Uno de los pescadores

Conferencia General Octubre 1972

Uno de los pescadores

por el élder James E. Faust
Ayudante del Consejo de los Doce


Mis queridos hermanos y amigos: ha sido una experiencia sublime y conmovedora el participar en el sostenimiento del presidente Lee y sus Consejeros ayer por la mañana, como la nueva Primera Presidencia de la Iglesia, y ruego humildemente que este mismo espíritu me sostenga durante estos breves momentos mientras expreso mis sentimientos.

Desde que el presidente Lee me notificó del llamamiento en la experiencia más conmovedora y tierna de mi vida el pasado jueves por la mañana, me han sobrecogido las reflexiones más solemnes que pueden llegar a un alma humana. Me he preguntado cientos de veces: «¿Por qué yo?» Porque no me es posible concebir que a mí se me pidiese que me una con estos ilustres hermanos de las Autoridades Generales, a quienes estimo en gran manera.

Quisiera darle las gracias con todo mi corazón a Ruth Wright Faust por permitirme compartir su vida y darme la esperanza de que podamos compartir la eternidad; ella es para mí más que una esposa y una novia, ya que ha llegado a ser parte de mi propio ser. Con todo mi corazón, quiero que mis hijos sepan que no puedo tener éxito en este llamamiento, a menos que también tenga éxito como padre, y que siempre ocuparán un lugar de primer orden en mi vida.

Ningún hombre tuvo jamás un mejor padre que yo, y espero que siempre pueda rendir honor a su buen nombre. Mi madre viuda se encuentra con vosotros en el auditorio de televisión, y estoy seguro de que está llorando. Muchas veces durante mi niñez la encontré arrodillada, implorando por sus cinco hijos, y quisiera decirle que este hijo continúa necesitando su fe y sus oraciones.

Me doy cuenta de que la vida para mí y los míos nunca puede ni deberá ser la misma. Durante veintidós años y hasta el pasado jueves por la mañana he sido abogado, y desde entonces he estado tratando de arrepentirme. Ahora, trataré de llegar a ser uno de los pescadores y ayudar a estos hermanos a echar y traer las redes de la vida eterna. Y quisiera decir que si alguno se ha sentido ofendido por algo que yo haya hecho en mi vida eclesiástica, profesional o política, humildemente le ruego que me perdone. Le mencioné a un amigo mío que sabía de este llamamiento, que aquellos que me conocen dirán: «Seguro, James Faust fue llamado por el Señor porque nadie más lo hubiera llamado.»

Deseo que el presidente Lee sepa que los apoyo a él, y a Aquél a quien él representa, con toda mi devoción, todo mi corazón y todo mi ser. Bajo sus manos fui ordenado obispo, y por él fui llamado a la presidencia de estaca, y ha sido para mí durante toda mi vida de adulto un ilustre y amado maestro, y un ejemplo de todo lo que es noble y bueno. El presidente Tanner siempre ha sido como un padre para mí, estando siempre a la disposición, siempre dando ayuda, amable, considerado; él sabe el gran amor y respeto que siento por él.

Como sabéis, el presidente Romney posee cualidades especiales de inspiración y sabiduría, y ha sido un amigo y confidente especial, por lo que mi respeto y honor hacia él es ilimitado. Quisiera también mencionar la profunda influencia que el presidente Henry D. Moyle y el presidente Hugh B. Brown han tenido en mi vida; éstos han sido y son verdaderamente hombre s grandes de la tierra.

Expreso agradecimiento al gran número de personas que han bendecido mi vida, aquellos de quienes he aprendido; mis compañeros de misión, aquellos con quienes trabajé en los obispados, sumos consejos, presidencias de estacas, y mis amados amigos, los Representantes Regionales de los Doce.

Ahora, como un humilde seguidor del divino maestro, testifico de su divinidad como Salvador del mundo, así como de su Iglesia, tal como se encuentra establecida en estos días, bajo la dirección del presidente Harold B. Lee; y lo hago en el nombre de Jesucristo. Amén.

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