Servir al Señor y resistir al diablo

Servir al Señor y resistir al diablo

por el presidente James E. Faust
Segundo Consejero de la Primera Presidencia

Les aconsejaría que consideraran el ejemplo del Salvador, quien, en ayuno y oración con el fin de prepararse para Su ministerio, rechazó triunfalmente las tentaciones de Satanás.

En nuestros tiempos, no es muy común que una persona quiera hablar de la influencia que ejerce Satanás. Tal vez no sea muy popular tratar este tema, pero, de todas formas, he decidido hacerlo. Alguien dijo: “He oído mucho acerca del diablo; he leído bastante sobre él; e incluso he hecho tratos con el diablo, pero no valió la pena”. Vivimos en una época en que muchos aspectos de la vida se miden en base a la norma de lo que es correcto desde el punto de vista social o político. Extiendo un reto a esa doctrina falsa de comportamiento humano. La influencia de Satanás se hace cada vez más acep­table. Elizabeth Barrett Browning declaró: “El diablo se vuelve más diabólico cuando aparenta ser respetable” (Aurora Leigh, libro 7, renglón 105). Sin embargo, como dijera Shakespeare: “Loco es el que confía en la mansedumbre de un lobo” (El rey Lear, acto 3, escena 6, renglón 24).

No es prudente tratar de indagar en cuanto a Satanás y sus misterios. Nada bueno puede resultar de acercarse tanto a lo malo; ya que así como cuando se juega con fuego, es muy fácil quemarse; porque “el conocimiento del pecado incita a cometerlo” (Joseph F. Smith, Doctrina del Evangelio, Salt Lake City: Deseret Book Company, 1939, pág. 367). El único camino seguro es mantenerse a gran distancia de él y de cualesquiera de sus actividades inicuas o prácticas nefastas. Las iniquidades de la adora­ción satánica, la hechicería, la fascinación, la brujería, el vuduismo, la magia negra y todas las otras formas de satanismo se deben evitar como la plaga.

No obstante, el presidente Brigham Young dijo que es importante “estudiar… la maldad y sus consecuencias” (en Discourses of Brigham Young, seleccionados por John A. Widtsoe, Salt Lake City: Deseret Book Company, 1978, pág. 257). Debido a que Satanás es el autor de toda la maldad que existe en el mundo, sería, por lo tanto, esencial el darse cuenta que él es la influencia que da ímpetu a lo que se opone a la obra de Dios. Alma trató este tema en forma breve y concisa: “Porque os digo que todo lo que es bueno viene de Dios; y todo lo que es malo, del diablo procede” (Alma 5:40).

La razón principal por la que elegí este tema es para ayudar a los miembros mediante una exhortación, tal como dijo Pablo: “para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquina­ciones” (2 Corintios 2:11). Esperamos que los miembros que no estén familiarizados con las sofisterías del mundo se mantengan alejados de las tentaciones y los designios fraudulentos de Satanás.

Cito las palabras del élder Marion G. Romney quien, en una reunión efectuada en la Universidad Brigham Young en 1955, declaró: “Hay personas entre nosotros que tratan de servir al Señor sin ofender al diablo”. Esto es algo ciertamente contradictorio. El élder Romney con­tinúa: “¿Está la elección inevitablemente entre la paz, la cual se obtiene al estar en armonía con el Evangelio de Jesucristo, según fue revelado mediante el profeta José Smith, y la contención y la guerra?” (“The Price of Peace”, Speeches of the Year, Provo, Utah: Universidad Brigham Young, 1º de marzo de 1955).

Alguien dijo en una ocasión: “Si llegaras a una bifur­cación en el camino, tómala”. Pero esto no puede ser. El Salvador dijo: “Ninguno puede servir a dos señores; por­que o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24). Hoy día, muchos de nosotros tratamos de servir a dos señores: al Señor y a nuestros intereses egoístas, sin ofender al diablo. La influencia de Dios, nuestro Padre Celestial, nos insta, nos suplica y nos inspira a que lo sigamos a Él. En cambio, el poder de Satanás nos insta a no creer y a desobedecer los manda­mientos de Dios.

