Nuestra civilización progresa y retrocede

Conferencia General, Abril 1965

Nuestra civilización progresa y retrocede

por el presidente Marion G. Romney
de la primera presidencia

Ahora, como el resto del mundo, los Santos de los Últimos Días bien informados están plenamente conscientes de que nuestra civilización retrocede y que nuestra próspera sociedad está sumamente preocupada. Pero a diferencia del resto del mundo, no estamos buscando aún la respuesta a estos problemas, debido a que ya la conocemos. El Todopoderoso mismo la ha revelado, nos ha dado a conocer la causa de este descenso y la ha revelado el único remedio que tiene. No solo sabemos estas cosas sino, como ya se ha dicho, tenemos la responsabilidad divina de declararla al mundo.

Por lo tanto, cumpliendo con esta responsabilidad, declaramos que hace más de un siglo Dios el Eterno Padre, conociendo el resultado del actual curso del hombre, abrió los cielos y nos amonestó. No solamente confirmó que existe decadencia, sino también señaló la causa de la misma. Nos reveló la forma de remediar esta situación y predicó las terribles consecuencias si no seguíamos ese remedio. Finalmente nos aseguró que la justicia, paz y felicidad prevalecerán al final entre los habitantes de la tierra.

Bastarán unas cuantas citas de las Escrituras para indicar la naturaleza de lo que reveló en cuanto a estos temas vitales.

Primeramente, en cuanto a la decadencia: La noche del 21 de septiembre de 1823 apareció junto a la cama de José Smith, un ángel que se presentó como «un mensajero enviado de la presencia de Dios» quien le informó «de grandes juicios que vendrían sobre la tierra, con grandes desolaciones causadas por el hambre, la espada y pestilencias; y que estos penosos juicios vendrían sobre la tierra en esta generación. . .» (José Smith 2: 33, 45).

El día de Navidad del año de 1832, el Señor le dijo al Profeta:

«Y vendrá el tiempo en que la guerra se derramará sobre todas las naciones. . .

«Y así, por la espada y el derramamiento de sangre se lamentarán los habitantes de la tierra; y con hambre, plagas, terremotos y truenos del cielo, y también violentos e intensos relámpagos, los habitantes de la tierra llegarán a sentir la ira e indignación y la mano castigadora de un Dios Omnipotente, hasta que la consumación decretada haya destruido completamente a todas las naciones» (D. y C. 87:2,6).

El propósito que tuvo el Señor en revelar estas calamidades inminentes no fue la condenación sino la salvación del hombre; la prueba de esto está en que con la amonestación identificó la causa y reveló la forma mediante la cual se podrían evitar las calamidades.

En cuanto a su causa dijo, hablando a los habitantes de la tierra: «. . . se han desviado de mis ordenanzas, y han violado mi convenio sempiterno.

«No buscan al Señor para establecer su justicia sino que todo hombre anda por su propio camino, y conforme a la imagen de su propio Dios, cuya imagen es a semejanza del mundo. . .» (Ibíd., 1: 15-16).

Por tanto, estamos retrocediendo y nuestra sociedad próspera está preocupada porque los habitantes del mundo “. . . no buscan al Señor para establecer su justicia, sino que todo hombre anda por su camino, y conforme a la imagen de su propio Dios…” (Ibíd. 1: 16). Yo les pregunto francamente, ¿no es ésta una descripción acertada de las actitudes actuales de hombres y naciones de todo el mundo?

Creo que las anteriores declaraciones revelan claramente que si los hombres no se humillan y dejan de depender solamente de su propia sabiduría, si no buscan al Señor para establecer su justicia, causarán la destrucción decretada de todas las naciones (Ibíd., 87:6.)

En cuanto a la forma de evitar las calamidades, el Señor dijo lo siguiente, lo cual está contenido en el prefacio a la publicación de la compilación de algunas revelaciones dadas durante la restauración:

«Y también les di mandamientos a otros para que proclamasen estas cosas al mundo; y todo esto. . .

«para que el hombre no se aconseje con su prójimo, ni ponga su confianza en el brazo de la carne—

«Sino que todo hombre hable en el nombre de Dios el Señor, aun el Salvador del mundo.

«Para que también se aumente la fe en la tierra;

«Para que se establezca mi convenio sempiterno;

«Para que la plenitud de mi evangelio sea proclamada por los débiles y sencillos hasta los cabos de la tierra, y ante reyes y gobernantes» (Ibíd. 1:17-23).

Los mandamientos mencionados en estos pasajes, revelados al profeta José Smith dadas a otros para que los declaran al mundo, colectivamente abarcan el evangelio puro y sencillo de Jesucristo, el cual es el remedio eficaz a los problemas de nuestro tiempo. Ya que ahora es y siempre ha sido el único plan por el que los hombres podrán vivir en justicia, paz y felicidad sobre la tierra, el Señor lo ha revelado repetidas veces desde el principio. Se lo reveló a Adán y después a Enoc, Noé, los Jareditas, Abraham, Moisés y los profetas y los nefitas. Jesús lo trajo personalmente en el Meridiano de los Tiempos a la tierra de Jerusalén y a América. Contiene las ordenanzas de las que se han alejado los habitantes de la tierra, según dijo el Señor. Es el «convenio sempiterno» que se ha quebrantado. Conduce a los hombres a «buscar al Señor para establecer su justicia». Literalmente es, como dice Pablo, «El poder de Dios para salvación (Rom. 1:16).

