Su matrimonio y el Sermón del Monte

Su matrimonio y el Sermón del Monte

por Paúl K. Browning

La desconfianza y el resentimiento estaban destruyendo el matrimonio de Ricardo y Janire; pero el leer juntos el consejo del Salvador en el Sermón del Monte tendió un puente sobre un abismo de desacuerdos.

Hace apenas unos años, Ricardo y Janire fueron a un consejero matrimonial con el fin de ver si podían resolver los problemas que estaban acabando con su matrimonio. El los escuchó mientras ambos le explicaron la forma en que el otro había sido injusto y lo había ofendido. Los resentimientos eran tan profun­dos que el consejero no sabía cómo podrían reconciliarse. Sin embargo, mientras se debatía pensando en posi­bles soluciones, le vino a la mente el Sermón del Monte, recordando que el presidente Harold B. Lee lo había llamado “la fórmula para una vida perfecta” (Decisions for Successful Living, Salt Labe City; Deserct Book Company, 1973, pág. 57).

El consejero entregó entonces a la pareja un ejemplar de la Biblia y les pidió que lo abrieran en Mateo, capítulos 5 al 7. “¿Podrían leer el Sermón del Monte completo tres veces esta semana, juntos y en voz alta?”, les preguntó. “Y cada vez que terminen de leerlo, ¿podría cada uno de ustedes nombrar por lo menos algo que tendría que cambiar para poner su vida en armonía con lo que enseñan esos capítulos? Recuerden que ninguno de los dos debe decirle al cónyuge lo que él tiene que hacer para cambiar. Concéntrense en cam­bio en lo que cada uno de ustedes debe hacer”. A pesar de sus dudas, estuvieron de acuerdo en hacerlo.

A la semana siguiente, volvieron a la oficina del consejero muy ama­bles el uno para con el otro. Estaban dispuestos a hablar sobre lo que podían hacer para que hubiera más cooperación y reciprocidad en el matrimonio. Por lo menos, tres cosas buenas pasaron como resultado de haber cumplido con la asignación de lectura: Primero, al leer las Escrituras juntos, volvieron a sentir la presencia del Espíritu en su vida; segundo, los obligó a hacerse un análisis introspectivo de sí mismos y buscar el verdadero motivo de sus reacciones y comportamiento en lugar de centrarse en los de su cón­yuge; y tercero, cumplieron con la asignación sin pelearse.

El Sermón del Monte enseña muchos principios que pueden ser de beneficio a cualquier matrimo­nio, tenga éste problemas o no. Me gustaría examinar cuatro de esos principios.

Perdonarse mutuamente

Rodolfo y Carolina habían estado casados por veinte años. Cuando fueron por primera vez a ver a un consejero para resolver sus dificulta­des matrimoniales, Carolina se quejó de que Rodolfo era cruel, manipulador, descuidado y de que tenía mal carácter. El consejero se volvió para mirar a Rodolfo espe­rando escuchar algo completamente diferente, pero para su sorpresa, éste estuvo de acuerdo con Carolina. Más tarde, se dio cuenta de que Rodolfo tenía poca estimación pro­pia y, para compensar, trataba de controlar a Carolina y a sus hijos, Rodolfo admitió que necesitaba ayuda profesional y dijo que tenía deseos de cambiar.

A lo largo del año, el consejero observó que Rodolfo, poco a poco, se volvía más amable y considerado, y feliz por el cambio que había logrado, comenzó a sentirse mejor acerca de sí mismo. No obstante, Carolina inició los trámites de divor­cio. A pesar de que era cierto que Rodolfo la había tratado mal en el pasado, él se había arrepentido y cambiado, pero aun así, ella se sen­tía demasiado herida e incapaz de perdonarlo.

La historia de Rodolfo y Carolina es bastante común. Muchas parejas guardan rencores por años, a veces aprovechando el recuerdo de sufri­mientos del pasado como justifica­ción para castigar al cónyuge. Cuando no se está dispuesto a per­donar, se corta la comunicación entre sí y la relación se vuelve tirante.

El Salvador enseñó:

“Porque sí perdonáis a los hom­bres sus ofensas, os perdonará tam­bién a vosotros vuestro Padre Celestial;

“mas si no perdonáis a los hom­bres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6:14—15).

Un matrimonio puede derrum­barse bajo el peso de los agravios no perdonados, como pasó con el de Rodolfo y Carolina. El Salvador nos da una alternativa: “Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino…” (Mateo 5:25). Ello no significa que debemos rendirnos siempre o permitir que nuestro cónyuge se aproveche de nosotros, sino que debemos buscar la forma de transigir o decir clara, pero ama­blemente, qué pensamos y cómo nos sentimos acerca de su forma de actuar. Debido a que es imposible saber todos los motivos que una persona tiene para actuar de una manera determinada, y los proble­mas que enfrenta cada uno, el Señor ha dicho: “…a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres” (D. y C. 64:10).

