Conferencia General de octubre 2018
El Padre
Por Brian K. Ashton
Segundo Consejero de la Presidencia General de la Escuela Dominical
Todos tenemos el potencial de llegar a ser como el Padre. Para ello, debemos adorar al Padre en el nombre del Hijo.
Mi esposa Melinda, durante toda su vida y con todo su corazón, ha tratado de ser una discípula fiel de Jesucristo. Desde su juventud, no se sentía digna del amor ni de las bendiciones del Padre Celestial, debido a que no había comprendido Su naturaleza. Afortunadamente, Melinda continuó guardando los mandamientos a pesar de la tristeza que sentía. Hace unos pocos años, ella tuvo una serie de experiencias que le ayudaron a comprender mejor la naturaleza de Dios, incluso de Su amor por Sus hijos y Su gratitud aun por nuestros esfuerzos imperfectos para hacer Su obra.
Ella explica cómo esto la ha influenciado: “Ahora me siento segura de que el plan del Padre funciona, que Él está personalmente dedicado a nuestro éxito, y que Él nos proporciona las lecciones y experiencias que necesitamos para regresar a Su presencia. Me veo a mí misma y a los demás más como Dios nos ve. Puedo ser madre, enseñar y servir con más amor y menos temor. Siento paz y confianza en lugar de ansiedad e inseguridad. En vez de sentirme juzgada, me siento apoyada. Mi fe es más segura. Siento el amor de mi Padre más a menudo y más profundamente1.
Tener “una idea correcta del carácter, la perfección y los atributos del [Padre Celestial]” es esencial para ejercitar la fe suficiente para obtener la exaltación2. Un entendimiento correcto del carácter del Padre Celestial puede cambiar cómo nos vemos a nosotros mismos y a nuestros semejantes, y nos ayuda a comprender el extraordinario amor de Dios por Sus hijos y su gran deseo de ayudarnos a llegar a ser como Él. Una visión incorrecta de Su naturaleza puede dejarnos sintiendo como si fuéramos incapaces de volver a Su presencia algún día.
Mi objetivo en este día es enseñar puntos doctrinales clave sobre el Padre que nos permitan a cada uno de nosotros, pero en especial a aquellos que se preguntan si Dios les ama, comprender mejor Su verdadero carácter y ejercer una mayor fe en Él, en Su Hijo y en Su plan para nosotros.
La vida preterrenal
En el mundo preterrenal nacimos como espíritus de Padres Celestiales y vivimos con Ellos como familia3. Ellos nos conocían, nos enseñaron y nos amaron4. Queríamos mucho ser como nuestro Padre Celestial. Sin embargo, para hacerlo, nos dimos cuenta de que:
- Debíamos obtener cuerpos de carne y huesos, glorificados e inmortales5.
- Casarnos y formar familias mediante el poder sellador del sacerdocio6.
- Adquirir conocimiento, poder y atributos divinos7.
En consecuencia, el Padre creó un plan que nos permitiría, bajo ciertas condiciones8, obtener cuerpos físicos que se volverían inmortales y glorificados en la Resurrección; casarnos y formar familias en la vida terrenal o, para aquellos fieles que no tuvieron esa oportunidad, después de esta vida9 progresar hacia la perfección; y finalmente regresar a nuestros Padres Celestiales, vivir con Ellos y nuestra familia en un estado de exaltación y felicidad eternas10.
Las Escrituras llaman a esto el Plan de Salvación11. Estábamos tan agradecidos por este plan que, cuando nos lo presentaron, gritamos de alegría12. Todos aceptamos las condiciones del plan, incluso las experiencias y los desafíos de la vida terrenal que nos ayudarían a desarrollar los atributos divinos13.
