La proclamación sobre la familia

La proclamación sobre la familia
“Edifiquemos una posteridad recta” 

Presidente Boyd K. Packer
Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles
Reunión Mundial de Capacitación de Líderes
9 de febrero de 2008

Conceptos trascendentes

Agradezco la oportunidad de parti­cipar en esta reunión y saludarles en todo el mundo en esta ocasión sagrada y solemne en la que hablare­mos quizá del tema más importante que los líderes de la Iglesia pudieran tratar. Nosotros, como ustedes, hemos observado los modelos del mundo y nos preocupan cada vez más los asuntos relacionados con el hogar y la familia.

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días es la Iglesia restaurada, y fue introducida inicialmente cuando el Padre y el Hijo se aparecieron ante el profeta José Smith. En esa gran Primera Visión, como la llamamos ahora, se revelaron dos grandes conceptos trascendentes que han guiado a la Iglesia desde entonces.

El primero: Él es el Padre. De todos los títulos que Dios pudo haberse atribuido, eligió el más cer­cano a todos nosotros. Él es nuestro Padre, y nosotros aceptamos que somos los hijos de Dios. Ya que el Hijo también estaba allí, fue la presen­tación de una familia. Es así que el Padre y el Hijo se aparecieron.

En una revelación que se recibió poco tiempo después, el Señor dijo: “Por tanto, yo, el Señor, sabiendo las calamidades que sobrevendrían a los habitantes de la tierra, llamé a mi siervo José Smith, hijo, y le hablé desde los cielos y le di mandamien­tos” (D. y C. 1:17).

Vivir de acuerdo con la revelación

Ese fue un comienzo y marcó el modelo que debemos seguir de actuar, organizar y vivir de acuerdo con las revelaciones que el Señor había dado. Esas revelaciones, como ustedes saben, recopiladas en el libro de Doctrina y Convenios, y las revela­ciones contenidas en el Libro de Mormón y la Perla de Gran Precio, son las escrituras que sirven de funda­mento para la Iglesia.

Vimos que el Señor no organizó la Iglesia siguiendo el modelo de las demás iglesias del mundo; esto es, no hay clero profesional. No contamos con seminarios en los que se prepara a clérigos a fin de guiar la Iglesia. Este punto se resume en otra frase: “que todo hombre hable en el nombre de Dios el Señor, el Salvador del mundo” (D. y C. 1:20).

En ello encontramos igualdad entre los hermanos que poseen el sacerdocio y las mujeres que están a su lado. Trabajamos juntos y estamos organizados primeramente como familias. Todos tenemos derecho a la inspiración y la revelación; y cómo hacen falta en este mundo, especial­mente con el gran desafío de criar una familia.

La crianza de una posteridad recta

El tema de esta reunión es criar una posteridad recta, lo cual es nues­tra obligación. El primer manda­miento que se dio a Adán y a Eva fue multiplicar y henchir la tierra. El Señor les dio en sus cuerpos los procesos necesarios para multiplicar y henchir la tierra, y ese modelo ha continuado a través de todos los ana­les de la historia de la humanidad.

Y así fue que tuvimos la primera familia: Adán y su esposa Eva, y des­pués sus hijos. Sabemos que había habido una guerra en los cielos, que había habido una rebelión y que Satanás fue expulsado y que su reso­lución era destruir las obras del Todopoderoso. Satanás tenía sufi­ciente conocimiento, sabiduría o ins­piración para saber que la familia era donde debía comenzar su destruc­ción, y eso lo vemos en el relato de Adán y Eva. Después, al desenvolverse la historia de la Iglesia, se hizo evi­dente la responsabilidad de los padres e hijos.

Una proclamación para el mundo

No hace muchos años, en el mundo hubo un movimiento relacionado con la familia, y las Naciones Unidas convocó un con­sejo sobre la familia en Pekín, China. Enviamos delegaciones a ese con­sejo sobre la familia y a otros conse­jos que se realizaron. Luego se anunció que habría uno cerca de nuestra sede, y pensamos: “Pues bien, si ellos van a venir acá, debe­mos emitir una proclamación”.

En la Iglesia una proclamación es un anuncio muy importante. Se han publicado muy pocas desde los ini­cios de la Iglesia. Son importantes y reveladoras. En ese entonces, hace poco más de diez años, las Autoridades Generales emitieron “La Familia: Una proclamación para el mundo”, la cual tiene un poder semejante a las Escrituras.

