Haced frente al futuro sin temor
Conferencia General semestral, Octubre, 1950.
Durante este período crítico, y es un período crítico, por lo que estamos pasando, espero que siempre guardemos encendido en nuestros corazones el espíritu de la obra magnífica que representamos, y si así lo hacemos, no tendremos ni ansiedad, ni temor, ni apuro en cuanto al futuro, porque el Señor nos ha dado la seguridad que si llevamos vidas puras, si guardamos sus mandamientos, y si nos humillamos ante él todo nos irá bien.
Les quiero leer dos pasajes de las escrituras: “Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo… que Jehová tu Dios es el que va contigo: no te dejará, ni te desamparará»… (Deut. 31:6) Esta era la admonición del Señor a su hijo Josué animándolo a que confiara en Dios. Josué dió respuesta a la admonición por aconsejar a su pueblo con estas palabras. “…Escogeos hoy a quién sirváis… que yo y mi casa serviremos a Jehová”. (Josué 24:15)
Incluido en estos dos pasajes de las escrituras se hallan las dos esenciales y principales condiciones que sostienen la seguridad y la paz: primero, confianza en el Señor; y segundo, la determinación de guardar los mandamientos; de servir al Señor, y hacer lo que es justo. Los Santos de los Últimos Días que viven según estas dos admoniciones, la de confiar en el Señor y el guardar los mandamientos, de nada tienen que temer. El Señor nos ha declarado por revelación que aunque la vida sea peligrosa, aunque seamos rodeados por tentación e iniquidad, aunque nos sintamos inseguros, aunque los corazones de los hombres les fallen, y la ansiedad llene el alma, si únicamente esperásemos en Dios y guardásemos sus mandamientos, no habría causa porque temer.
En la revelación moderna, el Señor nos ha aclarado estas declaraciones. Aún antes que la Iglesia se organizó, cuando hubo solamente un puñado de miembros que siguieron al profeta, el Señor dijo a sus Santos. . . “Por lo tanto, no temáis rebañito: haced lo bueno; aunque se junten en contra de vosotros la tierra y el infierno, si estáis edificados sobre mi roca, no puedan prevalecer». (D. y C. 6:34)
No será bastante, aceptar pasivamente las enseñanzas e ideales de la Iglesia. Requiere actividad viva, y dedicación animada a los principios de la rectitud si queremos afrontar el futuro sin miedo; y si poseemos el valor, el discernimiento, y la fe, entonces no importará lo que se nos presente, estaremos preparados para aguantar cualquier situación con coraje y fe, y con la certeza de que el Señor nos amparará.
Yo sé que ahora es el tiempo de vivir el Evangelio, y de no ser descarriados a una seguridad falsa, a la cual se refirió Nefi cuando profetizando, dijo que en los Últimos Días los Santos no debemos ser pacificados ni sentir en nuestros corazones que podemos pecar un poquito, que podemos asistir a los servicios solamente de vez en cuando, que podemos pagar sólo una pequeña parte de nuestros diezmos, que podemos vivir los principios del evangelio únicamente cuando nos sea conveniente, sino que tenemos que vivir el plan del evangelio en su plenitud cada día de nuestras vidas. Así habrá seguridad.
Así vendrá una satisfacción, la cual viene como resultado de vivir rectamente, y que entrará en nuestros corazones para darnos el valor y fuerza que necesitamos. Es menester que seamos humildes; es menester que estemos agradecidos; nos es preciso arrodillarnos como familias en oración en la mañana y en la noche. En algunas partes los miembros usan como su bendición de la familia la misma bendición que pronuncian sobre los alimentos y agregando unas palabras más. Así no debe ser. Hay que ponernos de rodillas en oración y gratitud como Alma lo amonesta.
Necesitamos el espíritu de reverencia a la cual se refirió el presidente McKay anoche en su hermoso discurso. Nos es necesario guardar el día domingo sagrado; es menester que cerremos los negocios el Día del Señor, y como Santos de los Últimos Días, que refrenemos de hacer compras el domingo, excepto en casos de emergencia. Hay que dejar de frecuentar los cines en el día del Señor, y si operamos un teatro, nos es preciso cerrarlo el domingo. No debemos buscar placeres de ninguna clase el día domingo. Debemos de oponer los juegos de “baseball” y otras diversiones a pesar de lo que hace mucho del mundo cristiano. Hay que oponer los juegos de suerte de todas clases, incluyendo el apostar y las carreras de caballos. Debemos abstenernos de los juegos de baraja de los cuales nos han amonestado los líderes de la Iglesia. Debemos luchar contra la venta y el uso del alcohol y otras cosas que el Señor ha declarado ser dañosas.
Si guardamos los mandamientos, refrenaremos de unirnos con los órdenes secretos y a logias. Nuestra primera lealtad será a la Iglesia y a los quórumes del Sacerdocio. Asistiremos a nuestros servicios. Llevaremos nuestras familias a los cultos de Sacramento, y nos sentaremos y adoraremos con ellos. Si guardamos los mandamientos, pagaremos los diezmos y ofrendas, y contribuciones al plan de bienestar; responderemos a las asignaciones en la Iglesia, y no nos resignaremos de los oficios cuando seamos llamados por la autoridad del Sacerdocio. Seguiremos los consejos de los líderes de la Iglesia, y juntaremos nuestras familias regularmente en el hogar para que así el hogar sea preservado y la solidaridad de la familia sea aumentada. Escudriñaremos las escrituras en nuestros hogares como el Señor ha amonestado; no violaremos los convenios sagrados que hemos hecho en las aguas del bautismo, y en los templos del Señor; no profanaremos ni dejaremos de usar la ropa sagrada del Sacerdocio. Ejecutaremos la obra de los templos. Seremos en verdad, Salvadores en el monte de Sión. Seremos buenos ciudadanos. Ejerceremos nuestro derecho de votar. Observaremos los consejos que el Señor nos ha revelado en cuanto a nuestra obligación de buscar y soportar hombres que defienden principios justos, que ponen el principio antes de la comodidad política. Si estamos viviendo el evangelio, nos sentiremos en nuestros corazones que la Primera Presidencia de la Iglesia no tan solamente poseen el derecho, pero que ellos están obligados bajo los cielos a dar consejo acerca de cualquier tema que tiene que ver con el bienestar temporal y espiritual de los Santos de los Últimos Días sin cuidado de que algunos hombres piensen que tales consejos encierran implicaciones en cuanto a lo político.
DEBEMOS permanecer fieles a lo que sabemos es recto y bueno, y sostener a nuestros líderes en el Israel moderno. Todo eso haremos, y más; si vivimos el Evangelio. Nos guardaremos limpios y sin mancha del mundo. Llevaremos vidas puras. Seremos fieles a nuestras esposas y familias. Viviremos según el plan del evangelio.
Que el Señor nos bendiga a fin de que nos confiemos en él, y que guardemos sus mandamientos. Esto es todo lo que él requiere de nosotros. Gozo y felicidad morarán en nuestros corazones mientras así vivimos. Es el inicuo que se huye cuando a ningún hombre persigue; los justos son valientes como el león. El pueblo que vive rectamente, no tiene por qué temer. A pesar del tumulto y la inseguridad que existen en todas partes, podrán ellos pararse erguidos, y seguir con valor y fe, y firmes contra la maldad.

