La vida terrenal
Durante la vida terrenal, nuestro Padre Celestial nos proporciona las condiciones que necesitamos para progresar dentro de Su plan. El Padre engendró a Jesucristo en la carne 14 y le proporcionó ayuda divina para que cumpliera Su misión terrenal. Nuestro Padre Celestial también nos ayudará a cada uno de nosotros si nos esforzamos por guardar Sus mandamientos15. El Padre nos brinda el albedrío16. Nuestra vida está en Sus manos, y nuestros “días son conocidos” y “no serán acortados”17; y Él se asegura de que, finalmente, todas las cosas obren para el bien de quienes lo aman18.
Nuestro Padre Celestial es quien nos da nuestro pan de cada día19, el cual incluye tanto los alimentos que comemos como la fortaleza que necesitamos para guardar Sus mandamientos20. El Padre nos da buenas dádivas21. Él escucha y contesta nuestras oraciones22. El Padre Celestial nos libra del mal cuando se lo permitimos23. Él llora por nosotros cuando sufrimos24. En última instancia, todas nuestras bendiciones vienen del Padre25.
El Padre Celestial nos guía y nos da la experiencia que necesitamos según nuestra fortaleza, nuestras debilidades y elecciones para que podamos dar buenos frutos26. El Padre nos disciplina cuando es necesario, porque Él nos ama27. Él es “Varón de consejo”28, quien nos aconsejará si se lo pedimos29.
Es el Padre Celestial quien envía tanto la influencia como el don del Espíritu Santo a nuestra vida30. Mediante el don del Espíritu Santo, la gloria —o inteligencia, luz y poder— del Padre puede morar en nosotros31. Si nos esforzamos por aumentar en luz y verdad hasta que nuestros ojos se vuelvan solo para la gloria de Dios, nuestro Padre Celestial enviará el Santo Espíritu de la promesa para sellarnos para vida eterna y revelar Su rostro a nosotros, ya sea en esta vida o en la próxima32.
La vida posterrenal
En el mundo de los espíritus posterrenal, nuestro Padre Celestial continúa derramando el Espíritu Santo y enviando misioneros a aquellos que necesiten el Evangelio. Él responde oraciones y ayuda a aquellos que carecen de ellas para que reciban las ordenanzas de salvación de forma vicaria33.
El Padre levantó a Jesucristo y le dio poder para llevar a cabo la Resurrección34, por medio de la cual obtenemos cuerpos inmortales. La redención y resurrección del Salvador nos permite regresar a la presencia del Padre, donde seremos juzgados por Jesucristo35.
Aquellos que confían en “los méritos, y misericordia, y gracia del Santo Mesías” 36, recibirán cuerpos glorificados como el del Padre 37 y morarán con Él “en un estado de interminable felicidad”38. Allí, el Padre enjugará todas nuestras lágrimas39 y nos ayudará a continuar en nuestra trayectoria para llegar a ser como Él.
Como pueden ver, el Padre Celestial está siempre ahí para nosotros40.
El carácter del Padre
Para llegar a ser como el Padre, debemos desarrollar Sus rasgos de carácter. Las perfecciones y los atributos del Padre Celestial incluyen lo siguiente:
- El Padre es “Sin Fin y Eterno”41.
- Él es perfectamente justo, misericordioso, bondadoso, sufrido y solo quiere lo mejor para nosotros42.
- El Padre Celestial es amor43.
- Él guarda Sus convenios44.
- Él no cambia45.
- Él no miente46.
- El Padre no hace acepción de personas47.
- Él sabe todas las cosas —pasadas, presentes y futuras— desde el principio48.
- El Padre Celestial es más inteligente 49 que todos nosotros50.
- El Padre tiene todo el poder51, y no hay nada que Él disponga hacer en Su corazón que no lo haga52.
Hermanos y hermanas, podemos confiar en el Padre y depender de Él. Debido a que Él tiene una perspectiva eterna, nuestro Padre Celestial puede ver cosas que nosotros no podemos ver. Su gozo, obra y gloria es para llevar a cabo nuestra inmortalidad y exaltación53. Todo lo que Él hace es para nuestro beneficio. Él “desea [nuestra] felicidad eterna aún más que [nosotros]”54; y Él no nos exigirá “pasar un solo momento más de dificultad que los indispensables para [nuestro] beneficio o el de [nuestros] seres queridos”55. Como resultado, Él se centra en ayudarnos a progresar, no en juzgarnos ni condenarnos56.