En las presentaciones que se harán, ustedes escucharán muchas referencias a la proclamación sobre la familia, por lo que pensé que sería buena idea leérsela. Sabemos que ya la han leído, pero si la leemos lenta y detenidamente y la articulamos muy bien, quizás adviertan más revelación de la que se hayan percatado antes.

Cuando se pregunten por qué somos como somos, y por qué hace­mos lo que hacemos, y por qué no hacemos algunas de las cosas que no hacemos, en esta proclamación sobre la familia pueden encontrar la autori­dad que lo respalda. En ocasiones se nos acusa de ser intolerantes por no aceptar ni hacer las cosas que supuestamente son la norma en la sociedad. Pues bien, lo que no hare­mos, no lo haremos; y las cosas que no hacemos, no las podemos hacer, porque Dios nos ha dado la pauta a seguir.

Permítanme leerles la proclama­ción, y ustedes escuchen para ver si no ven en ella las cosas que más dificultades y preocupaciones causan en la sociedad, en la política, en el gobierno y en la religión. Allí encon­trarán las respuestas, y esas respues­tas son las respuestas de la Iglesia.

“La Familia: Una proclamación para el mundo”

“La Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

“Nosotros, la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, solemnemente proclamamos que el matrimonio entre el hombre y la mujer es orde­nado por Dios y que la familia es la parte central del plan del Creador para el destino eterno de [todos] Sus hijos”.

Existencia preterrenal

En la Iglesia sabemos, por las doc­trinas que nos han sido reveladas, que tuvimos una existencia preterrenal. La población de la tierra con el género humano no lo inició todo, y las doctri­nas del Evangelio no eran nuevas cuando le fueron reveladas al profeta José Smith, sino que habían existido desde toda la eternidad y existirán por toda la eternidad. Ahora presten mucha atención:

“Todos los seres humanos, hom­bres y mujeres, son creados a la ima­gen de Dios. Cada uno es un amado hijo o hija espiritual de padres celes­tiales y, como tal, cada uno tiene una naturaleza y un destino divinos. El ser hombre o mujer es una característica esencial de la identidad y el propósito eternos de los seres humanos en la vida premortal, mortal, y eterna.

“En la vida premortal, los hijos y las hijas espirituales de Dios lo cono­cieron y lo adoraron como su Padre Eterno, y aceptaron Su plan por el cual obtendrían un cuerpo físico y ganarían experiencias terrenales para progresar hacia la perfección y final­mente cumplir su destino divino como herederos de la vida eterna. El plan divino de felicidad permite que las relaciones familiares se perpetúen más allá del sepulcro”.

El gran plan de felicidad

Adviertan que aquí se describe como el plan de felicidad. En el Libro de Mormón se describe como el “gran plan de felicidad” (Alma 42:8).

“El plan divino de felicidad permite que las relaciones familiares se perpe­túen más allá del sepulcro. Las orde­nanzas y los convenios sagrados disponibles en los santos templos permiten que las personas regresen a la presencia de Dios y que las familias sean unidas eternamente.

“El primer mandamiento que Dios les dio a Adán y a Eva tenía que ver con el potencial que, como esposo y esposa, tenían de ser padres. Declaramos que el mandamiento que Dios dio a sus hijos de multiplicarse y henchir la tierra permanece inaltera­ble. También declaramos que Dios ha mandado que los sagrados poderes de la procreación se deben utilizar sólo entre el hombre y la mujer legíti­mamente casados, como esposo y esposa”.

Notarán al leer esto que otros ponen en tela de juicio las declaracio­nes anteriores. El mundo quiere cam­biarlas, pero no lo haremos. No podemos hacerlo. Cuando se pregun­ten quiénes somos y por qué somos, tenemos este modelo y lo seguiremos.

“Declaramos que la forma por medio de la cual se crea la vida mortal fue establecida por decreto divino. Afirmamos la santidad de la vida y su importancia en el plan eterno de Dios”.

Las posturas que tenemos sobre temas como el divorcio, el aborto y los asuntos relacionados con la identi­dad sexual se han declarado en las revelaciones, y la proclamación sobre la familia es la declaración más clara que podemos encontrar sobre estos asuntos.

