La oración del Profeta
Letra de George Manwaring.
Música de Adam Craik Smyth.
| 1. Qué hermosa la mañana; qué brillante era ̮el sol. Pajaritos y abejas daban voces de loor cuando en la arboleda suplicó José a Dios, cuando en la arboleda suplicó José a Dios. |
3. Descendió gran luz del cielo, más brillante que el sol, y gloriosa, la columna sobre ̮el joven descansó. Vio dos Seres celestiales, Dios el Padre y Jesús. Vio dos Seres celestiales, Dios el Padre y Jesús. |
| 2. Con ahínco suplicaba en ferviente oración, y la fuerza del maligno de angustia le llenó. Mas en Dios él esperaba y confiaba en Su ̮amor. Mas en Dios él esperaba y confiaba en Su ̮amor. |
4. “Este es mi Hijo ̮amado; da oído”, dijo Dios. Su ̮oración fue contestada y ̮escuchó al Salvador. ¡Oh qué gozo en su pecho porque vio José a Dios! ¡Oh qué gozo en su pecho porque vio José a Dios! |
EL HIMNO
“La Oración del Profeta” se basa en el evento más grande que ha ocurrido en estos últimos días. Fué inspirado por el propio relato del Profeta de la visión del Padre y del Hijo; y su narración es el mejor fondo que puede ofrecerse como el origen de este himno. El relata:
Hallándome en medio de las inmensas dificultades que las contenciones de estos partidos de religiosos originaban, un día estaba leyendo la Epístola de Santiago, primer capítulo y quinto verso, que dice: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente, y sin reproche, y le será dada.”
Jamás llegó un pasaje de las Escrituras al corazón de un hombre con mayor fuerza que con la que este pasaje penetró en el mío en esta ocasión. Parecía introducirse con inmenso poder en cada fibra de mi corazón. Lo medité repetidas veces, sabiendo que si alguna persona necesitaba sabiduría de Dios, esa persona era yo; porque no sabía qué hacer, y, a menos que pudiese lograr más sabiduría de la que hasta entonces tenía, jamás llegaría a saber; pues los maestros religiosos de las diferentes sectas interpretaban los mismos pasajes de las Escrituras de un modo tan distinto que destruía toda esperanza de resolver el problema con recurrir a la Biblia.
Por último, llegué a la conclusión de que tendría que permanecer en tinieblas y confusión, o, de lo contrario, hacer lo que Santiago aconsejaba, esto es, pedir a Dios. Al fin tomé la determinación de pedir a Dios, habiendo concluido que si él daba sabiduría a quienes carecían de ella, y la impartía abundantemente, y sin reproche, yo podría aventurarme.
Por consiguiente, de acuerdo con esta resolución mía de acudir a Dios, me retiré el bosque para hacer la prueba. Fué en la mañana de un día hermoso y despejado, en los primeros días de la primavera de 1820. Era la primera vez en mi vida que hacía tal intento, porque en medio de toda mi ansiedad no había procurado orar vocalmente sino hasta ahora.
Después de haberme retirado al lugar que previamente había designado, mirando a mi derredor y encontrándome solo, me arrodillé y empecé a elevar a Dios los deseos de mi corazón. Apenas lo hube hecho, cuando súbitamente se apoderó de mí una fuerza que completamente me dominó, y fué tan asombrosa su influencia que se me trabó la lengua de modo que no pude hablar. Una espesa niebla se formó alrededor de mí, y por un tiempo me pareció que estaba destinado a una destrucción repentina.
Mas esforzándome con todo mi aliento para pedirle a Dios que me librara del poder de este enemigo que me había prendido, y en el momento preciso en que estaba para hundirme en la desesperación y entregarme a la destrucción—no a una ruina imaginaria, sino al poder de un ser efectivo del mundo invisible que tenía tan asombrosa fuerza cual jamás había sentido yo en ningún ser—precisamente en este momento de tan grande alarma vi una luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí.
No bien se hubo aparecido, cuando me sentí libre del enemigo que me tenía sujeto. Al reposar la luz sobre mí, vi a dos personajes, cuyo brillo y gloria no admiten descripción, en el aire arriba de mí. Uno de ellos me habló, llamándome por nombre, y dijo, señalando al otro: “¡Este es mi Hijo Amado: Escúchalo!”
José fué instruido del Señor y en contestación a la pregunta, cuál de las sectas era la verdadera, él dice:
Se me contestó que no debería unirme a ninguna, porque todas estaban en error; y el personaje que me habló dijo que todos sus credos eran una abominación en su vista; que todos aquellos profesores se habían pervertido; que “con los labios me honran, mas su corazón lejos está de mí; enseñan como doctrinas mandamientos de hombres, teniendo apariencia de piedad, mas han negado la eficacia de ella.”
