sostienen, amplifican, y explican la personalidad de Dios. Si el tiempo permitiera, muchas citas excelentes podrían ser citadas de las Doctrinas y Convenios que ayudarían a describir la personalidad de nuestro Padre Eterno. Sin embargo, quisiera, en esta ocasión, citar una declaración tomada de un gran sermón dado por el Profeta José un poco antes de su muerte. Esta cita es una continuación de la declaración que ya he citado del Profeta. Para usar sus palabras exactas:
Es el primer principio del evangelio saber con seguridad el carácter de Dios, y saber que podemos conversar con él como un hombre conversa con otro, y que él una vez fué un hombre como nosotros; sí, que Dios mismo, el Padre de todos nosotros, moraba en una tierra, lo mismo que Jesucristo. . .
Me atrasaré hasta el principio antes que este mundo fuese, para mostrar qué clase de ser es Dios. ¿Qué clase de ser fué Dios en el principio? Abrid vuestros oídos y escuchad, todos los cabos de la tierra. . .
Dios mismo fué una vez como nosotros somos ahora, y es un hombre exaltado, y se sienta entronizado en aquellos cielos. Ese es el gran secreto. Si el velo fuera rasgado hoy, y el gran Dios que sostiene este mundo en su órbita, y que sostiene a todos los mundos y todas las cosas por su poder, revelará a sí mismo, —digo yo, que si lo pudiereis ver hoy, lo veríais como en la forma de un hombre— como nosotros mismos en toda su persona, imagen, y la misma forma de un hombre; porque Adán fué creado en la misma forma, imagen y semejanza de Dios, y recibió instrucciones de, y anduvo, hablaba y conversaba con él, como un hombre habla y se comunica con otro. (Teachings of the Prophet Joseph Smith, pp. 345-346.)
Quisiera tratar con vosotros, por unos minutos, la doctrina de qué clase de hombre es Dios al presente. Él es un exaltado, glorificado, celestializado hombre, pero verdadera y literalmente un ser personal. Por esta descripción quiero decir que su cuerpo es eterno, compuesto de materia que no puede decaer, envejecer ni deteriorarse. Además, Elohim, o el Eterno Padre, es un ser más brillante que el sol al medio día. De ese Personaje Divino radia luz, luz con la característica de brillantez excesiva.
Yo creo que para poder definir mejor lo que tengo en mente, podríamos con provecho, referirnos a la experiencia maravillosa que tuvo el Profeta José Smith, conocida como “La Primera Visión”, que fué tan hermosamente explicada hace algunos minutos por el presidente Jorge F. Richards. Cuando el Profeta José estuvo ocupado en oración profunda en aquella memorable mañana primaveral en 1820, una columna de luz, explicó él, más brillante que el sol a medio día bajó del cielo y descansó sobre él. En medio de aquella luz, José vió a dos “…Personajes, cuyo brillo y gloria no admiten descripción”, hasta donde su gloria, resplandor y brillantez se conciernen (Perla de Gran Precio, José Smith, 2:17).
El joven Profeta se volvió de la Arboleda Sagrada aquella mañana con más conocimiento, sí, con un concepto más claro en su mente acerca de la personalidad de Dios y la Trinidad que todos los ministros del mundo juntos. Yo siento profundamente que es una realidad que uno de los propósitos principales que Dios el Eterno Padre y su Unigénito Hijo tenían en venir al Profeta José Smith en aquella hermosa mañana primaveral fué para dar al mundo otra vez un concepto verdadero de la personalidad de Dios.
Jesucristo vino al mundo en el meridiano de los tiempos para revelar a la familia humana el Eterno Padre. Un poco después de la muerte de Cristo, Felipe le suplicó que les mostrara a los apóstoles el Padre. El Hijo del hombre contestó que los que le habían visto a él habían visto al Padre, significando que él era un perfecto prototipo del Padre y que él representaba al Padre en todas las cosas (véase Juan 14:8-9). Por todas las páginas del Nuevo Testamento encontramos una doctrina muy precisa proclamada de la realidad y existencia de tres miembros en la Trinidad —tres seres personales, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo— constituyendo la Santa Trinidad.
Durante los siglos primitivos del Cristianismo en seguida de la muerte de los apóstoles de Jesús, la obscuridad se insinuó en las mentes de los líderes cristianos. El resultado de este hecho fué la celebración de sesiones de consejo durante la porción temprana del cuarto siglo con el propósito de redefinir a Dios. En estas sesiones de consejo, los “Padres Cristianos” formularon un credo o unos credos en los cuales intentaron definir la personalidad de Dios y la Trinidad. En estos credos, los tres Personajes Divinos de la Trinidad fueron combinados en uno. Su nuevo y corrompido concepto de Dios destruyó sus atributos personales, haciendo de él un Dios sin cuerpo, partes y pasiones. En verdad, se confundieron y profanaron el concepto hermoso de la Santa Trinidad que había sido revelado a sus seguidores por el Hijo de Dios, por hacer al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo incomprensibles e indefinibles. Durante los siguientes quince siglos, todas las iglesias Cristianas fueron influidas por el concepto erróneo y descarriado de los “Padres Cristianos” del cuarto siglo.
