«No, no pronunciéis mal alguno»

«No, no pronunciéis mal alguno»

por el presidente N. Eldon Tanner
Primer Consejero en la Primera Presidencia
Liahona Octubre 1973


Refirámonos a algunas declaraciones hechas por el Señor Jesucristo, cada una de las cuales tiene relación con el título de este mensaje. (‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22:39).

«No hablarás mal de tu prójimo, ni le causarás ningún daño» (D, y C. 42:27).

«. . . de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado» (Mateo 12:36-37).

Otra aseveración es aquella a la cual nos referimos como a la Regla de Oro: «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas» (Mateo 7:12).

Además, él dijo: «De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis» (Mateo 25:40).

Parecería que todos tenemos una fuerte tendencia a hablar de nuestros semejantes; en efecto, es ésta una característica de la naturaleza humana, por una u otra razón parece ser más fácil hablar de las faltas de una persona que de sus virtudes. Repetimos comentarios denigrantes que escuchamos con respecto a otra persona, sean éstos rumores o hechos reales, los cuales, como las malezas, parecen ir aumentando a medida que van de boca en boca. Por lo tanto, es de suma importancia que prestemos atención a las palabras del Señor sobre este tema.

Si queremos ser buenos con nuestros semejantes, debemos averiguar la verdad y todos los hechos y refrenarnos de hacer cualquier comentario, no sea que fallemos en observar el mandamiento: «No hablarás contra tu prójimo falso testimonio» (Éxodo 20: 16).

La siguiente historia nos invita a la reflexión. Un hombre jubilado que trabajaba en su jardín todos los días temprano por la mañana, observó que un lechero había comenzado a entrar regularmente todas las mañanas a la casa de su vecina de enfrente; llegaba poco después que el marido se iba a trabajar quedándose en la casa alrededor de una media hora. La joven y atractiva ama de casa era maestra de la Primaria y asistía casi siempre a las reuniones sacramentales.

Cuando esto se prolongó durante varias semanas, el hombre comenzó a comentarlo con los vecinos expresando su preocupación por los niños que ella enseñaba y el efecto de su ejemplo; cuando llegó a considerar que era su deber informar al obispo en cuanto a esta situación, el chisme ya se había extendido por todo el barrio.

El asunto inquietó al obispo que llamó al gerente de la compañía para la cual trabajaba el lechero a fin de averiguar su nombre así como su reputación. El gerente se dirigió entonces al lechero diciéndole con tacto: «He notado que tiene una nueva cliente en la Avenida Lincoln. ¿Cómo obtuvo la referencia?» A lo cual él contestó: «¿Cliente? Es mi hija y voy a su casa a desayunar todas las mañanas».

Esto señala la importancia de seguir el consejo del Señor cuando dijo: «No admitirás falso rumor. No te concertarás con el impío para ser testigo falso» (Éxodo 23:1).

Parece que siempre se puede encontrar lo que se busca en una persona. Como sabemos, nadie es perfecto. Cuando señalamos un defecto o una debilidad, fijamos la atención en el defecto pasando por alto las cualidades del individuo, con lo cual nadie sé beneficia. Lo que mencionaré a continuación ilustra claramente esto: Hay una pintura famosa titulada «Washington cruzando el río Delaware.» Muchos de los que han visto esta pintura o reproducciones de la misma han admirado la apariencia de fortaleza y la dinámica calidad de líder del general Washington. El pintor captó hábilmente la determinación y el valor en las expresiones de los- hombres que aparecen con Washington en la embarcación.

Mas he aquí lo que los críticos han señalado: que doce hombres cargados con armas de fuego y provisiones no podrían permanecer a flote en un bote de remos del tamaño del que aparece en la pintura; y si esto no lo hubiera hundido, ciertamente lo habrían volcado los tres hombres que se ven de pie. La bandera de 13 estrellas que lleva uno de los soldados en las manos, ni siquiera existía en la época en que Washington cruzó el río Delaware en 1776; el paisaje de fondo no es el que corresponde al Delaware, sino al del río Rin en Alemania, donde se hizo la pintura.

Cuando se nos hacen notar estas imperfecciones es difícil apreciar el verdadero mensaje; el observador ve entonces sólo los defectos. Así sucede con la gente, pues una vez que se ha señalado un defecto o imperfección del carácter, la personalidad o la apariencia de un individuo, es difícil ver claramente sus virtudes.

