La paciencia: una virtud esencial

La paciencia:
una virtud esencial

por Franklin D. Richards
Ayudante del Consejo de los Doce
Liahona Febrero 1969


Presidente McKay, mis queridos hermanos: Presidente McKay, nosotros os amamos. Nos hemos sentido bendecidos e inspirados esta mañana a medida que recibíamos vuestro mensaje y el del presidente Smith. Y ahora mis hermanos, ruego al Señor que me bendiga con su Espíritu mientras os hablo.

A medida que se cimentaba la Iglesia en esta dispensación, se recibían muchas revelaciones maravillosas para guiar a aquellos que estaban comprometidos en esta gran obra. Aunque algunas de ellas fueron recibidas por determinadas personas, sabemos que generalmente eran para la edificación y dirección de aquellos que las tendrían en cuenta, ya fuera en esa época o más adelante.

Una de las grandes revelaciones fue dada por intermedio del profeta José Smith en febrero de 1829, dirigida a su padre y registrada en la sección 4 de Doctrinas y Convenios. Comienza con la declaración de que una obra maravillosa vendría entre los hijos de los hombres, y continúa hablando de las cualidades necesarias para lograr el éxito en este servicio, en lo cual incluye: «. . . la fe, la virtud, el conocimiento, templanza, paciencia. . . .» (Doc. y Con. 4:6)

En el mundo de hoy, lleno de inseguridad, tensiones, opresiones y dolor, la paciencia es una virtud esencial. La definición que nos da el diccionario de la palabra «paciencia» es: «Virtud que hace soportar los males con resignación. Cualidad que sabe esperar con tranquilidad las cosas que tardan. Perseverancia.»

El apóstol Pablo, escribiendo a los santos romanos les dijo: «… nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba, y la prueba, esperanza. . .» (Rom. 5:3-4)

Así nuestras pruebas y tribulaciones, a medida que las recibimos con paciencia, nos conducen a valiosas experiencias y nos preparan para lo que pueda reservarnos el futuro. Es igualmente posible gloriarse en salud, prosperidad y felicidad tanto como en las tribulaciones; todas las experiencias de la vida nos proporcionan oportunidades para desarrollar la paciencia.

En los períodos de salud, prosperidad y bienestar estamos propensos a menospreciar esta virtud y nos volvemos impacientes con mucha facilidad. Y sin embargo, sería bueno que recordáramos que la impaciencia lleva consigo muchos riesgos; uno de los mayores es el de sobrexcederse, ya sea física, financiera, mentalmente o en cualquier otra forma.

En 1828, el Señor declaró en una revelación al profeta José Smith: «No corras más aprisa, ni hagas más de lo que tus fuerzas… te permitan. . .» (Doc. y Con. 10:4) Ejerciendo la paciencia no nos sentiremos inclinados a correr más aprisa o trabajar más de lo que nos permitan nuestras fuerzas. Hay un dicho que me ha sido particularmente útil en ese sentido: «Mide las tierras vastas, pero cultiva las pequeñas.» Muy a menudo queremos cultivar las tierras grandes sin estar eficazmente preparados y equipados para ello.

El concentrarse en las tareas inmediatas haciendo planes para un progreso mayor requiere paciencia genuina, y ésta es esencial para un desarrollo cabal. Algunos hacen de la paciencia una fuerza negativa que da como resultado la resignación y el desánimo. No obstante, ella es una gran fuerza estabilizadora en nuestra vida, mientras que la impaciencia frecuentemente provoca miedo, tensiones, desesperanza y fracaso.

En una revelación dada por medio del profeta José Smith a su hermano Hyrum, en mayo de 1829, el Señor aconsejó a Hyrum con respecto a su cargo diciendo: «. . .sé paciente hasta cumplirla. . .» (Doc. y Con. 11:19) En este caso, la paciencia se identifica como una fuerza positiva y un requisito para el cumplimiento. Es importante darse cuenta de que la paciencia puede ser una tremenda fuerza positiva cuando se combina con la oración, la fe y las obras. Consideremos bajo este aspecto su gran valor y la forma en que puede ser desarrollada.

Una forma de desarrollar esta virtud y hacer de ella una fuerza positiva, es hacer cuidadosos planes para nuestras actividades y fijarnos objetivos y metas reales; esto requiere meditación, paciencia y oración. El presidente McKay se ha referido con frecuencia a los grandes beneficios que se derivan de la meditación.

A menudo, se desarrolla la paciencia junto con el arrepentimiento: un cambio de actitud, el autodominio o cualquier otra acción correctiva. Pero aquélla combinada con oración, arrepentimiento, fe y obras vencerá cualquier obstáculo. La paciencia significa perseverancia, y la perseverancia significa trabajo, tanto mental como físico.

El presidente Grant acostumbraba citar al poeta norteamericano Ralph Waldo Emerson: «Aquello en lo cual perseveramos, se vuelve fácil de realizar, no porque su naturaleza haya cambiado, sino porque nuestro poder para realizarlo ha aumentado.»

