Capítulo 8
LA VIDA TERRENAL Y EL MUNDO DE ESPIRITUS
El segundo estado
La preexistencia es conocida como nuestro primer estado.1 El segundo estado es el período de nuestra vida terrenal.2 En cuestión de tiempo, es la época que cada persona pasa sobre la tierra desde su nacimiento hasta que muere. Es el período en que el espíritu y el cuerpo están unidos transitoriamente. La inmortalidad vendrá en lo futuro, cuando el cuerpo resucitado y el espíritu queden unidos en forma permanente.3 En el plan de salvación del Padre4 está comprendido este aspecto sumamente esencial de la existencia humana.5 En el mundo espiritual éramos espíritus.6 Veíamos a nuestro Padre y morábamos en su presencia.7 Reconocimos la diferencia que había entre Él y nosotros. Él era un espíritu revestido de un cuerpo glorioso.8 Había llegado a constituirse en alma, como El mismo la define, es decir, que el alma se compone del espíritu y el cuerpo inseparablemente unídos.9 Nosotros queríamos ser como El.
En los concilios verificados en el cielo10 se puso ante nosotros el plan que nos permitiría llegar a ser semejantes a nuestro Padre.11 En este plan estaban comprendidos dos elementos esenciales.
Primero: Se nos informó que sería preparada una tierra,12 sobre la cual viviríamos por un tiempo. Allí obtendríamos cuerpos de carne, huesos y sangre. Al obtener estos cuerpos tendríamos que sujetarnos a todas las vicisitudes de la vida terrenal. Es decir, conoceríamos el dolor y el sufrimiento, el pecado y la tristeza. También conoceríamos el gozo y la alegría.13
Segundo: La vida terrenal habría de ser un campo de ensaco de pruebas, para la exaltación, a fin de poder descubrir cuáles de los hijos de Dios eran dignos de lograr el estado de dioses ellos mismos.14 El Señor dijo, refiriéndose a los espíritus justos en la preexistencia: “Haremos una tierra en donde éstos puedan morar; y así los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare.”15
No sólo aceptamos los requisitos de este plan, sino que nos regocijamos16 por la maravillosa oportunidad que se nos daba para progresar.
Esta probación terrenal habría de ser un breve período, un corto tramo que vincularía las eternidades pasadas con las futuras. Sin embargo, iba a ser un período de importancia tremenda. Daría a quienes lo recibieran, o bien la bendición de la vida eterna, que es el máximo de los dones de Dios, habilitándolos con ello para alcanzar la categoría de dioses como hijos e hijas de nuestro Padre Eterno, o por otra parte, si se rebelaban y se negaban a cumplir las leyes y ordenanzas dispuestas para su salvación, les sería negado este don mayor y después de la resurrección serían consignados a una esfera inferior, de acuerdo con sus obras. Esta vida es el período más importante de nuestra existencia eterna. Está llena de graves responsabilidades y peligros. Aquí nos vemos frente a frente con innumerables tentaciones. Lucifer, en otro tiempo un hijo de la mañana, ahora convertido en Satanás el Engañador, está aquí con sus huestes rebeldes para tentarnos y desviarnos.
Tenemos que pasar por angustias y tristezas, y constantemente necesitamos ser protegidos del pecado y del error. Este amparo se recibe por conducto del Espíritu de Dios si tan sólo le prestamos atención. Todo esto nos fue dado a conocer en la preexistencia, y sin embargo, gustosamente aceptamos los riesgos.17
El mundo de espíritus
Al sobrevenirnos la muerte en nuestro segundo estado, el cuerpo y el espíritu quedan separados; el cuerpo vuelve al polvo18 y el espíritu va al mundo de espíritus. Este mundo de espíritus “no se halla lejos de nosotros”19 y los espíritus que se encuentran allí quizá están conscientes de nuestros hechos.20
Por motivo de que el espíritu sin el cuerpo no puede recibir una plenitud de gozo hasta la resurrección,21 su permanencia en el mundo de espíritu es considerada como un encarcelamiento. El apóstol Pedro usó esta expresión cuando dijo que Jesús “predicó a los espíritus encarcelados”22 mientras su cuerpo yacía en la tumba.
Para fines de asociación general, el mundo de espíritus se divide en dos partes, el paraíso y el infierno.
El paraíso
La parte donde viven los espíritus justos se llama paraíso. Las Escrituras dicen que Jesús dijo a uno de los que fueron crucificados con El: “Hoy estarás conmigo en el paraíso.”23
Según el profeta José Smith, le quiso decir: “Hoy estarás conmigo en el mundo de espíritus.”24
Un ángel le explicó a Alma la condición de los justos entre el tiempo de la muerte y la resurrección: “Los espíritus de los que son justos serán recibidos en un estado que se llama paraíso: un estado de descanso, un estado de paz, donde descansarán de todas sus aflicciones, y de todo cuidado y pena.”25
El infierno
La parte donde moran los espíritus malos se llama infierno. El mismo ángel le reveló a Alma el estado de los malos entre el tiempo de su muerte y resurrección: “Estos serán echados a las tinieblas de afuera; allí habrá llantos, lamentos y el crujir de dientes. . . Un estado de terrible y espantosa espera de que la ardiente indignación de la ira de Dios caiga sobre ellos”.26
Al tiempo de la resurrección,27 “la muerte y el Hades (infierno) entregaron los muertos que había en ellos”.28 Jacob detalla este acontecimiento en el Libro de Mormón.29
De manera que Jesús y su justicia finalmente triunfarán del adversario y su tormento del infierno.
(1) P. de G. P., Abrahán 3:26. (2) P. de G. P., Abrahán 3:26. (3) Doc. y Con. 93:33. (4) P. de G. P., Moisés 4:2. (5) P. de G. P., Abrahán 3:26. (6) P. de G. P., Abrahán 3:23. (7) P. de G. P„ Abrahán 3:22-28. (8) Doc. y Con. 130:22. (9) Doc. y Con. 88:15; 83:33. (10) P. de G. P., Abrahán 3:24. (11) Doc. y Con. 132:20-25. (12) Abrahán 3:24. (13) 2 Nefi 2:21-25. (14) Doc. y Con. 132:20-25. (15) P. de G. P., Abrahán 3:24, 25. (16) Job 38:7. (17) Doctrines of Salvation, por José Fielding Smith, tomo 1, página 69. (18) Gén. 3:19; Salmo 104:29. (19) Enseñanzas del Profeta José Smith, página 402. (20) Ibid., pág. 402. (21) Doc. y Con. 93:33, 34. (22) 1 Ped. 3:19. (23) Luc. 23:43. (24) José Smith, op. cit. página 378. (25) Alma 40:11, 12. (26) Alma 40:13, 14. (27) Alma 40:14. (28) Apo. 20:13. (29) [1] Nefi 9:10-12.
