Las claves para el perdón:

  1. Trate de ver la situación desde el punto de vista de su cónyuge.
  2. Póngase en el lugar de su cón­yuge y piense en el deseo de ser perdonado.
  3. Recuerde todo lo bueno acerca de su esposo o esposa. Las cosas positivas casi siempre exceden a las negativas.
  4. Hable solamente cuando sienta que puede controlar sus emociones.
  5. Olvídese de quién tiene la razón y quién no la tiene.
  6. Busque la influencia del Espíritu, El Espíritu Santo le ayudará a perdonar.

Caminemos la segunda milla

Jaime y María dedicaban mucho de su tiempo a tratar de determinar quién de los dos contribuía más al matrimonio. Ellos creían que el matrimonio sólo marcha bien cuando se reparten las responsabili­dades por partes iguales. Los dos pensaban que el otro era injusto, y estaban siempre fastidiados por lo poco que su cónyuge contribuía al matrimonio.

Hace casi dos mil años, el Salvador dio una solución a este problema diciendo;

“y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa;

“y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos.

“Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses” (Mateo 5:40-42).

Cuando Jaime y María cambiaron de actitud y, en lugar de concen­trarse en cuánto podía cada uno de ellos recibir, comenzaron a pensar en cuánto cada uno de ellos podía dar, su matrimonio empezó a mejorar. Mormón dijo que “la caridad es el amor puro de Cristo” y que “no busca lo suyo” (Moroni 7:45, 47). El principio sobre el cual este concepto se basa se encuentra en el Sermón del Monte:

“Así que, todas las cosas que que­ráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mateo 742).

Para poner en práctica ese pre­cepto, Jaime y María tuvieron que enterarse de lo que el otro quería realmente. María tenía una natura­leza romántica y, como consecuen­cia, para ella era importante recibir notitas cariñosas, una flor de vez en cuando y que con frecuencia se le recordara verbalmente cuánto la querían. Para Jaime, por el contra­rio, la mejor forma de decirle “te amo” a su esposa era mantener en buen estado las cosas de la casa, tener el jardín y el patio de atrás impecable y proporcionar seguridad económica para la familia. Ninguna de estas formas de pensar es mejor que la otra, y una vez que ellos aprendieron que “el lenguaje del amor” era diferente para ambos, comenzaron a hablar también el lenguaje del otro. Como resultado, empezaron a apreciar lo que el otro hacía en beneficio de los dos.

Las claves para ser justos en el matrimonio:

  1. Concéntrese en lo que puede dar a su cónyuge.
  2. No se preocupe de cuánto usted ha dado y cuánto ha recibido.
  3. Sea sensible a las necesidades de su cónyuge y reconozca que pro­bablemente sean diferentes de las suyas.
  4. Aprenda a hablar también el “lenguaje de amor” del otro.

El Sermón del Monte contiene muchos principios del evangelio que ayudan a lograr un matrimonio feliz. Algunos de ellos son el perdón, el servicio, la paciencia, el saber escuchar, la humildad y el amor.

“No juzguéis”

Federico y Julia querían comprar un electrodoméstico nuevo, por lo que iban frecuentemente de com­pras juntos y comparaban los dife­rentes modelos que había en el morcado. Por fin, encontraron lo que buscaban, pero vacilaron en comprarlo porque era bastante caro. Al día siguiente, Federico volvió a la tienda solo y compró el electro­doméstico para darle una sorpresa a Julia, e hizo los arreglos necesarios para que lo llevaran cuando ella no estuviera en casa. Cuando Julia llegó y lo vio, sé enfadó mucho y acusó a su esposo de desconsiderado por no haber permitido que ella par­ticipara en la decisión final. Sus acu­saciones llevaron a la pareja a discutir acaloradamente.

Con frecuencia, el juzgar al cón­yuge es una fuente de conflictos en el matrimonio y, por lo general, como en el caso de Federico y Julia, las conclusiones a las que se llegan se basan en conjeturas equivocadas. Tanto el sacar conjeturas como el acusar al cónyuge pueden llevar al enojo y al resentimiento.

El Salvador advirtió:

“No juzguéis, para que no seáis juzgados.

“Porque con el juicio con que juz­gáis, seréis juzgados…

“¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?” (Mateo 7:1-3).

Por lo general, el juzgar severa­mente a nuestro cónyuge es señal de que algo anda mal en nuestra propia vida. Por tanto, deberíamos pregun­tarnos: ¿Por qué me molesta tanto su comportamiento o actitud? La res­puesta a esa pregunta nos ayudará a “saca[r] primero la viga” de nuestro propio ojo y a no estar al pendiente de los errores de nuestro esposo o esposa.

Las claves para evitar juzgar:

  1. Mantenga abiertas las líneas de comunicación. Si una pareja con­versa con regularidad, hay menos probabilidades de que surjan desa­cuerdos entre ellos.
  2. No espere demasiado de su cónyuge.
  3. Tenga confianza en su esposo o esposa.
  4. Recuerde que no todas las per­sonas tienen los mismos puntos fuer­tes y débiles. Todos progresamos en forma diferente.
  5. Esté pendiente de lo que usted puede hacer para cambiar, y no de lo que puede hacer su cónyuge.

