Vivid por encima de la ley para ser libres

Conferencia General Octubre de 1972

Vivid por encima de la ley para ser libres

por el presidente Hartman Rector, Jr.
del Primer Consejo de los Setenta


Si pudiese, me gustaría decir unas pocas palabras a la juventud de Sión, siguiendo con el tema del hermano Hanks. Siento gran estimación por los jóvenes y ellos lo saben.

La historia de José, el hijo de Jacob que fue llamado Israel, es una vivida representación de la gran verdad de que «a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien» (Romanos 8:28). José siempre hacía lo correcto; pero más importante aún es que lo hacía por motivos justos. ¡Y cuan sumamente significativo es esto! José fue vendido por sus hermanos como esclavo, siendo comprado por Potifar, capitán de la guardia de Faraón. Más aun como doblegado sirviente, José transformó en algo bueno todas las experiencias y todas las circunstancias, no obstante cuan penosas fuesen.

Esta habilidad de transformar todo para bien parece ser una característica divina, pues nuestro Padre Celestial siempre lo hace. Todo, no obstante cuan lamentable sea, llega a ser una victoria para el Señor. José, a pesar de ser esclavo y de que no merecía en absoluto esta suerte, siempre permaneció fiel al Señor, continuó viviendo los mandamientos y sacando algo muy bueno de sus degradantes circunstancias. Las personas de este tipo no pueden ser derrotadas porque no se dan por vencidas; tienen en su haber la actitud correcta, positiva. Podría aplicarse a esto la expresión de Dale Carnegie (1888-1955; escritor estadounidense y profesor de oratoria): «Si tenéis un limón, podéis quejaros por lo ácido que es, o podéis haceros una limonada. Todo depende de vosotros.»

«El fracaso se desvanece ante la persistencia.» Por lo tanto, el Señor hizo prosperar a José, y su amo vio que el Señor estaba con él y lo hizo mayordomo de su casa poniendo en sus manos todo lo que tenía. Tan absoluta era la confianza que tenía Potifar en este notable joven, que no se molestaba en llevar las cuentas de sus posesiones.

Naturalmente, tan notable persona era seductora para el sexo opuesto, y así sucedió con José. La esposa de Potifar, de quien lo mejor que se puede decir es que era de carácter dudoso, intentó seducir a José; mas éste era intocable a causa de su confianza y seguridad en el Señor. El trató de persuadirla, diciéndole:

«. . . mi señor… ha puesto en mi mano todo lo que tiene; No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer. . .» (Génesis 39:8- 9).

Entonces, podría pensarse que él hubiese continuado esta declaración con una manifestación de lealtad hacia su amo como agradecimiento por la confianza que Potifar había depositado en él. Pero no fue así, sino que su declaración de los motivos que tenía para no acceder a los requerimientos de ella, revela la verdadera fortaleza de este joven escogido. Le dijo: «. . . ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?» (Génesis 39:9). Con estas palabras José mostró que estaba decidido a hacer lo correcto, y que lo haría por el motivo justo, o sea porque amaba al Señor.

Desde luego, está bien que seáis leales a vuestros empleadores o jefes, a vuestros amigos, a vuestros familiares. La lealtad es semejante a la honestidad; y si no sois honestos, en realidad no sois muy buenos. No sois buenos con vosotros mismos porque os mentís; a esto puede calificársele de justificación, pero en realidad sólo es una mentira. En tal caso, tampoco sois buenos con vuestros amigos porque ellos no pueden confiar en vosotros, ni lo sois con el Señor porque Él no puede hacer uso de vosotros, a menos, por supuesto, que fuese para dar un mal ejemplo. Si cometéis un error, no se habrá perdido todo pues siempre es posible usaros como un mal ejemplo.

José demostró vivida y claramente porqué él era favorecido del Señor, o como dice la escritura, porqué «Jehová estaba con José, y fue varón próspero. . .» (Génesis 39:2). Su seguridad estaba en el Señor. Tenía su confianza depositada en el Señor, y su lealtad era para Él.