Llegar a ser más como nuestro Padre
Como hijos e hijas espirituales de Dios, todos tenemos el potencial de llegar a ser como el Padre. Para ello, debemos adorar al Padre en el nombre del Hijo57. Lo hacemos esforzándonos por ser obedientes a la voluntad del Padre, como lo era el Salvador58, y arrepintiéndonos continuamente59. Al hacer estas cosas, “recibi[remos] gracia sobre gracia” hasta que recibamos la plenitud del Padre60 y estemos dotados de “Su carácter, perfecciones y atributos”61.
Dada la distancia que hay entre los mortales y lo que nuestro Padre Celestial ha llegado a ser, no es sorprendente que algunos sientan que llegar a ser como el Padre es inalcanzable. Sin embargo, las Escrituras son claras. Si nos aferramos con fe en Cristo, nos arrepentimos y buscamos la gracia de Dios por medio de la obediencia, finalmente llegaremos a ser como el Padre. Me consuela mucho el hecho de que aquellos que se esfuerzan por ser obedientes “recibirán gracia por gracia”, y finalmente “recibirán de su plenitud”62. En otras palabras, no llegaremos a ser como el Padre por nuestros propios esfuerzos63. Más bien, eso llegará mediante los dones de la gracia, algunos grandes, pero en su mayoría pequeños, que se desarrollarán unos sobre otros hasta que tengamos la plenitud; pero, hermanos y hermanas, ¡llegará!
Les invito a confiar en que nuestro Padre Celestial sabe cómo exaltarlos; busquen Su ayuda sustentadora diariamente; y sigan adelante con fe en Cristo, incluso cuando no puedan sentir el amor de Dios.
Hay mucho que no entendemos sobre cómo llegar a ser como el Padre64, pero puedo testificar con certeza que el esfuerzo por llegar a ser como el Padre vale todo sacrificio65. Los sacrificios que hacemos aquí en la vida terrenal, sin importar cuán grandes sean, son simplemente incomparables con el gozo, la felicidad y el amor inconmensurables que sentiremos en la presencia de Dios66. Si están luchando para creer que vale la pena los sacrificios que se les pide que hagan, el Salvador les llama y les dice: “… todavía no habéis entendido cuán grande bendiciones el Padre tiene… y ha preparado para vosotros; … no podéis sobrellevar todas las cosas; no obstante, sed de buen ánimo, porque yo os guiaré”67.
Testifico que el Padre Celestial los ama y desea que ustedes vuelvan a vivir con Él. En el nombre de Jesucristo. Amén.
Notas
- Notas en posesión del autor; véase también D. Melinda Ashton, “The Holy Ghost: Direction, Correction, and Warning” (Brigham Young University Women’s Conference, 28 de abril de 2016), byutv.org.
- Véase Lectures on Faith, 1985, pág. 38.
- Véase “La Familia: Una Proclamación para el Mundo,” Liahona, mayo de 2017, pág. 145; “Madre Celestial”, Temas del Evangelio, topics.lds.org.
- El Apóstol Pablo indicó que conocíamos tan bien al Padre que nuestras almas todavía anhelan llamarlo Abba, que significa “papi”, un término reservado para padres con quien tenemos mucha confianza (véase Romanos 8:15).
- Véase Doctrina y Convenios 130:22.
- Véase Doctrina y Convenios 132:19–20.
- Véase Mateo 5:48; véase también 2 Pedro 1:3–8.
- Esta condición incluye guardar nuestro primer estado (véase Abraham 3:26) y luego, en la vida terrenal ejercitar fe en Jesucristo y Su expiación, arrepentimiento, ser bautizado por inmersión por alguien que tenga la autoridad del sacerdocio de Dios, recibir el don del Espíritu Santo y perseverar hasta el fin (véase 3 Nefi 27:16–20).