El élder Romney continúa: “Las consecuencias de las opciones [que hace el hombre mortal] son de la clase en la que se juega a todo o nada. No hay manera de escapar a la influencia de estos poderes opuestos. Inevitablemente seguirá al uno o al otro. El albedrío que Dios le ha dado le proporciona el poder y la alternativa de elegir; y debe hacerlo, ya que es imposible que pueda servir a los dos al mismo tiempo; como dijo Jesús; ‘ninguno puede servir a dos señores… No podéis servir a Dios y a las riquezas’” (en Conference Report, octubre de 1962, pág. 94).

Durante la conferencia general de octubre de 1987, hice esta declaración: “Pienso que todos veremos cada vez más evidencias del poder de Satanás a medida que el reino de Dios se fortalezca. Creo que el gran esfuerzo que hace Satanás en nuestra contra prueba la validez de esta obra. En el futuro, la oposición se presentará más enmas­carada que nunca. Necesitaremos ser más espirituales para percibir todas las caras del mal y para tener más fuerzas para resistirlo” (“El gran imitador”, Liahona, enero de 1988, pág. 33).

En vez de venir a un ambiente de cariño y cuidado, a muchos de los hijos espirituales de nuestro Padre Celestial se les está negando la experiencia de vivir en la tierra debido a la práctica del aborto.

El aborto

El aborto es una práctica perversa que ha llegado a ser socialmente aceptada en los Estados Unidos y, en reali­dad, en gran parte del mundo. Muchos políticos de la actualidad declaran que no están en favor del aborto pero se oponen a que el gobierno intervenga en el dere­cho de la mujer de tomar esa determinación.

Durante un desayuno especial efectuado en Washington, D. C., el 3 de febrero de 1994, la Madre Teresa hizo una de las proclamaciones más honestas y poderosas de la verdad en cuanto a este tema, que jamás haya yo escuchado. Esta mujer es una monja yugoslava de ochenta y cuatro años de edad que durante muchos años ha cuidado a la gente más indigente de la India. Es ahora de edad avanzada y físicamente frágil, pero valiente y con una inmensa fortaleza espiritual. La Madre Teresa dejó un mensaje que tocó el punto justo del problema, que es la degradación social que aflige a Estados Unidos, país que por tradición ha dado desinteresadamente de sus bienes a los pueblos de la tierra, pero que ahora se ha vuelto egoísta. Ella declaró que la prueba más obvia de ese egoísmo es el aborto. Se dijo que la Madre Teresa había relacionado al aborto con la creciente violencia y asesinato en las calles, declarando; “Si aceptamos el hecho de que una madre pueda matar incluso a su propio hijo, ¿cómo podemos decirles a los demás que no se maten el uno al otro?… Cualquier país que acepte el aborto no le está enseñando a su pueblo a amar, sino a usar cualquier tipo de violencia a fin de obtener lo que les plazca” (Cal Thomas, “Mother Teresa Has Anti-abortion Answer”, Salt Lake Tribune, 15 de febrero de 1994, sección A, pág. 11).

Luego, mencionó la preocupación que se ha demos­trado por los niños huérfanos de la India y de otras partes del mundo, por lo cual expresó gratitud; pero continuó diciendo: “Esas demostraciones de preocupación son muy loables, pero muchas veces, estas mismas personas se despreocupan por los millones de seres que están muriendo debido a la decisión premeditada de sus pro­pias madres. Y éste es el destructor más grande de la paz hoy en día: el aborto, ante el cual se ha cegado la gente” (ibíd). Al hacer una crítica de ese extraordinario men­saje, el columnista Cal Thomas preguntó: “¿Por qué habrían la gente o las naciones de considerar la vida humana como algo noble o digno si el aborto continúa floreciendo? ¿Para qué nos atormentamos por las matan­zas que se están llevando a cabo en Bosnia, cuando a los bebés se les está quitando la vida más eficazmente, y fuera del alcance de las cámaras de televisión?” (Ibíd.)