Los deberes de los padres

“El esposo y la esposa tienen la solemne responsabilidad de amarse y cuidarse el uno al otro, y también a sus hijos. ‘He aquí, herencia de Jehová son los hijos’ (Salmos 127:3). Los padres tienen la responsabilidad sagrada de educar a sus hijos dentro del amor y la rectitud, de proveer para sus necesidades físicas y espiri­tuales, de enseñarles a amar y a ser­virse el uno al otro, de guardar los mandamientos de Dios y de ser ciuda­danos respetuosos de la ley donde­quiera que vivan. Los esposos y las esposas, madres y padres, serán res­ponsables ante Dios del cumpli­miento de estas obligaciones.

“La familia es ordenada por Dios.

El matrimonio entre el hombre y la mujer es esencial para Su plan eterno”.

Y en la Iglesia no reconocemos ningún otro modelo para el matrimo­nio: el matrimonio es entre un hom­bre y una mujer.

“Los hijos tienen el derecho de nacer dentro de los lazos del matrimonio, y de ser criados por un padre y una madre que honran sus promesas matrimoniales con fidelidad com­pleta. Hay más posibilidades de lograr la felicidad en la vida familiar cuando se basa en las enseñanzas del Señor Jesucristo”.

Siempre he pensado que la finali­dad primordial de todas las activida­des y los programas de la Iglesia es que el hombre y la mujer y su familia sean felices en su hogar.

“Los matrimonios y las familias que logran tener éxito se establecen y mantienen sobre los principios de la fe, la oración, el arrepentimiento, el perdón, el respeto, el amor, la com­pasión, el trabajo y las actividades recreativas edificantes. Por designio divino, el padre debe presidir sobre la familia con amor y rectitud y tiene la responsabilidad de protegerla y de proveerle las cosas necesarias de la vida. La responsabilidad primordial de la madre es criar a los hijos. En estas responsabilidades sagradas, el padre y la madre, como iguales, están obligados a ayudarse mutuamente. Las incapacidades físi­cas, la muerte u otras circunstancias pueden requerir una adaptación indi­vidual. Otros familiares deben ayudar cuando sea necesario”.

Una advertencia

‘Advertimos” —no usamos esa palabra con mucha frecuencia, pero en este caso es acertada. “Advertimos a las personas que violan los convenios de castidad, que abusan de su cónyuge o de sus hijos, o que no cumplen con sus responsabilida­des familiares, que un día deberán responder ante Dios. Aún más, adver­timos que la desintegración de la familia traerá sobre el individuo, las comunidades y las naciones las cala­midades predichas por los profetas antiguos y modernos.

“Hacemos un llamado a los ciuda­danos responsables y a los represen­tantes de los gobiernos de todo el mundo a fin de que ayuden a promo­ver medidas destinadas a fortalecer la familia y mantenerla como base fun­damental de la sociedad”1.

Doctrinas y ordenanzas

En las presentaciones que se harán en esta reunión mundial, escucharán aplicaciones prácticas, instrucción, consejo y guía, pero todo ello cen­trado en las revelaciones de las Escrituras, en la doctrina y en los prin­cipios contenidos en esta proclama­ción sobre la familia.

Ustedes jóvenes que ahora miran hacia el matrimonio y la vida familiar futuros, que contemplan su alrededor y ven los peligros, hay un solo lugar sobre la tierra donde la familia puede estar plenamente protegida, y es den­tro de las ordenanzas y las doctrinas del evangelio de Jesucristo. Si viven el Evangelio estarán bien.

El mundo no es un lugar muy agra­dable para vivir, y hay desafíos, desór­denes, modelos de vida y de muerte y todos los problemas que enfrenta­mos y, sin embargo, las respuestas se encuentran en el entendimiento de que la familia es la unidad fundamen­tal de la Iglesia. Todas las actividades de la Iglesia tienen la intención de for­talecer a la familia.

Ayuda para las familias

A veces quizás nos alejemos un poco de nuestra postura de apoyar a las familias y terminemos por hacer que las familias sean las responsables de apoyar a la Iglesia. Los líderes loca­les deben tener cuidado al organizar actividades y programas de la Iglesia para que éstos preparen a los hom­bres y mujeres jóvenes para la vida de casados, les ayuden en sus primeros años de casados y después los apoyen en su vejez.

Me he estado dando cuenta de que la vejez es una experiencia intere­sante. He pensado en los modelos del amor y de las relaciones familia­res, el amor romántico de la juventud. ¿Se preservará ese amor? Ah, sí. No sólo se preservará sino que se glorifi­cará y se incrementará.

