Capítulo 21
LA GRAN APOSTASIA
Apostasía
Adán recibió la plenitud del evangelio. La historia del género humano ha consistido en una serie de etapas durante las cuales se ha dispensado el plan de Dios al hombre y éste subsiguientemente lo abandona por los placeres de la carne. Los que no aceptan el plan de Dios ni se rigen por sus enseñanzas se hallan en un estado de apostasía. Una vez tras otra se han abierto los cielos y se han otorgado dispensaciones a los hombres, y en cada ocasión ha seguido el tenebroso período de apostasía con su consiguiente obscuridad e ignorancia, de modo que se ha hecho necesario enviar nueva luz y conocimiento de los cielos.
El Señor restauró su evangelio y reino
En el meridiano de los tiempos nuestro Señor restauró las verdades salvadoras del evangelio a la tierra. Además, mandó que estos principios y ordenanzas salvadoras se comunicaran a todos los hombres.
Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.1
Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.
Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado.2
Durante su misión en Palestina, en el meridiano de los tiempos, el Señor efectuó una organización. Instituyó su Iglesia, y en ella estableció ciertos puestos. A los discípulos que se hallaban con Él en Cesárea de Filipo declaró que edificaría su Iglesia.3 Para este fin escogió y autorizó a Doce Apóstoles.4 El apóstol Pablo dijo a los Efesios que Cristo era cabeza de la Iglesia que dirigían los Apóstoles; y tanto había amado a la Iglesia, que “se entregó a sí mismo por ella”.5
Cristo y sus apóstoles sabían, aun mientras predicaban y organizaban, que el período de apostasía vendría después de su dispensación, y profetizaron este lamentable acontecimiento.
Se profetizó la gran apostasía
La apostasía que más nos incumbe en la actualidad es la que ocurrió cuando los hombres se apartaron de los sencillos conceptos del evangelio y su aplicación, restaurados en el meridiano de los tiempos. La gran apostasía que vino después del ministerio del Señor comenzó en los días de los Apóstoles, y ellos la profetizaron.
Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado.6
Así fue como Pedro, el apóstol principal, amonestó a la gente. Pero es Pablo el que nos proporciona más información sobre la apostasía. Hablando de la segunda venida de nuestro Señor, hizo esta advertencia:
No os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca.
Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición.7
Y en su epístola a Timoteo dice el mismo Apóstol:
Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.8
Y en otra parte:
También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres. . . que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella.9
Los pasajes citados son apenas unos pocos de los muchos que hay. El Señor habló de este mismo tema con algunos detalles.10
Los resultados de la apostasía
Perdido el evangelio, el mundo atravesó un período conocido en la historia como la edad de obscurantismo. Al referirse a la condición de la gente en esos días, el Señor dijo: “De cierto, de cierto te digo, que tinieblas cubren la tierra y obscuridad las mentes del pueblo, y toda carne se ha corrompido delante de mi faz.”11
E1 profeta Nefi dice que cuando los habitantes del mundo se hallan en un estado de apostasía es porque “se han ensalzado en su propio orgullo. … han edificado muchas iglesias; sin embargo, menosprecian el poder y los milagros de Dios, y se predican su propia sabiduría y su propio saber, para así enriquecerse. . . se han edificado muchas iglesias que causan envidias, contiendas y malicias. Y también existen combinaciones secretas. . . según las combinaciones del diablo.”12
Historia de los resultados de la apostasía
Quedó comprobada la inspiración de los autores de las Escrituras que predijeron la apostasía. No sólo apostató la gente, sino también la Iglesia. Dentro de cien años de la muerte de los apóstoles no había ya ninguna iglesia que tuviera la organización explicada en el Nuevo Testamento.13 Es decir, no había iglesia que tuviera el debido nombre, autoridad,14 u organización como la que estableció el Maestro.
Sin estas partes esenciales del reino, se alteraron las doctrinas; los hombres perdieron el concepto de Dios;15 cambiaron las ordenanzas;16 y dejaron de enseñarse las verdades salvadoras de fe,17 arrepentimiento18 y el plan de salvación.19 Se proponían doctrinas de acuerdo con la sabiduría del hombre, de modo que el poder salvador huyó.20
Examinemos algunos de los dogmas erróneos que caracterizaron la apostasía:
1. La venta de indulgencias
Para efectuar el perdón de los pecados se desarrolló el dogma de imponer un autocastigo o humillación llamado penitencia. El sacerdote la imponía y daba la absolución. El indulto del castigo se obtenía por medio de indulgencias, de lo cual resultó que uno podía ser eximido de las consecuencias de sus pecados. En los siglos subsiguientes se generalizó la práctica de vender indulgencias por dinero,21 y los hombres pagaban por el perdón de sus pecados en lugar de arrepentirse y abandonarlos.
