Preparación para la venida del Señor

Preparación para la venida del Señor

Por Joseph Fielding Smith

Segundo de la serie de discursos de Joseph Fielding Smith dado bajo el título general de «LA RESTAURACIÓN DE TODAS LAS COSAS». Transmitido el 11 de junio de 1944 a las 21:15 por la transmisora K S L de Salt Lake City, Utah.


Cuando Pedro amonestó a los judíos, después de haber sanado al hombre cojo a la puerta del templo, les dijo que si se arrepentían y convertían de sus pecados podían ser borrados en los tiempos de la restitución en presencia del Señor, que sería el día de la «restitución de todas las cosas», que Dios ha hablado por la boca de sus santos profetas desde la fundación del mundo. Si los profetas desde la fundación del mundo han hablado de la restauración de todas las cosas, entonces es seguro que encontremos alguna referencia a esta restauración en sus escritos. Trataré de señalar algunos de los eventos sobresalientes que así serán restaurados.

El décimo artículo de fe reza así:

Creemos en el sentido literal de la congregación de Israel y en la restauración de las diez tribus, que Sión será edificada sobre este continente, (americano); que Cristo reinará personalmente sobre la tierra la cual será renovada y transformada en un paraíso de gloria».

Consideremos primero el problema de la renovación de la tierra. El Élder Parley P. Pratt, en la Voz de Amonestación dice así: «Ahora, jamás sabremos claramente lo que significa la restauración, al no ser que sabemos lo que está perdido, o que ha sido quitado; por ejemplo, cuando ofrecemos restaurar alguna cosa a algún hombre, equivale a decir que en algún tiempo tuvo posesión de ella, mas que la había perdido, y que proponemos reemplazarla, o ponerle otra vez en posesión de ella, aquella cosa que una vez tuvo. Por lo tanto, cuando un profeta habla de la restauración de todas las cosas, quiere decir que todas las cosas han pasado por cambio y que han de ser restauradas otra vez a primitiva orden, aún tal como existían primitivamente. . .

Cuando Dios creó a los cielos y a la tierra, y separó a la luz de las tinieblas, su próximo gran mandato fue a las aguas, Génesis 1:9: «Y dijo Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbranse la seca: y fué así». . . . En seguida sabemos que Dios dijo de la tierra y de todo lo que en el hay, que era bueno. De esto aprendemos que no habían ni desiertos, lugares estériles, pantanos, cerros escabrosos, ni vastas montañas, cubiertas enteramente de nieve; y ninguna parte de la tierra y de todo lo que en ella hay, para convertir a su clima en cosa triste e improductiva, sujeta a continuas heladas y una cadena eterna de hielo. . . .

En seguida, aprendemos de Génesis 1:29,30; «Y dijo Dios: He aquí, os he dado toda yerba que hace simiente, que está sobre la haz de toda la tierra; y todo árbol en que hay fruto de árbol que haga simiente, seros ha para comer. Y a toda bestia de la tierra y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se mueve sobre la tierra en que hay ánima viviente; y toda verdura de yerba será para comer. Y fué así». De estos versículos aprendemos que la tierra no producía ni yerbas perniciosas ni plantas venenosas ni  tampoco inútiles cardos y espinas! En verdad, todo lo que crecía fué calculado tan solamente para alimentación de hombres, bestias, aves, y animales que se arrastraban, y todo su alimento fué vegetal. Carne y sangre nunca se sacrificaban, para saciar sus almas o satisfacer sus apetitos; las bestias de la tierra estuvieron todas en perfecta armonía, los unos con los otros; el león comía paja con el buey, el lobo y el cordero moraron juntos, el leopardo se acostaba con el cobrito, la vaca y el oso pastaban juntos en el mismo pasto. . .

Y para coronarlo todo, vemos al hombre creado en la imagen de Dios y exaltado en dignidad y poder, teniendo dominio sobre toda la vasta creación de cosas animadas».
(Voz de Amonestación por Parley P. Pratt. página 96.)

Adán transgredió

Sabemos que cuando Adán estuvo en el Jardín no estaba al alcance de la muerte; porque el Señor le dijo: «De todo árbol del huerto podrás comer libremente; mas del árbol del conocimiento del bien y el mal, no comerás de él; porque en el día que de él comieres seguramente morirás».

Adán transgredió y su castigo fue la muerte. Esa muerte vino en dos formas — primero la espiritual y segundo la temporal o mortal. La primera fué el destierro de la presencia del Señor, la segunda fué la disolución del cuerpo. La redención de la muerte espiritual se lleva a cabo por medio del arrepentimiento y de la obediencia al Evangelio. La redención de la muerte temporal es mediante la resurrección del sepulcro. En ambos casos la redención se debe a la sangre expiadora de Jesucristo.

