El Reino de Dios

Capítulo 1

BAUTISMO

Introducción

Existen varios usos aceptados de la palabra “ordenanza”. Se usa correctamente para indicar un conjunto de reglas o man­datos. Se nos aconseja que obedezcamos “las instrucciones”, dando a entender que debemos obedecer las leyes o mandamientos.1 En este sentido debemos andar “en todas las ordenanzas del Señor.2

También llamamos ordenanzas a las ceremonias o ritos reli­giosos. En esta discusión nos limitaremos a las ordenanzas rituales.

El Señor usa ordenanzas rituales para enseñar.3 facultar.4 simbolizar, 5 en sus relaciones con nosotros. Nos es dicho particular­mente que se usan las ordenanzas para comunicar “las llaves de los misterios del reino. . . la llave del conocimiento de Dios”6 al género humano.

Toda ordenanza contribuye a nuestro conocimiento de Dios y sus propósitos. Sin sus ordenanzas “el poder de Dios no se mani­fiesta a los hombres en la carne”.7

En vista de que Jesús es el centro de nuestra religión, la mayor parte de las ordenanzas giran en torno de Él. “He aquí, todas las cosas tienen su semejanza, y se han creado y hecho todas las cosas para que den testimonio de mí. . . las cosas temporales, como las espirituales”.8 Como ejemplo de las ordenanzas efectuadas antes de la época de Cristo se podría citar la del sacrificio, que se ofrendaba “a semejanza del sacrificio del Unigénito”.9 Entre los ejemplos de la época cristiana quedaría incluido el sacramento de la Cena del Señor.10

Examinemos la ordenanza del bautismo a la luz de la explica­ción anterior. El apóstol Pablo compara el bautismo a la muerte sepultura y resurrección de Jesús.11 De manera que por medio de un hermoso simbolismo se nos enseña que el entrar en el agua y salir de ella es semejante a ser sepultados en la tumba y levantar­nos de ella. La forma de la ordenanza misma testifica lo que nuestro Señor experimentó en su vida. En esta manera la ordenanza nos comunica conocimiento; sirve para ayudar a instruirnos.

La ordenanza del bautismo hace mucho más que enseñar. Es un contrato sagrado entre Dios y el hombre. Este contrato sagrado se llama convenio. El bautizado acepta someterse a la disciplina de Cristo y de su reino.12 En esta disciplina está comprendido el arrepentimiento de nuestros pecados y la aceptación de todos los mandamientos. Por su parte, el Señor conviene en perdonar nues­tros pecados, iniciarnos en su Iglesia, concedernos el derecho de tener la asociación constante del Espíritu Santo y finalmente ganar la vida eterna.13

Así como todas las demás ordenanzas, el bautismo tiene varias características. El aspecto físico de la ceremonia es la inmersión en el agua; el espiritual se realiza cuando el Espíritu Santo ratifica lo hecho y se obtiene la santificación o un estado de santidad y pureza. El Sacerdocio Aarónico14 puede efectuar el acto físico, del bautismo. El bautismo del Espíritu se lleva a cabo por medio del Sacerdocio de Melquisedec.15

El Señor explicó a Adán las tres características esenciales de la ordenanza del bautismo, diciendo: “Porque con el agua guardáis el mandamiento, por el Espíritu sois justificados, y por la sangre sois santificados.”16

Con el agua guardáis el mandamiento

Jesús declaró a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”17 En nuestros días se nos ha amonestado a que vivamos “con cada palabra que sale de la boca de Dios”.18

En vista de que el bautismo constituye una promesa sagrada y es necesario para entrar en el reino de Dios, podemos llamar el bautismo un convenio de salvación.

Al entrar uno en las aguas bautismales, manifiesta su dis­posición de guardar los mandamientos. De ahí que, “con el agua guardáis el mandamiento”.

Por el Espíritu sois justificados

La ley de justificación significa que todas las ordenanzas o convenios que un hombre se compromete a guardar, deben hacerse en tal forma que el Espíritu Santo pueda justificar al participante para su salvación.19

Cuando el Espíritu Santo ratifica un hecho, se dice que ha sido sellado por el Santo Espíritu de la promesa.

Se hace necesaria una segunda ordenanza para completar el bautismo. Es la de la imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo.20 En la Iglesia solemos llamar confirma­ción a este acto. Forma parte de los “primeros rudimentos de las palabras de Dios” y “de la doctrina de Cristo.”21

Cuando uno sale de las aguas del bautismo y recibe el don del Espíritu Santo por la imposición de manos, debe vivir en tal forma, que el Espíritu Santo pueda justificar la parte física de la ordenanza. Por tanto, “por el Espíritu somos justificados”.

Por la sangre sois santificados

Ser santificados quiere decir hallarnos limpios y puros. Signi­fica estar libres de los pecados del mundo. La santificación se logra obedeciendo la “ley de Cristo”.22 La santificación es una ley básica de la Iglesia.23 Ninguna persona impura puede entrar en la presen­cia de Dios — dice Jesús — hasta que haya “lavado sus vestidos en mi sangre” y sea santificada.24

Aquellos que logran esta condición de pureza y perfección tienen el privilegio, en determinadas circunstancias, de ver a Dios y las obras de sus manos.25 Es posible alcanzar ese grado de santificación en este mundo.28 También cabe la posibilidad de que caigan aun los que han sido santificados.27

En esta forma entendemos que dentro del total conjunto de la ordenanza del bautismo, considerando todas sus características, en­contramos una experiencia dinámica viviente, siempre persistente. Nos afanamos diariamente a fin de que “por la sangre” seamos “santificados”.

El método del bautismo

El Señor estableció el método que se ha de emplear en la ordenanza del bautismo.28 Consiste en que el candidato sea sumer­gido en el agua por alguien que tenga la autoridad, después de lo cual recibirá la imposición autorizada de manos sobre su cabeza para comunicar el don del Espíritu Santo.29 Bautizar significa sumergir.30 Es el único medio que las Escrituras prescriben. Estas categóricamente condenan la práctica apóstata de bautizar a los niños pequeños.31

Cambiar la forma de la propia ordenanza de Dios, y de este modo pretender estar obrando en su nombre, equivale a tomar el nombre del Señor en vano. El que tal hace cae bajo su condenación expresa: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.”32


(1) 1 Cor. 11:2. (2) Doc. y Con. 136:2-4. (3) Doc. y Con. 84:19. (4) Doc. y Con. 84:20. (5) Rom. 6:4. 5: Col. 2:12; Mosiah 13:30-32. (6) Doc. v Con. 84:19. (7) Doc. v Con. 84:21. (8) P. de G. P.. Moisés 6:63. (9) P. de. G. P„ Moisés 5:5-8. (10) Doc. y Con. 20:75-79. (11) Rom. 6:4, 5; Col. 2:12. (12) Doc. y Con. 20:37. (13) Doc. y Con. Sección 13; 3 Nefi 27:20. (14) Doc. y Con. 20:46. (15) Doc. y Con. 20:38-43. (16) P. de G. P., Moisés 6:60. (17) Juan 3:5. (18) Doc. y Con. 84:43, 44. (19) Doc. y Con. 132:7. (20) Hech. 8:12-20. (21) Heb. 5:12; 6:1-2. (22) Doc. y Con. 88:21, 34, 35; 101:5. (23) Doc. y Con. 20:31-34. (24) 3 Nefi 27:19-21. (25) Doc y Con. 84:23; 88:68; Eter 4:7;3 Nefi 28:39. (26) Doc. y Con. 105:31. 35, 36. (27) Doc. y Con. 20:32-34. (28) 3 Nefi 11:22-26. (29) Hech. 8:35-39; Juan 3:23; 1 Ped. 3:20, 21. (30) El verbo “bautizar” procede del griego baptizo, que significa literalmente bañar o sumergir en un líquido. El significado corriente en la época de Cristo era el de inmersión en el agua. Por ejemplo, en las narraciones contemporáneas de batallas navales se decía que las naves eran bautizadas al ser hundidas, o parcialmente bautizadas si naufragaban cerca de la playa y no se hundían por completo. Polibio, libro 1, capítulo 51. Véase Artículos de Fe por James E. Talmage, Apéndice VII. (31) Moroni 8:9-12. (32) Exo. 20:7.

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