Creo que ésta es la más grandiosa lección que vosotros, los jóvenes de Sión, podéis aprender, vale decir, hacer lo correcto porque amáis al Señor. Esto es de tan vital importancia, que considero que si hacéis cualquier cosa con rectitud por alguna otra razón que no sea la de vuestro amor al Señor, no hacéis bien, o por lo menos, pisáis un terreno movedizo; y en algún momento, vuestras razones para actuar con rectitud pueden no ser lo suficientemente fuertes como para apoyaros. Cederéis ante la conveniencia o la presión de los camaradas, o el honor, o la fama, o el aplauso, o la viva emoción del momento, o ante cualquier otra razón mundana. A menos que vuestras razones estén cimentadas sobre la firme base del amor al Señor, no podréis sosteneros.

Tal parece que en esta época todo pasa por un estado de cambio; parece no haber nada en esta vida que no esté sujeto al desgaste, al deterioro o simplemente al cambio por el solo hecho de cambiar, como los nuevos modelos de automóviles de cada año. Existe sólo un lugar al cual podemos acudir y encontrar estabilidad, y es aquel al que fue José: el Señor, porque El «es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» (Hebreas 13:8). Y el hecho más importante es que no existe lugar alguno al que podáis ir donde Él no esté. En las palabras del salmista:

«¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?

Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.

Si tomaré las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra.

Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá alrededor de mí.

Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz» (Salmos 139:7-12).

Sea caminando sobre la superficie de la luna, o explorando la inmensidad del espacio, o en las profundidades del mar, o en la inextricable África, o en Salt Lake City, allí está El.

¡Oh, si tan sólo pudiésemos aprender esta lección y atender a su Profeta viviente sobre la tierra! En estos tiempos, seguir al Profeta viviente es la única manera de seguir al Señor Dios y hacer su voluntad. No podéis hacerlo citando los profetas muertos, ni ignorando o lanzando piedras a sus profetas vivientes. Seguir al Profeta actual, el presidente Harold B. Lee, es la única seguridad verdadera que podemos conocer en esta época de decadencia.

Continuemos con la historia de José, y tal vez podamos aprender a manejar las situaciones difíciles siguiendo su ejemplo. La escritura dice que José resistió firmemente las insinuaciones de la esposa de Potifar, pero un día, aconteció que entró él en la casa «para hacer su oficio» y sucedió que «no había nadie de los de casa allí» (Génesis 39:11).

Ahora bien, esta es siempre una situación peligrosa y debe evitarse en todo lo que sea posible. La esposa de Potifar se volvió sumamente insistente, llegando aun al punto de asirlo de la ropa; pero José hizo lo mejor que pudo haber hecho bajo tales circunstancias. La escritura registra: «Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó ‘ y salió» (Génesis 39:12). En las palabras de nuestro lenguaje actual: se escapó corriendo.

Tal vez esto no parezca muy elegante, mas a veces, el escaparse corriendo es lo único que puede hacerse, y así fue en esa oportunidad. Estoy seguro de que José no sabía que iba a estar solo con ella, pues de otro modo no habría entrado en la casa. Tengo una gran fe en José.

Estar alertas ante las situaciones comprometedoras es más importante que cualquier otra cosa que podamos hacer; debemos evitarlas, pues si no lo hacemos corremos el gran riesgo de ser vencidos.

Según mi propia experiencia he encontrado que es muy, muy peligroso pilotear un avión a una altura que sea apenas suficiente como para no tocar las copas de los árboles; pasé veintiséis años piloteando aviones de la marina, y era muy emocionante ver cuán cerca de los árboles podía volar, pero esto es en extremo peligroso. Cuando se vuela a tales alturas y los motores del avión se atoran, simplemente éste se estrella contra los árboles.

Ahora bien, supongamos que la marina tuviese un mandamiento, por así decirlo, que dijera: «No estrellarás tu avión contra los árboles.» En realidad, tenían tal mandamiento o reglamento. A fin de poder en verdad liberarme de dicho mandamiento, me era necesario agregar otro de mi propia cosecha, tal como: «No pilotearás tu avión a menos de 1600 metros de altura por sobre los árboles.» Al hacer esto, hacemos fácil de cumplir el mandamiento de la marina de no estrellar el avión, al mismo tiempo que el factor seguridad aumenta tremendamente.