- El presidente Dallin H. Oaks ha enseñado: “Algunos de los que escuchan este mensaje probablemente se preguntarán: ‘Pero, ¿qué hay de mí?’ Sabemos que hay muchos excelentes y dignos Santos de los Últimos Días a quienes les faltan las oportunidades ideales y los requisitos esenciales para su progreso. La soltería, la falta de hijos, la muerte y el divorcio frustran los ideales y posponen el cumplimiento de las bendiciones prometidas … pero esas frustraciones son solo temporales. El Señor ha prometido que en la eternidad no se negará ninguna bendición a Sus hijos que obedezcan los mandamientos, sean fieles a sus convenios con Él y deseen lo correcto” (“El gran plan de felicidad” Liahona, noviembre de 1993, pág. 75).
- Véase Mosíah 2:41.
- Véase Alma 42:5; también llamado plan de redención (véase, por ejemplo, Jacob 6:8) y el plan de felicidad (véase Alma 42:8, 16).
- Véase Job 38:4–7.
- Véanse, por ejemplo, Hebreos 5:8; 12:11; Éter 12:27. Al menos al principio, algunos de los desafíos que afrontamos en la vida terrenal pueden parecer, con nuestra comprensión limitada, de que ellos nos impedirían obtener algunas de nuestras más ansiadas bendiciones prometidas. A pesar de estas aparentes contradicciones, Dios nos dará todas las bendiciones prometidas si permanecemos fieles.
- Véanse Lucas 1:31–35; Juan 1:14; 1 Nefi 11:18–21; Guía para las Escrituras, “Jesucristo”, scriptures.lds.org.
- Véanse Doctrina y Convenios 93:4–5, 16–17, 19–20.
- Véase Moisés 7:32.
- Doctrina y Convenios 122:9.
- Véase Romanos 8:28.
- Véase Mateo 6:11.
- Véase N. Eldon Tanner, “La importancia de la oración”, Liahona, agosto de 1974, pág. 37.
- Véanse Lucas 11:10–13; Santiago 1:17.
- Véanse Lucas 11:5–10; Traducción de José Smith, Lucas 11:5–6 (en Lucas 11:5, nota aal pie de página); 3 Nefi 13:6.
- Véase Mateo 6:13.
- Véase Moisés 7:31–40.
- Véase Santiago 1:17.
- Véanse Juan 15:1–2; Doctrina y Convenios 122:6–7.
- Véanse Hebreos 12:5–11; Doctrina y Convenios 95:1.
- Moisés 7:35.
- Véase Alma 37:12, 37.
- Véanse Juan 14:26; 2 Nefi 31:12.
- Véanse Juan 17:21–23, 26; Doctrina y Convenios 11:13; 93:36.
- Véanse Doctrina y Convenios 76:53; 88:67–68.
- Véase 1 Pedro 4:6. El élder Melvin J. Ballard, hablando de por qué un hombre al que bautizó se había unido a la Iglesia, dijo: “Se me hizo saber que sus antepasados en el mundo de los espíritus habían aceptado el Evangelio años atrás y habían estado orando para que alguno de sus familiares en la tierra les abriera la puerta, y que sus oraciones habían sido escuchadas, y el Señor había dirigido a los misioneros a la puerta de este hombre” (en Melvin R. Ballard, véase Melvin J. Ballard, Crusader for Righteousness, 1966, pág. 250).
- Véase Mormón 7:5–6; véase también Juan 5:21, 26; 1 Corintios 6:14; 2 Nefi 9:11–12; Alma 40:2–3; 3 Nefi 27:14.