Antes de terminar, la Madre Teresa hizo una súplica para que las mujeres embarazadas que no querían tener a sus hijos se los dieran a ella. Dijo: “Estoy dispuesta a aceptar a cualquier criatura que de otro modo sería abor­tada, y dársela a algún matrimonio que la amará y que a la vez recibirá el amor de esa criatura” (ibíd). ¡Qué valor espiritual tan perfecto demostró esta extraordinaria anciana! ¡Cuán ofendido debió haberse sentido el dia­blo! Sin embargo, ni la prensa ni los columnistas de los periódicos se percataron de esa maravillosa declaración. Tal vez se hayan sentido más cómodos al asumir que estaban en lo correcto desde el punto de vista político y social. Después de todo, sencillamente justifican su punto de vista declarando que todos lo hacen o que es algo lícito. Afortunadamente, las Escrituras y el mensaje de los profetas son inalterables.

“Aminorar el crecimiento”

Ahora quisiera hablar en cuanto al reto actual diri­gido a las palabras del Señor que se encuentran registra­das en Génesis: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra” (Génesis 1:28). Durante toda mi vida, he escu­chado el argumento de que la tierra está superpoblada. En la Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre Población y Desarrollo, efectuada en 1994, en el Cairo, Egipto, reinó una gran controversia. Indudablemente, dicha conferencia alcanzó logros real­mente importantes; pero en el corazón mismo del debate se oía la frase socialmente aceptada “aminorar el crecí’ miento”, concepto que cada vez gana más popularidad. Cuán astutamente enmascaró Satanás sus perversas intenciones con esa frase.

Satanás se ofende cuando utilizamos nuestra recomen­dación para ir al templo con el fin de participar de la protección espiritual que ahí se nos brinda. A él siem­pre le ha ofendido nuestra adoración en el templo.

Muy pocas son las voces de las naciones desarrolladas que se sublevan en contra de esta frase creada: “amino­rar el crecimiento”. En la revista Forbes aparece un editorial que con bastante percepción afirma que la gente es en verdad una ventaja y no lo contrario. Declara con franqueza, como algo sumamente ridículo, la aserción comúnmente aceptada de que el restringir el creci­miento de la población es esencial para el desarrollo económico. Luego, este editorial declara en forma con­vincente: “La gente libre no acaba con los recursos; sino que los crean” (Malcolm S. Forbes, hijo, “The True Character of Health Care Reform”, Forbes, 12 de sep­tiembre de 1994, pág. 25).

Un artículo publicado en U.S. News & Wbrld Report titulado “10 Billion for Dinner, Picase” (Cena para 10 billones, por favor), declara que la tierra puede producir alimento para una población de por lo menos 80 billones, o sea ocho veces más de los 10 billones de personas que se espera que habitarán la tierra para el año 2050. Un estudio realizado calcula que con mejores métodos cien­tíficos, la tierra podría alimentar a más de mil billones de personas (véase Stephen Budiansky, “10 Billion for Dinner, Please”, U.S. News & World Repon, 12 de sep­tiembre de 1994, págs. 57—62). Aquellos que defienden el aminorar el crecimiento carecen de visión y de fe. El Señor dijo: “Porque la tierra está llena, y hay suficiente y de sobra” (D. y C. 104:17). Eso deja aclarado el asunto para mí, y debería aclararlo para todos nosotros. El Señor ha hablado.

La homosexualidad

La posición de la Iglesia en cuanto a las relaciones homosexuales es otro tema en el que ofendemos al dia­blo. Me imagino que la declaración de la Primera Presidencia y de los Doce en contra de los matrimonios homosexuales continuará siendo atacada. Satanás está interesado únicamente en nuestra desdicha, la cual la promueve al tratar de persuadir a los hombres y a las mujeres a que actúen en contra del plan de Dios. Uno de los métodos de los que se vale es el fomentar el uso inapropiado de los sagrados poderes creativos. Un verda­dero matrimonio es el concertado entre un hombre y una mujer, solemnizado por la debida autoridad legal o eclesiástica. Únicamente las relaciones sexuales que se llevan a cabo entre marido y mujer, dentro de los lazos del matrimonio, son aceptables ante el Señor.