Bien podemos preguntarnos: «¿Me gustaría que otros señalaran mis debilidades o que dijeran de mí lo que yo mismo estoy repitiendo concerniente a otra persona?» Cuánto mejor es que busquemos en los demás cualidades dignas de alabanza y que expresemos encomios, no sólo al individuo que corresponda, sino a otros que lo conozcan.

Hace poco vino a verme un padre de familia que me dijo que entre él y su hijo se estaba desarrollando cierta falta de compañerismo y comunicación. Expresó que quería a su hijo y que éste era en general un buen muchacho, pero que «lo sacaba de sus casillas.» Aquel padre me pedía consejo.

Le sugerí que le dijera al muchacho que lo quería, que todos los días buscara en él algo bueno y lo elogiara y lo animara; le expliqué que el muchacho no tendría otra alternativa que corregirse y llegar a ser aún mejor. Pocos meses después el padre me informó que las cosas habían cambiado materialmente, que habían mejorado tanto él como su hijo y que gozaban ahora de su nueva y mutua amistad.

El niño vivirá de acuerdo con lo que se espere de él; si le decís continuamente que es tonto, llegará a creerlo y por último puede llegar a darse por vencido y dejar de lado todo intento de mejorar. Puede decirse: «Y bien, si es así como todos piensan de mí, ¿por qué ha de importarme?» El individuo falsamente acusado de algo incorrecto o de alguna falla, muchas veces puede llegar a considerar que, bien podría ser o hacer aquello de que se le acusa ya que ha adquirido la fama.

Tanto los hijos, como las esposas, los amigos y los conocidos tienden a vivir conforme a las cosas que se expresan en cuanto a ellos. Un elogio honesto, sinceramente expresado ayuda a edificar el carácter, al paso que la crítica lo destruye. El destruir la reputación de los demás no nos ayuda a progresar ni nos mejora, mientras que el expresar admiración por las realizaciones o los rasgos de carácter de los demás nos eleva, tanto a nosotros mismos como a aquellos de Quienes hablamos.

He aquí algunas sugerencias que bien valdría la pena seguir:

  1. Tomad la determinación de escribir una nota a alguien que haya realizado algo digno de encomio, por lo menos una vez a la semana.
  2. Elogiad por lo menos a una persona cada día, personalmente o por teléfono. Si hacéis esto durante una semana, descubriréis que querréis continuar regularmente con esta práctica.
  3. Mantened durante un mes un registro secreto del número de veces en que os sentís tentados a criticar y que os refrenáis de hacerlo. Ved si el número disminuye si, en vez de criticar, expresáis sinceros elogios.
  4. Maridos y esposas, elogiaos mutuamente y elogiad a vuestros hijos por lo menos una vez a la semana en cuanto a los buenos rasgos de carácter que deseáis que se desarrollen en ellos. Buscad maneras atinadas de ayudarlos a corregir sus rasgos de carácter indeseables. Os sentiréis encantados con los resultados.

Si pensáis que vuestro obispo, vuestro presidente de estaca o algún otro oficial es débil, éste necesita vuestra ayuda más que nunca y se fortalecerá si lo sostenéis y le brindáis vuestro apoyo, en vez de comentar con los demás sobre las debilidades que observáis en él. Servimos al Señor fortaleciendo el carácter de nuestros semejantes. . . «Porque por cuanto lo hacéis al más pequeño de éstos, a mí lo hacéis» (D. y C. 42:38).

Una estrofa del himno «No, no pronunciéis mal alguno» expresa un pensamiento que nos proporciona la apropiada perspectiva así como una guía excelente para observar la admonición del Salvador a que nos hemos referido:

«No, no pronunciéis mal alguno;

la palabra bondadosa ninguna herida

dejar puede; como no puede la mente noble

al comentario maléfico dar cabida.» (Traducción Ubre)

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1 Response to «No, no pronunciéis mal alguno»

  1. Avatar de Pedro José balladares mejia Pedro José balladares mejia dice:

    A veces nos escudamos en nuestros semejante nos hacen daño de cualquier índole y le pedimos a nuestro padre celestial que decienda un justo castigo por el daño que nos han causado sin embargo él desechar los pensamientos vengativos en nuestra vida nos generan bendiciones muy grandes y la más grande de todas es que nos ayudaran a estar en paz con nosotros mismos

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