- Véanse Juan 5:22; Jacob 6:9; Alma 11:44; Helamán 14:15–18. La expiación de Cristo vence todos los efectos de la Caída de Adán, incluidas la muerte física y la espiritual, las cuales deben vencerse para permitirnos regresar a la presencia de nuestro Padre Celestial. Aquellos que se han arrepentido de sus pecados habitarán con el Padre y el Hijo en la eternidad. Sin embargo, aquellos que no han logrado arrepentirse sufrirán la segunda muerte, que es a causa de sus propios pecados (véase Helamán 14: 15-18).
- 2 Nefi 2:8.
- Véanse Doctrina y Convenios 76:56; 88:28-29.
- Mosíah 2:41.
- Véase Apocalipsis 7:17.
- Véase Moisés 7:30. El Padre Celestial aún continúa cuidando y protegiendo a aquellos en el reino terrestre mediante la ministración de Jesucristo y otros seres celestiales (véase Doctrina y Convenios 76:77, 87) y aquellos en el reino telestial mediante las ministraciones del Espíritu Santo y ángeles (véase Doctrina y Convenios 76:86, 88).
- Moisés 7:35; véase también Salmos 90:2).
- Véase Salmos 103:6–8; Lucas 6:36; Moisés 7:30.
- Véase 1 Juan 4:16.
- Véase Doctrina y Convenios 84:40.
- Véase Santiago 1:17.
- Véase Números 23:19.
- Véase Hechos 10:34–35.
- Véanse 1 Nefi 9:6; Doctrina y Convenios 130:7.
- Dictionary.com define [en inglés] inteligencia como la “capacidad de aprender, razonar, comprender y maneras similares de actividad mental, aptitudes para captar las verdades, relacionar hechos, significados, etc.” y “conocimiento”.
- Véase Abraham 3:19. Jesucristo como un ser glorificado y perfecto es también más inteligente que todos nosotros.
- Véase Apocalipsis 21:22.
- Véase Abraham 3:17.
- Véase Moisés 1:39.
- Véase de Richard G. Scott, “La confianza en el Señor”, Liahona, enero de 1996, pág. 18.
- Richard G. Scott, ““La confianza en el Señor” pág. 17.
- Véase Juan 5:22;Moisés 1:39. Es Satanás y nosotros mismos que nos condenamos (véanse Apocalipsis 12:10; Alma 12:14).
- Véanse Juan 4:23; Doctrina y Convenios 18:40; 20:29.
- Véanse 3 Nefi 11:11; Doctrina y Convenios 93:11-19.
- El arrepentimiento es el proceso por el cual nosotros cambiamos nuestra verdadera naturaleza para llegar a ser como Dios. Por tanto, nosotros tenemos que arrepentirnos continuamente, no solo arrepentirnos cuando “hacemos algo malo”.
- Véase Doctrina y Convenios 93:19–20.
- Lectures on Faith, pág. 38; véase también Moroni 7:48; 10:32–33; Doctrina y Convenios 76:56, 94–95; 84:33–38.
- Doctrina y Convenios 93:20; cursiva agregada.
- Véanse Moroni 10:32–33; Doctrina y Convenios 76:69, 94–95.
- ¿Por qué Dios no puede revelar o no revelará más sobre el proceso de llegar a ser como Él? Honestamente, no sé todos los motivos; pero hay al menos dos que entiendo. El primero, es que algunas cosas son simplemente incomprensibles en nuestro estado mortal (véase Doctrina y Convenios 78:17). Puede ser similar a tratar de explicar el uso de internet a alguien que vivió en la Edad Media. El contexto y la perspectiva simplemente no están allí. Y el segundo, es que los dones de la gracia a menudo vienen a nosotros precisamente porque debemos agonizar y luchar por no tener el conocimiento.
- Los sacrificios que se nos pide que hagamos pueden ser esenciales para ser perfeccionados (véase la Traducción de José Smith, Hebreos 11:40 [en Hebreos 11:40, nota a al pie de página]).
- Véase Romanos 8:18.
- Doctrina y Convenios 78:17–18.
