2. La adoración de imágenes
“El primer paso de la adoración simbólica fue la veneración de la cruz y las reliquias.”22 Los directores de la iglesia apóstata libremente admitían que adoraban la cruz. Las imágenes y retratos de Dios y otros personajes se introdujeron como objetos de “veneración” y adoración. No solamente se empleaban como una ayuda física para llevar los pensamientos hacia Dios, sino que les atribuyeron facultades milagrosas a las propias imágenes y retratos, de modo que se trataba a estas imágenes como si fueran personas verdaderas.23
La gran apostasía hizo volver la adoración idólatra que el Señor había condenado cuando dijo: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso.”24
3. La adoración de María, la madre de Cristo
El papa Pío IX declaró:
Todo el fundamento de nuestra confianza estriba en la Santísima Virgen. Dios recogió en ella la plenitud de todo lo bueno, de modo que de aquí en adelante, si hubiere en nosotros alguna esperanza, alguna gracia, alguna salvación, hemos de recibirla solamente de ella, de acuerdo con la voluntad de aquel que desea que poseamos todas las cosas por conducto de María.25
Esta blasfemia parece tener como objeto premeditado despojar a Cristo de su posición como Redentor del mundo. Hace una burla de su crucifixión. Su propósito es destruir el fundamento de toda la fe cristiana.
4. La intercesión de mártires y santos
Otra doctrina que surgió durante la apostasía fue el concepto de que la gente debe invocar en sus oraciones “la ayuda de los santos que son miembros de la iglesia triunfante; y éstos, hallándose más cerca de Dios, por medio de sus oraciones e intercesiones purifican, fortalecen y hacen presentes ante El las oraciones de los fieles que viven sobre la tierra, y por voluntad de Dios influyen en ellas graciosa y benéficamente”.26 Esto contradice la siguiente doctrina bíblica: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.”27
5. Corrupción de la práctica de la Cena del Señor
El sacramento de la cena del Señor perdió la hermosa sencillez de la ocasión en que nuestro Señor tomó pan, lo bendijo, lo partió y dio a sus discípulos.28
En lugar de esta sencillez, la organización que reemplazó a la Iglesia primitiva inventó un ritual complicado que se lleva a cabo con mucha pompa y ceremonia. Oficialmente se efectuó otra desviación cuando el Cuarto Concilio Luterano (de 1215) definió el dogma de la transubstanciación. El dogma de referencia es místico en extremo y aparentemente declara que “las especies” del pan y del vino se convierten en “la verdadera carne y la verdadera sangre del Salvador”. Según este dogma los que toman los emblemas comen la verdadera carne y beben la verdadera sangre de Jesús, el cual, de acuerdo con este concepto, es sacrificado nuevamente en cada misa.
Para la persona que ha sido iluminada espiritualmente este dogma es un sacrilegio monstruoso. El apóstol Pablo condena el principio que sirve de fundamento a este dogma de la transubstanciación, y con tanto detalle, que nos hace preguntar si acaso no vería efectivamente esta apostasía particular.29
Lo anterior es una lista típica, en ningún sentido completa, de lo que el apóstol Pedro llamó “herejías destructoras” que serían introducidas por “falsos maestros”;30 y en la actualidad constituye evidencia histórica que corrobora las declaraciones de los apóstoles sobre la apostasía de la verdad.
(1) Mar. 1:14, 15. (2) Mar. 16:14-16. (3) Mat. 16:18. (4) Mat. 10:1, 2; Mar. 3:14; Luc. 6:13. (5) Efe. 5:23-25. (6) 2 Ped. 2:1, 2. (7) 2 Tes. 2:2, 3; léanse también los versículos 1-12. (8) 2 Tim. 4:3, 4; léanse también los versículos 1-4. (9) 2 Tim. 3:1-5. (10) Mat. 24; Mar. 13; Luc. 21. (11) Doc. y Con. 112:23. (12) 2 Nefi 26:20-22. 913) Compárese con el capítulo 13 de esta obra. (14) Véase el capítulo 12 de esta obra. (15) Véanse los capítulos 4-6 de esta obra. (16) Véanse los capítulos 1-3 de esta obra. (17) Véase el capítulo 14 de esta obra. (18) Véase el capítulo 15 de esta obra. (19) Véanse los capítulos 7-9 de esta obra. (20) Véase el capítulo 12 de esta obra. (21) On the Way to Immortality and Eternal Life, por J. Reuben Clark, hijo, págs. 225-243. (22) The Decline and Fall of the Román Fmpire, por Edward Gibbon, tomo 3, págs. 444, 445. (23) On the Way to Immortality and Eternal Life, por J. Reuben Clark hijo, págs. 292-309. (24) Exo. 20:4-6. (25) The Creeds of Christendom, por Phillip Schaíf, pág. 109. (26) On the Way to Immortality and Eternal Life, por J. Reuben Clark, hijo, pág. 256, donde cita del catecismo católico romano. (27) 1 Tim. 2:5. (28) Mat. 26:26-28; Mar. 14:22-24; Luc. 22:19, 20. (29) Heb. 6: 1-6;9:24-28; 10:10, 12, 14; 2 Tes. 2:3. (30) 2 Pedro 2:1.
























