Capítulo 27
LA SALVACION ES UNA LABOR FAMILIAR
Introducción
La familia es la unidad básica de toda sociedad. Esta es la razón por la cual el estado se interesa en el matrimonio. Según la ley, los desposados no constituyen las únicas partes del contrato conyugal; el estado es la tercera de las partes, porque es el que establece los reglamentos del contrato civil de referencia. A la vez el estado retiene para sí la jurisdicción de la terminación de este contrato de matrimonio civil. La sociedad entera depende de esta unidad básica y los gobiernos mayormente existen para proteger y servir a la institución familiar.
En igual manera, la familia es la unidad básica de la Iglesia, la cual existe para proteger y servir a la familia. Jamás hay conflictos entre los verdaderos intereses de la Iglesia y los de la familia. El Señor declaró su propósito, y por ende, el propósito de cada una de sus unidades de servicio, cuando dijo: “He aquí, ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre.”1
El propósito de la familia y el de la Iglesia son el mismo: la salvación en el reino de nuestro Padre para todos sus hijos. Frecuentemente la palabra familia nos da a entender los hijos de un padre y una madre; los parientes cercanos que viven juntos bajo una cabeza. En su aspecto más extenso, la familia se compone de todos aquellos que descienden del mismo progenitor común.
La salvación es una labor familiar
En nuestro primer estado, antes de venir a la tierra, fuimos engendrados por Dios y vivimos como familia con nuestro Padre Eterno.2 Allí se resolvió enviarnos a este segundo estado a fin de que fuésemos probados.3 En este plan se determinó que la exaltación consistiría en la continuación de la unidad familiar por las eternidades.4 Toda familia que “se calificara” en esta prueba hallaría un lugar en la organización eterna que Dios había decretado. Los hijos que perdieran su lugar en el plan eterno serían reemplazados por aquellos que estuviesen dispuestos a vivir de acuerdo con la ley como hijos adoptivos.5
Todos los que vivieran después de la época de Abrahán, que estuviesen dispuestos a regirse por la ley y mostrar que eran dignos de un lugar en este gran sistema patriarcal o familiar, serían adoptados en el linaje de Abrahán. En este respecto el Señor le dijo al patriarca:
Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré sobre manera, y engrandeceré tu nombre entre todas las naciones, y serás una bendición a tu simiente después de ti, para que en sus manos lleven este ministerio y sacerdocio a todas las naciones;
Y las bendeciré mediante tu nombre; pues cuantos reciban este evangelio llevarán tu nombre, y serán contados entre tu simiente, y se levantarán y te bendecirán como su padre;
Y bendeciré a los que te bendijeren, y maldeciré a los que te maldijeren; y en ti (es decir, en tu sacerdocio) y en tu simiente (es decir, tu sacerdocio), pues te prometo que en ti continuará este derecho, y en tu simiente después de ti (es decir la simiente literal, o sea la simiente corporal) serán bendecidas todas las familias de la tierra, aun con las bendiciones del evangelio, que son las bendiciones de salvación, aun de vida eterna.6
Vemos, pues, que la salvación está vinculada con la familia, es decir, si hemos de participar de la salvación, será en unidades familiares. Los tres deberes de la Iglesia que hemos mencionado previamente7 giran alrededor de la familia. Como se dijo, sus propósitos son perfeccionar a los santos (la familia); enseñar el evangelio a nuestros hermanos y hermanas por todo el mundo; dedicarnos a la investigación genealógica y efectuar las ordenanzas vicarias por nuestros parientes muertos. En esta forma la Iglesia es una unidad que presta servicio a la familia entera; existe para exaltar a la familia.
La naturaleza de la familia
Nuestro Padre y Dios nos presidían en nuestro estado preexistente, y de este modo se estableció la norma para el sistema de gobierno del Señor. Sobre este primer sistema patriarcal preexistente, el apóstol Pablo escribió:
Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra.8
Se dio principio al sistema terrenal tomando el modelo del concepto celestial para el gobierno de la tierra. Está escrito que lo temporal es “a semejanza de lo espiritual”.9 Este sistema de gobierno está basado en la unidad familiar. Por cierto, la familia es el gobierno y el padre de la misma, el director o cabeza de ella. Este sistema es conocido como el orden patriarcal de gobierno. Fue el mismo que el Señor estableció entre los justos desde la época de Adán hasta que Israel pidió rey y cambió su forma de gobierno. Dios mismo instituyó este régimen patriarcal sobre la tierra, cuando dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.”10
De modo que Dios formó a la mujer y efectuó la primera ceremonia cuando unió en matrimonio a Adán y a Eva. Entonces dejó estas instrucciones para los hijos de esa unión: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.”11
En este primer sistema el Señor dio esta instrucción a toda mujer: “Tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti”;12 y el apóstol Pablo escribió lo que el Señor requiere en cuanto a los deberes de los esposos y esposas:
Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor;
Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, en la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.
Así que, como la Iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.13
También hizo esta amonestación: “Maridos, amad a vuestras mujeres… los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.”14
De manera que el esposo y padre era el que presidía, y es quien ahora debe presidir a la familia. El esposo y su mujer no eran, ni deben ser, consocios en la presidencia del hogar y la familia. En el sistema patriarcal él es quien preside.
Esto en ningún respecto quiere decir que la esposa no pueda tener más inteligencia o mayor habilidad que su marido. No es del todo improbable que en el cincuenta por ciento de las familias tal sea el caso. Sin embargo, esto no le da a ella el derecho de presidir la familia. Ella tiene otros deberes, uno de los cuales podría ser enseñar a su marido a presidir y ejercer las prerrogativas que le corresponden. Si se desea criar debidamente a los niños y la esposa quiere sentirse segura, el orden patriarcal debe regir en el hogar.