Reconocemos, sin embargo, que el último mandamiento es de nuestra propia confección, y debemos tener cuidado de no mezclarlo con la ley y de no exponerlo como ley. Más bien, es nuestro propio mandamiento, inventado por nosotros para nuestra propia preservación; y si vamos a predicarlo, debemos exponerlo como tal.

Debemos evitar asiduamente colocarnos en situaciones en las cuales pudiésemos ser vencidos por la tentación. La admonición de Pablo de que nos abstengamos de toda especie de mal (1 Tesalonicenses 5:22), representa ciertamente una adición al mandamiento del Señor de «desechar todo lo malo» y «no os enredéis en él pecado.» (Véase Doctrinas y Convenios 98:11; 88:86.) Más si seguimos la admonición de Pablo, encontraremos mucho más fácil de vivir el mandamiento del Señor.

Es de suma importancia que los jóvenes solteros eleven barreras contra la tentación que les ayuden a evitar las situaciones comprometedoras. Permitidme sugeriros algunas de estas barreras:

  1. Nunca entréis en una casa donde estéis solos con una persona del sexo opuesto.
  2. Nunca, nunca entréis en un dormitorio donde estéis solos con una persona del sexo opuesto.
  3. Evitad las caricias excesivas. Ahora bien, cierto es que no hay ningún lugar en las escrituras en que se diga «No acariciarás a nadie excesivamente.» Lo sé, pero Él ha dicho: «No cometerás adulterio, no fornicarás, ni ninguna cosa por el estilo.»
  4. No estéis nunca a solas con una persona del sexo opuesto en un lugar solitario.
  5. No leáis literatura pornográfica.
  6. No veáis películas que no estén permitidas para menores.
  7. No permanezcáis en establecimientos donde se vendan bebidas alcohólicas y/ o se juegue por dinero.

En verdad, éstos son sólo unos pocos mandamientos personales que podríais adoptar. Debéis confeccionaros vuestra propia lista de mandamientos particulares y específicos, tales como «nunca más aceptaré salir otra vez con Fulano.» Tales mandamientos dependerán de vuestra experiencia y de vuestras propias debilidades en particular.

Desde luego, no existe garantía de que vuestras propias barreras personales permanezcan siempre en pie, pues podéis resbalar y romper vuestro propio mandamiento. Cuando suceda, si es que llega a suceder, recordad a José y seguid su ejemplo; siempre podéis escaparos corriendo y «huir». Salid antes de que llegue a quebrantarse el mandamiento del Señor.

Sí, José se escapó corriendo, y porque lo hizo, fue temporariamente encarcelado, donde quedó excluido de la sociedad, pero si no hubiese huido habría sido un prisionero eterno siendo excluido de la presencia de Dios tal vez para siempre, puesto que no habría estado en condiciones de recibir las necesarias comunicaciones que lo hicieron el gran Profeta que fue.

El Señor tiene reservadas grandes y maravillosas bendiciones para los jóvenes de Sión, si tan sólo andan en rectitud ante El, (D, y C. 18:21) guardando sus mandamientos y calificándose de este modo para sus bendiciones. Como está escrito: «Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman» (1 Corintios 2:9). Tales bendiciones se obtienen sólo mediante la obediencia a sus mandamientos.

«Hay una ley, irrevocablemente decretada en el cielo antes de la fundación de este mundo, sobre la cual todas las bendiciones se basan;

Y cuando recibimos una bendición de Dios, es porque se obedece aquella ley sobre la cual se basa» (D. y C. 130:20-21).

Y os repito, Él ha dicho: «Si me amáis, guardad mis mandamientos » (Juan 14:15).

Es mi ruego que podamos andar en rectitud porque amamos al Señor, porque ciertamente este es el motivo más justo. En el nombre de Jesucristo. Amén.

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1 Response to Vivid por encima de la ley para ser libres

  1. Avatar de Vero Colquicocha Vero Colquicocha dice:

    Excelente discurso56

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