Asirse al poder de la palabra de Dios
A menudo, los poderes más valiosos que una persona puede tener son el poder de superar obstáculos y tentaciones, el poder de vencer fuerzas invisibles, el poder de ser una buena influencia en otras personas y el poder para sobrellevar situaciones difíciles. El estudio de las Escrituras puede ayudarle a obtener estos poderes.
El élder Boyd K. Packer describió cómo nos guían las Escrituras: «No hay pregunta —personal, social, política o laboral— que quede sin contestar. Ellas (las Escrituras) contienen la plenitud del evangelio sempiterno. En ellas descubrimos los principios de verdades que resolverán cualquier confusión, problema o dilema que tenga la humanidad o cualquiera de sus integrantes» (Teach the Scriptures, Salt Lake City: Church Educational System, 1978). Por supuesto, las Escrituras incluyen las palabras inspiradas de los profetas de nuestros días ya que nosotros «creemos todo lo que Dios ha revelado, todo lo que actualmente revela, y creemos que aún revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino de Dios» (Artículo de Fe 9).
El presidente Ezra Taft Benson dijo: «Es nuestra prerrogativa el saturar nuestras mentes con nobles y buenos pensamientos y tener acceso a ellos cuando así lo deseemos. Cuando el Señor se enfrentó a las tres tentaciones en el desierto, El inmediatamente rebatió al diablo con los pasajes adecuados que Él había memorizado» («Think on Christ», Ensign, abril de 1984).
Para beneficiarnos con las Escrituras debemos hacer algo más que simplemente leerlas. El presidente Joseph Fielding Smith hizo la siguiente declaración: «Sería bueno que siguiéramos el consejo que el Señor nos ha dado y que dice: ‘Y el que atesore mi palabra no será engañado’ (José Smith—Mateo 37). Atesorar su palabra significa mucho más que leerla. Para atesorarla uno debe no solamente leer y estudiar, sino buscar en humildad y obediencia cómo aplicar los mandamientos dados, y ganar la inspiración que le impartirá el Espíritu Santo» (Doctrina de Salvación, 1:289).
Los resultados que obtengamos de nuestro estudio de las Escrituras dependerán del empeño que pongamos en estudiarlas
El poder personal de la palabra puede venir como resultado de nuestra lectura diaria o de investigar cierto tema en las Escrituras.
El élder Howard W. Hunter hizo las siguientes sugerencias para que nuestro programa de estudio de las Escrituras tuviera éxito:
«Cuando seguimos el consejo de nuestros líderes de leer y estudiar las Escrituras, recibimos toda clase de beneficios y bendiciones. Este es el estudio más provechoso al que podemos dedicarnos.
«Los hábitos en la lectura varían inmensamente. Algunos leen más rápido que otros; hay personas que leen a ratos, mientras que otras persisten en su lectura, sin parar, hasta la última página. Los que profundizan en la lectura de los libros canónicos se dan cuenta de que para comprender las Escrituras se requiere algo más que una lectura ligera; debe hacerse un estudio cuidadoso. Es obvio que el que los estudia diariamente logra más que el que dedica muchas horas en un día, dejando pasar días enteros antes de reiniciar el estudio; y no sólo debemos estudiar cada día, sino que tendríamos que apartar una hora específica en que podamos concentrarnos sin interrupciones.
«No hay nada que nos oriente mejor en la comprensión de las Escrituras que la oración, pues mediante ella podemos tener la mente abierta para hallar respuestas a nuestros interrogantes.» (Liahona, enero de 1980 El estudio de las Escrituras)
«Estoy seguro de que si los padres leen el Libro de Mormón y oran al respecto, tanto solos como con sus hijos, el espíritu de ese gran libro impregnará nuestros hogares y a todos sus moradores; aumentarán el espíritu de reverencia, el respeto mutuo y la consideración de unos a otros. El espíritu de contención se alejará y los padres aconsejarán a sus hijos con gran amor y sabiduría. Los hijos, a su vez, aceptarán mejor esos consejos y los obedecerán; y la rectitud aumentará. La fe, la esperanza y la caridad —el amor puro de Cristo— abundarán en nuestros hogares y en nuestras vidas, y traerán paz, alegría y felicidad.» (Marión G. Romney, en Conference Report, abril de 1960)
«No debería, o mejor dicho, no debe haber una sola familia en esta iglesia que no tome el tiempo necesario para leer las Escrituras todos los días.» (H. Burke Peterson, en Conference Report, mayo de 1975)
«Hermanos míos, ¡no tratemos en forma ligera las grandes cosas que hemos recibido de la mano del Señor! Su palabra es uno de los dones más valiosos que nos ha dado. Os exhorto a volver a comprometeros a estudiar las Escrituras. Sumergíos en ellas diariamente para poder tener así el poder del Espíritu como ayuda en vuestros llamamientos. Leedlas con vuestras familias y enseñad a vuestros hijos a amarlas y a atesorarlas. Luego, con un espíritu de oración y en consejo con otros líderes, buscad todas las formas posibles para alentar a los miembros de la Iglesia a seguir vuestro ejemplo. Si lo hacéis así, os daréis cuenta de que, como Alma dijo, ‘La palabra [tiene] gran propensión a impulsar a la gente a hacer lo que es justo —sí, [ha] surtido un efecto más potente en la mente del pueblo que la espada o cualquier otra cosa que les [haya] acontecido’. (Alma 31:5.)
«Y como Alma dijo, yo también os digo que es ‘prudente que [pongáis] a prueba la virtud de la palabra de Dios’ (Alma 31:5), en el nombre de Jesucristo. Amén.» (Ezra Taft Benson, Liahona, julio de 1986, El poder de la palabra)



