Hay en existencia una teoría extensamente aceptada de que la homosexualidad es algo que se hereda. ¿Cómo puede serlo? Ninguna evidencia científica demuestra en lo absoluto que eso sea así. Además, si así fuere, frustra­ría el plan entero de felicidad terrenal. La designación que se nos dio como hombres o mujeres se hizo antes del comienzo de este mundo. A diferencia de la doctrina socialmente aceptada de que la homosexualidad es algo innato, un número de autoridades respetables en la materia sostienen que la homosexualidad no es algo que se nace con ello. La falsa creencia de una orientación homosexual innata le niega a las almas arrepentidas la oportunidad de cambiar y al final las llevará al des­aliento, a la desilusión y a la desesperación.

Las relaciones que suplantan a la de un matrimonio legal y amoroso entre un hombre y una mujer contribu­yen a la desintegración de la estructura de la sociedad humana. Estoy seguro de que esto le complace al diablo. La estructura a la que me refiero es la familia. Los así lla­mados estilos de vida opcionales no se deben aceptar como algo correcto, ya que frustran los mandamientos de Dios, de que un hombre y una mujer se unan para dar vida dentro de un matrimonio legal, tal como se estipula en Génesis. Si todos los adultos pusieran en práctica estos estilos de vida, significaría el fin de la familia humana.

Hogares destruidos

Yo soy de la opinión de que el diablo se complace cada vez que un hogar queda destruido aun cuando ninguna de las partes tenga la culpa, en especial en aquellos casos en donde hay niños. El abandono físico y espiritual de los hijos es una de las razones por las que se generan tantas de las enfermedades sociales en el mundo.

Pecados “pequeños”

Ahora quisiera hablar sobre algunas maneras más mode­radas de no ofender al diablo. Nefi nos ha dado el modelo o la fórmula mediante la cual Satanás hace su obra:

“Y a otros los pacificará y los adormecerá con seguri­dad carnal, de modo que dirán: Todo va bien en Sión; sí, Sión prospera, todo va bien. Y así el diablo engaña sus almas, y los conduce astutamente al infierno.

“Y he aquí, a otros los lisonjea y les cuenta que no hay infierno; y les dice: Yo no soy el diablo, porque no lo hay; y así les susurra al oído, hasta que los prende con sus terribles cadenas, de las cuales no hay rescate” (2 Nefi 28:21-22),

C. S. Lewis nos dio una clara perspectiva de las tácti­cas del diablo. En una carta ficticia, el diablo maestro, Screwtape, instruye al diablo aprendiz, Wormwood, quien está recibiendo adiestramiento para llegar a ser un diablo más astuto:

“Tú dirás que esos son pecados muy pequeños; y sin duda, al igual que todos los tentadores jóvenes, estás ansioso de lograr que por tu intermedio se lleve a cabo una maldad espectacular… Sin embargo, no importa cuán pequeños sean los pecados, con tal que su efecto acumu­lativo aleje al hombre de la Luz y lo eche a la Nada… En verdad, el camino más seguro al infierno es el gradual, la inclinación leve, la suavidad debajo de los pies, sin vuel­tas pronunciadas, sin hitos ni señales” (Tíre Screwtape Letters (New York: Macmillan, 1961), pág. 64-65).

Las leyes de la sociedad a las que con frecuencia se les conoce como “leyes en contra del pecado” existen para contraatacar los así llamados pecados pequeños de Satanás tales como los juegos de azar, el uso del alcohol y de las drogas. Aquellas personas que quieren dar la apa­riencia de poseer un amplio criterio afirman, bajo la pretensión de no querer imponer sus creencias religiosas: “Yo no bebo ni participo en juegos de azar, pero no creo que debamos tener ninguna ley que controle a los demás que deseen hacerlo”. Este razonamiento ignora por com­pleto los costos de salud y sociales ocasionados por estos vicios. Absurdamente disputan que las leyes no pueden controlar el comportamiento humano. Mi larga carrera legal me ha llevado a sacar en conclusión que todas las leyes criminales tienen una base moral.

Satanás se ofende cuando utilizamos nuestra recomen­dación para ir al templo con el fin de participar de la protección espiritual que ahí se nos brinda. A él siem­pre le ha ofendido nuestra adoración en el templo.