Al participar del fruto no solamente vino la muerte sobre Adán, mas el Señor le dijo: «Maldita será la tierra por amor de tí: con dolor comerás de ella todos los días de tu vida; espinas y cardos te producirá y comerás hierba del campo».

La tierra maldecida

De esto aprendemos que esta maldición no fué sobre la tierra hasta después que Adán transgredió. Desde aquel día la enfermedad, la tentación, el pecado y la muerte han sido la suerte común del hombre. Se ha encontrado forzado a contender contra condiciones adversas; el espíritu del odio, de la envidia, y de la contención, ha dominado al mundo y el hombre ha ganado su pan con el sudor de su frente, y vemos todas las cosas cambiadas y en un orden diferente del que fueran en el principio. En la restauración todas las cosas tienen que tornar a su condición primitiva. ¿Podemos encontrar que se haya registrado esto mediante los profetas?

A Isaías el Señor le dijo:

«Porque he aquí yo crío nuevos cielos y nueva tierra: y de lo primero no habrá memoria, ni mas vendrá al pensamiento. Mas os gozaréis y os alegraréis por siglo de siglo en las cosas que yo críe: Porque he aquí que yo crío a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo. Y alegrareme con Jerusalén, y gozareme con mi pueblo y nunca más se oirán en ella voz de lloro ni voz de clamor. No habrá mas allí niño de días ni viejo que sus días no cumpla, porque el niño morirá de cien años, y el pecador de cien años será maldito. (Isaías 65:17-20).

Este nuevo cielo y nueva tierra son nuestra tierra y sus cielo renovados a su estado primitivo de hermosura. Este no es el último gran cambio que vendrá al fin de la tierra, más el cambio que tendrá lugar a la venida de Jesucristo. Además, cuando venga este cambio todas las cosas se pondrán en orden. La enemistad entre hombre y hombre y entre bestia y bestia cesará. «El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y a la serpiente el polvo será su comida. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová». Otra vez se escribe: «Porque como los cielos nuevos y la nueva tierra, que yo hago, permanecen delante de mí, dice Jehová, así permanecerá vuestra simiente y vuestro nombre.

«Y será que de mes en mes, y de sábado en sábado, vendrá toda carne —á adorar delante de mí, dijo Jehová». (Isaías 66:22-23)

En esta restitución el mar será retornado al norte y la tierra será toda junta nuevamente. Las montañas serán tumbadas y los valles serán exaltados. Esta «escritura se ha considerado una cosa figurativa, pero el cambio, que se sufra con la venida de Cristo, será literal. Ezequiel dice de esto:

«Que los peces de la mar, y las aves del cielo, y las bestias del campo, y toda serpiente que anda arrastrándose sobre la tierra, temblarán en mi presencia; y se arruinarán los montes, y los vallados caerán, y todo muro caerá a tierra. (Ezequiel 38:20)

Otros profetas han predicho la misma cosa, y Juan declaró en su visión que vendría cuando todos los ejércitos estuvieron congregados en Armageddon, reza así:

«Entonces fueron hechos relámpagos y voces y truenos; y hubo un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no fué jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra. Y la ciudad grande fué partida en tres partes, y las ciudades de las naciones cayeron: y la grande Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del furor de su ira. Y toda isla huyó y los montes no fueron hallados» (Apoc. 16:18-20)

Todo esto será parte de la restauración de todas las cosas. Tendrá que venir también la restauración de Israel. Las múltiples promesas de Dios a Israel mediante sus profetas, tendrán que ser cumplidas. De este tiempo ha dicho Jeremías:

«He aquí que vienen los días, dice Jehová, y despertaré a David renuevo justo, y reinara Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá e Israel habitará confiado: y este será su nombre que le llamaron: JEHOVÁ

Justicia nuestra.

Por tanto, he aquí que vienen días dice Jehová, y no dirán más: vive Jehová que hizo subir los hijos de Israel de la tierra de Egipto;

Sino: Vive Jehová que hizo subir el traje la simiente de la casa de Israel de tierra del aquilón, y de todas las tierras adonde los había yo echado; y habitarán en su tierra».

Jesucristo el rey

El Rey, por su puesto, es Jesucristo, y reinará cuando Judá e Israel sean limpios y restaurados a su tierra y cuando la ofrenda de Judá y Jerusalén sean suaves al Señor, como en los días de la antigüedad, como habló Malaquías. (Mal. 3:4)

Moisés también predijo el retorno, mucho antes de que estuvieran esparcidos los de la casa de Israel, cuando dijo: «Guardaos no os olvidéis del pacto de Jehová vuestro Dios, que él estableció con vosotros, y os hagáis escultura e imagen de cualquiera cosa, que Jehová tu Dios te ha vedado.