No es fácil establecer una familia y criar hijos en esta vida, pero en la Iglesia encontrarán la ayuda que necesitan.

Sabemos cómo orar y sabemos cómo enseñar, pero a veces necesita­mos ayuda. Siempre, en todas partes, hay un líder local del sacerdocio. Se nos han enseñado los modelos de la revelación y sabemos que tenemos revelación individual. Cuando no estamos seguros podemos acudir a esos líderes locales del sacerdocio y, si los seguimos, pasaremos a salvo por la vida moderna con nuestros hijos y nietos.

En nuestra propia familia tenemos nietos y bisnietos y aún tenemos la necesidad de recurrir a los líderes locales del sacerdocio para hacer lo que ordinariamente se espera que hagamos en la Iglesia. A veces enfren­tamos tiempos difíciles, llenos de peli­gro y desilusión, pero la Iglesia está aquí para proteger la familia. En la Iglesia hacemos todo lo posible por proteger a la familia, y luego tenemos el liderazgo del sacerdocio, el poder que está presente en todo el mundo, en toda nación donde existe la Iglesia: hombres ordenados al sacerdocio y mujeres sabias y maternales que tie­nen instintos maternos.

Cuando nuestros hijos dejaban el hogar para viajar a una gran distancia y establecerse con su familia en una ciudad distante, los veíamos partir, pero con el consuelo de saber que allí tendrían una familia. En más de una ocasión les dijimos a nuestros hijos: “No podrán llamarnos muy seguido por teléfono porque sale muy caro. Pero allá tendrán una abuela. ¿Dónde la encontrarán? En la Sociedad de Socorro. Y tendrán acceso a sabios consejos y a la misma fortaleza que han tenido en su propia familia. Cuando ustedes se van de casa, sim­plemente se extiende más el círculo familiar”.

Si ustedes escuchan la instrucción que recibirán en esta sesión, se darán cuenta de que contiene inspiración y guía. Sepan también que cuando somos bautizados en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últi­mos Días hay otra ordenanza aparte del bautismo en la cual se confiere el don del Espíritu Santo. Hermanos que poseen la autoridad colocan las manos sobre la cabeza de cada per­sona que ha sido bautizada, y le con­fieren ese don, el cual es una luz, un maestro, un corrector y una guía en nuestro recorrido por la vida.

Guía y bendiciones

Yo no creo que los miembros de la Iglesia deban vivir con temor al ver todo lo que pasa a nuestro alrededor y que digan: “¿Cómo podemos criar una familia cuando estamos rodeados de tantas tentaciones y dificultades?”.

Pues bien, sí pueden hacerlo, por­que pueden recibir guía y pueden enseñar a sus hijos a recibir guía. En todo ello pueden vivir una vida feliz y encontrar en la consumación de todo esto, en la próxima existencia, que la familia puede estar unida.

A veces algunos se pierden, pero tenemos la promesa de los profetas de que no se pierden permanente­mente, que si están sellados en las ordenanzas del templo y si se guardan los convenios, a su debido tiempo, después de que se dé toda la correc­ción necesaria, no se perderán.

Les hago extensivas bendiciones a todos ustedes en toda la Iglesia para que al disfrutar de la vida fami­liar, ya sea como padres o como hijos o en cualquier modelo que sea el suyo, sean bendecidos y cuidados, que el poder del Espíritu Santo esté presente en su vida y que el poder protector del siempre presente sacer­docio esté allí para corregirles, bende­cirles, elevarles y confirmar en ustedes un testimonio.

¡Dios es nuestro Padre!

Yo sé que Dios vive, que Él es nues­tro Padre, ¡que Él es nuestro Padre! No sé cómo debo decir esa palabra, porque usualmente la decimos muy a la ligera, pero Él es nuestro Padre;

Él nos ama. Y siguiendo ese mismo modelo, nosotros, los que dirigimos la Iglesia, tenemos ese mismo senti­miento hacia todos los miembros de la Iglesia y todos los que puedan lle­gar a serlo. Invoco las bendiciones del Señor y las bendiciones del Padre sobre todos ustedes como miembros de la Iglesia conforme nos enfrenta­mos a la responsabilidad de criar una posteridad recta. En el nombre de Jesucristo. Amén.

NOTA

  1. “La Familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, octubre de 1998, pág. 24.
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