Es algo común que surja en nosotros la idea de que el césped que está al otro lado de nuestra cerca es más verde que el nuestro, pero en todos los aspectos de la vida debemos darnos cuenta de que «la piedra que rueda constantemente no junta moho». Tomando en este caso el significado de «moho» para las mejores cosas de la vida, vemos que la paciencia, o sea, mantenerse firme en un trabajo o magnificar un llamamiento, nos brindará esas cosas. Por lo tanto, para desarrollarla «no esperéis demasiado ni inmediatamente». Haced todo lo que podáis con lo que tenéis. Ejerced la paciencia para comprar una casa, muebles u otras cosas importantes; salid de deudas y manteneos fuera de ellas; y la paciencia os recompensará con una conciencia tranquila, felicidad y éxito.

Un joven debe hacer planes y prepararse pacientemente para su misión, años antes de partir a cumplirla, siempre que quiera lograr que ésta sea sobresaliente.

El hacer planes y obtener una educación es especialmente importante en esta época, y por supuesto, preparar una carrera se convierte en una parte significativa de esa educación; para alcanzarla son vitales la fe y la paciencia.

Un cortejo rápido tiende a crear matrimonios desgraciados y a menudo conduce al divorcio. Sed pacientes en la selección de marido o esposa; sed pacientes y tomad tiempo suficiente para prepararos para un matrimonio en el templo. En este caso, vuestra paciencia se verá recompensada con bendiciones eternas.

Nuestra necesidad de paciencia es mayor con nuestros seres queridos, nuestra familia. Allí es donde podemos mostrarnos más impacientes, pero es donde la paciencia paga los mayores dividendos. No hay nada más dulce que observar a un padre paciente enseñarle a su hijo el camino correcto. Un padre iba todos los días con su pequeño hijo a una piscina, pues éste quería aprender a nadar; el padre le enseñaba pacientemente mostrándole aprecio por los esfuerzos que realizaba. Los padres que verdaderamente tienen éxito, usan el mismo método al enseñarles a sus hijos las lecciones de la vida: sociales, morales, intelectuales, y espirituales tanto como físicas; explicándoles y mostrándoles una y otra vez hasta que la lección se ha aprendido, siempre con paciencia, amor y elogio por cualquier evidencia de progreso por pequeña que sea. También en la Iglesia esta virtud paga enormes dividendos, como en todas las otras actividades de la vida.

En el año 1831 el Señor, en una revelación al profeta José Smith, aconsejó a los élderes de la Iglesia «. . . no os canséis de hacer lo bueno, porque estáis poniendo los cimientos de una obra grande. Y de las cosas pequeñas nacen las grandes». (Doc. y Con. 64:33)

Cuán importante es para nosotros ese consejo hoy en día: «No os canséis de hacer lo bueno». Sed pacientes en vuestra orientación familiar, vuestras noches de hogar y en todas vuestras relaciones mutuas.

Recuerdo que en nuestra misión de estaca los misioneros habían visitado a una familia de no miembros por lo menos una vez cada tres meses durante un período de dos años y medio, sin que nunca recibieran la invitación de entrar. Pero un día los invitaron y esa familia conoció el evangelio; a medida que estudiaron, oraron y asistieron a la Iglesia, ganaron testimonios y fueron bautizados. En este caso la recompensa a tanta perseverancia fue el llevar a una familia entera al Reino de Dios.

A medida que examinamos las diferentes actividades de la vida y apreciamos las muchas imperfecciones humanas, el inmenso valor de la paciencia se vuelve más evidente.

A veces no somos comprendidos, ni siquiera por aquellos que están más cerca de nosotros. Bajo esas circunstancias, la paciencia desarrollará dentro de nosotros la capacidad para aceptar la crítica y la censura, ya sea justificada o no. Esta habilidad de ejercitar el perdón al ser provocados, significa que seguiremos las enseñanzas del Salvador de hacer el bien a aquellos que nos tratan con malicia, y presentarles la otra mejilla.

La paciencia es una virtud verdaderamente poderosa, y puede desarrollarse a medida que reconozcamos su importancia y nos propongamos usarla en nuestra propia vida así como en las de los demás.

Os invito a ejercitar la paciencia en vuestra vida diaria y gozar de la satisfacción de alcanzar las metas, libres de muchas de las tensiones acostumbradas y los violentos incidentes de la existencia moderna.

Estoy agradecido por mi conocimiento del evangelio, y porque éste lleva implicado el notable principio de la paciencia. Y estoy más agradecido aún por la paciencia que mi Padre en los cielos ha evidenciado para conmigo durante toda mi vida.

Estoy agradecido por el testimonio que tengo de que Dios vive y que Jesucristo es nuestro Salvador y Redentor. Agradezco a Dios por el profeta José Smith y por nuestro actual Presidente y Profeta, David O. McKay que siempre han ejemplificado en sus vidas esta gran cualidad que es la paciencia.

Y quisiera terminar con las palabras del apóstol Pablo a los santos hebreos, «… y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante». (Heb. 12:1)

Lo digo en el nombre de Jesucristo. Amén.

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