Complacer al diablo

Quiero hablar ahora de las formas aún más apacibles de tratar de servir al Señor sin ofender al diablo. El tener una recomendación para el templo y no utilizarla parece lo suficientemente leve. Sin embargo, al vivir cerca de un templo y tener una recomendación y no utilizarla tal vez no ofenda al diablo. Satanás se ofende cuando utili­zamos esa recomendación, cuando vamos al templo para participar de la protección espiritual que éste nos ofrece. ¿Cuántas veces hacemos planes para ir al templo, única­mente para que surja toda clase de obstáculos que nos impidan ir? Al diablo siempre le ha ofendido nuestra adoración en el templo. En cuanto a la edificación de los templos, el presidente Brigham Young dijo en una oca­sión que hay miembros de la Iglesia que dicen: ‘“No me gusta hacerlo, porque nunca hemos empezado a cons­truir un templo sin que las campanas del infierno empie­cen a repicar’”, La respuesta del profeta fue la siguiente; “Quiero oírlas repicar de nuevo. Todas las huestes del infierno se movilizarán si descubrimos las paredes de este templo” (Discourses of Brigham Young, pág. 410). El presi­dente Howard W. Hunter dijo que debíamos “considerar el templo el gran símbolo de [nuestra] condición de miembros” (“Preciosas y grandísimas promesas”, Liahona, enero de 1995, pág. 9).

Me pregunto hasta qué grado ofenderíamos a Satanás si la proclamación de nuestra fe se limitara únicamente a la gran obra humanitaria que esta Iglesia lleva a cabo por el mundo, a pesar de lo loable y maravillosa que ésta pueda ser. Cuando predicamos ese evangelio de justicia social, indudablemente el diablo no se siente preocu­pado; pero creo que se siente terriblemente ofendido cuando declaramos con valor, por medio del testimonio personal, que José Smith fue un profeta de Dios y que vio al Padre y al Hijo; cuando predicamos que el Libro de Mormón es otro testigo de Cristo; cuando declaramos que se ha llevado a cabo la restauración de la plenitud del evangelio en su sencillez y poder, a fin de cumplir el gran plan de felicidad.

Ponemos en tela de juicio los poderes de las tinieblas cuando hablamos acerca de la vida perfecta del Salvador y de Su obra sublime para toda la humanidad por medio de la Expiación. Este don celestial nos permite, por medio del arrepentimiento, librarnos de los tentáculos de Satanás.

El diablo se complace cuando sostenemos que todos los caminos llevan al cielo y que, por lo tanto, no importa qué camino tomemos, ya que todos llegaremos a la presencia de Dios. Asimismo, lo complacemos si afir­mamos que ya que todos somos hijos de Dios, no importa la iglesia a la cual pertenezcamos, pues todos nos esforzamos por llegar al mismo lugar.

El élder Delbert L. Stapley declaró; “Esta filosofía del hombre, porque lo es, suena muy bien, pero no cuenta con el apoyo de las Escrituras. Les aseguro a cada uno de uste­des que el camino a la presencia de Dios no es así de fácil”. Es derecho y angosto. “Estoy seguro de que el diablo sonríe satisfecho cada vez que se expresa esta falsa opinión, ya que le complace ver que la mente del hombre está hasta tal punto cegada a la verdad revelada, por medio de su astucia y engaños, que está dispuesta a creer que cualquier religión es aceptable para Dios, no importa cuáles sean sus dogmas y ordenanzas o cómo o quién las administre” (en Conference Report, abril de 1958, pág. 115).

Resistir a satanás

No debemos permitir que el poder de Satanás nos paralice de miedo. Él no tiene poder sobre nosotros a menos que se lo concedamos. Él es en verdad un cobarde, y si permanecemos firmes, se retirará. El apóstol Santiago exhortó; “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7). Y Nefi declara que Satanás “no tiene poder sobre el corazón” de la gente que es justa (.1 Nefi 22:26).

Todos hemos oído a los comediantes y a otras personas justificarse o tratar de explicar sus maldades, diciendo: “El diablo tiene la culpa”. En realidad no creo que el dia­blo pueda obligarnos a hacer nada; por cierto que puede tentarnos y engañarnos, pero sólo tiene sobre nosotros la autoridad que nosotros mismos le concedamos.