Este concepto en ningún sentido menoscaba la posición de la mujer. Porque a ella no le corresponde presidir el hogar, no significa que ocupa un puesto inferior. El hombre debe presidir principalmente para el beneficio de la mujer. Ella tiene el sagrado deber de dar a luz y nutrir a los niños, y para ello recibe bendiciones especiales, tales como mayor capacidad para amar, para prestar servicio y otros sentimientos nobles. Este mismo apóstol escribió: “La mujer es gloria del varón.”15
Este concepto patriarcal de la familia glorifica a la mujer. Nos enseña que la salvación consiste en la continuación de la unidad familiar; que el hombre no puede recibir la exaltación sin la mujer; que depende de ella para su propia salvación. Hay interdependencia entre el uno y el otro en ésta, la mayor de todas las empresas.
Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles.16
El hogar patriarcal está basado en el matrimonio celestial
Como previamente se dijo, nuestros primeros padres nos pusieron el ejemplo debido en cuanto al matrimonio, pues se casaron mediante la autoridad de Dios.17 Cuando fueron unidos en matrimonio todavía no se conocía la muerte, de manera que su convenio fue por esta vida y por la eternidad. Cuando vino la caída y hubo comenzado la muerte, les fue dado el poder para tener hijos y éstos fueron añadidos a la primera familia, la cual quedó fundada en el convenio de matrimonio eterno. En la actualidad, igual que en el principio, el único convenio conyugal eterno es el convenio del matrimonio celestial.18 El sacerdocio preside este orden de matrimonio. En él se prometen todas las bendiciones de Abrahán y los patriarcas, y propiamente se le llama el orden patriarcal de matrimonio.
Familias eternas
El matrimonio celestial es el principio de una familia eterna. El padre, la madre y los hijos son sellados por el poder del sacerdocio, cuya autoridad se reconoce en la tierra y en los cielos.19 Estas familias, si son fieles, continuarán como familias hasta alcanzar el grado más alto del reino celestial20 donde seguirán gozando de aumento eterno, es decir, podrán tener hijos espirituales.21 Para disfrutar de estas grandes bendiciones las familias deben vivir de acuerdo con la ley del evangelio en esta vida.
Multiplicaos y llenad la tierra
El primer mandamiento dado a Adán y Eva fue el de llenar la tierra con sus hijos: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla.”22
El Señor jamás ha revocado este decreto en ninguna parte, y las familias de la actualidad tienen la misma obligación. La desobediencia intencional de esta ley significa negarse a participar en los fines de Dios de preparar cuerpos para sus hijos.23 Entre los Santos de los Últimos Días es una ofensa particularmente seria, porque por no cumplir podemos ser causantes de que aquellos para con quienes tenemos esta obligación, nazcan entre familias de oportunidades menos dignas. Los niños constituyen una de las principales bendiciones positivas del Señor: son el don de Dios a nosotros.
He aquí herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre.
Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud,
Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos.24
Son hijos de Dios que Él nos ha prestado para que los cuidemos, guardemos y seamos bendecidos a causa de ellos.
La unificación de la familia
La Iglesia se esfuerza, tanto por medio del precepto como por el ejemplo, para unificar a la familia. Ha instruido que un domingo al mes no se efectúen servicios nocturnos en la Iglesia a fin de que la familia se reúna en esa oportunidad para tener alguna actividad dominical adecuada.25 También se nos anima a que apartemos una noche de cada semana para participar en alguna actividad con toda la familia.
Debe ejercerse toda precaución para evitar que los miembros y oficiales de la Iglesia se encuentren tan sobrecargados por motivo de tantas reuniones y otros deberes de la Iglesia, que desatienden a sus familias. Cada familia deberá apartar una noche para reunirse en casa, incluso la participación en una hora familiar, en la cual deberán seguir el programa que se ha preparado para estas reuniones. Han de hacerlo con la mayor frecuencia posible y, por lo menos cada semana.26
Los miembros de la Iglesia que son descendientes de antepasados comunes deberían formar organizaciones familiares para ayudar a honrar el sistema patriarcal y traer la solidaridad al aspecto más extenso de la familia. Estas organizaciones debían estar consagradas a investigaciones genealógicas.
Se alientan las reuniones familiares para fomentar el recreo y el servicio entre las unidades familiares. Es una organización santa; es la unidad básica de la Iglesia y debemos esforzarnos concienzuda y constantemente para honrarla.
(1) P. de G. P. Moisés 1:39. (2) Véase el capítulo 7 de esta obra. (3) P. de G. P. Abrahán 3:25, 26. (4) Doc. y Con. 132:19-24. (5) Rom. 8:14-17. (6) P. de G. P., Abrahán 2:9-11. (7) Véase el capítulo 25 de esta obra. (8) Efe. 3:14, 15. (9) Doc. y Con. 77:2. (10) Gén. 2:18. (11) Gén. 2:24. (12) Gén. 3:16. (13) Efe. 5:22-24. (14) Efe. 5:25, 28. (15) 1 Cor. 11:7. (16) 1 Cor. 11:10, 11. (17) Gen 2:22-25. (18) Véase el capítulo 2 de esta obra. (19) Doc. y Con. 131:2; 132:7. (20) Doc. y Con. 131:2. (21) Doc. y Con. 132:16-32. (22) Gén 1:28. 23) P. de G. P. Abrahán 3:24-28. (24) Salmo 127:3-5. (25) Carta de la Primera Presidencia a todos los obispos y presidentes de estaca, 1961. (26) General Handbook of histructions. núm. 18, pág. 48.
