El Señor reveló de nuevo su evangelio en esta dispensación por medio del profeta José Smith, con el propósito de salvar a la humanidad en este mundo y en el venidero. Hace 135 años el Señor también restauró su Iglesia por medio de él, «. . .aún La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días» (D. y C. 115:4), comúnmente conocida como «la Iglesia Mormona». Esta Iglesia es custodio y administrador legal de las ordenanzas del evangelio por llamamiento del Señor.

Si suficientes personas aceptan y viven el evangelio, desaparecerán los problemas del mundo como el rocío ante los ardientes rayos del amanecer. Nuestra decadencia se detendrá y las preocupaciones de nuestra «sociedad próspera» disminuirán y cesarán.

¿Y qué sucederá si no aceptan el remedio suficientes personas? Pues, en tal caso, los habitantes de la tierra sufrirán las consecuencias de su desobediencia. Digo esto con toda humildad pero con la confianza de que es cierto porque el Señor mismo se lo dijo al profeta José Smith en marzo de 1829:

«. . .esta generación recibirá mi palabra por medio de ti»; y

«En verdad, te digo que sobrevendrán angustias a los habitantes de la tierra, si no escuchan mis palabras;

«Porque una plaga asoladora caerá sobre los habitantes de la tierra y seguirá derramándose, de cuando en cuando, si no se arrepienten, hasta que se quede vacía la tierra, y los habitantes de ella sean consumidos y enteramente destruidos por el resplandor de mi venida.

«He aquí, te digo estas cosas aun como anuncié al pueblo la destrucción de Jerusalén; y se verificará mi palabra en esta ocasión así como se ha verificado antes» (Ibíd. 5:20, 5, 19-20).

Entonces queda clara nuestra elección. Los hombres, en el ejercicio del don divino del libre albedrío, tomarán su decisión y de hecho la están tomando actualmente día a día.

Este es el mensaje que nosotros, los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tenemos la responsabilidad divina de declarar al mundo. Como dijo el Señor a sus profetas de las dispensaciones pasadas y como le dijo al profeta moderno, José Smith, que las revelaciones que les había dado no eran únicamente para él y sus compañeros sino para beneficio de todo el mundo. En el prefacio ya mencionado dijo:

«. . .la voz del Señor llega hasta los extremos de la tierra. . . a todo hombre. . .

«Y de nuevo, de cierto os digo, oh habitantes de la tierra: Yo, el Señor estoy dispuesto a dar a saber estas cosas a toda carne» (Ibíd., 1:11,2, 34).

En cuanto al conducto por el que debía hacerse esta declaración, el Señor habló explícitamente. Dirigiéndose al profeta señaló: «. . .las enseñarás a todos los hombres; porque serán enseñadas a todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos» (Ibíd. 42: 58).

«Y la voz de amonestación irá a todo pueblo por las bocas de mis discípulos, a quienes he escogido en estos últimos días» (Ibíd. 1:4).

«Enviad los élderes de mi iglesia a las naciones que se encuentran lejos; a las islas del mar: enviadlos a los países extranjeros; llamad a todas las naciones…» (Ibíd. 133:8).

Para concluir, el mensaje que declaramos incluye la gloriosa seguridad de que al final los habitantes de la tierra tendrán justicia, paz y felicidad. Queda por ver si es como resultado de la destrucción prevista o como resultado del arrepentimiento, de la obediencia a sus ordenanzas y el cumplimiento con su convenio eterno y la búsqueda del Señor para establecer su justicia. (D. y C. 1:16.)

A menudo se asegura un día glorioso de paz relacionado con las referencias a la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo. La sección 45 de Doctrinas y Convenios dice lo siguiente:

«.. .he enviado mi convenio sempiterno al mundo, a fin de que sea una luz para él, y un estandarte a mi pueblo, y para que lo busquen los gentiles, y para que sea un mensajero delante de mi faz, preparando la vía delante de mí.

«Por lo tanto, entrad en él. … «Y acontecerá que el que me teme estará esperando la venida del gran día del Señor, aun las señales de la venida del Hijo del Hombre.

«Y verán señales y maravillas, porque se mostrarán arriba en los cielos y abajo en la tierra…

«. . .y, he aquí, vendré; y me verán en las nubes del cielo investido con poder y gran gloria, con todos los santos ángeles. . .

«Y en aquel día, cuando venga en mi gloria, se cumplirá la parábola que hablé acerca de las diez vírgenes.

«Porque aquellos que son sensatos y han recibido la verdad [el evangelio de Jesucristo] y han tomado al Espíritu Santo por guía [y son guiados por el Espíritu Santo], y no han sido engañados —de cierto os digo, éstos . . .aguantarán el día.

«Y les será dada la tierra por heredad; y se multiplicarán y se harán fuertes, y sus hijos crecerán sin pecado hasta salvarse.

«Porque el Señor estará en medio de ellos, y su gloria estará sobre ellos, y él será su rey y su legislador» (Ibíd. 45: 9-10, 39-40, 44, 56-59).

Que Dios nos ayude para escuchar el mensaje y estar preparados para ese gran día pido en el nombre de Jesucristo. Amen

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