De nuevo me prohibió ingresar a alguna de ellas, y muchas otras cosas me dijo que no puedo escribir en esta ocasión.
La impresión visual, sin embargo, aumentó el deseo de George Manwaring de escribir el canto, pues él relata que él fué inmediatamente inspirado por una pintura en titulada “La Primera Visión”, ejecutada por un artista llamado C.C. Christensen.
Es sorprendente que ninguno de los primeros autores de himnos escribieran íntimamente de la primera visión. “Un Angel del Señor”, y “Hark, ye Mortals” (Escuchad, Mortales) se refieren al Cerro de Cumorah y al Libro de Mormón. William W. Phelps escribió muchos cantos de la Restauración. El himno de Evan Stephens “La Voz de Dios se escucha otra vez” culminó el gran espectáculo de 1930; pero fué reservado para el joven George Manwaring traducir en canción “La Oración del Profeta”.
“Fué cantada en público por primera vez en el Salón de Asambleas del Decimocuarto Barrio, de la Ciudad de Lago Salado, por una joven llamada Sarah Ann Kirkman que después fué la esposa del Patriarca Joseph Keddington, cuya familia es notable por su maravillosa habilidad musical.
Las simples líneas de George Manwaring verifican tres de las verdades más grandes de la fe Mormona. Primero, el poder y la eficacia de la oración, y la validez de la promesa hecha en la Epístola de Santiago (1:5) que dice: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual da a todos abundantemente, y no zahiere; y le será dada”. Segundo: La realidad, del poder de la maldad la cual está en el mundo, y que casi venció al Profeta mientras él estaba arrodillado en la Arboleda Sagrada. Tercero: La manifestación de la personalidad de Dios, el Padre y el Hijo; pues José Smith vió sus personas y escuchó sus voces. Fué la más grande y gloriosa de los últimos días —una manifestación introduciendo la dispensación del cumplimiento de los tiempos. Esta visión es la más grande de las cuales tenemos registro en la literatura sagrada. En ninguna otra ocasión, que nosotros sepamos, se aparecieron a la vez ambos el Padre y el Hijo a ningún otro hombre. Esta es una de las razones por que José Smith fué el vidente más grande que jamás haya vivido.
EL HIMNISTA
George Manwaring nació en Sand-back, Cheshire, Inglaterra, el día 10 de marzo de 1854, hijo de Henry y Sarah Barber Manwaring, (Se escribe Mainwaring en aquel país.) Tenía tres hermanas y dos hermanos. La familia emigró a América en 1871, habiéndose unido a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Se establecieron en Salt Lake City, y más tarde permanentemente en Springville, Utah.
Cuando joven, en Inglaterra, George fué aprendiz de tapicero, y su naturaleza artística se expresó en líneas suaves y colores hermosos.
A George Manwaring le gustaba cantar, y al llegar a la ciudad de Lago Salado se unió al coro del Decimocuarto Barrio, donde conoció a Electa Stevenson, hija del finado Edward Stevenson y Emilia Williams Stevenson. Estos dos jóvenes tenían intereses en común, los cuales les condujeron a un afecto mutuo, y se casaron en la Casa de Investiduras el 26 de octubre de 1874. Les nacieron 7 hijos. Uno de los hijos Harold Manwaring, ofreció su vida en Francia durante la gran Guerra Mundial.
Muy pronto después de su venida a Utah fué empleado por Z.C.M.I. y se dice que decoró la primera ventana en esa institución. Más tarde llegó a ser el tenedor de libros en una tienda de géneros y después dependiente para la compañía Musical de Calder. Estaba en la atmósfera que más amaba. Aprendió a tocar muy bien y muchas veces se sentaba en el órgano y cantaba mientras él mismo se acompañaba, en su casa y en las reuniones públicas.
Editó el “Home Circle” por un corto tiempo y también se interesó en el arte, estudiando por un corto tiempo con el finado John Hafen.
Mientras que los antepasados de George Manwaring eran en una época muy ricos y poseían haciendas en Inglaterra bajo un lord, George tenía pocas oportunidades. Se enseñó a sí mismo, pero no era mal educado y tenía ideales elevados. Como se dijo antes, tenía un temperamento artístico y un amor para la naturaleza. Uno de los recuerdos más felices de su vida en Inglaterra fué el de recoger las florecillas que crecían en las praderas;
Después de unirse a la Iglesia y de venir a Utah principió a escribir expresando sus sentimientos y emociones en poemas, muchos de los cuales han sido puestos a la música. El mejor conocido es “La Oración del Profeta”.
