Nuestro Carácter es Fundamental
(Tomado de the Church News)

El Libro de Mormón nos dice que el diablo engaña a la gente haciéndole pensar que, siempre y cuando se guarden los mayores mandamientos, unos pocos pecados no harán mal a nadie y que finalmente seremos salvos en el reino de los cielos.
Satanás pretende desviarnos haciéndonos creer que quizás nos hagamos pasibles de unas pocas reprimendas, pero que al fin llegaremos a la gloria, más allá de las escaleras doradas.
Con perversa sabiduría, el caído Ángel de la Mañana persiste en su predicación: “Sé un Santo de los Últimos Días en la mayoría de las cosas, y de tal manera podrás ser perdonado por los pequeños pecados que cometas—pecados que te ayudarán a quedar bien con tus amigos, no pareciendo un mojigato sino estando más al nivel de la pandilla.” Nada es más conveniente que la advertencia del Salvador contra la posibilidad de servir a dos señores.
Lamentablemente, son muchos los que no comprenden al Señor; sólo muy pocos realmente alcanzan a ver la magnitud de Su plan. Por eso es que tantos son susceptibles a las doctrinas desviacionistas.
El juicio final no consistirá simplemente en poner las obras buenas en un plato de la balanza y las malas en el otro, y ver hacia dónde indica la aguja—si hacia el cielo o el infierno.
El día del juicio será un tiempo en que se nos juzgará para ver si hemos llegado o no a ser cristianos de alma.
Aquéllos que sean como Cristo, irán con Él y no con otros. No hay cabida para la debilidad en el reino, ni tampoco para el pecado. Nadie será salvo en la iniquidad; todos los que hayan de ser privilegiados con la compañía del Señor, deberán estar completamente limpios. Pero esta limpieza es algo más que la que se logra con un simple lavado, como el que hacemos a nuestro coche o casa. Esta limpieza deberá manifestarse en la intimidad misma del alma, mediante una verdadera reformación del individuo. El carácter Cristiano del individuo es, por consiguiente, fundamental.
La edificación de nuestro carácter debe ser sólida y firme, libre de imperfección alguna en el material y en la mano de obra, y hecha con lo mejor. El mismo debe ser fuerte y poderoso en todo respecto. Si lo comparamos a una cadena, no debe haber en ella eslabones débiles, porque un eslabón débil puede destruir el efecto de la cadena toda.
Las vacilaciones no edifican este tipo de carácter. Pensar que podemos pagar nuestros diezmos, asistir a las reuniones de la Iglesia, hacer nuestra obra de maestros visitantes y levantar nuestras manos para sostener a nuestras autoridades, y a la vez creer que no nos perjudicamos bebiendo café o alcohol en secreto, o cediendo a otras indulgencias cuando “nadie nos mira”, es engañarnos a nosotros mismos. En tal sentido, nunca podremos llegar a ser buenos Santos de los Últimos Días.
Cuando tratamos de “cometer el crimen perfecto” aun en la más mínima escala, no hacemos sino debilitar nuestras almas. Cuando escondemos nuestras indiscreciones y aún persistimos en ellas, simplemente porque no consideramos apropiado ser estrictos, sólo cultivamos nuestra debilidad.
Cuando adoptamos una apariencia de piedad, pero en nuestras vidas privadas desvirtuamos los mandamientos del Señor, estamos simplemente agregando deshonestidad y decepción a nuestras otras debilidades.
Si aceptamos el concepto de que una obediencia parcial nos colocará igualmente a la puerta de los cielos, nos estamos poniendo al alcance de las garras del diablo.
Por ello fue que el Señor dijo que si faltamos a la ley en un solo punto, la infringimos completamente. No podemos servir a dos señores, porque al tratar de hacerlo violamos el propósito de toda la ley. No podemos ser deshonestos con el Señor, aun en pequeña medida, porque ello es contrario a la ley.
Cuando una de las ramas de la Iglesia en la antigüedad manifestó ser ni fría ni caliente, el Señor dijo “¡Desterradla!”, porque su condición de tibia era contraria a la ley y su esencia.
A medida que vivimos la vida, debemos edificar nuestras almas en los conceptos Cristianos. Todo lo que no esté en armonía con la doctrina de Cristo, debe ser eliminado de nuestros caracteres, porque constituye una imperfección en nuestra estructura y es una violación del espíritu de la ley.
Jesucristo debe ser nuestro diario y constante modelo. Nunca podremos edificar en nosotros un alma Cristiana, sin fundamentarla en un buen carácter—y un buen carácter nunca puede desarrollarse a la sombra de la desobediencia o de una obediencia parcial.
