Siendo que el Profeta José Smith reveló el hecho de que el primer principio del evangelio es saber con seguridad el carácter de Dios y que el mundo estuvo engolfado en obscuridad espiritual, fué necesario que Elohím, el Eterno Padre, abriera la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos con una revelación nueva de su personalidad. Como resultado de aquella revelación y la restauración del evangelio en su plenitud, los Santos de los Últimos Días aceptan el punto de vista que Dios es omnipotente, que es omnisciente, y que es omnipresente. En otras palabras, él es todopoderoso y todo lo sabe. No hay nada que Dios tome a su corazón hacer sin que tenga el poder para hacerlo y lo hará. Sin embargo, nosotros creemos que él siempre trabaja según la ley natural. Creemos que él comprende una multitud de leyes, un número infinito de leyes eternas, y que mediante su entendimiento de estas leyes y por ponerlas en operación, él ha creado mundos sin fin, esto es, no son contados al hombre mortal. En realidad, él creó esta tierra sobre la cual vivimos y dió las leyes o puso las leyes en operación las cuales la gobiernan. También, puso en operación las leyes que gobiernan todos los mundos que él ha creado.
Nosotros creemos que Dios es omnisciente: que todo lo sabe, que él ve todas las cosas y que oye todo sonido. En otras palabras, que su visión y el alcance de su oído no tienen límite, y que su conocimiento es absolutamente sin restricción. Aún creemos que tan grande es el poder infinito de aquel Ser Divino que él puede ver las cosas que nosotros vemos en la noche en nuestras propias recámaras o aún leer los pensamientos secretos de nuestros corazones.
También creemos que Dios el Eterno Padre es omnipresente. Ahora, por decir eso, quizás explicaría que siendo que él es un ser personal, puede estar en solamente un lugar a la vez, y que aún de él emana una sustancia divina o espíritu que nosotros llamamos el Espíritu de Dios, el Espíritu del Señor, o el Santo Espíritu. Esa sustancia emana de Dios a llenar la inmensidad del espacio. Es mediante ese espíritu divino que él lleva a cabo su gran obra. También es mediante ese Espíritu divino que él es omnipresente.
Este Ser Supremo que adoramos tiene varios atributos. En verdad, todos los buenos atributos que vosotros y yo poseemos, él posee hasta un grado infinito. Los atributos del amor, justicia, misericordia, bondad, integridad, honestidad, caridad, pureza y constancia son algunos de los cuales él es dueño. El autor del evangelio de San Juan estuvo explicando y definiendo a Dios, y epitomó su gran explicación diciendo que “Dios es amor”. Tan profundo, tan grande, tan universal, y tan sabio es el amor de nuestro Padre Divino que la definición de Juan —“Dios es amor”— describe al Ser Infinito y Eterno muy aptamente.
Somos informados por las santas escrituras que Dios es un Dios que no puede pecar; y también que Dios es un Dios que no puede mentir. Él ha dicho la verdad tantas veces, que cada vez que abre su boca la verdad sale. Él ha vivido de acuerdo con la verdad divina y la ley eterna por tanto tiempo, que cada acto que hace está en armonía completa con la verdad divina y la ley divina.
Los profetas del Libro de Mormón proclamaron que toda verdad .emana de Dios y que él es el autor de toda la verdad. Habiéndose puesto a sí mismo en armonía con toda verdad y por ser interesado en vosotros y en mí, él nos revela aquellas divinas y eternas verdades tan pronto como queramos y que podamos recibirlas; y por eso él es el autor de toda la verdad.
Uno de los atributos más grandes de Dios es el atributo de la inteligencia. Leemos en las Doctrinas y Convenios que “La gloria de Dios es la inteligencia”. (D. y C. 93:36). En la gran visión dada al Padre Abrahán, a la que se refirió el presidente Richards, el Señor mostraba al patriarca anciano los espíritus que él había creado e hizo la declaración: “Yo soy el Señor tu Dios, soy más inteligente que todos ellos” (Abrahán 3:19). Por estas razones he concluido que la inteligencia de Dios es uno de sus atributos mayores.
Vosotros y yo somos estrechamente semejantes a Dios. Él es nuestro Padre. Él es verdadera y literalmente el Padre de toda la gente que jamás ha estado en este mundo y que estarán en él. Fuimos nacidos a él en el mundo espiritual como sus hijos e hijas. Por ser sus hijos, hemos heredado de él los atributos divinos que él como nuestro Padre posee. Es nuestro deber desarrollar estos atributos. Siendo que somos sus hijos, él tiene gran cuidado y amor para con nosotros. El desea que vivamos en armonía con el plan evangélico de la salvación, de modo que eventualmente podamos volver a morar en su presencia.
Para concluir quisiera dar mi testimonio. Yo sé que Dios vive, sé que él es el Padre de la familia humana. Sé que él siente cuidado y amor profundo hacia nosotros. Yo sé que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios verdadero y viviente, el Salvador del mundo, y que su nombre es el único nombre dado por el cual la salvación puede venir a los hijos de los hombres. Yo sé que José Smith es un profeta verdadero de Dios, y el profeta que fué preordenado para abrir la última dispensación del evangelio. Si vosotros y yo vivimos de acuerdo con las enseñanzas del evangelio de Jesucristo, yo sé que volveremos algún día a la presencia de Dios nuestro Padre Eterno y llegaremos a ser seres exaltados, glorificados y celestializados, recibiendo una porción, con él, de la gran gloria que él posee.
Pido humildemente que vosotros y yo hagamos esto, en el nombre de Jesucristo. Amén.
