Otros himnos compuestos por George son: “We want to see the Temple”, un favorito de hace 40 años, “Día de reposo”, “Welcome to our Union Meeting”, “Himno Sacramental”, “Bello Hogar de Sión”, “Sing and Pray”, “Welcome Happy Sunday”. También “Sweet Sabbath Day,” “Children Gladly Join and Sing” y “Cuan Grato es cantar Loor”, “Welcome, Welcome,” We meet again in Sabbath School,” “Una despedida,” “Al Partir cantemos,” y muchos otros. Los manucristos originales de todos están ahora en la posesión de su familia. Diez de éstos están publicados en el “Deseret Sunday School Song Book” (Himnario de la Escuela Dominical de Deseret). Era de una honda naturaleza religiosa. Esto, quizá, inspiró la escritura de tantos poemas de carácter sagrado.
George Manwaring se casó por segunda vez con una joven llamada Martha Whitaker. Les nacieron tres hijos. Murió a la edad temprana de treinta y cinco años. Debilitado en el cuerpo sucumbió de pulmonía el 7 de julio de 1889.
A los que cantan sus dulces y simples himnos estas palabras del poeta Aldrich tienen un significado más hondo:
“No mueren los que dejan sus pensamientos impresos en la página inmortal, ellos mismos pasan; el encanto que crearon perdura en la tierra por las edades.”
EL COMPOSITOR
Adam Craik Smyth, quien escribió la música para “La Oración del Profeta” nació el 29 de Febrero de 1840, en Manchester, Lancashire, Inglaterra. Como William Fowler, quien escribió “Te damos, Señor, Nuestras Gracias”, Adam C. Smyth, fué discípulo de Sir Isaac Pitman, el inventor del sistema taquigráfico, y tenía un diploma otorgado por Sir Isaac. Emigró a Utah, a principios de 1864, llegando a Lago Salado en Octubre. Extraño el decirse, nunca había oído de los Mormones hasta que llegó al valle. Entonces se interesó en el Evangelio. Se cambió a Mendon, condado de Cache, donde fué bautizado, De Mendon regresó a Lago Salado y por varios años se dedicó a ser maestro de escuela y a la profesión de la música. Entre sus discípulos estaban John D. Spencer, H. G. Whitney, B. H. Goddard, Charles B. y George F. Felt, y otros jóvenes bien conocidos y populares de ese día. El Sr. Spencer, el único superviviente del grupo mencionado, recuerda a Adam Smyth como un carácter sumamente interesante.
El Sr. Smyth se cambió más tarde a Fountain Green, después a Mantí, donde dirigió el coro local y llegó a ser el registrador en el templo de Mantí, la posición que tuvo hasta su muerte, el doce de enero de 1909.
El profesor fué un buen músico. Comprendía la armonía y el contrapunto y compuso muchos himnos y motetes. Ocho de sus composiciones están impresas en el “Latter Day Saints Hymns”, seis en “Deseret Sunday School Songs”. Entre los escritos para la Escuela Dominical están: “La Oración del Profeta”, “Never Be Late”. “En la cumbre de los montes” “Beautiful Mountain Home”, “Jesús Bids me Shine” y “Come Along, Come Along.”
El Profesor Smyth no se confinaba sólo en las actividades de la música en la Escuela Dominical y de la Iglesia. Pues organizó una Compañía de Opera Juvenil, y el 21 y 23 de julio de 1879 presentó en el teatro de Lago Salado el “Pináforo” de Gilbert y Sullivan, repitiéndolo el 16, 18 y 20 de diciembre. Más tarde, del 2 al 7 de abril de 1880, la compañía de Smyth, reorganizada, ofreció “La Gran Duquesa”, y dió un revivamiento de “Pináforo. Otra vez, el 2 y 3 de Mayo de 1881, este intrépido músico produjo “Los Piratas de Penzancio.”
Los niños que tuvieron las partes principales fueron Maggie Freeze, Minnie Felt, Emma Crisman, A. Pederson, A. Kelson, Johnny World, Heber S. Goddard, Rilly Pratt, Lilly Taylor, y N. Hawley.
El Profesor Smyth aumentó mucho a la cultura musical de su día. Sus hijos fueron Sarah E. Anderson, A. C. Smyth, hijo, Herbert E. Smyth, Rhoda E. Nelson Frederick D. Smyth, Laura M. Chapman, William H. Smyth, y Francés M. Smyth.
El profesor Smyth vivió sesenta y nueve años, pero como nació el 29 de febrero sólo celebró diecisiete cumpleaños. Puede ser este hecho que le atrajera a “Los Piratas de Penzancio”, que tiene por tema la paradoja cómica, de que mientras el héroe tenor viviera veintiún años, contando por cumpleaños era un chico de cinco.


























Es lo más hermoso de saber la restauración de la iglesia. Y se que él profeta es un hombre de Dios
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