El significado del amor
A veces llegamos a saber lo que algo es al entender lo que ese algo no es. Por ejemplo, aprendemos sobre la integridad al confrontar la deshonestidad; del valor al luchar contra el miedo, y aprendemos del amor al considerar sus contrastes. El amor no es dominante; el amor no es celoso ni antipático; el amor no es negligente, impaciente ni voluble.
Como escribió Shakespeare: “No es amor aquel que cuando encuentra alteración se altera”.
El amor verdadero y abnegado no se apaga cuando la belleza se marchita ni cuando la vida se vuelve difícil, sino que sus raíces van más profundas y sus ramas se extienden más ante cada experiencia compartida. Un anciano describió cómo su amor hacia su esposa creció a lo largo de sus 55 años de casados: “Me senté frente a mi esposa la otra noche mientras cenábamos”, dijo. “Hemos caminado juntos bajo oscuras nubes y cielos soleados. Al observarla, advertí algunas arrugas en su rostro y sus manos pero; ¿acaso la hacen menos bella? No, de hecho la hacen más hermosa. Esas arrugas tienen su propia belleza y hablan elocuentemente de la fortaleza y la integridad, y de un amor que continúa más profundo y apacible que nunca”.
Este tipo de amor es el más perdurable e influyente, y el poder más necesario en el universo. Tal vez la única cosa más profunda que la necesidad de recibir ese tipo de amor es la necesidad de darlo.
Claro que como con cualquier cosa de gran valor, el amor no nace de un día para el otro. Aunque a veces hablamos del “amor a primera vista”, el amor florece gradualmente. Llevará tiempo, pero el amor es impertérrito porque, como lo enseñó el apóstol Pablo, el amor “todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. Al fin de cuentas, quienes han nutrido su amor pacientemente, disfrutarán los dulces frutos de sus esfuerzos, en esta vida y en la venidera, descubriendo que el amor verdadero “nunca deja de ser”.

