El poder para resistir a Satanás puede ser más fuerte de lo que nos imaginamos. El profeta José Smith enseñó: “Todos los seres que tienen cuerpo, tienen dominio sobre los que no lo tienen. El diablo no tiene poder sobre nosotros sino hasta donde se lo permita­mos. En el momento en que nos rebelamos contra cual­quier cosa que viene de Dios, el diablo ejerce su dominio” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 217). También declaró: “Los espíritus malos tienen sus límites y confines, sus leyes mediante las cuales son gobernados o dirigidos” (ibíd, pág. 252). De manera que Satanás y sus ángeles no son todopoderosos.

El don del Espíritu Santo

Satanás ha tenido un gran éxito con esta generación crédula. Como consecuencia de ello, él y sus ángeles han embaucado a una multitud de seres. No obstante, contamos con una armadura adecuada en contra del poder de Lucifer y sus huestes. Esta protección yace en el espíritu de discernimiento que se obtiene por medio del don del Espíritu Santo. Este don lo reciben en forma constante, mediante la revelación personal, aquellas personas que se esfuerzan por obedecer los mandamientos del Señor y seguir el consejo de los profetas vivientes.

Esta revelación personal la recibirán por cierto quienes tengan la mira puesta únicamente en la gloria de Dios, porque se ha hecho la promesa de que su cuerpo “será lleno de luz y no habrá tinieblas” en ellos (D. y C. 88:67). Todas las personas que vengan a Cristo pueden frustrar los esfuerzos de Satanás mediante la obediencia a los convenios y a las ordenanzas del evangelio. Los humildes seguidores del divino Maestro no han de ser engañados por el diablo. Satanás no sostiene, ni apoya ni bendice; a los que han caído en sus garras los deja en la ignominia y la desdicha. El Espíritu de Dios es una influencia que conforta y edifica.

El ayuno y la oración

Hago hincapié en que el ayuno y la oración son medios excelentes para recibir la fortaleza moral y espiritual para resistir las tentaciones de Satanás. Tal vez ustedes piensen que esto es difícil y desagradable, pero yo les aconsejo que tomen en cuenta el ejemplo del Salvador: que fue al desierto para ayunar y orar con el fin de prepararse espiritualmente para Su ministerio. La tentación del diablo fue muy grande, pero, por medio de la purificación de Su espíritu, pudo triunfar por encima de toda la maldad.

El trabajo es otro factor que pone freno a la maldad. El símbolo del estado de Utah es la colmena. Nuestros antepasados fomentaron la industria y el trabajo. El élder John Longden, que fue Ayudante del Quorum de los Doce Apóstoles, citó las siguientes palabras de Herndon: “Satanás selecciona a sus discípulos cuando éstos están ociosos; Jesús selecciona a los Suyos cuando ellos se encuentran ocupados en su trabajo, ya sea remendando las redes o echándolas al mar” (en Conference Report, abril de 1966, pág. 39).

Testifico que hay fuerzas que nos salvarán del aumento cada vez mayor de mentiras, desorden, violen­cia, caos, destrucción, miseria y engaño que abundan en la tierra. Esas fuerzas salvadoras son los principios eter­nos, los convenios y las ordenanzas del evangelio eterno del Señor Jesucristo. Estos mismos principios, convenios y ordenanzas van acompañados de los derechos y pode­res del sacerdocio del Dios Todopoderoso. Los miembros de esta Iglesia son los poseedores y los guardianes de estos poderes que contrarrestan gran parte del poder que Satanás tiene sobre la tierra. Nosotros creemos que somos las personas a las que se nos han encargado estas poderosas fuerzas en favor de todos aquellos que han muerto, de los que viven en la actualidad y de los que aún están por nacer.

Ruego que podamos dedicar nuestras vidas al servicio del Señor y que nos preocupemos de ofender al diablo. Como así también, que mediante la propagación de la rectitud se ponga un alto a las manos inicuas del destruc­tor, a fin de que no se le permita maldecir a todo el mundo. Ruego también que Dios pase por alto nuestras debilidades, nuestras flaquezas y nuestras muchas faltas, y que sea generoso en perdonar nuestras infracciones. Ruego que El dé solaz al que sufre, consuelo al que llora y paz al afligido. □

Esta entrada fue publicada en Aborto, Adoración, Espíritu santo, Familia, Hogar, Homosexualidad y etiquetada , , , , , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario