El Reino de Dios

Capítulo 28

LA NATURALEZA PATRIARCAL DE LA FAMILIA

El gobierno patriarcal

En los primeros días el gobierno de la Iglesia fue de carácter patriarcal. Adán es el gran patriarca de la familia humana y presidirá a su posteridad para siempre.1 El nombramiento de patriarca descendió de padre a hijo, y los que ocuparon este puesto fueron sumos sacerdotes. La forma en que descendió este oficio del sacerdocio desde Adán hasta Noé está explicado en Doctrinas y Convenios.2 Noé, el segundo de Adán en la autoridad de este sacerdocio, lo trajo consigo a través del diluvio y lo continuó de generación en generación.3 Abrahán recibió una comisión especial en este asunto.4 La autoridad patriarcal descendió de Abrahán a Isaac y Jacob. Así continuó este sistema a través de los siglos— aunque nuestro conocimiento de ello es muy escaso—hasta la época de Moisés. Este orden del sacerdocio era conocido como el orden patriarcal. Por motivo de su rebelión, le fue negado a Israel este sistema con sus bendiciones consiguientes.5

Este orden del sacerdocio es un oficio o dependencia del Sacerdocio de Melquisedec,6 el cual no es un sacerdocio de padre y madre,7 es decir, no está basado en la descendencia de padre a hijo.

Actualmente, como orden del sacerdocio, el orden patriarcal se preserva únicamente en el oficio del Patriarca de la Iglesia.

El matrimonio en el templo conduce al orden patriarcal

Las administraciones del reino de Dios en la actualidad son más complejas de lo que han sido en lo pasado. Sin embargo, el concepto más importante del orden patriarcal está en pleno vigor entre los miembros dignos de la Iglesia hoy día. Los que contraen matrimonio en el templo, y por ende, bajo los auspicios del sacerdocio de Dios, entran en el orden patriarcal. Son declarados herederos de todas las bendiciones de Abrahán y de todos los patriarcas. Si los miembros de la Iglesia, unidos en esta forma de matrimonio, son fieles a sus convenios conyugales, heredarán las bendiciones completas de la herencia patriarcal en el reino celestial. Estas familias serán un eslabón de la cadena patriarcal, la cual, principiando por Adán, se extenderá hasta que cada familia que alcance la exaltación quede enlazada con la familia mayor. Daniel vio en visión que Adán presidirá, bajo la dirección de Cristo, las cabezas de estas unidades familiares integrantes.8 En aquel tiempo el orden patriarcal será el sistema regente.

La Iglesia honra la naturaleza patriarcal de la familia

En la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se rinde el debido honor y respeto a cada familia. Por ejemplo, el obispo tiene el derecho y deber en lo que respecta al bautismo de los niños en su jurisdicción, al llegar éstos a la edad debida. Sin embargo, reconociendo el orden patriarcal, no puede ir a la familia de un hombre y bautizar a uno de sus niños sin el con­sentimiento del padre. Este ejerce el derecho principal en su propia casa y familia. Siempre conviene consultar al padre antes de predicar el evangelio a los miembros de su familia o hacer otros arreglos con ellos. Los oficiales de la Iglesia tienen ins­trucciones de no bautizar a las esposas o hijos de los que no son miembros sin el consentimiento por escrito del correspondiente esposo o padre.9 Este es considerado el jefe de la casa, y el hecho de que uno tenga una jurisdicción eclesiástica superior no es motivo para que asuma las prerrogativas del padre de la familia.

Los derechos y responsabilidades del padre

El padre tiene muchos derechos o prerrogativas en la Iglesia, en lo que respecta a sus hijos. Todo padre que es fiel a su sacerdocio es patriarca en su propia casa. En tal calidad puede y debe hacer muchas cosas.

1. Nombrar y bendecir a sus hijos
Todos los niños deben recibir una bendición bajo las manos del sacerdocio.10 En la Iglesia se acostumbra cumplir esta obliga­ción dando un nombre y bendición a los niños en las reuniones de ayuno y testimonio. Sólo en circunstancias excepcionales y con la autorización del obispo puede hacerse en las casas. Si el padre posee dignamente el Sacerdocio de Melquisedec, tiene el derecho de bendecir a sus propios hijos o decir quién los ha de bendecir. “Debe alentarse a los padres, cuando son dignos y poseen el Sacerdocio de Melquisedec, a que bendigan a sus propios hijos.”11

2. La bendición de los enfermos
El apóstol Santiago explica la forma de proceder cuando se ha de bendecir a los enfermos:

¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.

Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y, si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.12

El padre puede hacer esto en su propio hogar; constituye una de las grandes bendiciones que vienen de tener el sacerdocio en la familia.

3. Bautismos, confirmaciones, ordenaciones
Los padres que son dignos y tienen el sacerdocio debido pueden bautizar a sus propios hijos… El niño deberá ser bautizado el día en que cumpla ocho años de edad o a la mayor brevedad posible después de esa fecha. . . Bajo la dirección de! obispo, los padres que son dignos y poseen el Sacerdocio de Melquisedec pueden bautizar y confirmar a sus hijos.13

Es propio dar su lugar a los padres y consultarlos en lo que concierne a las ordenaciones y adelantos en el sacerdocio de sus hijos. Aquéllos deben tener la oportunidad de participar en estas cosas sagradas con sus hijos.

4. La instrucción de los niños
Con estos derechos vienen las responsabilidades consiguientes. Es “una ley para los habitantes de Sion” que los padres enseñen el evangelio a sus hijos.

Y además, si hubiere en Sion, o en cualquiera de sus estacas organizadas, padres que tuvieren hijos, y no les enseñaren a comprender la doctrina del arrepentimiento, de la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente, del bautismo y del don del Espíritu Santo por la imposición de manos, cuando éstos tuvieren ocho años de edad, el pecado recaerá sobre las cabezas de los padres.14
Esta siempre ha sido la ley que ha regido al pueblo de Dios. No hay mejores instrucciones en todas las Escrituras sobre el asunto de criar debidamente a los niños que las que se dieron a Israel antiguo:

Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es.
Y amarás a Jehová tú Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.
Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón;
Y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.15

He ahí, pues, el secreto de un hogar religioso. Los principios del evangelio deben ser el tema de conversación constante entre la familia. Esto tiende a convertir a la familia en una unidad religiosa.

5. La bendición de los niños
El padre debe vivir en tal forma que sea digno de dar ben­diciones a su esposa e hijos. El padre fiel que posee el Sacerdocio de Melquisedec puede bendecir a su esposa e hijos y estas bendi­ciones del padre serían en efecto una bendición patriarcal.18

Todo poseedor del sacerdocio mayor que ha entrado en el con­venio del matrimonio celestial o patriarcal, recibiendo por ese medio las bendiciones de los patriarcas, es un patriarca para con su posteridad. Las bendiciones formales de este padre pueden quedar asentadas en los registros de la familia.17

Estas bendiciones pueden pronunciarse sobre la cabeza de los hijos o la esposa según lo requieran sus necesidades y circuns­tancias. Una de las grandes responsabilidades de los padres es vivir en tal forma que puedan estar sintonizados con Dios, y por ese medio ser un instrumento en sus manos para bendecir a la familia.

La responsabilidad de los hijos hacia los padres

Es significativo el hecho de que el primer mandamiento con promesa establece la responsabilidad de los hijos hacia sus padres. Nuestro Dios proclamó desde el Sinaí: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.”18

No ha habido mandamiento que se haya dado con mayor vehemencia a los hombres, ni repetido tan frecuentemente, o que esté más íntimamente vinculado con el concepto correcto de las cosas. La contravención de esta ley exigía la pena de muerte en días antiguos. Jesús dijo sencillamente: “Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.”19

Para honrar a sus padres, uno debe: (1) Ser obediente a ellos; (2) reconocer a sus padres como los directores del hogar; (3) respetar las opiniones y deseos de los padres; (4) impulsar en forma positiva sus intereses; (5) vivir de tal manera que pueda continuar la unidad familiar en vida y en muerte.

Los hijos que llegan a la madurez todavía se hallan bajo el mandato divino de honrar a sus padres. Si a éstos les falta lo necesario para vivir, sus hijos tienen la obligación de atender a sus necesidades.20 Por cierto, se nos enseña a que honremos a Dios como a nuestros padres terrenales.21

Las contiendas en el hogar

Algunas personas aceptan la contención como parte de la vida casada; pero no debería ser así. Hay una diferencia entre la contención en el hogar y las actividades normales de los niños acompañadas de la disciplina que los padres deben imponerles. Contención es la falta de armonía en el hogar; es cuando los padres se enojan unos con otros y con los niños; cuando existen senti­mientos rencorosos; cuando hay riñas serias, y en ocasiones cosas peores. El ambiente contencioso produce dificultades, dolores de corazón y melancolía. El Señor nos dice de donde provienen las contiendas:

Porque en verdad, en verdad os digo que aquel que tiene el espíritu de contención no es mío, sino del diablo que es el padre de las contenciones, e irrita los corazones de los hombres, para que contiendan unos contra otros con ira.22

¿Qué sucede cuando hay contiendas en el hogar? Abrimos la puerta e invitamos al diablo que pase. Para protegernos de esto, el Señor ha dicho: “No habrá disputas entre vosotros. . . he aquí, no es mi doctrina agitar con ira el corazón de los hombres, uno contra el otro; sino ésta es mi doctrina: que tales cosas cesen.”23

Es parte del plan del evangelio que el hogar, en vista de que es la unidad fundamental de la Iglesia, sea un sitio de amor y paz.

La oración familiar

Los padres tienen la obligación de establecer la norma de vivir en el hogar. Sobre ellos descansa la responsabilidad de un régimen ordenado. En ocasiones establecen la norma y forma de la disciplina sin enterarse de ello.

No hay elemento del evangelio más conducente a conservar el interés—ya sea una persona o un grupo de la Iglesia—en Dios, la justicia y el deber, que la oración. Ha sido parte del evangelio desde el principio. Un ángel dio estas instrucciones a Adán: “Por consiguiente, harás cuanto hicieres en el nombre del Hijo; y te arrepentirás e invocarás a Dios en el nombre del Hijo para siempre jamás.”24

El Señor categóricamente manda que se aplique este principio a la familia: “Orad al Padre con vuestras familias, siempre en mi nombre, para que sean bendecidas vuestras esposas e hijos.”25

La Iglesia recomienda que se hagan oraciones familiares dos veces al día. Es decir, que la familia como unidad ore junta, y un miembro de la familia hable o haga la oración por los demás. Es una de las llaves de la armonía y disciplina que se desarrollan en la familia. Por este medio viene al hogar el espíritu del amor y la paz. “Y se os dará el Espíritu por la oración de fe.”28

El presidente Stephen L Richards de la Primera Presidencia de la Iglesia, hoy fallecido, hizo esta elocuente declaración: “El concepto de la familia es uno de los principales y más importantes de toda nuestra doctrina teológica y, como frecuentemente lo he dicho, nuestro propio concepto del cielo no es sino la proyección del hogar en la eternidad.”27


(1) Doc. y Con. 107:55. (2) Doc. y Con. 107:41-52. (3) Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 182. (4) P. de G. P. Abrahán 1:1-4; 2:6-11; Doc. y Con. 84:6-16. (5) Doc. y Con. 84:18-27. (6) Doc. y Con. 107:5. (7) Heb. capítulo 7. (8) Dan. 7:9-14. (9) General Handbook of Instruction, pág. 58. (10) Doc. y Con. 20:70. (11) General Handbook of Instructions, núm. 18, pág. 56. (12) Sant. 5:14. 15. (13) General Handbook of Instructions, núm. 18, pág. 57-59. (14) Doc. y Con. 68:25. (15) Deut. 6:4-7. (16) Doctrines of Salvation, por José Fielding Smith, tomo 3, pág. 172. (17) Ibid., pág. 172. (18) Exo. 20:12. (19) Mat. 15:4. (20) 1 Tim. 5:8. (21) Heb. 12:9. (22) 3 Nefi 11:29. (23) 3 Nefi 11:28, 30. (24) P. de G. P„ Moisés 5:8. (25) 3 Nefi 18:21. (26) Doc. y Con. 42:14. (27) Where is Wisdom?, por Stephen L Richards, pág. 404.

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