«Porque Jehová tu Dios es fuego que consume, Dios Celoso.

«Cuando hubiereis engendrado hijos y nietos, y hubiereis envejecido en la tierra; y os corrompiereis, e hiciereis escultura e imagen de cualquier cosa, e hiciereis mal en ojos de Jehová vuestro Dios para enojarlo:

«Yo pongo hoy por testigos al cielo y a la tierra, que presto pereceréis totalmente de la tierra hacia la cual pasáis el Jordán para poseerla; no estaréis en ella largos días sin que seáis destruidos.

«Y Jehová os esparcirá entre los pueblos, y quedaréis pocos en número entre las gentes a las cuales os llevará Jehová:

«Y serviréis allí a dioses hechos de manos de hombres, a madera y a piedra que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen.

“Mas si desde allí buscares a Jehová tu Dios, le hallarás si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma.

«Cuando estuviereis en angustia, y te alcanzaren todas estas cosas, si en los postreros días te volvieres a Jehová tu Dios, y oyeres su voz:

«Porque Dios misericordioso es Jehová tu Dios; no te dejará, ni te destruirá, ni se olvidará del pacto de tus padres que les juró. (Deut. 4:23-31)

Un convenio nuevo

En esta restauración Dios ha prometido que hará nuevo convenio con Israel y Judá, y serán un pueblo y no serán separados más.

A Ezequiel le dijo Dios:

«Y les haré una nación en la tierra, en los montes de Israel; y un rey será a todos ellos, por rey; y nunca más serán dos naciones ni nunca más serán divididos en dos reinos : . . .

«Y concertaré con ellos pacto de paz, perpetuo será con ellos: y los asentaré, y los multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre.

«Y estará en ellos mi tabernáculo, y seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo». (Ezequiel 37:22-27)

De esta y semejantes predicciones de Isaías, Jeremías, y otros profetas proviene la aclaración de que nunca sería intención del Señor sellar los cielos. Es sofistería que el cañón de las escrituras esté completo y que desde los días de los apóstoles cuando el meridiano de los tiempos, el Señor haya decretado que no hubiera mas revelación o escritura. ¿Cómo puede el Señor hacer un convenio con Israel que sea sempiterno sin abrir los cielos y hacer una visita personal o sea revelación divina?

Predicción de Malaquías

Llegamos ahora a la predicción de Malaquías:

«He aquí, yo os envío a Elías el profeta, antes que venga el día de Jehová grande y terrible;

«El convertirá el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres: no sea que yo venga, y con destrucción hiera la tierra».

Aquí tenemos la clave de la restauración de todas las cosas. Testificamos al mundo que esa venida de Elías se cumplió, el día 3 de abril de 1836, cuando apareció a José Smith y Oliverio Cowdery en el templo de Kirtland y puso en sus manos las llaves para sellar y atar en la tierra y en el cielo.

Ese mismo día Moisés también vino y restauró las llaves de la congregación de Israel y de la restauración de los judíos. La razón requiere que sean restaurados estos poderes para que la gran obra de restitución se cumpla. Testificamos que esto se ha hecho y más aún, que todos los profetas desde el principio del mundo, quienes poseyeron las llaves de las dispensaciones, aparecieran en la dispensación de la plenitud de los tiempos y practicaran su autoridad, ligando así las cosas del cielo con las cosa de la tierra en Cristo, como Pablo profetizó que sería hecho.

El tiempo no permite que mencionemos otras restauraciones que ha habido y otras que tendrán que revelarse. Basta decir que para que estos eventos pudieran verificarse era necesario que viniesen mensajeros celestiales, de la presencia del Señor, a los hombres. Se ha escrito: «Porque no hará nada el Señor Jehová sin que revele sus secretos a sus siervos los profetas». En verdad no es razonable pensar que todos estos eventos de tanta importancia puedan verificarse debidamente sin que el Señor tome medidas para levantar siervos debidamente asignados con poder para proclamar el mensaje al mundo y para administrar en su nombre.

Un juicio

Cuando venga nuestro Salvador habrá un juicio. Este no puede suceder hasta que haya sido enviada una amonestación a la humanidad y que les haya dado el medio de escape del pecado y del error. Cuando se renueve la tierra será restaurada a su condición original. Los inicuos serán barridos como rastrojo, porque la presencia del Señor los consumirá. El será un, «testigo contra los hechiceros y adúlteros; y contra los que juran mentira, y los que detienen el salario del jornalero, de la viuda, y del huérfano, y los que hacen agravio al extranjero, no teniendo temor a mí, dice Jehová de los ejércitos».

Que Dios os bendiga, en el nombre de Jesucristo. Amén. . .

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