Pongamos en práctica el autodominio

Juan y Catalina fueron a un con­sejero matrimonial en busca de ayuda. “Juan no sabe controlarse”, dijo Catalina. “Siempre está enojado y, por lo general, no sé por qué”.

A medida que la conversación avanzaba, Juan comenzó a ponerse cada vez más nervioso. De pronto, se puso de pie y gritó a su esposa: “¡Yo no tengo por qué aguantar todo esto! ¡Tú eres la que necesita que la acon­sejen, no yo!, y salió precipitada­mente de la habitación dejando a Catalina pálida y temblorosa.

Es imposible sentir la presencia del Espíritu cuando se está enojado. El Salvador les dijo a los nefitas: “…el espíritu de contención no es mío, sino es del diablo…” (3 Nefi 11:29). Cuando permitimos que el espíritu de la ira entre en nuestro hogar, creamos el ambiente propicio para que entre también Satanás y promueva la contención entre los miembros de la familia. La ira engen­dra aún más ira, y se nutre de nues­tras emociones más bajas.

En el Sermón del Monte, el Salvador habló en contra del enojo diciendo:

“Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cual­quiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mateo 5:22).

Adviértase que este pasaje de las Escrituras dice que no debemos decir palabras insultantes. ¿Cuán seguido emplean los miembros de la familia palabras y frases despectivas con el fin de herir a otro?

La alternativa del enojo es el autodominio. Ello no significa que no debemos jamás expresar nuestro desagrado ni corregir a alguien por un comportamiento agraviante. Pero al hacerlo, debemos tener presente que es el comportamiento el que ha causado la afrenta y no la persona a la cual vayamos a corregir. El Señor aconsejó que debemos poner en práctica la “…longanimidad, benig­nidad… y …amor sincero…

“reprendiendo en el momento oportuno [rápidamente] con severi­dad [claramente], cuando lo induzca el Espíritu Santo; y enton­ces demostrando mayor amor hacia el que has reprendido, no sea que te considere su enemigo” (D. y C. 121:41,43).

La clave es tener dominio de sí mismo y amor. Esos atributos se desarrollan con el tiempo y teniendo paciencia.

Las claves para vencer el enojo:

  1. Cuando se sienta enojado[a], pregúntese: ¿A quién beneficiaré si expreso mí enojo? Si una crítica no va a beneficiar a la persona a la cual vaya dirigida, no la exprese.
  2. Si es necesario reprender, ponga en práctica el principio de hacerlo rápida y claramente y luego demuestre mayor amor hacía la persona a quien haya reprendido.
  3. Evite emplear palabras insul­tantes, especialmente dichas con enojo.
  1. Tome la determinación de lograr un mayor autodominio en otros aspectos de su vida.
  1. Busque la influencia del Espíritu Santo en su vida. Es imposi­ble sentir al mismo tiempo la presen­cia del Espíritu del Señor y al espíritu que promueve la ira.

El sermón del monte puede brindarnos gran ayuda

En el Sermón del Monte se encuentran otros principios del evangelio que promueven el matri­monio feliz, como por ejemplo, el servir al prójimo, el tener paciencia, el saber escuchar, el ser humilde y el amar. El desarrollar esos atributos en un matrimonio no sucede por casua­lidad; los matrimonios más fuertes son el resultado del esfuerzo que las parejas hacen por que así sea.

En las Escrituras, se describe a la pareja matrimonial como a un hom­bre y a una mujer que se convierten en “una sola carne” (Génesis 2:24). Aun cuando cada uno de ellos con­serva su propia identidad, sus vidas y sus voluntades se unifican. El don del Espíritu Santo es lo más impor­tante que poseemos para ayudarnos en nuestro esfuerzo hacia esa unidad matrimonial y para vencernos a nosotros mismos en beneficio de nuestro cónyuge. Al ser cada vez más unidos, nuestro matrimonio se vuelve más celestial y nos acercamos más al ideal expresado por el Salvador en el Sermón del Monte: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). □

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2 Responses to Su matrimonio y el Sermón del Monte

  1. Avatar de Leticia Vidaurre Páiz Leticia Vidaurre Páiz dice:

    Precioso e indispensable material, en todos los hogares, para que prevalezca la paz y el entendimiento, lo cual redunda en beneficio familiar, evitando devastadores distanciamientos, separaciones y divorcios, que se pueden evitar a tiempo. Gracias por compartirlo, nos servirá de mucho, para disminuir la tasa tan alta de deserciones en las parejas, que repercute en los hijos y a veces cuando ya tienen una familia extendida.

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  2. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    Gracias por este gran mensaje , en verdad que las parejas tienen en este tiempo muchos desafios , y estan expuestas al fracaso, ruego a mi Padre Celestial mucho conocimiento para poder entender cada una de las pautas que aqui se mencionan para encontrar el verdadero gozo de la vida en pareja .

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